SANTORAL ENERO DEL 2008/ www.laverdadcatolica.org
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Santos: Santa María Madre de Dios. Santos José María Tomassi, cardenal, y Guillermo de Dijon, abad. Solemnidad.
SANTA MARÍA MADRE DE DIOS, del arameo, “señora”. El dogma de la maternidad divina de María santísima fue proclamado en el Concilio de Efeso en el año 431. María es reconocida por la Iglesia como la madre de una persona que es Dios y hombre a la vez. En el pasado, esta solemnidad se celebró como fiesta; así encontramos, por ejemplo, que en las Galias (actual Francia) se celebró el 18 de enero, en España el 18 de diciembre y en Roma el 1° de enero; el pontífice Pío XI (1922-1939) la extendió a la Iglesia universal en 1931 para celebrarse el 11 de octubre en conmemoración del decimoquinto centenario del citado concilio. Las reformas efectuadas desde 1969 al calendario litúrgico la han fijado en el primero de enero. Los católicos debemos implorar a la Madre de Dios su intercesión para que cada día mejoremos nuestra conducta en el mundo y alcancemos, finalmente, la gloria de la patria celestial.
Santos: Basilio Magno, obispo, y Gregorio Nacianceno doctor de la Iglesia. Beato Marcolino Amanni, presbítero.
SAN GREGORIO NACIANCENO, del griego, “vigilante” (330?-390). Doctor de la Iglesia. Probablemente nació en Nacianzo (población de la actual Turquía); de ahí el gentilicio nacianceno. Fue el segundo de tres hermanos de una familia con recursos; su padre, san Gregorio Magno (3 de septiembre), era obispo de Nacianzo. Su madre, de nombre Nona, lo formó en las virtudes cristianas. Desde la adolescencia fue recatado; en la juventud, decidió renunciar al mundo para consagrarse a Dios. Hizo estudios en Roma, Palestina, Alejandría y Atenas, donde los terminó. Decidió conocer también las materias liberales, expresando que su propósito era “...no dejarse atrapar por las redes de los sofismas” (del latín sophisma, falso razonamiento para inducir al error). Fue contemporáneo de san Basilio Magno —también conmemorado en este día—; con él compartió conocimientos e hizo gran amistad (355). Se dedicó al estudio y la oración contemplativa en Anisa, lugar solitario donde con Basilio escribió Filocalia. Al regresar a Nacianzo, se ordenó de sacerdote, ejerció su ministerio, colaboró en el episcopado con su progenitor y escribió el tratado Sobre la fuga, referente al sacerdocio (362). Cuando murió su padre, fue nombrado obispo de Nacianzo, en 374; después, hacia el año 379, patriarca de Constantinopla. Se distinguió por su amplia cultura, oratoria, santidad de vida y amabilidad, además de ser un luchador tenaz contra el arrianismo. Entre su obra literaria se citan Autobiografía, Epístolas; Discursos y poemas. Reafirmó la divinidad de la Santísima Trinidad y el Espíritu Santo. En 381 convocó al concilio ecuménico de Constantinopla; al finalizar éste, sintiéndose enfermo, se retiró a Nacianzo, donde continuó escribiendo; como su diócesis había quedado vacante, hubo de regresar para atenderla; ahí de nuevo se enfrentó a las herejías. Falleció en 390. Su culto inmemorial se ex tendió en el Oriente. Su influencia cristológica ha influido notablemente en el desarrollo teológico y dogmático de la Iglesia.
El Santísimo Nombre de Jesús
Santos: Genoveva de París, virgen, y Fulgencio de Ruspe, obispo.
EL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS, del hebreo, abreviatura de Yeoshúah, es decir, Josué, “Dios salva”. Al hijo de la Virgen María se le impuso el nombre de Jesús, dado que fue el indicado por el arcángel Gabriel en la Anunciación (Lc 1, 31); lo usual entre los judíos en la época del nacimiento de Jesús era imponer el nombre a los niños el día de su circuncisión (practicada a los varones a los ocho días de nacidos). El nombre no era nuevo, pero quienes lo habían llevado no lo pronunciaron como tal —como es el caso de Josué el patriarca (Nm 13, 16), ya que dicho nombre estaba reservado al Salvador del mundo. El pontífice Inocencio XIII (1721-1724) extendió a la Iglesia universal la devoción al santísimo nombre. Cabe señalar que, según la mentalidad y la antropología bíblicas el nombre es la expresión sonora del ser, la identifica y es la señal de la misión de quien lo lleva. El nombre Jesús equivale indistintamente a los siguientes: Josué, Eliseo e Isaías. Algunas variantes son, en etíope, Yesus; en árabe, Aissa; en italiano, Giosue; en sueco, Esaias y en inglés, Elisha.
Santos: Rigoberto de Reims, obispo, e Isabel Ana Setton, fundadora. Beato Manuel González García, fundador.
BEATO MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA, del hebreo, “Dios con nosotros” (1877-1940). Fundador. Fue el cuarto de cinco hermanos; nació en Sevilla, España, de familia católica. Desde la infancia fue piadoso e inteligente; gustaba de la música y la pintura. Aprendió sus primeras letras en el colegio de San Miguel, el cual lo formó para que, a los diez años de edad, ya estuviese integrado en el coro de la catedral Sevillana. A los doce años, ingresó en el seminario, donde cumplidos los estudios, se ordenó de Sacerdote, en su tierra natal (1901). Le fue asignado organizar una misión; en ello demostró su abandono en la Eucaristía, por el cual recibió un don del Espíritu Santo que le señaló su futuro: atraer a los hombres a la Eucaristía. En 1905 recibió el nombramiento de arcipreste (principal o primero de los presbíteros o sacerdotes) en Huelva, donde trabajó con tenacidad: entre otras acciones estableció comedores, granjas agrícolas, bandas de música, repartos de ropa y escuelas gratuitas diarias, nocturnas y dominicales, a fin de abatir el hambre y las necesidades del lugar, que hasta entonces había estado sumergido en la miseria y la marginación. Centró su labor en la catequesis, llevando a pobres y ricos a Jesús sacramentado; en 1907 fundó la revista de catequesis eucarística Granito de Arena. En 1910, constituyó una obra trascendental para buscar entre los laicos la compañía reparadora para Jesús en los sagrarios olvidados, ya que se percató de que en muchas ocasiones los sagrarios pasaban bastante tiempo sin fieles que los visitaran. Dicha obra se extendió con rapidez en su país y en América, formada con laicos hombres, mujeres y niños. En 1916, se le nombró obispo auxiliar de Málaga; en esta etapa fundó la congregación de Misioneros Eucarísticos y, pese a carecer de recursos económicos, logró establecer, confiado en la Providencia, un nuevo seminario. En 1921, formó la rama femenina: las Misioneras Eucarísticas de Nazaret; en ambas instituciones el apostolado fue vivir y proclamar la Eucaristía, para que todo cristiano la conociera, amara y valorara el bien que de ella emana. Cuando en 1922 recibió el cargo de obispo propio de la citada ciudad, trabajó incansable para fomentar la educación religiosa de los niños, profundizar en la espiritualidad de los católicos practicantes, y preparar adecuadamente a los futuros sacerdotes. Por haberse incendiado en 1931 el edificio que albergaba la sede episcopal, fue obligado a refugiarse en Gibraltar; desde aquí dirigió su diócesis. Continuó su misión y fundó la Institución de Misioneras Auxiliares Nazarenas, en 1933, integrada por mujeres que, como laicas continuarían su obra, dando a conocer y amar la Eucaristía. En 1937, publicó la Revista Infantil Eucarística, a fin de que desde la niñez se conociera la presencia eucarística de Cristo. Le fue asignado el cargo de obispo de Palencia en 1935, lugar en el que fue recibido con entusiasmo por la feligresía y cinco años después de fructífera labor, entregó en Madrid su alma a Dios. Su cuerpo fue trasladado a la catedral de dicha ciudad, para ser sepultado en la capilla del Santísimo, donde se veneran sus reliquias; sobre su sepulcro quedó escrita una frase suya referente a visitar los sagrarios: “Ahí está Jesús, ahí está, no lo dejen abandonado”. Beatificado por Juan Pablo II (1978-2005) en 2001; la causa de canonización continúa vigente. Iconografía: en fotografía, con hábito; en su rostro, una agradable sonrisa; se le conoce como “el obispo del sagrario abandonado”.
Santos: Telésforo I, papa y mártir; Juan Nepomuceno Newman obispo, y Simeón el Sirio, estilita.
SAN JUAN NEPOMUCENO NEWMAN, del hebreo, “Dios ha hecho gracia”, y gentilicio de Nepomuk, región de Bohemia (1811-1870). Obispo. Nació en Prachartitz (parte de la actual República Checa). Sus padres fueron sencillos tejedores cristianos que además atendían a los indigentes y los enfermos. En la adolescencia, sus progenitores lo enviaron, en 1823, a continuar estudios en Budweis; estando en esta ciudad, definió su vocación e inicio estudios eclesiásticos a los veinte años. En su interior deseaba ir a América para dar atención espiritual a los emigrantes; por ello se dedicó al aprendizaje de diversos idiomas. Su deseo se hizo realidad cuando fue enviado a Praga y embarcó hacia Nueva York, adonde llegó en 1836; aquí mismo fue ordenado de sacerdote; la ceremonia se efectuó en la catedral de San Patricio. Le fue asignado ejercer su ministerio en la ciudad de Búfalo, Nueva York; al respecto, dijo: “He sido enviado como misionero y debo ocuparme de las almas más abandonadas”; la misión no fue sencilla, ya que se enfrenté a etnias y sectas; en ocasiones se sentía solo para cumplir tan grande empresa. En 1840, decidió solicitar su ingreso en la congregación del Santísimo Redentor (o redentoristas), donde fue aceptado y profesó en 1842. Se distinguió como misionero itinerante; atendió a los emigrantes en diversas ciudades. Desempeñó el cargo de superior de su congregación en Pittsburg, en 1844; poco después fue nombrado superior general de los redentoristas en América del Norte en el periodo de 1847-1849; en esta etapa desarrolló ardua labor pastoral en beneficio de los marginados, estableció escuelas, organizó misiones populares e impartió catequesis, entre otras acciones. En 1852 fue nombrado obispo de Filadelfia; eligió el lema “Pasión de Cristo, confórtame”, el cual presagió la ardua actividad episcopal que sin descanso desarrolló. Efectuó numerosas visitas pastorales en la diócesis; propicié el culto a la Eucaristía y especial devoción a María Santísima; impulsó la construcción de escuelas parroquiales, para las que escribió catecismos en inglés y en alemán; favoreció el aumento de las vocaciones sacerdotales y participó en el concilio de Baltimore en 1852. En 1860 fundó la congregación de Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco de Filadelfia; en esta ciudad falleció en una de sus calles. Su cuerpo incorrupto se venera en el templo de San Pedro de dicho lugar. Canonizado por Pablo VI (1963-1978) en 1977. Iconografía: con atuendo común episcopal.
La Epifanía del Señor
Santos: San Melanio de Rennes, obispo. Beato Andrés Alfredo Besette, religioso. Solemnidad.
LA EPIFANÍA DEL SEÑOR, del griego epiphaneia, “manifestación” (siglo I). En el aspecto religioso, consiste en la manifestación de lo sagrado y lo divino; descubre al hombre la presencia de los signos de la divinidad. En el año litúrgico, la Epifanía es una solemnidad que se conmemora en el tiempo de Navidad (que comprende desde el cuarto domingo de Adviento hasta la festividad del bautismo del Señor). Esta celebración se inició en el Oriente en el siglo IV y un siglo después pasó a Occidente. La liturgia romana de las centurias V y VI incluyó la entonces fiesta en el mencionado ciclo de Navidad. No fue sino hasta los siglos VI y VIII cuando se formalizó el tema de la adoración de los Reyes Magos (Mt 2, 1-12), que dio origen al Día de Reyes. Iconografía: se contempla la escena del nacimiento del Redentor, con sus padres Maria y José en la cueva de Belén, y los tres sabios (o magos), a los cuales la tradición ha dado los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar; éstos adoran postrados al Niño Jesús y le regalan oro (como ofrenda al rey), incienso (como adoración a Dios) y mirra (para ungir y honrar al hombre).
Santos: Raymundo de Peñafort, presbítero, y Canuto Lavard mártir. Beata María Teresa Haze, fundadora.
SAN CANUTO LAVARD, quizá del alemán antiguo, “estirpe”, “origen”, “descendiente” (1096?-1137). Mártir. Originario de Dinamarca; nació en Roskilde. No se conocen detalles de su infancia ni de juventud. Sus padres pertenecieron a la nobleza; era sobrino de san Canuto IV (19 de enero), rey de ese país, quien, por su piedad, era conocido como “el Bueno”. Le otorgaron el título de duque de Schleswig; durante su gobierno defendió la fe de Cristo ante los ataques de los vikingos; fue justo y comprensivo con los habitantes del ducado. Padeció con valor los continuos enfrentamientos contra sus enemigos Magnus Nielsen y Henry Skadelaar, quienes codiciaban su poder y su título. Sus rivales no dejaron de acecharlo hasta que lo asesinaron en la zona boscosa de Haraldsted, Ringsted. Su muerte causó indignación a los lugareños, quienes lo estimaban y lo tenían por santo. Canonizado como mártir por Alejandro III (1159-1181). Es patrono de Zeeland, Dinamarca. Iconografía: con atavío regio, palma (en alusión al martirio), lanza y copón (por su tenacidad en la defensa de la fe).
Santos: Apolinar de Hierápolis, obispo; Pedro Tomás obispo, y Severino de Nórica, abad.
SAN PEDRO TOMÁS, del arameo, “piedra”, “roca” y “mellizo”, “gemelo” (1305-1365). Obispo. Oriundo de Perigord, Francia. No se conocen detalles de su vida familiar ni de su infancia. Ingresó en la Orden del Carmelo en 1326. Dios lo dotó de sabiduría; con su vehemente prédica y homilías (en las cuales manifestaba su gran amor a Dios y a Maria santísima) cumplió su misión; por sus méritos fue nombrado procurador general de la orden, e ingresó al séquito papal de Aviñón (1345), en el cual se desempeñó como legado y nuncio pontificio para Venecia, Génova y Milán (actuales territorios de Italia). Al producirse una epidemia de peste negra en su país, invocó devotamente la intercesión de Maria santísima para la pronta recuperación de la salud del pueblo. Se dice que, en una visión, la Madre de Dios le comunicó: “Confía, Pedro, que tu Orden del Carmen durará mientras el mundo exista”. Participó como cofundador de la Facultad de Teología de la Universidad de Bolonia, Italia. Fue elegido obispo de Patti y Lipari en 1354 y de Corón (Loria, Francia) en 1359; y también legado pontificio y patriarca de las iglesias del Este; arzobispo de Creta y de Candia en 1363, y patriarca de Constantinopla en 1364. En todos sus ministerios defendió con denuedo los derechos de la Iglesia y trabajó en favor del ecumenismo. Por sus dotes diplomáticas e inteligencia, los pontífices y monarcas de su época le confiaron importantes asuntos; actuó como pacificador entre príncipes y reyes de las cortes. Pese a sus altos cargos, usaba un hábito raído bajo sus vestiduras y vivía con austeridad en los conventos carmelitas, donde hacía vigilias de oración, constante penitencia y vigilancia del estricto cumplimiento de la regla de su orden. Escribió un Tratado en defensa de la Inmaculada Concepción de María y varios tomos de Sermones. La intensa actividad de su misión pastoral —por la que se le conoció como “apóstol de la unidad de la Iglesia”— menguó su salud; en consecuencia, reducido a piel y huesos, falleció en el convento de Famagusta, Chipre. Su culto fue confirmado por Pablo V (1605-1621) en 1609. Iconografía: como un carmelita anciano, con atuendo propio de los obispos; lleva en su mano una cruz misionera, y un rayo de luz que parte de la Virgen María e ilumina su pecho.
Santos: Julián de Antioquía mártir; Adrián de Canterbury, abad, y Andrés Corsini, obispo.
SAN JULIÁN DE ANTIOQUÍA, del griego, patronímico de Iulius “celeste”, “divino” (304?) Mártir. Antiguos textos indican que era de Antioquía (territorio de la actual Turquía), de padres cristianos y acaudalados. No hay detalles de su niñez ni de su familia. Al parecer, por obediencia, contrajo nupcias en su juventud con una dama de nombre Basilisa (del griego, “reina”), pero los dos hicieron voto de castidad. Dedicaron su fortuna a la atención de los necesitados y a fundar monasterios; dieron testimonio de vida piadosa en oración, ayuno y penitencia; por su vida ejemplar, muchos paganos abrazaron la fe cristiana. Durante la persecución de Diocleciano (284-305), Julián fue aprehendido; padeció torturas, sin que apostatara. Se dice que antes de su ejecución lo hicieron orar ante un cadáver, al cual, en el nombre de Dios, devolvió a la vida; finalmente, lo decapitaron en su tierra natal; por cuanto a su esposa, se ignoran el lugar y la forma de su muerte. Otra versión sostiene que murieron juntos en Antioquía. Su veneración se pierde en la memoria de los tiempos; es el santo titular de este día. Iconografía: con vestimenta de la época, junto con su esposa, atendiendo a pobres y enfermos. También llevan este nombre los santos Julián de Cuenca (28 de enero) y Julián “el Hospitalario” (12 de febrero).
Santos: Guillermo de Bourges obispo, y Agatón, papa. Beata Ana de los Ángeles Monteagudo, religiosa.
SAN GUILLERMO DE BOURGES, del germánico, “la voluntad de protección” (1209). Obispo. Los datos fidedignos de este santo son escasos. Nació en la población francesa de Nevers, en una familia noble. Dejó su vida de lujos y riqueza para consagrarse a Dios en la abadía cisterciense de Montigny. Al paso del tiempo, fue elegido abad en los monasterios de Fontaine-Saint-Jean y de Chalais, hacia 1187. Su ejemplo de vida en la humildad y el esmero en atender a los pobres lo hizo destacar y ser nombrado obispo de la diócesis de Bourges, Francia, en 1200; trabajó con celo pastoral hasta su muerte. Su culto se pierde en la memoria de los tiempos. Iconografía: con atavío episcopal, mitra y báculo. También llevan este nombre los santos: Guillermo de Rochester (23 de mayo) y Guillermo de Vercelli (25 de junio), así como el beato Guillermo Chaminade (22 de enero).
Santos: Higinio I, papa y mártir; Tomás de Cori, presbítero, y Paulino de Aquilea, obispo.
SAN HIGINIO I, del griego, “saludable” (140). Papa y mártir. Era griego, nacido en Atenas; no se saben particularidades de su familia, infancia ni juventud. Fue elegido pontífice en el año 136, sin que se sepa la fecha; fue el octavo después de san Pedro (29 de junio). Se enfrentó con valor a las herejías de Valentino (autor del Evangelio de la verdad) y Cerdón (heresiarca, o sea, autor de una herejía, sirio, siglo II), quienes basaron el cristianismo en esquemas gnósticos. Esta herejía pretendía fundir las enseñanzas de Cristo con las gnósticas y postulaba la existencia de una sabiduría secreta transmitida sólo a los iniciados, a quienes proporcionaría la salvación, que viene por el conocimiento, el cual no se obtiene por la ciencia ni por el razonamiento, sino por intuición, iluminación interior y meditación; una vez obtenido el conocimiento, la salvación no necesita de la fe. Organizó las atribuciones del clero; delimitó los grados para la jerarquía eclesiástica; instituyó la participación de una madrina y un padrino en el sacramento del bautismo, para guiar al niño en la piedad cristiana; y decretó que todos los templos deben ser consagrados. La tradición lo considera mártir, por haber muerto víctima de las persecuciones paganas. En la época de su fallecimiento, a todos los pontífices se les consideraba santos. Iconografía: a partir de la Edad Media se le representó con las vestiduras pontificales, mitra y báculo.
Santos: Arcadio de Mauritania, mártir; Margarita de Montreal fundadora, y Benito Biscop, abad.
SANTA MARGARITA DE MONTREAL, del latín, “perla” (1620-1700). Fundadora. Nativa de Troyes, Francia. A la muerte de su madre (1639), se encargó de sus once hermanos (incluso al morir su padre ocho años después); durante este tiempo su vida estuvo consagrada a velar por el sano desarrollo físico y espiritual de ellos. Su vocación se definió cuando el gobernador de Montreal, durante una visita a Francia, solicitó maestros para evangelizar y alfabetizar las colonias del Canadá. Margarita aceptó la invitación, dejó en manos de sus familiares la herencia y los bienes paternos y viajó al Nuevo Mundo (1653), donde pasaría el resto de su vida. Al llegar, su primera obra fue la construcción de una capilla en honor de la madre de Jesús. Después se dedicó a la enseñanza e inauguró la primera de sus escuelas, en 1658; al año siguiente, retomó a su país para buscar maestras que quisieran seguirla en su apostolado; ahí reclutó cuatro. Realizó un segundo viaje con igual objetivo que el primero; esta vez se le unieron seis nuevas maestras; tal fue el origen de la Congregación de Notre Dame (o Nuestra Señora). Margarita y sus hermanas iniciaron su labor en beneficio de los habitantes de la colonia, instruyéndolos en el aprovechamiento integral de los escasos recursos que tenían; al mismo tiempo, les enseñaron a construir, cultivar la tierra y criar animales para su manutención. Con el tiempo, a la Congregación se incorporaron nativas canadienses. La tarea de la madre fundadora incluyó la creación de misiones, escuelas y centros de ayuda para los colonos y, sobre todo, para los aborígenes. En 1693, delegó su cargo en la hermana Marie Barbier, y se dedicó a la oración y la redacción de la Regla (aprobada en 1698). La muerte de la madre aconteció de esta forma: el último día de 1699, una joven hermana falleció; la madre rogó al Señor que tomara su vida a cambio; a la mañana siguiente, la hermana había “recuperado” la salud, y la fundadora había caído en cama; doce días después falleció; dejó una estela de santidad y entrega al prójimo por amor a Dios. Canonizada por Juan Pablo II en 1982. Iconografía: con hábito en actitud de oración. (También es conocida como Margaret Bourgeoys, Margarita Bourgeoys y Margarita Bourjeoys.) Otras santas que se llaman igual que ella: Margarita de Hungría (18 de enero), Margarita de Cortona (16 de mayo) y Margarita de Escocia (16 de noviembre), entre otras.
El Bautismo del Señor
Santos: San Hilario de Poitiers, doctor de a iglesia. Beata Verónica Negroni, religiosa.
EL BAUTISMO DEL SEÑOR, del griego baptein, “baño, inmersión, lavado” (siglo I). El inicio de la vida pública de Jesús es su bautismo, efectuado por san Juan el Bautista (27 de diciembre) en el río Jordán. Una multitud de pecadores, militares, publícanos, fariseos, saduceos y prostitutas se hacía bautizar por él; entre todos se acercó Jesús; el Bautista dudó, pero, ante la insistencia del Mesías, lo bautizó. En ese sublime momento, el Espíritu Santo, en forma de paloma, sobrevoló sobre Jesús y, desde el cielo, la voz del Padre lo proclamó “...Hijo predilecto...” (Mt 3, 17) (Confróntese el Catecismo de la Iglesia Católica, párrafo 535). El bautismo es el sacramento de iniciación cristiana; confiere al hombre la virtud infusa de la justicia sobrenatural del Espíritu Santo, y es la puerta para la recepción de los demás sacramentos. La Iglesia recomienda y se preocupa de que los niños lo reciban en la etapa más cercana a cuando nacen, ya que en su inocencia no han cometido pecado alguno y porque no es posible que se les retarde la gracia que les concede este sacramento (ib. párrafo 403). Iconografía: Jesús, con el torso desnudo, sumergido en el río, recibe el agua que derrama Juan en su cabeza, y sobre ésta una paloma, símbolo del Espíritu Santo.
Santos: Macrina de Cesarea, viuda, y Félix de Nola presbítero. Beato Pedro Donders, presbítero.
SAN FÉLIX DE NOLA, del latín, “feliz” (siglo III). Presbítero. Hijo de padres con vastos recursos, nacido en Nola (Campania, Italia); los datos fidedignos de su vida son escasos y fueron escritos por san Paulino de Nola (22 de junio), quien, al recurrir a su intercesión, obtuvo numerosos milagros. Félix quedó huérfano cuando era niño; ya joven, decidió, en tanto su hermano ingresaba a la milicia, que se convertiría en soldado de Cristo, por ello donó su herencia a los pobres e inició estudios eclesiásticos hasta ordenarse de sacerdote. Por ese tiempo, el pagano Decio (201-251) decretó cruel persecución contra la Iglesia y sus ministros, a los cuales mandó encarcelar y matar, además de quemar los libros sagrados. Debido a esta situación, el anciano Máximo, obispo de Nola, había huido a las montañas. Félix fue aprehendido y encarcelado, padeció malos tratos, pero algo inexplicable sucedió cuando los ángeles abrieron la prisión y lo liberaron. Al salir, se dirigió a socorrer al obispo, a quien encontró en una cueva desmayado por el hambre y el frío: no disponía de alimento, pero entonces, por obra de Dios, aparecieron unas frutas, con las cuales logró que el prelado recuperara las fuerzas; lo llevó a casa de una familia piadosa que lo atendió. Regresó a ocultarse en las montañas; dedicado a la oración, proporcionaba consejo y ayuda espiritual a los lugareños, quienes por su fama de santidad acudían a él. Cuando Decio murió, regresó a la ciudad, donde vivió en la pobreza; trabajó en una parcela y con sus ganancias socorría a los necesitados. Hacia el año 260, Valeriano continuó la persecución, de la cual, milagrosamente, se libró. Félix murió en una fecha como hoy; la feligresía que acudía a su sepulcro fue favorecida con hechos milagrosos, y por ello se inició su veneración. Iconografía: con burda túnica en la cárcel, liberado por los ángeles.
Santos: Macario el Viejo, ermitaño; Ita de Irlanda, virgen, y Arnoldo Janssen, fundador.
SAN ARNOLDO JANSSEN, del germánico, “el que tiene el poder del águila” (1837-1909). Fundador. Nativo de Goch, Baja Renania, Alemania. Su progenitor trabajó con ahínco para dotar a su familia de lo necesario. A los doce años cursó estudios secundarios en el seminario menor; filosofía y teología en Munster, y los universitarios en Bonn. Se ordenó en 1861; celebró su primera misa rodeado de sus familiares. Por doce años fue vicerrector de la Escuela Superior de Bocholt, a la vez que director del Apostolado de la Oración, para lo cual visitaba las parroquias de la diócesis. Destacó por su espíritu misionero, razón por la cual fundó la revista Pequeño Mensajero del Corazón de Jesús, en 1874, a fin de difundir noticias y reunir fondos para apoyar las misiones. En su época, la Iglesia alemana vivía conflictos sociopolíticos, lo que dificultaba la formación de futuros sacerdotes. Sin embargo, el obispo de Roermond, Holanda, colaboró y aprobó que en su diócesis el padre Janssen estableciera y rigiera como rector, en 1875, de un seminario misionero en Steele, Renania, Alemania. Tiempo después fundó tres congregaciones religiosas: la Sociedad del Verbo Divino (1886), Siervas del Espíritu Santo (1889) y la de vida contemplativa, Siervas del Espíritu Santo de la Adoración Perpetua (1896). Con amor expresaba su celo por la formación de misioneros; decía: “Los misioneros son los embajadores del amor divino. Deben manifestar las maravillas de Dios y establecer el reino del divino amor allí donde aún no esté”. Su arduo trabajo terrenal fue interrumpido por la llamada a la casa del Padre, en la provincia holandesa de Steensel. Canonizado por Juan Pablo II en 2003. En la actualidad más de seis mil quinientos misioneros y cuatro mil quinientas religiosas, establecidos en todo el mundo, hacen vida el lema “Un solo corazón, muchos rostros. Muchos rostros, un solo corazón”. Los misioneros de la sociedad del Verbo Divino, establecidos en México desde 1962, se dedican a la pastoral misionera en Oaxaca, Hidalgo, Chiapas y la capital del país. Son activos promotores del estudio, la reflexión y lectura de la Biblia; poseen la librería Verbum, en la ciudad de México (avenida Cuauhtémoc, 1116, colonia. Vértiz Narvarte. Delegación Benito Juárez).
Santos: Marcelo I, Papa; Juana de Bagno, religiosa, y Fulgencio de Écija obispo.
SAN FULGENCIO DE ÉCIJA, del latín, “resplandeciente” (540/550?—625). Obispo. Hijo de Severiano, católico; y de su madre, arriana convertida a la cristiandad, de la que se desconoce el nombre. Nació en Cartagena, España. Sus tres hermanos son santos: Leandro (13 de noviembre) e Isidoro (26 de abril), obispos de Sevilla, y Florentina, abadesa (20 de junio). En su niñez, debido a la invasión bizantina (554), su familia radicó en Sevilla, donde murieron sus progenitores. Cuando joven, cursó estudios de lenguas y Sagradas Escrituras en los cuales obtuvo el doctorado. Al parecer, fue obispo de Sevilla; después regresó a su tierra natal, donde ocupó la sede episcopal; existen datos fidedignos de su cargo de obispo de Écija (poblado perteneciente a la provincia de Sevilla) en el año 610, cuando firmó el Decreto de Gundemaro, para la constitución de Toledo como diócesis. Participó en el II Concilio de Sevilla (619); con elocuencia y sabiduría combatió las herejías arrianas (Arrio, 256-336, sostenía que Jesús era un alma excelsa pero carecía de divinidad). Compuso escritos que en su época fueron útiles en la defensa de la fe y saciaron la necesidad del pueblo, deseoso de instrucción y conocimiento de Dios. Falleció en la sede episcopal; quedó inscrito en el Martirologio como santo. Iconografía: atavío común episcopal, escribiendo. Patrono de las ciudades españolas de Cartagena, Murcia y Plasencia.
Santos: Antonio de la Tebaida, abad, y Sulpicio el Piadoso de Antioquía, obispo. Beata Rosalina de Villeneuve religiosa.
BEATA ROSALINA DE VILLENEUVE, del germánico, Rosalind, “la protección del honor” (1267?-1329). Religiosa. Nació en Francia, en el castillo de Villeneuve. De niña se le admiró por su caridad innata para con los pobres Se desconocen detalles de su infancia. Narran algunas crónicas que a escondidas salía de su castillo para dar alimento a los mendigos; al saberlo su Padre, le ordenó no hacerlo; sin embargo, Rosalina continuó, y escondía entre sus ropas la comida. Un día, al ser sorprendida, su progenitor le exigió mostrar lo que llevaba oculto; al desplegar su capa, aparecieron rosas; ante tal prodigio, su padre ordenó a los sirvientes que repartieran comida entre los pobres. Ingresó en la orden cartuja a los veinticinco años, en el monasterio de Bertrand. Se desempeñó como superiora de la gran cartuja de Nuestra Señora de La Celle-Roubaud, en Var, al sur de Francia, desde los treinta y siete años, hasta su muerte. Su madre, al quedar viuda, ingresó al monasterio, junto a ella; su hermano mandó construir una cartuja para que residiera en ella. Durante el transcurso de su vida experimentó visiones, éxtasis frecuentes y otros fenómenos místicos. Una leyenda cuenta que su hermano Hélian fue capturado durante un combate en una cruzada y que Rosalina fue a la prisión en medio de una nube de rosas, lo liberó de sus cadenas y lo condujo a la casa parterna. Su cuerpo fue enterrado en Celle-Roubaud, Provenza, Francia, y en 1607 trasladado a una capilla dedicada a ella, donde permanece incorrupto. Su culto fue aprobado en 1851. Patrona de Draguignan, Francia. Iconografía: con el hábito de su orden replegado entre sus manos y brazos, en el cual aparecen rosas.
Santos: Leobardo de Auverne, ermitaño; Prisca o Priscila de Roma, mártir, y Margarita de Hungría, virgen.
SAN LEOBARDO DE AUVERNE, del griego, “leopardo”, “pantera” (530?-593). Ermitaño, El culto del santo titular de este día es inmemorial. Su biografía, sin ser detallada, nos indica una vida ejemplar. Nació en Auverne, Francia, en familia acaudalada, lo cual posibilitó que cursará estudios y lograra así una vasta cultura. Por cuanto al aspecto religioso, se deduce que se formó en la doctrina cristiana. En su juventud, como era la costumbre, sus padres lo comprometieron en matrimonio con una dama de la nobleza; sin embargo, a la muerte de su progenitor, desistió del compromiso y peregrinó hacia Tours para visitar la tumba de san Martín (11 de noviembre). Decidido a consagrarse a Dios, olvidó su vida de riqueza, y se estableció en una solitaria gruta cerca de Marmoutier, donde llevó vida eremítica consagrado a la oración, al estudio de las Sagradas Escrituras y al trabajo del pergamino para sostenerse; ahí permaneció durante veintidós años hasta su fallecimiento, con fama de santidad.
Santos: Mario de Persia y compañeros, mártires, y Macario Alejandrino, abad. Beato Marcelo Spínola fundador.
BEATO MARCELO SPÍNOLA, del latín, “perteneciente a Marte” (1835-1906). Fundador. Oriundo de San Fernando, Andalucía, en España. Su familia perteneció a la nobleza. Sus padres, Juan y Antonia, habían procreado ocho hijos, de los que sobrevivieron cuatro, de los cuales Marcelo fue el segundo. Su progenitor era militar; por tanto, Marcelo cursó estudios en las diversas ciudades a las cuales fue asignado aquél. Asistió a planteles de Cádiz y Granada (1848); después estudió derecho en Valencia y Sevilla. Ejerció su carrera en Huelva; se distinguió en ella por la honestidad; atendió a los trabajadores de dicho puerto y a los mineros, a quienes apoyó en lo laboral y económico; en Sanlúcar de Barrameda, Andalucía, continuó su altruista labor en pro de los marginados. En esta ciudad decidió despojarse de su titulo nobiliario de Marqués de Spínola y abandonar una brillante carrera por el ingreso en el seminario; se ordenó de sacerdote en Sevilla, en 1864. Inició su ministerio como atento confesor y predicador distinguido; fue guía espiritual de varias generaciones que acudían a él por su ejemplo de vida. En 1874 fundó, en Coria, la congregación de las Esclavas del Divino Corazón; su obra no sólo fue atender su parroquia y la congregación, también estableció centros obreros, casas para niñas huérfanas y escuelas, e inició la fructífera práctica de los ejercicios espirituales conocidos como Ignacianos (por basarse en la espiritualidad de san Ignacio de Loyola, 31 de julio). En Sevilla desempeñó el cargo de arcipreste, atendía veinticinco parroquias de la ciudad y otras tantas en la periferia, que incansable recorría sin comodidad alguna. En sus visitas administraba los sacramentos, celebraba la santa misa, predicaba la Palabra de Dios, revisaba documentación de los templos y siempre atendía con esmero el confesionario. Nombrado obispo auxiliar de la diócesis sevillana, redobló su misión con visitas pastorales; administraba el sacramento de la confirmación. Su intensa actividad y oración obtuvo fortaleza de su lema “Todo lo puedo en Él”. Después fue designado obispo de Coria (1886) y Arzobispo de Sevilla (1896); continuó su exhaustiva acción pastoral, instaló un seminario en San Telmo y fundó el periódico El Correo de Andalucía. Cuando la sequía afectó su diócesis en 1905, expresó: “Yo mismo iré a todas partes, pediré limosna de puerta en puerta, para remediar el hambre y la desesperación”, y así lo hizo; bajo el ardiente sol del verano europeo caminó por las calles y reunió lo necesario para remediar las urgencias; por esta “colecta” se le conoció como “el Arzobispo mendigo”. San Pío X 1903-1914 (21 de agosto), en reconocimiento a su espíritu de servicio, lo consagró cardenal, cargo que no alcanzó a desempeñar, ya que atendió el llamado a la gloria celestial. Juan Pablo II, de grata memoria, lo beatificó en 1987.
II DOMINGO ORDINARIO
Santos: Fabián I, papa y mártir, y Sebastián de Roma mártir.
SAN SEBASTIÁN DE ROMA, del griego, “venerable” (siglo III). Mártir. Se desconocen datos de su infancia y familia; era de origen romano. Es conocido, a partir de su juventud, como capitán en el ejército del pagano Diocleciano (284-305). En forma oculta, protegía a los prisioneros cristianos y les proclamaba la palabra de Dios. Al ser descubierto, se le condenó a morir atado a un árbol; fue muy asaeteado, hasta que sus verdugos lo dieron por muerto y lo abandonaron. Ahí hubiera fallecido, a no ser que piadosos cristianos lo atendieron hasta su restablecimiento. Sin embargo, al sanar, acudió ante el monarca a solicitar que se les perdonara la vida a los cristianos encarcelados; por respuesta, fue martirizado a golpes de bastón hasta causarle la muerte. Iconografía: es favorita de pintores y escultores: atado a un árbol, con el torso desnudo en su martirio, atravesado por saetas en diversas partes del cuerpo.
Santos: Inés de Roma virgen y mártir; Fructuoso de Tarragona y compañeros, mártires, y Juan Yin de Corea, mártir.
SANTA INÉS DE ROMA, del latín, “cordero” (siglo IV). Mártir. Era una joven romana, con formación en los valores de Cristo; no se conocen datos de su familia. En privado hizo voto de castidad, y vivía consagrada a Dios. A los trece años, se distinguió por su belleza y lozanía, por lo que el pagano Sofronio le propuso contraer matrimonio con su hijo y la amenazó con que, de no aceptar, moriría torturada. Rechazó la propuesta y con valentía proclamó su fe cristiana; por ello se le envió al calabozo y fue ultimada por decapitación. Se le enterró en una catacumba de la Vía Nomentana, a la cual se le dio su nombre. Su culto es inmemorial. Iconografía: con vestimenta de época, lirio alusivo a su castidad y un cordero por su sacrificio. Es invocada para proteger la pureza de las jóvenes. Cabe hacer notar que en Roma se bendicen en esta fecha, cada año, los corderos de cuya lana se confeccionan los palios (tira blanca de lana con seis cruces negras que utilizan los obispos y el Papa alrededor del cuello), que son la insignia que el sumo pontífice impone a los obispos al consagrarlos. En el centro histórico de la ciudad de México se puede visitar un bello templo dedicado a Santa Inés en la calle de Moneda, número 24.
Santos: Vicente de Zaragoza mártir, y Domingo de Sora, abad. Beata Laura Vicuña, virgen.
SAN VICENTE DE ZARAGOZA, del latín, “vencedor” (280-304). Mártir. Antiguas narraciones ubican su nacimiento en Huesca, España, y su culto se remonta a tiempos remotos. Se desconocen detalles de su familia. Profesaba la religión de Cristo. Cuando joven, radicaba en Zaragoza, donde fue nombrado diácono (del griego, “servidor”) del obispo san Valero o Valerio (29 de enero) de la mencionada ciudad. Padeció la persecución pagana de Diocleciano (284-305), quien lo mandó aprehender y encarcelar; para enjuiciarlo, fue conducido a Valencia, junto con otros cristianos. En tanto que al prelado se le desterró, Vicente padeció múltiples torturas para hacerlo negar su fe; sin embargo, soportó con estoicismo el sufrimiento hasta morir quemado sobre una parrilla con filosas puntas, antes que apostatar. Es patrono de Valencia y Zaragoza, muy venerado en todo el mundo; protector de vinicultores y navegantes. Iconografía: de aspecto juvenil, con dalmática (túnica de amplias mangas usada por los diáconos) en actitud orante o con los instrumentos martiriales. Con este nombre también son conocidos Vicente de Paúl (27 de septiembre), Vicente Ferrer (5 de abril) y Vicente María Strambi (27 de septiembre), entre otros.
Santos: Ildefonso de Toledo obispo, y Francisco Gil, mártir. Beata Josefa María de Santa Inés, virgen.
SAN ILDEFONSO DE TOLEDO, del germánico, “listo para el combate” (siglo VII). Obispo. Sin saber el lugar preciso de nacimiento ni pormenores familiares, se le supone de origen germánico, aunque otras versiones lo señalan nacido en Toledo, España, en el siglo VII, lugar donde también ocurrió su deceso hacia 667. En la etapa juvenil cursó estudios en los monasterios de Algaida, Murcia, y Sevilla; regresó a Toledo, donde fue ordenado de diácono (630). En su país fundó un monasterio femenino y otro de monjes, en Algaida; en el segundo desempeñó el cargo de abad. Participó en los concilios octavo (653) y noveno (655) de Toledo; dos años más tarde fue nombrado obispo de dicha ciudad. Se distinguió por su piedad y devoción a María santísima. Era paciente; con sapiencia y justicia atendió los asuntos de su diócesis. Destacado predicador, defendió la virginidad de la madre de Dios; por su devoción mariana, se le conoció como “el Capellán de la Virgen”. Al respecto, escribió su obra cumbre Libellus de virginitate, sobre la virginidad perpetua de María; festividad que promovió para celebrarse el 18 de diciembre (en nuestros días se celebra el 1 de enero como la solemnidad de Santa María Madre de Dios); se dice que después de escribir este tratado, en una visión recibió de manos de María una casulla (vestidura litúrgica entonces sin mangas utilizada por el sacerdote al celebrarla Eucaristía). Otras de sus obras son Libro de descripción de las propias miserias, de contenido autobiográfico; Manual sobre las propiedades de las personas de la Trinidad, y Amonestaciones sobre el oficio diario, además de epístolas, versos, himnos, textos litúrgicos y sermones. Fue sepultado en el templo de Santa Leocadia; en la invasión musulmana, sus reliquias fueron trasladadas a la provincia de Zamora. Iconografía: con atavío común episcopal, recibiendo de la Virgen María la casulla. Actualmente, en la catedral toledana puede contemplarse una pintura del connotado pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), cuyo tema es la mencionada visión de san Ildefonso.
Nuestra Señora Reina de la Paz
Santos: Francisco de Sales, fundador, y Feliciano de Foligno, mártir.
NUESTRA SEÑORA REINA DE LA PAZ, del latín pax, “paz, pacto, convención”. La palabra hebrea salom, “paz”, no sólo designa los tiempos en que no hay guerra, sino también manifiesta un estado de bienestar material y espiritual entre las personas, los países, las familias, etc. El profeta Isaías (32, 17) expresa: “El producto de la justicia será la paz; el fruto de la equidad, una seguridad perpetua”. La advocación mariana Reina de la Paz, incluida en las letanías lauretanas —que son rezadas después del santo rosario—, surgió por la necesidad apremiante de la paz entre las naciones, ya que Nuestra Señora vivió hecha una con Cristo, nuestra paz (confróntese Efesios 2, 14). Imploremos a nuestra Buena Madre que nos haga artífices de la paz, en el estado de vida donde estemos, ene! trabajo, la familia, el vecindario; en fin: en el país, con el propósito de que trabajemos con caridad y logremos ser constructores de paz, de que aun en las situaciones más adversas nos esforcemos porque nuestros actos y nuestras palabras expresen el amor y el servicio al prójimo. Iconografía: varía; se le puede representar de pie, con vestido blanco, manto azul y en sus manos una paloma con una rama de olivo en el pico (en este caso, símbolo de la paz) ante un globo terráqueo.
La Conversión de San Pablo Apóstol
Santos: San Artemio de Campania, mártir. Beato Enrique Seuze, presbítero.
LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO APÓSTOL (siglo I). La solemnidad anual del apóstol san Pablo se festeja el 29 de junio. Sin embargo, la Iglesia ha considerado conveniente conmemorar en esta fecha, como festividad, la conversión de quien se ha conocido en el transcurso de los tiempos como “el Apóstol de los Gentiles” (Hechos de los Apóstoles, 22, 6-15). Antes de tal conversión, su nombre era Saulo (del hebreo, “deseado, elegido”). Vivía en Tarso de Cicilia (actual Turquía), y con odio perseguía a los cristianos; enterado de que en Damasco muchos pobladores habían abrazado el cristianismo, se presentó ante el sumo sacerdote para que le autorizara aprehenderlos y llevarlos encadenados a Jerusalén. Aceptada la petición, marchó al lugar; ya casi para entrar, se vio rodeado de un resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?... Yo soy Jesús, a quien tú persigues”; después de esta manifestación, se convirtió, y fue bautizado como Pablo (del latín, “pequeño”); de aquí en adelante fue propagador de la religión de Cristo, hasta morir mártir en aras de la fe. Iconografía: varía según la imaginación de cada pintor; con atuendo militar, ante una intensa luz en el camino a Damasco. Se pueden consultar en forma comprensible éste y más pasajes de las Sagradas Escrituras en el clásico Compendio de Historia Sagrada, de Editorial Progreso, del año 2000. El papa Benedicto XVI, con motivo del vigésimo centenario del nacimiento de san Pablo (nacimiento situado entre los años 7 y 10 antes de Cristo), ha proclamado un año jubilar paulino, que se efectuará del 29 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009; durante este periodo se promoverán convenios, estudios y publicaciones especiales para el mejor conocimiento de la enseñanza contenida en los textos del Apóstol de los Gentiles.
Santos: Timoteo de Listra y Tito de Cilicia, obispos; Paula de Roma viuda, y Roberto Molesmes, fundador.
SANTA PAULA DE ROMA, del latín, “pequeña” (347-404). Viuda. Sólo se sabe que esta piadosa dama romana era esposa del pagano Tozonio, quien respetó la religión cristiana de Paula, y que ambos procrearon cinco hijos. Cuando quedó viuda, se dedicó al cuidado de sus vástagos; al llegar éstos a la edad adulta, les entregó la herencia que correspondía a cada uno. Dedicó su amplia fortuna a la edificación de dos monasterios en Belén (385). El resto de sus días vivió enclaustrada en uno de ellos. Se entregó a Dios en la oración y la penitencia junto con varias piadosas compañeras, entre ellas santa Marcela (31 de enero). Fue discípula de san Jerónimo (30 de septiembre), quien escribió los datos fidedignos que se conocen. Por su fama de santidad, el pueblo inició su veneración. Iconografía: con burda túnica, un crucifijo y en sus manos la Biblia.
Santos: Ángela de Merici, fundadora, y Vitaliano I papa.
SAN VITALIANO I, del latín vitalis, “relativo a la vida” (672). Papa. Oriundo de Signi, Italia. No se conocen detalles de su vida anteriores a cuando fue elegido pontífice el 30 de julio de 657, en el orden setenta y seis de la cronología papal. Durante su ministerio nombró nuncios (del latín nuncio; representante diplomático del Sumo Pontífice) para España, Inglaterra y Galilea. Instituyó la utilización del órgano en las ceremonias litúrgicas y el acompañamiento con el canto. Con celo pastoral atendió la evangelización de los ingleses, en la cual consiguió numerosas conversiones. Estableció en Roma una escuela para la enseñanza del canto coral. Su deceso ocurrió en la Santa Sede (en sus tiempos, se consideraba santos a los pontífices cuando morían).
Santos: Tomás de Aquino doctor de la Iglesia; Julián de Cuenca, obispo, y Águeda Lin de China y compañeros, mártires.
SANTO TOMÁS DE AQUINO, del arameo, “gemelo”, “mellizo” (1225?-1274). Doctor de la Iglesia. Vio la primera luz en el castillo de Roccasecca, poblado cercano a Aquino, Italia. Nació en noble cuna. A los cinco años ingresó como oblato (niño que es entregado por sus padres a Dios) en el monasterio de Monte Casino, donde recibió su primera educación. Hacia 1239, ingresó en la Universidad de Nápoles; cinco años después, decidió consagrar su vida al Señor, y para ello entró en la Orden de los Predicadores (o dominicos), en la cual profesó; fue enviado a Roma. En el camino hacia la Ciudad Eterna, sus hermanos lo secuestraron, ya que consideraban impropio pertenecer a una orden mendicante. En su castillo permaneció más de un año; sus familiares recurrieron a numerosos artilugios a fin de que abandonara su vocación; empero, todo fue inútil, ya que, gracias a la oración, fe e inquebrantable voluntad, venció las tentaciones. Durante su confinamiento se dedicó al estudio de la Sagrada Biblia y a profundizar en el conocimiento de la religión. Finalmente, en 1245 fue ayudado a escapar por sus hermanas, y llegó a Colonia, Alemania, donde fue discípulo y protegido de san Alberto Magno (15 de noviembre; 1245-1248). Por su robusto físico, silencio, profunda meditación y discreción, sus compañeros lo apodaron “el buey siciliano mudo”. Asombró a sus maestros por su gran sabiduría y humildad. Con su protector, viajó a París a pie; al llegar a la capital francesa, hizo amistad con san Buenaventura (15 de julio; 1217?-1274). Regresó a Alemania, y en Colonia fe ordenado en 1250; durante su cantamisa, muchos feligreses quedaron asombrados y conmovidos por la forma tan fervorosa de oficiar (esta característica se repetiría a lo largo de su ministerio). Se graduó en teología y en otras disciplinas, como la filosofía, con los máximos honores. Fue maestro en diversos seminarios y universidades. Su gran sabiduría no era menor que la humildad que mostraba entre sus hermanos, feligreses y discípulos, quienes lo admiraban por ambas virtudes. Es considerado el máximo representante de la filosofía escolástica y uno de los más grandes teólogos del catolicismo. Fue autor de cerca de ochocientas obras, entre las cuales destacan Suma contra gentiles (1261-1264) y la inmortal Suma theologiae (que dejó inconclusa). Entregó su vida al Creador en el monasterio cisterciense de Fossanuova, cerca de Roma. Fue canonizado por el papa Juan XXII (13l6-1334) en 1323.Pío V (1566-1572) lo nombró doctor de la Iglesia en 1567. El pontífice León XIII (1878-1903) lo nombró patrono de universidades católicas y centros de estudio en 1880 y asimismo de académicos, estudiantes, teólogos, vendedores de libros y editores. Es invocado para protegerse de los relámpagos. Iconografía: con hábito dominico (blanco y negro) y un sol en su pecho, pluma en mano y libro, entre otras. Del Doctor Angélico —así se le llama— recordamos este fragmento de su plegaria para antes del estudio: “Señor, Dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facilidad para aprender, sutileza para interpretar y gracia copiosa para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar. Amén”.
Santos: Sulpicio Severo de Bourges, obispo, y José Freinademetz presbítero. Beato Manuel Domingo y Sol, fundador.
SAN JOSÉ FREINADEMETZ, del hebreo, “Dios acrecentará” (1852-1908). Presbítero. Oriundo de Oies, Tirol, en la parte norte de Italia. En su juventud eligió la vocación sacerdotal y para realizarla ingresó al seminario hasta ordenarse de sacerdote en 1875. Con la divisa “El mejor lugar en el mundo será siempre aquél donde Dios me quiera”, aceptó la invitación del padre san Arnoldo Janssen (15 de enero), fundador del Instituto de Misioneros del Verbo Divino, para incorporarse a la Casa Misionera. Hacia 1879 se le asignó evangelizar en el Oriente; embarcó hacia China y llegó a Hong Kong, donde trabajó incansable como misionero ambulante. Se distinguió por su bondad y amable sonrisa. Después fue enviado a la población de Shantung; se preparó con ahínco para cumplir su misión entre los paganos; aprendió el idioma, y con la luz del Espíritu Santo expresó: “Amo a China y los chinos, y desearía morir mil veces por ellos. Ahora que no tengo tantas dificultades con el idioma y conozco la gente y sus costumbres, considero la China como mi patria, como mi campo de batalla donde deseo morir”. Para acercarse a sus feligreses e identificarse más con ellos, se hacía llamar Fu Shenfu. Logró evangelizar numerosas comunidades y tuvo el acierto de comprometer en cada una a los habitantes a fin de que, cuando él marchara a otra misión, los mismos lugareños continuaran la labor. Para lograr mejor enseñanza, escribió un catecismo en chino; formó un clero propio para cada lugar y, a la vez, desempeñó cargos en cada diócesis. Recorría las poblaciones de continuo, padeciendo en silencio privaciones, por lo que su salud se debilitaba cada vez más. Se vio involucrado en los conflictos de los boxers, donde corría el peligro de ser asesinado. Atendió innumerables enfermos en una epidemia de tifo, hasta que murió víctima de la enfermedad en la población de Taikia. Canonizado por Juan Pablo II el 5 de octubre de 2003. Iconografía: con sotana y un saco sobrepuesto; en su cabeza, un gorro chino; en sus manos, la Biblia. Se dice que se hizo chino entre los chinos; la característica de sus fotografías es que su rostro se ve con los rasgos y la barba chinos.
Santos: Jacinta Mariscotti, religiosa; Bertilla de Chelles religiosa, y Muciano María, Hermano de las Escuelas Cristianas.
SANTA BERTILLA DE CHELLES, del germánico, diminutivo de Berta, “brillo, resplandor” (634?-680). Religiosa. Oriunda de Soissons, Francia. Se desconocen por menores de su infancia y juventud temprana. Con ayuda de su guía espiritual y amigo san Ouen, ingresó en la vida religiosa en el convento benedictino de Joure, próximo a Meaux. Su vida estuvo orientada a convertirse en una digna esposa de Cristo; para ello realizó a lo largo de su vida penitencias, ayunos y mucha oración; siempre estaba dispuesta a servir a cualquiera de sus hermanas y a desempeñar los más humildes trabajos, lo que sirvió como modelo a sus cofrades. Su ejemplar vida la llevó a ser admirada por el rey Clovi II y por santa Batilda, esposa de éste, en quienes despertó profunda admiración; debido a ello se reconstruyó la abadía de Chilles y Bertilla fue elegida la superiora en 646. Durante su gobierno, la abadía adquirió gran fama y relevancia como formadora de damas y monjas virtuosas; en él ingresaron buen número de princesas, damas nobles e incluso futuras reinas. Con fama de santidad y dejando ejemplo de humildad, oración y obediencia, murió en la abadía citada. El pueblo comenzó a venerarla.
Santos: Juan Bosco, fundado y Marcela de Roma, viuda. Beata Ludovica Albertoni laica.
BEATA LUDOVICA ALBERTONI, del germánico, variante de Luis, “guerrero ilustre” (1474-1533). Laica. Nació y murió en Roma, Italia. Fue criada por su abuela materna y sus tías. En 1494, pese a su oposición, contrajo matrimonio con un noble y rico caballero, con quien procreó tres hijas; su vida fue de esposa y madre modelo. A los treinta y dos años quedó viuda, e ingresó en la tercera orden de san Francisco (actual orden franciscana seglar); desde entonces vistió el hábito y distribuyó su tiempo entre la educación y formación de sus hijas y la ayuda al necesitado. Su existencia estuvo plena de oración, penitencia y ejemplar y abnegada ayuda al prójimo; visitaba hospitales para curar a enfermos que por sus padecimientos eran poco atendidos, y les proporcionaba alivios espirituales y sanitarios; otorgaba dote a muchachas que la requerían; visitaba casas donde se encontraban enfermos no atendidos, y los auxiliaba en sus necesidades de salud, económicas, además de orar con ellos. Su caridad provocó la oposición de sus parientes políticos, quienes le reprochaban gastar así la herencia de su marido y quedar en la pobreza; ante las reclamaciones expresaba: “Dios nos dio los bienes de la tierra para que los compartamos con los que los necesitan”. Su espiritualidad la llevó a experimentar numerosos éxtasis, los cuales incrementaron su fama de santidad entre la población. Después de ejemplar existencia, entregó su alma al Señor durante uno de sus éxtasis. Su culto fue confirmado en 167 Sus restos reposan en una capilla de la iglesia de San Francisco, en Ripa, Italia donde el gran Lorenzo Bernini (1598-1680) la inmortalizo en una bella escultura que muestra el momento final de su existencia (es ésta su más célebre iconografía). También se le conoce como Louisa Albertoni o Ludovica Albertoni Cetera.
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