NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
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Jesucristo es un nombre derivado del hebreo Yeshuá, “Yahvé es salvación”, y Cristo, equivalente del verbo hebreo mashaj, “ungir”, de cuya forma mashiaj: el Ungido, se deriva la palabra Mesías. El Salmo 72 narra: “Florecerá en sus días la justicia y hasta el fin de los tiempos una paz grande. De un mar al otro mar irá su imperio, del río hasta los fines de la tierra”. Lo anterior nos describe un reino ideal que el Redentor instaurará al final de los tiempos, en tanto se hacen realidad en la tierra el deseo de justicia y de paz para la humanidad y para todas las naciones. En la redacción del Salmo, Cristo se manifiesta como Rey de la paz que trae la buena nueva a los hombres como defensor del pueblo, del humilde, del débil, además de proporcionar alimento a todos. La Sagrada Escritura dice que Cristo es Rey. En el Antiguo Testamento se le llama el dominador que ha de nacer de la descendencia de Jacob, el que por el Padre ha sido constituido Rey sobre el monte santo de Sión y recibirá a la gente en herencia y en posesión los confines de la tierra (Sal 2). En el Nuevo Testamento, en la Anunciación, el arcángel Gabriel manifiesta a Maria que dará a luz un niño a quien Dios concederá el trono de David (cfr. Lc 1, 32-33), mientras San Juan lo cita como Príncipe de los reyes de la tierra (Ap 1, 5). Su Santidad Pío XI (1922—1939), en su encíclica Qua Primas (1925), establece el culto a Cristo Rey el último domingo de octubre, anterior a Todos los Santos, sin tener una fecha fija; no obstante, con las reformas al Calendario litúrgico, la solemnidad queda establecida el último domingo del tiempo ordinario en noviembre, con el propósito de señalar el término del Año Litúrgico. |
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Iconografía: Jesucristo de pie o en trono celestial, con túnica y manto real, y sobre su cabeza la corona de su realeza; además, en su mano derecha, un cetro, y en su mano izquierda, un orbe (esfera azul, que evoca su majestad). Esta sublime devoción, ha hecho que el hombre construya monumentos de grandes dimensiones, para manifestar su amor por Jesús; entre otros, se citan el monumento votivo nacional a Cristo Rey, en el centro geográfico de México sobre la montaña del Cubilete, en Silao, Guanajuato (1944). En Río de Janeiro, Brasil, el Cristo del Corcovado (1925). La isla del Cristo en Alaska (1937). El Cristo de los abismos, en el mar de la bahía de San Fructuoso, que está a 17 metros de profundidad, en Génova, Italia (1955), lo mismo que la de Ochomogo, Costa Rica, donde se dividen los océanos Pacifico y Atlántico (1930). | |
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Fiesta de Cristo Rey |
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Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net |
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22 de noviembre 2009, último domingo del año litúrgico. ¡Prepárate para la fiesta del Rey del universo! | |
ÚLTIMO
DOMINGO DEL AÑO LITURGICO:
Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros. Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz. Un poco de historia La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío
XI el 11 de Marzo de 1925. Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres. Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatólogico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía. Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46. En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente. Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo: “es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”; “es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”; “es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”; “es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”. En ellas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz. La Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su predicación y extensión debe ser el centro de nuestro afán vida como miembros de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres. Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar debemos conocer a Cristo. La lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor. Se trata de conocer a Cristo de una manera experiencial y no sólo teológica. Acerquémonos a la Eucaristía, Dios mismo, para recibir de su abundancia. Oremos con profundidad escuchando a Cristo que nos habla. Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, por que Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se le nota. El tercer paso es imitar a Jesucristo. El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros. Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a desbordarse. Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida. A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra cristera en México en los años 20’s, quienes por defender su fe, fueron perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”. La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico
es una oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente
que Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio
y el Fin de todo el Universo. |
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QUE VIVA MI CRISTO Que viva
mi Cristo, que viva mi Rey Mexicanos
un Padre tenemos Él
formó con voz hacedora Nuestra Patria,
la Patria querida, Del Anáhuac
inculto y sangriento, Su realeza
proclame doquiera Es vano que
cruel enemigo |