El día que partió en dos la historia del mundo (Lc 1, 26 - 38)

Esa niña está en oración: inmóvil, de rodillas. Pero levanta los ojos y ve a un ángel que se inclina profundamente delante de ella y le dice:
- Yo te saludo, la llena, llena de los dones de Dios. El Señor te ama entrañablemente.
Ella se estremece; no sabe qué pensar…
- No tengas miedo, María - le dice el ángel. - No tengas ningún temor. Eres muy grata a los ojos de Dios.
Se sonroja la niña.
Entonces el ángel, como en secreto, le va diciendo:
- Vas a tener un hijo… Y le vas a poner por nombre Jesús.
María no sabe qué le pasa… Ella, un hijo; ¡después de haberle prometido a Dios vivir intacta, sólo para el!...
El ángel sigue hablándole pausadamente; le está, diciendo Cosas grandiosas del hijo que de ella va a nacer. Son - lo reconoce ella - nada menos que los caracteres con que en la Sagrada Biblia se describe al Mesías tan esperado. ¡Le está anunciando que ése, su hijo, va a ser el Mesías! .
Se encoge aquella muchachita de cara de ángel:
"Ella"... siente ansias de escaparse… Pero, ¡Si le están hablando de parte de Dios!.
El ángel espera. Ella está temblando.
Aparece ante su mente, escrito con letras de luz, y no soy otra cosa que la esclava de mi Dios, en todo y para todo". "Sí: pero ¿mi virginidad?".
Levanta la cabeza. Ahí está el ángel en espera. ¿Se atreverá ella a pedirle explicaciones?
Con voz temblorosa se atreve y le dice:
- Yo,... yo ofrecí a mi Dios vivir siempre intacta, sólo para él. ¿Como podría suceder todo lo que me acabas de decir?
La voz del ángel se hace de una suavidad que parece un eco:
- Oyelo bien: el Señor tu Dios lo hará todo en ti; el Espíritu Santo vendrá y el poder del Altísimo será quien te cubra con su sombra. Por eso el hijo que darás al mundo será santo. Y verdadera y realmente Hijo de Dios.
Cerro ella los ojos. . . Se sintió entonces como envuelta en un manto de paz del cielo; y rodaron sus lágrimas.
Hay otra vez unos momentos de espera; y por fin suena su voz trémula, dulcísima:
- Yo no soy otra cosa que una esclava de mi Dios. Si así lo quiere él, que se cumpla en mí todo lo que has dicho.
Y dobló la cabeza sobre el pecho.
El ángel se inclinó lentamente y voló al cielo.
Ella se quedó como en otro mundo, abismada en la omnipotencia y en los soberanos designios de su Dios.