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Sagrado Corazón de Jesús, templo santo de Dios
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Dice San Pablo a los Efesios: «Por eso doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma -nombre toda familia en el cielo y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de, su gloria, os conceda por medio de su Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todo el pueblo de Dios, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la Plenitud total de Dios.»( Ef,3 14-19)

San Pablo dice esta verdad hermosísima: Cristo quiere habitar en mí, por la fe, por el amor de su Corazón. Precisamente en su Sagrado Corazón se encierra todos los tesoros de su amor. Su Corazón es el Corazón del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Precisamente por eso si Cristo quiere habitar en mí, quiere que yo lo imite, quiere que me dé cuenta que mi corazón nunca estará tranquilo hasta que Dios no haga de mi alma su casa, su templo donde Él habite. Pero para que Él entre en nuestro corazón y haga su templo en Él, debemos abrirle.

El célebre pintor Holman Hunt acompañaba una vez por su destina unos visitantes, que se detuvieron ante su famoso lienzo: << Luz del mundo >> ( nuestro Señor con una linterna en la mano, llamando a una puerta. )

-.Sin duda, no ha olvidado usted algo aquí – dijo uno de los visitantes -; No hay picaporte en la puerta.

-No es un error – replicó el artista -. Esta puerta representa el corazón humano, que se abre solamente por dentro.

Nuestro Señor está afuera a la puerta de mi corazón y espera que le digamos: “Entra, Jesús, entra, es tu casa” . El nunca forzará la entrada, nos toca a nosotros invitarle o no, conformen queramos, conforme valoremos su amistad, conforme valoremos sus sacramentos. Precisamente la mejor manera de dejar entrar a Jesús para que haga su templo en nosotros, es por medio de la Eucaristía y de la Confesión. Algunos católicos lo tienen fuera, esperando, años, años. No sabemos bien lo que perdemos si Dios no hace su casa en nosotros. Pensamos ilusamente que seremos felices sin Él. Algún día nos arrepentiremos de haberle abierto las puertas de nuestro corazón, ojalá que no sea demasiado tarde.

Todos los días recordemos siempre las palabras del Apocalipsis, dichas por el amor de su Sagrado Corazón: “ He aquí que estoy a a puerta y llamo. Si alguno escuchare mi voz y me abriere la puerta, entraré y cenaré con él y él conmigo” (Apoc3,20). Abramos las puertas a su Santísimo Corazón, nunca nos arrepentiremos de tener tan grande y amoroso Huésped.

Sagrado Corazón de Jesús, Templo Santo de Dios, ruega por nosotros

Dios los bendiga

P Juan Carlos Mari LC

 

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