V. EL CIRENEO LLEVA LA CRUZ DE JESUS

Obligaron a Simón (cf. Mt 15, 21).

Los soldados romanos lo hicieron temiendo que el condenado, agotado, no lograra llevar la cruz hasta el Gólgota. No habrían podido ejecutar en él la sentencia de la crucifixión.

Buscaban a un hombre que lo ayudase a llevar la cruz. Su mirada se detuvo en Simón. Lo obligaron a cargar aquel peso. Se puede uno imaginar que él no estuviera de acuerdo y se opusiera. Llevar la cruz junto con un condenado podía considerarse un acto ofensivo de la dignidad de un hombre libre. Aunque de mala gana, Simón tomó la cruz para ayudar a Jesús.

En un canto de cuaresma se escuchan estas palabras: «Bajo el peso de la cruz Jesús acoge al Cireneo». Son palabras que dejan entrever un cambio total de perspectiva: el Divino condenado aparece como alguien que, en cierto modo, «hace don» de la cruz. żAcaso no fue él quien dijo: «el que no toma su cruz y me sigue detrás, no es digno de mí»? (Mt 10, 38).

Simón recibe un don. Se ha hecho «digno» de él. Lo que a los ojos de la gente podía ofender su dignidad, en la perspectiva de la redención, en cambio, le ha otorgado una nueva dignidad. El Hijo de Dios lo ha convertido, de manera singular, en copartícipe de su obra salvífica.

Simón, żes consciente de ello? El evangelista san Marcos identifica a Simón de Cirene como «padre de Alejandro y de Rufo» (Lc 15, 21). Si los hijos de Simón de Cirene eran conocidos en la primitiva comunidad cristiana, se puede pensar que también él creyó en Cristo, precisamente mientras llevaba la cruz. Pasó libremente de la constricción a la disponibilidad como si hubieran llegado a su corazón aquellas palabras: «El que no lleva su cruz conmigo, no es digno de mí». Llevando la cruz, fue introducido en el conocimiento del evangelio de la cruz. Desde entonces este evangelio habla a muchos, a innumerables cireneos, llamados a lo largo de la historia a llevar la cruz junto con Jesús.

 

Cristo, que has concedido a Simón de Cirene la dignidad de llevar tu cruz, acógenos también a nosotros bajo su peso, acoge a todos los hombres y concede a cada uno la gracia de la disponibilidad. Haz que no apartemos nuestra mirada de quienes están oprimidos por la cruz de la enfermedad, de la soledad, del hambre y de la injusticia. Haz que, llevando las cargas los unos de los otros, seamos testigos del evangelio de la cruz y testigos tuyos, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.