Y saltaron los Doce a la
barca.
Iba el Señor con ellos; todos contentos.
Mientras remaban, canturreaban algo rimado, al compás de los remos.
Pero notaron que el Señor, rendido por el trabajo del día, se
había dormido, recostado en un cabezal, cerca del timonel.
Se hicieron señas y el tono del canto bajó bruscamente; era ya
como un arrullo.
Súbitamente, se desató el viento y empezó el oleaje. Nadie
lo hubiera podido prever. Así son en aquel lago los asaltos furiosos
del viento que sopla del norte.
El timonel era diestro y sorteaba el oleaje, Pero las olas inesperadas caían
dentro de la barca y la empezaban a llenar.
Todos los que no remaban, sacaban el agua del fondo con cubos, Sin embargo,
cada vez era más el agua que entraba que la que podían sacar.
Miraban al Señor con angustia, admirados de aquel sueño tan profundo...
, misterioso,
-¡ Despiértenlo! - gritaban los de la proa. angustiados,
Y había razón: unos minutos más. y la barca, con el agua
hasta los bordes, se hundiría.
Los que estaban cerca del Señor, por respeto, vacilaban. Pero uno, de
ellos se atrevió:
-¿Maestro! ¡Nos hundimos! ...¡Sálvanos!
Despertó el Señor. De pie, empapado y con los pies dentro del
agua, miró con calma el mar.
Rugió de nuevo con furia el viento. ..
Entonces, por encima el fragor de las olas, resonó con gran potencia
su voz imperiosa:
-¡Calla! ... ¡Enmudece! Y al punto enmudeció el viento y
el mar se extendió como una inmensa llanura. ..
Pero, ¿iba todo a quedar así? ...Nadie decía una palabra...;
en los rostros de todos se pintaba la zozobra ...¿ No se va a renovar
la furia del viento?
Pasaban los momentos. ¡Ni una racha de viento, ni una cresta de espuma
sobre las olas! ...
Se miraban unos a otros. .. ¡Lo increíble! ...
Habían visto varias veces a los espíritus infernales obedecer
al Señor, amedrentados; habían visto a las enfermedades huir en
desbandada y dejar en plena salud a los enfermos. ¡Pero, ¿ver al
coloso del mar obedecer como un cordero? ¿Ver a la fiera del huracán
esconderse entre las montañas? ...y lo estaban viendo con sus ojos.
Miran al Señor sin hablarle. No saben ya medir su grandeza.
Y con calma, él nada más les pregunta: -¿Dónde esta
vuestra fe?. ...