X. JESUS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

«Después de probarlo, no quiso beberlo» (Mt 27, 34). No quiso calmantes, que le habrían nublado la conciencia durante la agonía. Quería agonizar en la cruz conscientemente, cumpliendo la misión recibida del Padre. Esto era contrario a los métodos usados por los soldados encargados de la ejecución. Debiendo clavar en la cruz al condenado, trataban de amortiguar su sensibilidad y conciencia. En el caso de Cristo no podía ser así. Jesús sabe que su muerte en la cruz debe ser un sacrificio de expiación. Por eso quiere mantener despierta la conciencia hasta el final. Sin esta no podría aceptar de un modo completamente libre la plena medida del sufrimiento.

Él debe subir a la cruz para ofrecer el sacrificio de la nueva Alianza. Es sacerdote. Debe entrar mediante su propia sangre en la morada eterna, después de haber realizado la redención del mundo (cf. Hb 9, 12).

Conciencia y libertad: son los requisitos imprescindibles del actuar plenamente humano. El mundo conoce tantos medios para debilitar la voluntad y ofuscar la conciencia. Es necesario defenderlas celosamente de todas las violencias. Incluso el esfuerzo legítimo por atenuar el dolor debe realizarse siempre respetando la dignidad humana. Hay que comprender profundamente el sacrificio de Cristo, es necesario unirse a él para no rendirse, para no permitir que la vida y la muerte pierdan su valor.

Señor Jesús, que con total entrega has aceptado la muerte de cruz por nuestra salvación, haznos a nosotros y a todos los hombres del mundo partícipes de tu sacrificio en la cruz, para que nuestro existir y nuestro obrar tenga la forma de una participación libre y consciente en tu obra de salvación.

A ti, Jesús, sacerdote y víctima, honor y gloria por los siglos.