EL CONFIDENTE DE LA VIRGEN
Diciembre, para nosotros los creyentes, no sólo nos invita a gozar de la
Navidad, sino también festejar a nuestra Reina del Cielo y de México: la Virgen
de Guadalupe.
Y
con la venia de la Morenita,
reflexionaremos sobre la figura y la misión del instrumento humano que la
Señora del Tepeyac eligió como confidente y mensajero para darse a conocer: Juan Diego, cuyo nombre indígena era Cuauhtlatoatzin, que significa "Aguila
que habla".
Nació
hacia 1474 en Cuautitlán, y murió en 1548. Vivió en Tulpetlac,
y cuentan los testimonios históricos que, junto con su tío Juan Bernardino,
tenía casas y tierras heredadas de sus padres y abuelos, lo que puede indicar
que no eran miembros de un "calpulli",
donde la tierra era propiedad comunal, sino que ellos tenían la responsabilidad
de la manutención y del bienestar de otras familias de trabajadores. Contrajo
matrimonio con la joven Malintzin, quien en su
bautismo tomó el nombre de María Lucía, la cual murió dos años antes de las
apariciones del Tepeyac.
Por
el año 1528 entró en contacto con los misioneros franciscanos, y fue bautizado
con el nombre de Juan Diego. Como a los 57 años de edad, siendo ya un hombre
cabal y con buen grado de madurez, ya era conocido como uno de los
protagonistas del hecho Guadalupano de diciembre de 1531.
En
mayo de 1996, el entonces abad de la Basílica de Guadalupe, desde 1963, Mons.
Guillermo Schulemburg, armó un gran revuelo,
escandalizando a mucha gente, al negar la historicidad del Acontecimiento Guadalupano y, consecuentemente, diciendo que Juan
Diego nunca existió; en otras palabras: no negaba la figura de María Santísima,
sino el hecho histórico de las apariciones!!
¿Cómo
se atrevió a hacer semejante afirmación, cuando el mismo Papa Juan Pablo II,
durante su segunda visita a nuestra Patria, el 6 de mayo de 1990, en la
Basílica de Guadalupe había beatificado al "indio predilecto de María”?
¡El Papa no podía haber declarado beato a alguien que nunca existió! Todo el
mundo reaccionó contra aquel abad. Recuerdo una curiosa manta expuesta en una
gran avenida que decía: "Juan Diego EXISTE, Schulemburg
NO". Gracias a Dios, no sólo la centenaria piedad y devoción al confidente
de la Virgen avalan su existencia, sino las innumerables y contundentes pruebas
históricas así lo confirman, hasta quedar todo coronado en su canonización el
31 de julio de 2002.
Al
celebrar entonces a SAN JUAN DIEGO en su fiesta litúrgica del 9 de diciembre, es conveniente resaltar
algunas de sus virtudes, por las que la Virgen María lo escogió como su
mensajero, y por eso la Iglesia lo canonizó para honrarlo en los altares, pero
sobre todo, para imitarlo en nuestra vida.
Juan Diego fue un indio virtuoso por su misma natural forma de ser,
como hombre honesto y jefe de familia, responsable y trabajador; cualidades
éstas que facilitaron su conversión, aceptara con agrado bautizarse y
continuara su formación que, con la gracia divina, su perseverante piedad, fiel
y amorosa para con Dios, se preparó así la figura idónea de un buen cristiano,
que la Virgen María escogería como su confidente y mensajero en la Iglesia.
Juan Diego destaca entonces, no sólo por su ejemplaridad como esposo y
jefe de familia, en su responsabilidad laboral y de ayuda a la gente, sino por
su piedad y devoción profunda y perseverante en su interés por continuar su formación
religiosa, que mucho le ayudó a madurar, con coherencia y sencillez, su vida de
fe en sus deberes familiares y sociales.
Su personalidad se afianza en la humildad que le caracteriza, y por eso
la Santísima Virgen lo elige como particular hijo suyo “el más pequeño”, para que “ponga
todo su esfuerzo” en cumplir lo que le encomienda.
Luego de su primer “fracasado” encuentro con el Obispo Fray Juan de
Zumárraga, le ruega encarecidamente a la Señora
del Cielo que mejor envíe “a alguno
de los principales, conocido, respetado y estimado”, porque él se considera
“hombrecillo, un cordel, una escalerilla
de tablas, cola, gente menuda”. Pero al final, gracias a su obediente
disponibilidad, fue premiado no sólo por haberse estampado en su tilma la
sagrada imagen que tanto nos cautiva y bendice, sino que como la Virgen se lo
había prometido: “Yo te pagaré tu
cuidado, el trabajo y el cansancio que por mí has emprendido”, y por eso lo
veneramos en el honor de los altares.
Conclusión. Para una obra grandiosa, divina, como el Acontecimiento Guadalupano, era
necesario un instrumento pobre. Y por eso la Virgen, con el beneplácito de
Dios, escogió a Juan Diego, que en su sencillez y humildad de vida nos recuerda
que no hay que buscar aparecer y brillar, sino servir y ser testigo de Dios.
Cuántas veces nos desalentamos porque “no valemos” o “no tenemos”. Dios no
necesita de todo “eso” para actuar; sólo desea nuestra humilde docilidad. Y con
eso hace maravillas, como las hizo con María y con Juan Diego… Y como lo puede
hacer con cada uno de nosotros.
Pbro. José Angel Fernández Martín
“Cuanto más grandiosa es la obra a realizar,
tanto más pobres son los instrumentos elegidos para colaborar en el plan
divino. Como es verdad que el poder del brazo de Dios resalta en la debilidad
de los medios empleados, así también cuanto más pequeñas
son las personas humanas invitadas a servir, tanto mayores son las cosas que el
Omnipotente está dispuesto a realizar a través de nosotros.
Por esta razón precisamente a los ricos se les
despide con las manos vacías, a los soberbios se les dispersa en los
pensamientos de su corazón y, por el contrario, se ensalza a los humildes y a
los hambrientos se les colma de bienes. Para cumplir la misión y prestar
servicio, no tanto se nos pide un patrimonio de dotes materiales o humanas como
podrían ser el dinero, la inteligencia, la cultura, la capacidad de
organización o la eficiencia; sino más bien conciencia de la inutilidad propia
y entrega generosa con abandono confiado y total al amor del Omnipotente”. San Juan
Pablo II
“Cuánto
más alto estemos situados, más humildes debemos ser”
Marco
Tulio Cicerón
Humildad
es recibir la alabanza y pasarla a Dios sin tocarla.
Autor
desconocido
La
humildad consiste en callar nuestras virtudes
y permitirle a los
demás descubrirlas. Autor desconocido
“La falsa humildad equivale a orgullo” Blas Pascal
Anhelo realizar obras grandes nobles, pero mi principal tarea y mi jubilo es realizar obras humildes como si fueran grandes y nobles. Helen Keller
Cuando somos grandes en
humildad, estamos más cerca de lo grande.
Rabindranath Tagore
Cuanto más grandes somos
en humildad, tanto más cerca estamos de la grandeza. Rabindranath
Tagore
Cuanto menos es uno, más se encarga Él de todo. Madre Maravillas de Jesús
Después de las derrotas y las cruces, los hombres se vuelven más sabios y más humildes. Benjamín Franklin
Dios tiene dos tronos. Uno en lo más alto de los cielos y otro en el más humilde de los corazones. D.L. Moody
Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; mas donde hay humildad, habrá sabiduría. Salomón
El humilde conocimiento de ti mismo es un camino más seguro hacia Dios que el camino de la ciencia. Thomas de Kempis
El que con perspicacia reconoce la limitación de sus facultades, está muy cerca de llegar a la perfección. Johann Wolfgang von Goethe
El orgulloso quiere hacer
más, el humilde quiere obedecer más. Autor desconocido
Ensalza lo humilde, multiplica lo poco, recompensa la injuria con bondad, corta el problema en su brote y siembra lo grande en lo pequeño. Lao Tsé.
Humildad es andar en la verdad. Santa Teresa de Avila
La humildad es algo muy extraño. En el momento mismo en el que creemos tenerla ya la hemos perdido. San Agustín de Hipona
La humildad es el hilo con el que se encadena la gloria. Proverbio árabe
La humildad es la etiqueta que exige el ceremonial para las audiencias con Dios. Padre Alfonso Milagro
La humildad es la llave de la sabiduría. San Beda
La humildad es verdad, y la verdad es humildad. San Pío de Pieltrecina
La humildad hace al hombre capaz de Dios. Santo Tomás de Aquino
La humildad, necesaria para amar. Cuanto más vacíos estamos de la hinchazón de la soberbia más llenos estamos de amor. San Agustín de Hipona
La humildad no consiste en pensar que eres poca cosa, sino en no pensar en ti. Andrew Murray
La humildad, pues, nos perfecciona en lo que mira a Dios, y la mansedumbre en lo que toca al prójimo. San Francisco de Sales
La humildad tiene dos polos: lo verdadero y lo bello. Víctor Hugo