III.
JESUS CAE POR PRIMERA VEZ
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«Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros» (cf. Is 53, 6).
«Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros» (Is 53, 6).
Jesús cae bajo el peso de la cruz. Sucederá tres veces durante, el camino relativamente corto de la «vía dolorosa». Cae por agotamiento. Tiene el cuerpo ensangrentado por la flagelación, la cabeza coronada de espinas. Le faltan las fuerzas. Cae pues y la cruz lo aplasta con su peso contra la tierra.
Hay que volver a las palabras del profeta, que siglos antes previó esta caída, casi como si la estuviera viendo con sus propios ojos: ante el Siervo del Señor , en tierra bajo el peso de la cruz, manifiesta el verdadero motivo de la caída: «Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros».
Han sido los pecados los que han aplastado contra la tierra al divino condenado. Han sido ellos los que determinan el peso de la cruz que lleva a sus espaldas. Han sido los pecados los que han ocasionado su caída, Cristo se levanta a duras penas para proseguir el camino. Los soldados que lo escoltan intentan instigarle con gritos y golpes. Tras un momento, el cortejo prosigue. Jesús cae y se levanta. De este modo, el Redentor del mundo se dirige sin palabras a todos los que caen. Les exhorta a levantarse.
«El mismo, que sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados» (1 P 2, 24).
Cristo, que caes bajo el peso de nuestras culpas y te levantas para nuestra justificación, te rogamos que ayudes a cuantos están bajo el peso del pecado a volverse a poner en pie y reanudar el camino. Danos la fuerza del Espíritu, para llevar contigo la cruz de nuestra debilidad.
A ti Jesús, aplastado por el peso de nuestras culpas, nuestro amor y alabanza por los siglos de los siglos.