EL CAMINO DE LA CRUZ
PEREGRINACIÓN DE PHILOTÉA
AL SANTO TEMPLO, Y MONTE DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LOS CAPÍTULOS QUE SE CONTIENEN EN ESTE TOMO
LIBRO PRIMERO
Carta Pastoral a los fieles del Obispado de Osma. | |
CAP. I | Patria, Padre, y Hermanas de Philotéa, y su peregrinación al Santo Templo de la Cruz. |
CAP.II | Pierdese Philotéa en su peregrinación; pide socorro Jesus con vivo sentimiento, y tiernas lagrimas. |
CAP.III | Socorre la eterna Sabiduría a la atribulada Philotéa. |
CAP.IV | Enseña el Señor a Philotea el camino de la Cruz. |
CAP.V | Admirase Philotéa de ver el camino, y monte que le mostraron, rehúsa andarlo |
CAP.VI | Da luz el Señor a Philotea, para que siga el camino de la luz, y satisface a sus dudas |
CAP.VII | Propone otras dudas Philotea, con el recelo de entrar en el camino de la Cruz, y se las desata el Señor, y la anima con la suavidad, y dulzura del camino. |
CAP.VIII | Afligiese Philotéa, recelando el enojo del Señor y su Divina Majestad la consuela, y enseña el origen del camino de la Cruz, |
CAP. IX | Vuelve Philotéa a asegurarse con diversas preguntas, en el camino Real de la Cruz, antes de seguirlo, y el Señor la va alumbrando. |
CAP. X | Reconoce Philotéa la fuerza de el discurso del Señor, y todavía le replica su flaqueza, rehusando tomar sobre sus hombros la Cruz. |
CAP.XI | Vuelve Philotéa a hacer nuevas Instancias al Señor, sobre que le haga suave el camino de la Cruz, y el Señor la satisface a sus dudas. |
CAP.XII | Hace Philotea otra instancia al Señor y sobre que le haga otro camino, y no de Cruz, el Señor la desengaña. |
CAP. XIII | Pregunta Philotéa al Señor cómo es posible que estén alegres los que siguen el camino de la Cruz si caminan llorando, gimiendo, y suspirando: y se lo manifiesta. |
CAP.XIV | Enséñale el Señor a lotea como se compadece holgarse, y padecer a un mismo tiempo el Varón espiritual. |
CAP. XV | Hace otra instancia Philotea al Señor dudando que la Cruz pueda ser gozo, y se lo explica con discurso claro, natural, y fácil. |
CAP.XVI | Pide Philotea al Señor que la explique algunos efectos de los que causa la Cruz, para que esté alegre el alma y se los explica. |
CAP.XVII | Añade el Señor otros tres, efectos que causa la Cruz en el alma, para pacificarla, y proponele a Philotéa algunos ejemplos. |
CAP.XVIII | Suplica Philotéa al Señor, que sobre los efectos que le ha explicado del misterio de la Cruz, la diga su conveniencia, y motivos, y el Señor se la explica. |
CAP.XIX | Propone el Señor a Philotéa otros ilustres motivos, para abracar la Cruz del Señor, y seguir este seguro camino. |
CAP. XX | Aficionase Philotéa a la Cruz, pero pide treguas para recibirla, y la reprende el Señor, |
CAP.XXI | Prosigue el Señor en reprender ásperamente a Philotéa, porque pone dilaciones al seguir el camino de la Cruz. |
CAP.XXII | Humillase Philotea a reprensión del Señor, aunque le hace otra instancia, por dilatar el seguir el camino de la Cruz y el Señor vuelve a reprenderla. |
CAP.XXIII | Rindese Philotéa a tomar la Cruz sobre sus hombros, capitulando con el Señor sobre ello. |
CAP.XXIV | Manifiesta el Señor a Philotéa las falsedades de sus discursos, y réplicas, y propínele diversos ejemplos para seguir la Cruz. |
CAP. XXV | Propone Philotéa al Señor algunas razones, para que le admita sus capitulaciones y el Señor la desengaña. |
CAP. XXVI | Vuelve a convencer el Señor a Philotéa, declarándola y cuan engañada discurre en querer ponerse ella a sí misma la Cruz á su gusto y a su modo. |
CAP. XXVII | Enseña el Señor a Philotéa cuan grande es su engaño en pedir Cruz pequeña y no grande. |
CAP.XXVIII | Dale el Señor luz a Philotea, deque no le conviene, que su Cruz no sea larga, ni ignominiosa, ni de la calidad que la quiere. |
CAP.XXIX | Propone Philotéa la causa por qué pide que su Cruz sea honrada, y el Señor la desengaña, y le enseña que no le contiene traer Cruz transparente, y lucida. |
CAP.XXX | Enséñale el Señor a Philotéa cuan engañada discurre en no llevar cada dia la Cruz. |
CAP.XXXI | Propone algunas dudas Philotéa, sobre el traer su cruz, o la del Señor, y sobre que no es posible, que los gustos lícitos y permitidos sean cruz. |
CAP. XXXII | Percibe Philotea la doctrina, en cuanto a traer la Cruz, del Señor, y no la suya, y le pregunta, porqué con tanta diferencia reparte Cruces a las almas? |
LIBRO SEGUNDO | |
CAP.I | Reducese Philotea a Tomar la cruz del Señor sobre, los hombros, pero pretende admitirla, sin despojarse de la gala que traía. |
CAP.II | Reprende el Señor Philotéa porque no quiere dejar sus galas para tomar la Cruz sobre sus hombros. |
CAP.III | Procura Philotea satisfacer al Señor, persuadida qué se compadece amar las galas, y el espíritu, y el Señor la desengaña. |
CAP.IV | Dale el Señor a escoger a Philotéa diversas cruces, y se halla sumamente confusa, toma una anda con ella, pero no por el camino dé la cruz. |
CAP.V | Pídele Philotea al Señor, que la deje con algunas galas, pues las traen otros con Cruz, y su Divina Majestad la da admirable doctrina. |
CAP.VI | Escoge el Señor de las galas de Philotea las que parecían mas al intento de seguirle con la cruz sobre los hombros. |
CAP.VII | Ofrece Philotéa al Señor las galas de su cabeza, pero defiende cuanto puede seguirle con pies calzados. |
CAP.VIII | Pregunta Philotéa al Señor, por qué le manda, descalcar, habiendo tantos Santos que le han seguido calzados, y se lo enseña el Señor. |
CAP.IX | Ofrécese Philotéa descalza a tomar la Cruz; mándala el Señor que tome la que le señala y su divina Majestad la ayuda, y comienza a caminar. |
CAP.X | Prosigue su camino Philotea con alegría, y llega al pie del monte santísimo de la Cruz. |
CAP. XI | Sube por el monte Philotea con alegría, y
consuelo, y vence no pequeña parte de su aspereza. |
CAP. XII | Va prosiguiendo Philotéa su camino, y la sucede una terrible tormenta, y tribulación. |
CAP.XIII | Viene el Señor, y a Philotea la reprehende, y le dice, cuanto mas padecen que ella sus hermanas. |
CAP.XIV | Vuelven sí Philotéa, y pide al Señor perdón, y algunos remedios para sus tribulaciones, y se los da. |
CAP.XV | Pide Philotéa al Señor algunas Virtudes, para cuando fuere atribulada; y el Señor le enseña en las que ha de ejercitarse. |
CAP.XVI | Propone el Señor otras dos Virtudes á Philotéa, para el tiempo atribulado. |
CAP.XVII | Prosigue Philotéa su camino, y va subiendo la cuesta del monte con grandes tribulaciones. |
CAP.XVIII | Crecen las tribulaciones de Philotéa, y con ellas vence mas aprisa las asperezas del monte. |
CAP.XIX | Vuelve el enemigo común a procurar expugnar a Philotéa, y quitarla la, de los hombros. |
CAP.XX | Vence Philotéa lo más áspero del monte, y llega a unos collados altísimos muy cerca de su eminencia, y comienza a arder en la caridad Divina |
CAP.XXI | Despide Philotéa de si, con la fuerza del amor y las galas que le habían quedado, y se viste una humilde y pobre túnica. |
CAP.XXII | Vuelve el tentador a afligir a Philotéa: ella se defiende, y llama a su Maestro Soberano. |
CAP. XXIII | Consuela el Señor a Philotéa, y ella con dulcísimas razones manifiesta el amor que abrasa a su alma. |
CAP.XXIV | Responde, y corresponde el Señor a las finezas de Philotéa, y la anima con que ésta cerca la corona. |
CAP.XXV | Prosigue Philotéa su camino, padeciendo grandes ansias, y penas con el amor. |
CAP.XXVI | Cría grande aborrecimiento de si Philotéa, crece el amor, y se pone una corona de espinas en la cabeza. |
CAP. XXVII | Vuelve el Señor a Visitar a Philotéa, y tienen una interlocución muy dulce y enamorada |
CAP.XXVIII | Pregunta el Señor a Philotea quien le dio valor para ponerse la corona de espinas, y de dónde le ha crecido aquel amor? le responde, y pide muerte de Cruz. |
CAP. XXIX | Concede el Señor a Philotea su petición, y la previene para morir en cruz y ella alegre está cantando sus alabanzas. |
CAP. XXX | Descríbase el teatro en que Philotéa padeció, y gozo dichosa muerte de Cruz, y entra en él. |
CAP.XXXI | Crucifican los Ministros del Amor Divino a Philotéa, clavándola las manos, y los pies, |
CAP. XXXII | Rinde su alma Philotea a su Maestro Soberano, en la Cruz, con las siete palabras que dijo en ella por ella. |
ADVERTENCIA.
El motivo que tuvo nuestro Venerable Obispo para escribir este ingenioso, y devotísimo Libro, le expone él mismo en la Carta Pastoral del principio, para los fieles del Obispado de Osma, donde también señala el tiempo en que se dedicó a su formación, que fue en la Visita del año de 1657. desde Abril hasta mediado Julio; y esto mismo confirma el Doctor Magano, que le acompañaba como visitador. Dos obras tuvo su pluma por ejemplar para la suya, la Vía Regia Crucis del erudito Benedictino Aefreno, y la Philotéa del glorioso Obispo de Geneva San Francisco de Sales. Estos dos Escritos memorables dieron impulso a su pluma para que labrase otra obra nueva, que mirase al mismo fin de inclinar las almas al camino de la perfección, y de la Cruz. Como había tantos años que la llevaba el Siervo de Dios tan prolija, como se lo mostró a una alma, que refiere en su Vida Interior; pudo con ciencia práctica comprender su importancia, y describirnos con el primor que lo hizo, la peregrinación del santo camino de la Cruz. Enviando este Libro a unas Religiosas, las dice el Venerable lo siguiente: Esa Dama envió a Vosotros. Por si quisieren darle la profesión: en ese libro la hallarán: léanlo Vosotros y esas Santas en sus aposentos, que yo creo que no se la negarán, porque aunque comenzó como yo, acabó como vosotros. En acabando de leerlo entenderán el enigma. Imprimible de orden del Venerable Escritor en Madrid a los fines del año de 58. y principios de 59. su grande Amigo, y en otro tiempo condiscípulo de la Universidad de Salamanca Don Francisco Gracian de Berruguete, Secretario del Rey nuestro Señor. A esta primera edición, que se hizo en cuanto, se han seguido otras muchas en Barcelona, Madrid, y otras parte. Y últimamente el R. P. Fray Josef de Palafox, año de 1664. le dio en el tomo cuarto de su colección, desde la pag. 515. Hacen memoria de este escrito Don Nicolás Antonio y el Obispo de Guadix Don Fray Miguel de San Josef.
Prólogo, y Carta Pastoral
A LOS FIELES DEL OBISPADO DE OSMA,
JUAN, su indigno Obispo, salud, y eterna felicidad.
Mihi antem absít gloriari nisi in Cruce Domíní
nos tri Jesu-Christi. Ad Galat. 6. v. 14.
Estando para partir dé la Corte el año de 1654. a servir esta Santa Iglesia, me puso en las manos uno de los Sujetos mas ilustres en sangre, letras, y ejemplo que hay en ella, un Libro intitulado: Vía, Regia Crucis, compuesto por el Rever. Padre Benedictino Aefreno Prepósito del Monasterio; Afligeniense, de las primeras plumas de Flandes, así en espíritu, como en codo genero de erudición. Pidióme con mucho encarecimiento, que los diese a nuestra lengua, por la utilidad grande que dé ello podía resultar y habiendo suspendido la resolución hasta ver el Libro, lo leí con particular atención y gusto; porque sin duda se compone de las dos circunstancias, que hacen amable la lección, que son dulzura, y utilidad.
II. Conocese, que aquel aventajado caudal que lo escribió, es hijo de la Augustísima Religión de San Benito que tanto ha ilustrado la Iglesia con su enseñanza, y aun algunos siglos, (poco menos que sola) pues sin duda en ellos sobre todos los demás estados, y profesiones, enseñó el ejercicio de las sagradas letras y todo genero de buena, y santa disciplina.
III. Después de haber leído este tratado hube de suspender el obrar, y aun el acordarme de él, ocupado en el Episcopal Ministerio, que apenas deja tiempo para respirar, y mucho mas al comenzar a servirlo en alguna Iglesia por haber de tomar conocimiento, y dar asiento, y dirección á todo lo que toca á su gobierno. Pero este año de 57. Partiendo a la Visita de este Obispado, y juzgando que por las mañanas, antes que los súbditos diesen materia al ejercicio Pastoral, por estar aun recogidos, habría algún lugar para obrar en esto, sin faltar al principal empleo de mi oficio, lo traje conmigo para ejecutar este intento.
IV. Volvilo a leer, para trasladarlo á nuestro idioma, mas hallé en mí tanta repugnancia, ó para decirlo con mayor conocimiento, tan poca habilidad, que me pareció, que no seria traducir, sino deslucir esta obra; así porque no es fácil pasar de un idioma a otro la propiedad que tienen entre sí sus locuciones, como porque tampoco le es el ajustarse los estilos particulares de los Autores; pues así como son diferentes los rostros, y los encendimientos lo son comúnmente los conceptos, frases, y maneras de hablar, y aun todas las demás humanas operaciones.
V. Con esto me pareció dejar el asunto, y reservar para él otra pluma de mayor destreza, aunque por no dejar de aprovecharme á mi, y a mis súbditos de tan excelente argumento, como ensalzar el camino de la Cruz, resolví hacer otra obra a la vista de su imitación, tomando de esta algo de los nombres, y de la idea, que formó para si aquel erudito Ingenio, pareciéndome, que en esto hacia buenos oficios al Autor, a los Lectores, y a las almas de mi cargo.
VI. Al Autor, con no deslucirle una obra, tan perfecta, y llena de erudición, haciendo que pareciese menos hermosa en nuestra lengua, que en la que él con tanta propiedad la escribió. A los Lectores, pues verán con alguna diferencia tratado este santo asunto; porque en el latín hallarán gran fuerza de autoridades y aquí puede ser, que hallen tan eficaces razones, que no, queden menos persuadidos, y convencidos con estas, que con aquellas. A las almas de mi cargo, á quien principalmente se endereza siempre: la doctrina, y mi cuidado, porque les ofrezco la mas sustancial, útil, y santa enseñanza, que él Pastor puede, ni debe dar a sus ovejas, que es criarlas con la leche de la Sangre de Cristo. Y sustentarlas con el pan de sus dolores, y penas reducidas a la práctica, veneración, y amor ternísimo al misterio excelente, y inefable de la Cruz.
VII. Porque sin duda alguna, Fieles, la materia de este tratado, que se reduce a exhortar a que padezcamos por Dios, y lloremos nuestras culpas, tiene cinco propiedades admirables, y sumamente amables, y estimables, de las cuales se habla con mayor dilatación en esta obra, y aquí los apuntaremos, por servir este breve Discurso de Carta Pastoral, de Dedicatoria., y Prólogo y estas son la excelencia de la Cruz, su utilidad, su necesidad, su dificultad, y con esa misma su dulzura, y suavidad.
VIII. La excelencia, porque el camino de la Cruz es el más superior, y noble que puede considerarse, antes bien, este solo es el noble, y superior. Pues si la nobleza se toma del origen, habiendo fundado, platicado, enseñado, e instituido el Hijo eterno de Dios hecho hombre, que como Dios, es origen de todo lo bueno, y santo, y como hombre, es descendiente de Reyes, y de las primeras Cabezas del mundo, que fueron los mayores Patriarcas, forzoso es que tenga en si la superioridad, y: excelencia que trae consigo tan ilustre, y claro origen; y así, con gran razón están acreditados los hábitos Militares de insignia conocida de nobleza por ser Cruces; porque no hay en esta vida otra alguna mas noble, y excelente que la Cruz.
IX. Conócese no solo en esto la excelencia de la Cruz y en lo que es venerada en el mundo por todos los Príncipes, y Reyes, y tanta suerte de gentes, sino por la ponderación con que el Hijo Eterno de Dios habló siempre de ella; porque siendo la misma humildad este divino Señor, y diciendo de sí, que era gusano, y el oprobio de las gentes, pero en llegando a la Cruz siempre habló de ella con grande magnificencia, llamándola su trono, y el teatro de sus glorias y al ponerle en ella su exaltación: Qportet exaltari Filium bominis: cum exaltaveritís Filium homints, cum exaltatus fuero a térra, omnia trabam ad me, Que fue decir, cuando fuere entronizado en la Cruz, todo lo venceré, y conquistaré. Y así con razón le llamó Principado el Profeta cuando. dijo: Et factüs est principalus super humerum ejus. Como si dijera: Su Cetro, su Imperio, su Corona lo trajo sobre sus hombros porque su Cruz fue su Imperio, su Principado, su Cetro, y su Corona.
X. Pero así como es nobilísima señal la Cruz, es mucho más noble el misterio que en ella se representa, cuanto lo es más el alma que el cuerpo, y el espíritu, que lo animado por él. Porque la Cruz, Fíeles, es una sagrada señal, en la cual se significan los dolores, y las penas del Señor, y la humana redención, que con ellas obro el Redentor de las almas; pero las mismas penas, dolores, afrentas, azotes, heridas, é ignominias, y la muerte que padeció su Bondad, esa es el alma verdadera de la Cruz.
XI. De aquí resulta, que me parece, que puede bien defenderse, que el
camino de la Cruz en el Señor, y en nosotros es mas excelente, y noble
que la misma Cruz. Porque si este misterioso camino consiste en padecer en esta
vida mortal penas, mortificaciones, dolores, lagrimas, penitencia, y afrentas
por Jesús, y esa es el alma de la Cruz, y la Cruz es la que explica,
y señala, y acredita aquellas penas, y esto da su explicación
forzoso es, que sea mas excelente el misterio, y el espíritu, que la
misma explicación. Qué importaría, que todos anduviésemos
cargados de Cruces de madera, sí nos faltase el espíritu interior
y el dolor, y penitencia. Qué importaría la exterior profesión
sin la interior mortificación. Qué importaría la apariencia
sin la sustancia? Qué importaría lo que parece, sin aquello que
es? Como no importa que padezca el cuerpo, si no le da su interior valor el
alma, ni padecer innumerables trabajos, si no se hacen? Cruz con darles honesto,
y santo motivo y aplicación.
XII. No sé si, diga, que no veo otra cosa en esta vida, que trabajos,
y dolores; pero poquísimas Cruces, al respecto de las penas. Todo es
padecer, y en los tibios como yo muy pocos merecimientos. Los Superiores tienen
superiores penas. Los súbditos naturalmente padecen
penas de súbditos; los unos al mandar, al obedecer los otros. Los pobres
padecen fatigas, y
trabajos; pero los ricos incansables, y miserables cuidados. Los que penan,
ya penan de su
cosecha; pero: los que con ansia procuran gozar con mayor dolor, padecen dentro
de los mismos gozos.
X1II. Estas son, Fieles, las penas de los mortales: mas dónde están los merecimientos? Este es el tormento pero dónde está la Cruz? O engaño de la humana condición! Dárnoslas espaldas al padecer y negárnoslas al merecer! O para decirlo con mas propiedad; damos el corazón a los gustos, el pecho a las penas, y al mérito las espaldas. Padecemos, como si mereciésemos, y merecemos, como si no padeciésemos.
XIV. La causa de esto es, porque en el mismo padecer buscarnos el gozar, y bailamos dentro de las mismas penas. Rodeados de dolores nos holgamos, y hacemos risa de nuestras mismas miserias. No es ya quien nos recrea el gusto, sino el engaño porque tenemos al mismo engaño por gusto. Huyendo de las fatigas, buscamos, mas no hallamos los deleites. El olvido de las penas cenemos por gozo, y el divertir nuestros males, abrazamos como bienes.
XV. Y así, el intento de este tratado, almas devotas, no tira principalmente á ensalzar: la Cruz material del Señor, digna por todas razones de venerarla, y reverenciarla con profundísimo afecto; porque eso, que Católico lo duda? Sino de ensalzar la Cruz formal, y espiritual de padecer por el Señor, y seguirlo con santa, y perfecta vida, pureza de conciencia, y de intención: y para eso sujetarnos, y rendirnos, y humillarnos a llevar la Cruz de los preceptos divinos, y consejos, y conocer cuanto vale, y cuanto aprovecha el imitarlo, y que solo son excelentes, y grandes, é ilustres, y valerosos, sabios, y prudentes, y esforzados, los que siguen práctica y perfectamente con el dolor, lágrimas, y penitencia el camino de la Cruz.
XVI. Pues si los fuertes, los valerosos, los sabios, y los nobles son en el mundo excelentes, claro esta, que no hay tal fortaleza en esta vida, como vencerse así mismo, y mas por tan excelente motivo, como el de agradar a Dios: ni hay tal valor, y aliento, como avasallar con el espíritu todo el poder del demonio, mundo, y carne: ni hay tal lealtad, como ser fieles a los mandamientos, consejos, inspiraciones Divinas: ni tal sabiduría, como encaminar de tal manera esto temporal, que se consiga lo eterno: ni tal nobleza, como ir siguiendo en Cruz al Hijo Eterno de Dios, Rey de Reyes, y Señor de los Señores, que va adelante penando, y es origen y principio sin principio de todo lustre, y nobleza.
XVII. La utilidad de esta nobilísima materia, ella misma se está manifestando; porque no hay cosa mas útil en lo criado, que llegar a gozar del Criador; yen todas las humanas operaciones, toda la utilidad se toma de los medios proporcionados para conseguir el fin. En tanto es útil el tratar, y contratar, en cuanto con ello se granjean las riquezas. En tanto es útil el servir a los Príncipes, en cuanto con ello se consiguen las honras. En tanto es útil el pelear, en cuanto con ello se consigue la fama, los puestos, y la grandeza.
XVIII. Pues si el camino de la Cruz, no solo encamina, y guía, sino que asegura la salvación de las almas, y el gozar las felicidades eternas, y el escapar de los eternos tormentos, y el ver a Dios para siempre, y el ser ciudadanos de aquella eterna Ciudad, y consortes de los bienaventurados, y compañeros de los Ángeles y Santos, y herederos del Padre, y coherederos del Hijo, y moradas del Espíritu Santo, y ver el rostro de aquella Señora, que es templo vivo, e inmaculado de toda la Santísima Trinidad; que medio, que camino, que disposición puede ser de igual utilidad a aquel que todo esto solicita por su medio, camino, y disposición?
XIX Y aquí, hijos, y hermanos míos podíamos soltar el raudal de las lagrimas, llorarme yo, y lloraros, y llorarnos todos, de que estemos tan ciegos, y desatinados, que por esto caduco, y transitorio, no haya penas que no se padezcan, ni mares que no se naveguen, ni montes que no se taladren, ni peligros á que no se expongan los hombres, cuando todo lo vano viene á parar en siete palmos de tierra, y una pobre, y deslucida mortaja, una cuenta cierta, una sentencia formidable, unas penas eternas y por aquella felicidad que se le conoce el principio, y no se conoce el fin, aquella gloria, que no conoce las penas, aquellos gustos, que no conocen disgustos, aquellos deleites, que no conocen pesares, no solo huimos de emprender este glorioso, santo, valeroso, y útil camino de la cruz; pero aun la aplicación de los mismos necesarios trabajos que padecemos, nos olvidamos 5 ó no queremos hacer.
XX. No hijos, y hermanos míos, abramos los ojos a lo celestial, Conozcamos
el engaño, y
locura de esto temporal: y pues al humano corazón ordinariamente le gobierna
la utilidad, y
á. ese punto conspiran sus líneas, busquemos eternas utilidades,
y conveniencias, y no nos
contentemos con lo momentáneo, m menos que con lo eterno.
XXI. Propuesta la excelencia, y la utilidad del camino de la Cruz, se conoce
fácilmente la
necesidad. Lo primero: porque lo excelente, y útil en alguna manera se
hace necesario a los espíritus generosos y grandes, como son de su naturaleza
los hombres, por ser criados solo para Dios, y para la eternidad, porque en
esta vida dos cosas son las mas amables, y las que nos llevan, y por las que
anda siempre de pretendiente este nuestro inquieto, y ambicioso corazón,
que son honra, y provecho; y si el camino de la Cruz es honrado, como dijimos,
y útil, como acabamos de decir, claro está, que nos necesita a
que lo sigamos con una necesidad de decencia, y conveniencia, si no es que volvamos
las espaldas, viles, perezosos, é infames, a la honra, y al provecho.
XXII. No parece que puede ser cosa mas deslucida en el mundo, que aquella que
en si
ni tiene provecho, ni honra; porque sin honra, es infame, y sin provecho, inútil,
y por
eso despreciable: y así son todos aquellos, que huyendo del camino de
la Cruz, y de lo eterno, y bueno, buscan honras mundanas, y perecederas, y utilidades
ligeras, y caducas, pues aunque para esto transitorio parezcan honrados, y aprovechados,
son para lo celestial, que es lo que pesa 3 vale, importa, y dura, despreciados,
inútiles, y viles.
XXIII Pero aun esta necesidad del camino de la Cruz no se queda en términos de congruencia, por útil, y por honrada, y por medio proporcionado para conseguir la verdadera honra, y utilidad; sino que es necesaria, como medio preciso á la salvación: pues de la manera que dijo el Señor: Que si el hombre no renaciere por el Bautismo, no puede conseguir su vida eterna. Nisi quis renatus fuerit ex aqua, & Spiritu Sancto: (f), asi dijo; Sed sí penitentiam non habueritis, omnes similiter peribitis. (g) Y asi díjo: que si no fuese exaltado el Hijo del hombre (con que explicó el Misterio de la Cruz) no se conseguirá la Vida eterna, (h) y en aquella exaltación entramos todos, y en aquella condición fuimos comprendidos todos, y a aquella soberana vocación de la Cruz fuimos llamados todos. Porque aunque el Señor solo nos redimió; pero aquel sagrado instrumento donde fabricó la redención, nos lo dejó como en testamento, para que con el, y por el anhelemos a su santa imitación.
(f) Joann. 3.v.5. (g) Luc.13 v.5. habueritis. Sic legunt S. Gerrn. & S. Mart. Turón, apud Sabat.tom. 5.edit. 1751. (h) Joann 12.v. 32,
XXIV. Como si dijera, si queréis ser exaltados conmigo, morid en Cruz como yo. Morid conmigo, y seréis exaltados, y consepultados conmigo, y resucitados conmigo, y subiréis al cielo conmigo, y todo esto lo deberéis á la Cruz. Este fue el discurso de S. Pablo, cuando dijo: Sí tamen compatimur, ut & conglorifice-mur, donde aquel compatimur, que dice unidad de padecer, no significa unos con otros, sino con el que padeció por nosotros, pues si nuestras penas no se juntan con sus penas, qué importan, ni que pesan nuestras penas?
XXV. Cruz nos ha de salvar, Fieles, y sin Cruz es imposible salvarnos. Es menester padecer en esta vida penando, ó en la otra purgando. Cruz nos ha de salvar» Fieles, la del Redentor, por lo que peno con nosotros; la nuestra con lo que fuéremos penando por él. Cruz nos ha de salvármeles, porque es menester, ó no pecar, o llorar. Cruz nos ha de salvar, Fieles, porque quien pasa por el pecar, ha de pasar, por el llorar, y sí no pasa por el llorar aquí, ha de pasar por el llorar allá.
XXVI. Con lo cual, Fieles, solo podrá dejar de penar el que sabrá dejar de pecar, y así como no hay quien no peque, no debe haber quien no pene. Aun los mismos que algunas veces no pecan, deben penar para que se defiendan del pecar. Mortificada la carne por el espíritu, manda el espíritu a la carne. No podrán mortificarla sin penar, ni sin penar sabrán dejar de pecar.
XXVII. Con esto puede verdaderamente decirse, que el camino de Cruz, no solo es excelente, y útil, sino necesario; y mas habiendo dicho el Señor : Que el que quisiere ir imitando sus pisadas, tome su Cruz, y lo siga ; y si no hay otro camino para el Padre, que el del Hijo, ni otro camino para el Hijo que el de la Cruz i seguro es, que solo el camino de la Cruz por el Espíritu Santo nos lleva al Padre, y al Hijo: y quien no anda en este camino, en donde piensa pasar? También la dificultad del camino, Fieles, mirando a la naturaleza, no es pequeña, vencer la carne con el espíritu, al mundo con el desengaño, al demonio con la gracia; pero esta dificultad no ha de servir para acobardar el animo, sino para esforzar el deseo, avivar el esfuerzo, poner todo cuidado en la empresa, y dar aliento á la ejecución.
XXVIII. Ninguna cosa grande comúnmente suele ser fácil. Cuánto
cuestan los puestos, y
las honras de esta vida conseguidas 3 y aun comúnmente, ni conseguidas?
Al peso de su grandeza se mide en ellas su dificultad 3 cuesta mas tiempo, hacienda,
y sudor lo que mas vale.
XXIX. Siendo esto así: no era conforme á la grandeza de la empresa, que fuese fácil el camino de la cruz, si es medio de conseguir lo eterno. Por qué ha de ser dificultoso lo que es disposición de alcanzar un fin tan grande? No puede ser ligerísimo en los medios lo que trae consigo infinitas conveniencias.
XXX. Poco se estima aquello que cuesta poco, y por el contrario, mucho lo que se compró a gran precio, Vida eterna, bien merece vida, y muerte temporal: barato es darme lo eterno por lo caduco: buen concierto, comprar oro con el vidrio, diamantes con el polvo de la calle. Penas breves, gozos que nunca se acaban, nadie lo desechará. Pongamos los ojos en el fin, y nos parecerán facilísimos los medios, la dificultad se hará facilidad, con tener presente la gloria de tan excelente empresa.
XXXI. Con la dificultad proponemos la dulzura, y suavidad del camino; porque la alma, fíeles, de aquella dificultad, es esta facilidad. La Cruz del Señor es áspera por afuera, y ¿toda ella panal de miel por adentro. Rigor para el cuerpo, y suavidad para el alma. Lo exterior desagradable, lo interior apetecible; y así como nuestras operaciones son dificultosas, comúnmente, y tristes, y congojosas, y llenas de dolor, y fatiga, por la debilidad de nuestra naturaleza, que en todo suda al obrar, y por el contrario las de Dios, como nacen de su misma Omnipotencia, son fáciles, y suaves, dulces, y llenas de grandísimo consuelo, así las operaciones interiores del camino de la Cruz, como todas son de la gracia, traen consigo facilidad, alegría, dulzura, y suavidad increíble, como se vera en este Tratado con palpable claridad.
XXXII Dividírnoslo en dos libros. En el primero se dibuja (así
fuera con proporcionadas
líneas) el alma, que asida á la naturaleza, desconfiada de la
gracia, no quiere entrar en el camino útil, y excelente, suave, y fuerte,
misterioso de la Cruz. y a quien pareciere es muy sobrada su porfía,
y las réplicas que le hace al Divino Esposo, para no tomar la Cruz, mírese
a si mismo, y considere, cuantas veces se ha defendido de Dios, cuantas no le
ha querido responder llamado, cuantas no le ha querido creer persuadido, Cuantas
se le ha huido, y conquistado, cuantas siguiéndolo lo ha dejado, y crea,
que todo aquello lo hizo por darse á si y á su gusto, y apetito,
y negarse al camino de la Cruz.
XXXIII. En el segundo libro explicamos su dulzura, y suavidad prácticamente, y los pasos, tribulaciones, medios, y remedios, efectos, y afectos, por donde se llega en este ultimó camino del trabajo a la Corona. En él proponemos también las luces, y socorros admirables de la gracia, y de la misericordia, y la suavidad, y facilidad con que se vence con ella lo que parece tan arduo a nuestra naturaleza. Con esto podrán conocer las alma que en estas bodas del Cielo, como en las que honró el Señor en Cana de Galilea, al fin de ellas se reserva el mejor vino: muy al revés de las del mundo, cuyos deleites, vanidades, y locuras tienen dulcísimos los principios, y amarguísimos los fines.
XXXIV. Para hacer mas sabroso este tratado, y que fuese tolerable la rusticidad, y desaliño del discurso, y del estilo (al fin como de Pastor) usamos del antiguo de los Diálogos, entre el alma, y Dios, acreditado en todos tiempos con admirables tratados, así de la Escritura Sagrada, como de otros Varones insignes en toda suerte de erudición.
XXXV. Notorios son los libros del Santo Job (aunque aquel fue suceso, y no parábola) que es de lo mas delgado, y elocuente que hay en las divinas letras. Harto tienen de esto los Salmos del Rey Profeta, y no poco los Cantales de su hijo Salomón, ni falta de ello á los demás Sapienciales.
XXXVI. Los Santos también eligieron este estilo, y San Bernardo en algunos versos, muy propios de aquel espíritu altísimo, y suavísimo, y San Buenaventura en prosa, hicieron meditaciones dulcísimas en Diálogos á este intento. El Venerable Tomas de Kempis, en aquel librito de oro del desprecio del mundo, sigue en el modo, y la sustancia el mismo estilo. Y Ludovico Blosio, uno de los místicos mas acreditados, fue por estos mismos pasos.
XXXVII. También el Santo Henrique Suson, espejo de penitencia, y honor de la Apostólica Religión de Santo Domingo, hizo otro espiritual Tratado entre el alma, y la eterna Sabiduría; y el gran Taulero, de la misma Religión. Y aquel río caudaloso de elocuencia, y espiritu, el V. M. Fr. Luís de Granada, de quien podían en alguna manera decir los que han escrito en lo místico después de él: Et de plenitudine ejus nos omnes accepimus, (por no dejar cosa buena sin tocarla) también acredito este modo de escribir.
XXXVIII. No puede negarse, que se declaran mejor los afectos con interlocuciones sentidas, que con dilatados discursos. Mejor se explica el alma en sus conceptos impugnada, que aplaudida. El encendimiento fatigado con la contraria opinión, da mas fuerza con su razón al discurso: cobra aliento en la misma vejación. Danse también las manos lo material, y formal en los diálogos, para recrear el animo del oyente, y enseñarlo. El cuento, y las figuras, y los sucesos tienen divertida á esta porción inferior: los discursos, las razones, los argumentos, preguntas, y respuestas recrean la superior. Es ver una batalla mental, en la cual la suspensión asiste con ansia de saber en qué parara el suceso, y a cual de aquellos discursos le corona el vencimiento.
XIL. Quisimos llamar Philotea, y no Staurofila a esta ilustre seguidora de la Cruz que proponemos; porque aunque Staurofila quiere decir amante de Cruz, y Philotéa de Dios; pero es tan poca la diferencia, que vienen á ser unívocos los dos nombres, y es mas dulce para la pronunciación, y la lectura el segundo.
XL. Tuvimos también presente á otra Philotéa Francesa,
que instruyó otro Prelado de
aquella nobilísima Nación, sin duda alguna excelente en espíritu,
en letras, y en elocuencia
cristiana, que tradujo en nuestra lengua un ingenio de los mas floridos de este
siglo; y nos ha
parecido, no inútil emulación, sino espiritual, y santa, que si
una Philotéa Francesa fue instruida de aquella delgada pluma, otra Philotéa
Española instruyese a las demás, con manifestarse humilde seguidora
de la Cruz, sino igualmente aplaudida en la gracia, y elegancia del estilo,
por lo menos no desiguálenla gloria del empleo, y grandeza del asunto.
XLI. Finalmente, Fieles, este tratado ofrecemos no a la curiosidad, sino al provecho de las almas, instado mas del amor, que del concepto que tenemos del acierto, formado en breve tiempo, desde los primeros de Abril del año que va corriendo, hasta catorce de Julio, día del Triunfo de la Cruz, en que muy acaso le acabamos, sobre la interposición de unas tercianas que interrumpieron la pluma, entre tan grande variedad de ocupaciones, que no dejaban dos horas libres al dia, con que ella sola puede servir de disculpa a sus defectos. Vinuesa, catorce de Julio de mil y seiscientos y cincuenta y siete.
Juan indigno Obispo de Osma.
CAMINO DE LA CRUZ
CAPÍTULO I
Patria, Padre, y Hermanas de Philotéa, y su peregrinación al Santo Templo de la Cruz.
En una de las regiones que habitan los Adámicas,
cierta Nación poderosamente flaca, que de su padre
heredo una herencia universal de lágrimas, y desdichas,
florecía la antigua Ciudad de Tarsis, ilustre, no
tanto por la grandeza, y opulencia del comercio, que enriquece
aquellos Reinos, cuanto por la grandeza, y ansia mas que
mortal, con que buscan sus habitadores, por diferentes caminos
el alivio de sus penas y el procurar reducir el destierro
a patria, la calamidad a gozo, y hacer premio, y honor del
castigo, y de la afrenta.
Vivía en ella Philomeno un varón noble y respetado
de toda aquella región poderoso de los bienes de
fortuna y acreditado en los de naturaleza. De su ya difunta
mujer Hierotea heredó con la soledad tres hijas que
en la de flor de su edad, y con la de su hermosura, arrebataban
los ojos de la juventud lozana de aquella ilustrísima
Ciudad. La, mayor de estos tres engaños de los mozos
y envidia de las doncellas de Tarsis se llamaba Philotéa
la cual nació en el
día, que celebra la Iglesia el misterio inefable
de la Cruz y por el ingenio, juicio, prudencia, y capacidad,
fue gozo y consuelo y alegría de sus padres.
La segunda hermana se llama Honoria, y conveniale el nombre
a la condición por la propensión con que aspiraba
á las honras, grandezas; riquezas, y felicidades
temporales, puesto su corazón en esta vana ostentación,
y apariencia de las cosas.
La tercera se llamaba Hilaria, y muy propiamente porque
todo su deseo aspiraba a los deleites humanos, "holgarse,
entretenerse, divertirse, teniendo por la suma, y la mayor
de sus felicidades estos ligeros y breves contentamientos.
De las tres hizo Dios a la primera, sin duda alguna, en
todo la primera, (que no siempre han de llevarse la gracia,
ni las gracias las segundas) mas generosa en los dictámenes
mas delgada en los discursos superior en la hermosura de
cuerpo, y con mas soberanas inclinaciones en la principal
del Alma. Habiala dado Dios algunas luces para que lo siguiese
pero ella, ó no lo entendía, o se le resistía,
y ya la verdura de los años, ya los lazos de oro
de la hermosura, felicidad, y riquezas la tenían
cautiva, y aprisionada finalmente, era esta discreta doncella
sobre muchos llamamientos, en lo exterior virtuosa, y sin
luz, y engañada en lo interior.
Acostumbraba el padre de éstas tres doncellas permitirles
la honesta recreación, de que fuesen algunos días
a una huerta suya, que comprendía diversidad de jardines,
y era de las mas deleitosas, y agradables, que había
en aquella hermosísima campaña, en cuyas márgenes
se extendían unos prados amenísimos que hacían
plaza espaciosa, y especiosa, á una selva espesa
de alamedas repetidas, por grande trecho de tierra, recreación,
y ornamento de aquella populosisima Ciudad.
Era el día de la Cruz Santa de Mayo, tiempo, en que
parece que produce flores la Primavera solo para coronarla
cuando con moderada familia salieron las tres doncellas
le casa muy de mañana y después de haber dado
algunos paseos por las calles, y jardines de su huerta les
obligó una travesura permitida y natural, o la humana
condición que tiene por pena cualquiera clausura
por muy amena que sea a salir los prados, que miraban a
aquel dilatado bosque.
Philotéa, con la memoria del día de la Cruz,
y de su nombre, dijo a sus hermanas Honoria, y Hilaria,
que pues convidaba el tiempo y la devoción fuesen
juntas á adorar en una suntuosa Ermita que estaba
en lo interior de aquella selva á la Cruz del Señor,
cuyo misterio dio su nombre, y dedicación al Templo
con que harían o virtud de la recreación,
mérito de la fatiga y devoción de la amenidad,
suavidad, y dulzura del tiempo y de la mañana.
Rrespondió á esto Honoria proponiendo algunos
inconvenientes y diciendo, que iban menos acompañadas
de lo que á su Nobleza se debía y que no era
conveniente, por una ligera devoción, perder, y aventurar
el crédito de su ilustre calidad, que podrá
ser que el mismo día, y á la misma devoción
concurriese toda la Nobleza de Tarsis y que notaría
la poca pompa de su familia y el menos cuidado ornamento
de sus personas con que de aquella mal propuesta, y peor
ejecutada peregrinación solo conseguirían
deshonor, afrenta, y deslucimiento.
Hilaria siguió el parecer de Honoria, aunque con
diversos motivos, y añadió á la fatiga
del camino su tristeza, y soledad, y que cuando salían
á recrearse, no era bien elegir una cansada romería,
de la cual no podían conseguir otro fruto que, pesadumbre,
y molimiento. Que tampoco creía, que irían
de Tarsis personas algunas á aquel Templo teniendo
otros dentro de la Ciudad en donde con mayor comodidad podían
satisfacer á la devoción del día: con
que todo sería cansarse con trabajo intolerable,
sin gusto, ni recreación alguna.
Volvió la discreta Philotea á persuadir á
sus dos hermanas, que la siguiesen á visitar el Santo
Templo de la Cruz, en su dia pues ni su conocida calidad
necesitaba de mayor autoridad que la que traían consigo
en aquella moderada familia, ni á los templos se,
había, de ir con soberbia, y vanidad, sino con una
santa humildad y decente acompañamiento. Ni la fatiga
que tanto temía Hilaria seria mayor al ir á
adorar la Cruz que al rehusarla, respecto de la molestia
que trae consigo cualquiera recreación dentro de
su mismo ejercicio. Si nos hemos de fatigar paseando por
estos prados, hermanas, les decía Philotéa,
cuanto es mejor fatigarnos para adorar a la Cruz en su Santo
Templo? los mismos pasos nos llevan á lo bueno que
á lo vano; y solo con alterar el intento es igual
en el remedio la fatiga pero en el fin desigualísimo
el mérito, y el suceso. Qué mas tiene Hilaría,
sudar en esta vana recreación, que en aquel santo
ejercicio? Si dos mil pasos hemos de dar para buscar el
contento que no hallamos, no los daremos para buscar el
merito que hallaremos, y el gozo, y la misma alegría
que buscamos? Ni este exterior lucimiento te detiene Honoria,
ni esta imaginada fatiga que te atemoriza, Hilaria, debe
retardaros, cuando la devoción del intento, y la
superioridad de vuestra hermana mayor os obliga a obedecerme,
y seguirme.
Todavía las dos hermanas se defendieron, y no quisieron
seguir á Philotea, diciendo, que ellas se quedarían
en aquello amenos prados, huerta, y en jardines, entre tanto
que con su devoción intempestiva ejecutaba una cansada
y no necesaria peregrinación.
Pero la determinada Philotéa no solo por el empeño
de su propio parecer, y opinión, sino por algún
Superior impulso, y soberano movimiento, sin rendirse en
su propósito, ni desamparada de sus hermanas y lo
que admira mas y de todas las criadas de tu familia, que
ninguna quiso seguir el camino de la Cruz: partió
de allí, diciendo que la aguardasen que volvería
con brevedad y reconociendo una senda, que acaso un villano
le dijo, que guiaba al Santo Templo de la Cruz comenzó
su Religiosa jornada.
Pierdese Philotéa en su peregrinación; pide socorro Jesus con vivo sentimiento, y tiernas lagrimas.
Seguía la estrecha senda de su camino Philotea a
adorar en su Santo día á la Cruz, no sin tristeza,
cuidados, y temores; porque el verse desamparada de sus
hermanas, y familia, había puesto su animo en aflicción,
y sentía verlas tan fáciles a lo vano, y tan
graves a lo bueno tan gustosas a la recreación: tan
torpes, y disgustadas á la devoción al camino
de los deleites ligeras, al de la Cruz muy pesadas.
Consideraba que en toda aquella familia no hubo una que
la siguiese en su peregrinación todas asidas á
lo deleitable, sin querer pasar por el camino de la Cruz,
de deleitable á lo útil. A esta pena se añadía
la de verse sola, y sin consuelo siguiendo un camino incierto
sin guía, y sin compañía aquella, para
que la condujese al Templo de sus deseos esta, para que
se aliviase la soledad, y fatiga de sus penas.
Revolviendo estas imaginaciones, y ya no poco cansada de
estos cuidados, iba caminando con temerosos y aunque determinados
pasos, siguiendo su santo intento, cuando a una hora larga
de distancia fue haciéndose á la senda mas
estrecha; y formando otra, que parece que ofrecía
por diversa parte principio desde el o bosque a su salida
con que ya mas dudosa, y turbada, fue caminando derechamente
por ella.
Anduvo mayor espacio de tiempo, cuando la llevó aquella
angosta vereda á lo mas interior la espesura, y en
un ameno prado que formaba una brevísima plaza a
la alameda trabajada de el camino Philotéa, y de
la confusión grande en que se hallaba, se asentó
al pié de un álamo y vencida del sueño,
de su fatiga, y, cuidados, quedó por breve rato dormida.
No dejan los cuidados dormir, ni velar atribulado: velar,
no; porque oprimen de manera al cuerpo, que últimamente
lo entregan al sueño atado: ni dormir pues apenas
comienza su descanso con el sueño, cuando le despiertan
las penas que padece el animo congojado. Asi Philotéa
á menos de un cuarto de hora, despierta de su sueño
ó suspensión abrío ojos y se halló
en aquella temerosa soledad, y en la clausura estrecha de
aquellas paredes de árboles por todas partes sitiada
de penas, y de temores. Volvió los ojos para buscar
el camino que dejo, y halló, que como las líneas
al centro, así conspiraban diversidad de sendas de
la selva á aquel breve circulo que hacia la florida
plaza que allí formó, la naturaleza, viéndose
en tan terrible turbación, mirando á todas
partes, sin hallar cierta salida á su confusa esperanza:
volviéndose a Dios, le dijo: con lo mas intimo de
su alma.
Buscaba, Señor, la cruz, y he hallado antes dé
llegar á vuestro Templo la Cruz. No permitáis
Dios mío que en el día de la Cruz, en la cual
todos se salvan, halle yo mi perdición y ruina. Mirad
Señor, el buen principio, y origen de mi jornada
dad buen fin á mis deseos no me sea el remedio daño,
y fin desdichado de mi vida la que es á todos salud.
En esta confusión, reconociéndolo todo, escogió
la afligida Philotea de la diversidad de las sendas la que
por ser mas dilatada en sus principios, tubo por mas feliz
en los fines a y entrando por ella fue caminando por distancia
de dos horas., buscando ya. no tanto la Ermita, cuando el
fin de la espesura pero esta senda la condujo a otra segunda
plaza, ó confusión de aquella selva tan cerrada,
así por lo superior de las copas de los árboles
como por lo inferior de lo troncos, y las zarzas., que apenas
dispensaba, sino por brevísimos espacios, vista al
Cielo, ni términos que no fuesen congojosos que guiasen
parte alguna en la tierra.
Entonces la afligida Philotea viéndose á un
mismo tiempo batida, y combatida de sus penas, y congojas,
sitiada del tiempo, y de la misma fatiga, y que ya iba declinando
el dia, y que parece que le faltaba el Cielo, y la tierra:
aquel para su consuelo, y esta para dar á sus cuidados
salida: resuelta en lágrimas, arrojándose
sobre las yerbas del prado con suspiros, que despedía
su triste, y afligido Corazón, con voces tiernísimas
comenzó á decirle á Dios.
Como, Señor, así desamparáis á
quien os busca?
Asi dejáis, dulce bien, á quien os ama? Asi
se pierde en el camino quien sigue vuestro camino? Asi permitís.,
que se malogren al nacer intentos tan bien nacidos? Buscoos
yo, y dejaisme vos? Cuando yo os busco, me pierdo y cuando
yo me perdía, me buscabais? Huís Señor,
de los que os buscan, y buscáis á los que
os huyen? Hallan mis hermanas, Jesus mío camino en
sus pasatiempos, yo lo he de perder en la devoción
que me iba llevando a vos? Ellas aseguran el crédito
en el descanto yo desdichada, sola, y perdida aventuro mi
crédito y mi vida en la Cruz, y en la fatiga.
Que he de hacer, Señor, en esta soledad y sin remedio,
como uno dé los brutos de esta, selva: Ya va declinando
el Sol y de todas maneras, Jesus mío, me va faltando
la luz. He de ser pasto de las fieras, ó ha de acabar
conmigo la precisa necesidad de mi sustento. Aquí
puede hallarme algún hombre, y sucederme la ultima,
y mayor de mis 1 desdichas. Temo menos las fieras, que á
los hombres; y ya es pequeño el peligro de mi vida,
con el riesgo de mi honor. Vos, Jesus mío, pureza
original de toda humana, y angélica criatura, me
remediad vos descanso de afligidos, consuelo de atribulados,
mirad mi tribulación.
Mas si padezco, Dios mío, está triste confusión
al seguir este camino, por no haber seguido vuestro camino?
Mas si la diversidad de sendas, que inconstante, y vana,
por no seguiros á vos he intentado, me ha introducido
en no hallar ahora lo que entonces tan neciamente perdía?
Mas si este laberinto de penas en que me veo, es una imagen
viva de aquel confuso laberinto de culpas, tanto mas peligroso,
y dañoso? O cuantas veces mis pasiones, deseos, y
deváneos me ofrecían no desigual confusión,
y no lo sentía, porque padeciendo el alma, no padecía
con ellas también el cuerpo!
Justamente padezco, Jesús mío, siguiéndoos
el no haberos antes seguido amándoos, y muy debidamente
os escondéis dé quien tantas veces se ha escondido
ingratamente de vos. Justamente desamparáis á
quien tantas veces os dejó, y no respondéis
a quien tantas veces llamada, negó sus oídos
á esa dulcísima voz.
Mas ay Dios mío! adonde me ha llevado mi dolor, y
de las fatigas, y cuidados presentes me he y ido á
lamentar las pasadas; y como quien reconoce en la enfermedad
el origen de la misma enfermedad, se ha ido el dolor á
llorar el principio de su daño; pues si yo no os
hubiera perdido, Jesus y mío, por no seguiros, no
me perdería ahora por seguiros; si yo no me hubiera
perdido por huir de la Cruz, no me hubiera perdido al buscar
la Cruz.
O cuanto mas, Jesus mío, debo llorar el haberme perdido
entonces, que ahora! pues entonces me perdía el olvido
que tenia de vos, y ahora en medio de mis aflicciones, es
mi esperanza, y alivio vuestra memoria.
Habed, Jesús Mío, misericordia de mi, miradme
toda rodeada de cuidados, y congojas; si miro a lo pasado
veo que me amenazan mis culpas; si lo presente, me afligen
intolerables penas ,si lo venidero, mayores, y mas desesperados
cuidados; no solo el amor sino la necesidad me lleva, Jesus
mío, á solicitar el socorro en vuestra misericordia,
y ya no tanto me afligen no hallar salida al penoso laberinto
de mí peregrinación, cuanto al peligroso y
dañoso de mis culpas, y mi vida.
Socorre la eterna Sabiduría a la atribulada Philotéa.
No era posible, que tan tiernas lágrimas y tan ardientes
suspiros dejasen de encender el pecho de aquel Soberano
Señor, que tan atentó oye las voces de aquellos
atribulados, que llaman, y claman á su piedad; así
apenas acabó Philotéa sus lastimosas quejas,
y sentimientos, cuando un zéfiro, y viento suavísimo,
con un olor celestial, fue moviendo los álamos, y
recreando el cuerpo, cansado de aquella honesta doncella
sucedió a esto el sentir grande novedad en su alma.
Parecióle, no solo que una nueva ilustración
rayaba su entendimiento, y bañaba de una no imaginada
alegría sus sentidos, y potencias, sino que los ojos
corporales veían venir rayos de luz por todo el círculo
de la plaza de aquella ya venturosa alameda: con que de
la manera que huyen las tinieblas de la luz, así
huyeron los horrores del animo y la soledad del sitio de
aquellas Divinas luces.
Con esta súbita mudanza se suspendió Philotea,
y con más admiración le pareció, que
todos los álamos de la selva se humillaban, y poco
después se desaparecían á la presencia
de alguna virtud divina, que venia honrar aquel dichoso
lugar. Viéndose entre tanta claridad, volvió
el rostro hacia una parte y vio un Joven hermosísimo,
origen claro de aquella luz con una Cruz en mano y una Corona
en la otra y aunque temerosa, y turbada a los principió
se pero poco después confortar da la débil
naturaleza del esfuerzo de la gracia, pudo sin descaecer
del todo y oír que le decía aquel clarísimo,
y hermosísimo Señor.
No temas Philotéa, que tus quejas han penetrado mis
oídos, Yo soy la eterna sabiduría, y el principio
sin principio de todo los caminos del Señor. Yo soy
camino, verdad, y vida. Yo soy el que no falto jamás
á quien me busca, y el que siempre asiste, y socorre
las almas atribuladas. Yo soy quien favorece a los que buscan
mi Cruz, y quien les es guía, consejo y camino: mi
camino sigues, no te puedes perder en mi camino. Tu petición
me ha agradado, pues no has pedido solo en tu oración
salir de tus penas, sino también de tus culpas. .
No pudiste elegir mejor medio para aliviar tus cuidados,
que el de mejorar la vida, ni para salir de esa aflicción,
y congoja de no hallar camino cierto en ni peregrinación,
que buscar el verdadero camino de tu alma, con llorar tus
engaños, y solicitar tu enmienda. Esto es lo que
dije yo por mi Profeta; poneos en pie sobre el camino Verdadero,
preguntad sobre las sendas antiguas, averiguad cual es el
mejor, de los caminos, hallándolo seguidlo, y hallareis
refrigerio á vuestras almas. Por eso viendo yo tus
deseos, y mirando tu aflicción, incline los Cielos,
y baje para enseñarte caminos de salud, y vida eterna.
Alegróse el alma de Philotéa oyendo estas
dulcisimas voces, y santísimas palabras; y con profunda
humildad, confortada, é ilustrada de aquel Divino
Señor, le dijo: Quien es el hombre, Dios mío,
que os acordáis de su flaqueza, y debilidad? y quien
soy yo, que merezca que baje á mi el Hijo Eterno
de mi Señor?
El haber venido a ti (dijo la eterna Sabiduría) Philotéa,
no lo causaron tus merecimientos, sino mi gracia, esta es
el principio de tu bien, y ella solicita a mi piedad, que
no faltare a tu socorro, ella promovió tu petición,
y tus lágrimas, Si vuestros merecimientos hubieran
de ser causa de vuestra salud, sin que mi gracia os diese
merecimientos, y mi mano primero no os levantase, siempre
estaríais rendidos, y envueltos en vuestras culpas.
De mi va a vosotros vuestro bien, y de mi procede el disponeros
vosotros a conseguir este bien. Mis intentos Philotea, son
estar con los hijos de los hombres, y este amor me inclina
á vuestro remedio.
Este amor, y caridad es el principio único de todo
vuestro socorro. Si yo no hubiera curado al herido en el
camino de Gericó: si mi mano no buscara a sus llagas,
si yo no le hubiera puesto a caballo, si no hubiera dejado
dinero para que acudiesen á su curación, si
yo no lo hubiera hecho, y pagado, y tomado por mi cuenta;
que remedio hallara aquel desdichado caminante, mucho mas
muerto, que herido sin mi socorro? Mis voces resucitaron
á Lázaro cuatriduano: mis palabras al hijo
dé la viuda de Nain: mi mano levantó á
la hija difunta del desconsolado Jayro sin esta voz, sin
esta mano, nadie puede levantarse caído, ni ser curado
ó resucitado.
Enseña el Señor a Philotea el camino
de la Cruz.
nsalcén los Cielos, Señor, vuestra piedad,
dijo Philotéa, que os habéis, acordado de
vuestra esclava, bendito seáis, que oísteis
mi petición, y inclinasteis á mis quejas esos
divinos oídos .
Pero, Señor, pues sois la eterna Sabiduría,
luz, y guía de las almas. Guiadme por caminos de
salud, ya no, Señor, en esta material peregrinación
que proseguía, sino en la eterna de mi alma.
Piérdame en el mundo al mundo para mi, y no me pierda,
Jesús mío, en el mundo para vos. Piérdame
a lo temporal, y no me pierda a lo eterno. Del cielo habéis
bajado al suelo y a enseñarme; del Cielo bajasteis
a la tierra a redimirme; así como perfeccionasteis
la redención con vuestra sangre, y vuestra muerte
preciosa, preciosa, perfeccionad el remedio de mi vida ahora
con vuestra luz, y doctrina. Mostradme, ó camino
eterno! Vuestro camino. Mostradme eterna verdad, vuestra
verdad, o vida eterna! como he de gobernar mi vida á
salud, y vida eterna.
Oye, hija, dijo él Señor, y inclina tus oídos
á mi voz, pues yo incline mis oídos, y los
Cielos á tus quejas. Oye palabras de vida eterna,
pues buscas la vida eterna. Dame e1 oído, y primero,
para que puedas después darme con el oído
el corazón, quiero pedirte la vista. Quieres ver,
Philotea, el camino, que deseas, y subir a la patria del
destierro que padeces? Quieres ver por donde se llega de
la pelea á la victoria, y de la victoria al triunfo?
Si Señor (respondió) pues vuelve los, ojos
, y mira, dijo la eterna Sabiduría y á esta
mano diestra aquel monte, y verás caminos de vida
eterna.
Volvió los ojos Philotea a donde el Señor
la señaló, y vio un monte de eminente grandeza,
y en él muchas cuestas ásperas, miró
á todas las partes del, y reconoció, que por
diversas sendas estrechísimas subían muchas
personas, hombres, mujeres, mozos, doncellas Obispos, Sacerdotes,
Religiosos casados, vírgenes, continentes, Reyes,
Príncipes, Señores, y de toda suerte de gente,
con las insignias cada uno de su estado, pero con suma pobreza,
mendiguez, y desnudez unas veces padecían calores
intolerables y otras fríos terribles. Ver á
uno; arrojar para subir este camino las riquezas, y el poder,
Coronas, y Dignidades a otros caminar descalzos, por pisar
como Moysen, con reverencia, la tierra sagrada del Santo
Monte de Oreb.
Todos subían con sus Cruces en los hombros, unos
las traían grandes otros medianas, otros pequeñas.
Subían gimiendo suspirando, y llorando en el camino,
puestos los ojos en el Cielo, y otras veces en la tierra;
en el Cielo asidos de la esperanza, en la tierra desasidos
de sí mismos, y asidos de la humildad, y pobreza.
Seguían su camino con grandísimo silencio,
y andaban todos por diferentes veredas; de suerte, que apenas
había una, que le pareciese en todo á la otra;
porque aunque se conocía en muchos, que eran de una
misma profesión, pero siendo la profesión
una misma, era diversa la senda. No vio en todo aquel monte
Philotea cosa que fuese consuelo, ni alegría, sino
tristeza y dolor: Cruces, penitencias, penas, sudor, sangre,
y mortificación. No flores, ni frutas, ni amenidades,
ni frescuras, ni fuentes. Todo era áspero, desapacible,
y penosos peñascos, breñas, riscos, espinas,
peñas, y penas, cuesta áspera, suelo duro,
finalmente, repetidas asperezas.
Reparó Philotéa (cosa de verdad maravillosa)
que los que llevaban Cruces grandes, cuando parece, que
para sí no bastaban, ayudaban á subir á
aquellos que las traían menores, y que los que iban
vestidos se quejaban más del frío, que los
andaban desnudos: que estos se hallaban mas abrigados desnudos,
que no los otros vestidos. Ayudabanse a subir con gran caridad
unos a otros, y si á uno se le caía la Cruz,
llegaba su compañero, y se la ponía: porque
sin Cruz no tenían fuerzas para subir por la cuesta.
Los que estaban adelante llamaban á los de atrás,
y los animaban, y esforzaban con el ejemplo, y la voz, y
ellos con eso se alentaban, y los seguían.
Reparo también, los que andaban más descalzos
pisaban más fuertes, y constantes lo duro del camino,
y las espinas, y abrojos, que los que iban más calzados,
y los que mas penaban subían, la áspera cuesta
con mucha más alegría. De suerte, que cuanto
era mayor el trabajó, y mas pesada la Cruz, á
ese paso crecía el gozo, y contentamiento, y cuanto
eran menores las Cruces, que traían algunos sobre
sus hombros, tanto menos caminaban y con tanta mayor pena,
y lentitud vencían a la aspereza del camino".
Las Cruces, que traían en los hombros eran diversas
unas dé madera, otras de plomo, otras de oro, otras
de hierro, y otras de diferentes metales pero todas se median,
y estimaban por el peso y alegría de llevarlas, sin
que valiesen mas, ni menos por la hechura, o la materia.
Finalmente cada uno Caminaba con su Cruz, sin volver la
cara atrás; solo unos a otros, con humildad, con
silencio, y caridad mudamente se animaban, socorrían,
y alentaban.
Admirase Philotéa de ver el camino, y monte que le mostraron, rehúsa andarlo.
Quedó admirada Philotea de lo que vio; y siendo
ella naturalmente delicada, y acostumbrada a delicias, y
regalos, viendo un camino tan áspero, con notable
sentimiento dijo:
Es posible, Señor, que para serviros, y seguiros
no hay otro camino sino este que me mostráis; como
caminaremos los flacos, y os podremos hallar, y seguir los
pecadores? Quien no ha conocido la Cruz sino en él
nombre, como podrá traerla sobre sus hombros? y quien
aun no ha sabido el camino de adorarla, como sabrá
el de traerla? No tendréis otro camino, Jesus mío,
por donde os busquemos, y os hallemos, que no sea de tan
terrible tormento? Es posible, que habéis de poner
tanta dificultad al seguiros, y tantas penas, y tormentos
al hallaros?
Poned, Jesus mío; los tormentos, y la Cruz, y las
penas, y las asperezas, y dificultades al dejaros: y la
suavidad, y la dulzura, y la facilidad, y el descanso al
buscaros, y seguiros. Quien os deja, ese es quien merece
padecer, mas no carguéis de penas a quien os sigue.
Ay de mi! como he de poder seguiros por tan áspero
camino; y mucho mas ay de mi! si no os sigo, y me niego
al camino de seguiros, y adoraros. Ni tengo fuerzas para
seguiros, ánimo para dejaros.
Pues no vas, dijo el Señor, á adorar la Cruz
con pasos acelerados, Philotea? SÍ Señor,
respondió. Más no es lo mismo adorarla, que
traerla, yo la quiero adorar en vos, pero tiemblo de traerla
sobre mí. La quiero para adorada, mas no para padecida;
voy a ella, y temo el andar con ella,
No te aflijas, Philotéa, Dijo el Señor y porque
dentro de la pena esta el alivio, y en el trabajo el socorro.
Mira con ojos de carne estas penas; hallaras que son menores
y aun ningunas, si las mirares con los ojos del espiritu.
Miras engañada al monte de vida eterna, y el camino
verdadero de la gloria: otra cosa fuera, y muy diversa te
pareciera, si lo miraras con luz, y desengañada.
Cree, hija, que el haber mi Padre, y yo señalado
este camino a las almas, ha sido para mi bien, y remedio,
y que andarían mucho menos, y con mayor desconsuelo,
siguiendo otro camino diverso del que les he señalado
con la voz, con la doctrina, y ejemplo.
Replicó á esto Philotea, diciendo: Pues Señor
y si vos vinisteis del Cielo á la tierra, solo para
levar almas al Cielo: si a eso conspiraban vuestros misterios
desde el pesebre á la Cruz, y en este camino halla
tanta dificultad la naturaleza, y por eso tiene tan pocos
seguidores la gracia, respecto de aquellos que viven cautivos
del apetito, no podíais darnos otro camino para amaros,
y serviros, de mas suave, dulce, fácil y deleitoso,
que el de la Cruz tan penoso, afligido, y desabrido? No
fuera bueno que os siguiéramos entre gustos, recreaciones,
deleites, gozos, riquezas, contentos, y tendríais
infinitos seguidores y abundaría, vuestra escuela
de gran numero de Discípulos?
O Philotéa, dijo el Señor, que engañada,
y que ciega que discurres! Esas no son palabras de vida,
sino de veneno, y muerte. Esas te han dictado la carne,
mas no mi Padre, la pasión, no la razón, el
apetito sensual, no el espiritu, y mi gracia. Como se conoce
que no tienes sabor de mi, sino del mundo, y de tus locas,
y vanas recreaciones; y gustos Has seguido neciamente la
vanidad, las tinieblas, y mentira, Y así no encuentras,
ni hallas discursos de claridad, y verdad. Forzoso es para
enseñarte, Philotéa, que comience mi doctrina
desde las primeras letras, y qué con las primeras
luces alumbre tu entendimiento, para que después
me siga rendida tu voluntad.
Señor, dijo Philotéa, no mires á mi
ignorancia; antes bien alumbrad á mis tinieblas.
Si he hablado como una de las mujeres que no saben que es
verdad, y andan a oscuras, dadme luz, pues sois luz, guía,
camino, y verdad.
Da luz el Señor a Philotea, para que siga el camino de la luz, y satisface a sus dudas.
No me pesa, Philotea, dijo el Señor, que me propongas
tus dudas, pues solo en mi, y en aquellos: á quien
alumbra mi luz, hallarás la cierta sabiduría,
todo lo demás es engaño, y vanidad.
Sabrás hija, que desde el primer pecado, por la trasgresión
al precepto, se cerro el Cielo que yo tenia patente a la
inocencia y con lo mismo que cerro, la culpa el Cielo ,
abrió, para todas las almas que siguiesen aquel camino
de culpas, el Infierno, con eso la naturaleza herida, y
flaca, y la razón natural enervada, y enflaquecida,
y cautiva del apetito: toda carne fue cada dia mas, y mas
corrompiéndose, y perdiendo su camino; y cada uno
desde el vientre de su madre, como dijo el Profeta, erraba,
y comenzaba caminos de perdición: y todo lo gobernaba
en el mundo la carne, y el apetito, y solo algunos a quien
la eficacia de mi gracia reservaba de aquella universal
perdición, que respecto de los otros, y fue una línea
muy delgada de Adán a Noe, de Noe á Abrahan,
de este á Moysen, de Moysen á David, desde
David, hasta que yo me hice hombre, para salvar á
los hombres, apenas había en el mundo verdad, ni
rectitud, ni justicia, y solo se conservaba en muy poco
seguidores de mi Ley.
Viendo yo esta universal ruina de mis criaturas, y que la
carne era el impedimento para que el alma no siguiese lo
que pedía el espíritu, quise curar á
la carne con mi carne, y dar espiritu á la carne
con mi espiritu. Y que si la carne, y su apetito había
cerrado el Cielo, mi carne, y mi espiritu diese espiritu
á las almas, y les abriese el Cielo, y les cerrase
el Infierno y finalmente, tomar sobre mi las culpas, para
borrar vuestras culpas con mis penas, abriéndoles
un camino Nuevo, justo, razonable y honesto, muy dulce,
suave, y fácil, por el cual se salvase el linaje
humano, que fin él corría á la perdición.
Camino nuevo: porque hasta que yo, segundo Adán,
reforme las ruinas que causó el primero Adán,
apenas se conocía el dolor, las lagrimas, la penitencia,
la soledad, y abstracción: porque si bien la tuvieron
vuestros primeros Padres, y otros seguidores suyos, á
quien yo comuniqué esta santa, y necesaria doctrina,
pero toda era reducida a mi; y porque yo en los tiempos
venideros la había de platicar, y su mérito,
y virtud, tomaba la estimación y la fuerza en lo
que yo después había de obra.
Justo, porque si la carne arrastrada del torpe apetito fue
la causa de las culpas, ó el apetito arrastrado,
y envuelto en carne, y pensamientos de carne, pagase la
carne en mi vuestras culpas; y tomando vuestra carne, hecho
yo hombre por vosotros, padeciese mi carne lo que pecó
vuestra carne, y mis penas fuesen medicina, y remedio á
vuestras culpas, y mi Pasión os diese luz, y desterrase
á vuestras pasiones, y que todos aquellos que me
siguen fuesen, dando complemento á mi Pasión,
logrando ellos lo que he trabajado: y que pues yo les di
el mérito, me diesen la imitación: y que entre
las almas, y yo se consumase la redención de las
almas, y yo dando la gracia, el valor, el esfuerzo, los
auxilios, los socorros, y el merito; pero ellos la obediencia,
la imitación, y el rendirse á mis preceptos,
y el seguir mis consejos, para poder guardar con perfección
mis divinos Mandamientos. Finalmente, justamente condené
á penas al apetito, y la carne que causaba tantas
culpas, pues justo es que pague en penas la ruina que al
alma causaba en culpas; y que pues pecó el apetito,
y la carne, sea la castigada la carne, y enfrenado, mortificado,
y refrenado el apetito.
Razonable es también este camino. Porque si el apetito,
y la carne fueron la perdición de las almas; no era
razonable, ni conveniente, que mandase en ella la carne,
ni el apetito: pues claro está que por los contrarios
medios que se pierde un Reino, se ha de venir á ganar:
y si lo perdieron los vicios, y la relajación, la
omisión, el descuido, la pereza, y cobardía,
lo ha de cobrar, y recobrar el valor, la constancia, la
diligencia, la pericia militar. Es menester mudar gobierno
en las cosas, ó modo de gobernar, para gobernar lo
perdido.
Mudé gobierno en las almas, para cobrar á
las almas; las destruía el apetito, que traía
arrastrada, y a sus pies á la razón: el apetito
engañaba, adormecía, entorpecía al
alma con los vicios. Entregue el cetro a la razón,
y quítelo al apetito, y con mi luz superior la alumbré,
y con el calor de mi espíritu la conforté,
para que rindiendo á este furioso enemigo, se introdujesen
en el alma las virtudes, y al mismo tiempo, y con eso se
desterrasen de ella las pasiones, y los vicios, y que si
cobraron fuerzas la carne, y las pasiones, con darle cuanto
pedía el apetito, y gobernase por él, y con
eso oprimía, y oscurecía a la razón,
y la cautivaba, y ausentaba del alma cobrasen, por mis méritos,
y penas, fuerzas el espíritu, y la parte superior,
y fuese alumbrada, y confortada, para que domase la carne
con la mortificación, con la penitencia, el dolor,
y contrición, y con eso entrase mi gracia, y la vistiese
de gracia, para que sujetase, desterrase de esta suerte
las pasiones que la traían perdida; con la cual,
y con la abnegación de su amor propio entrase mi
amor, y la calentase y caldease, y encendiese en mi caridad,
y amor y con ella, y con él fe gobernase por el.
Ves, Philotéa, como todo esto es justo, y muy razonable?
También este camino, sobe justo y razonable es honesto
porque el apetito, y la carne desde la primera prevaricación,
y culpa, siempre persuade al alma a lo peor porque aquella
primera herida, o aquella antigua, y primera raíz,
y fomento del pecado retoñece en todos los hijos
del viejo Adán; y así está el alma
inclinada, declinada, y torcida a lo peor, y busca gustos,
deleites, recreaciones, y conteneos, aunque sea desviándose
de aquella suprema regla de lo santo, y honesto que tienen
en los Mandamientos Divinos; de suerte, que la ambición
por crecer no repara en ofender la justa moderación:
la soberbia, por subir, no repara en ofender la humildad:
la lujuria, por ocuparse en torpezas, no repara en pisar
la castidad: la codicia rompe por lo ajeno, y lo roba, solo
por hacerlo propio: con que con rendir yo, como rendí
con mi gracia, y por mis penas al apetito, quítele
al demonio su imperio dándolo a la razón,
la llene de luces, y auxilios míos, y templé
este seminario, de pasiones, y de vicios, insolencias, injusticias,
fealdades, maldiciones, homicidios, robos. Porque la razón
que manda al alma, se gobierna por mi Ley, y por mi voluntad;
y yo la gobierno a ella, y aborrece lo malo, y sigue lo
bueno, y promueve lo mejor, y huye el alma del vicio, y
sigue la virtud, y ejercita las virtudes y finalmente, obra
en todo lo tanto, bueno, y honesto, porque la gobierno yo.
Propone otras dudas Philotea, con el recelo de entrar en el camino de la Cruz, y se las desata el Señor, y la anima con la suavidad, y dulzura del camino.
Grande consuelo recibía el alma de Philotéa
con las dulces razones, y palabras del Señor, y con
ver, y sentir tan clara luz, y conocimiento en sus dudas.
Pero eran tan grandes sus temores, y el horror que le habían
causado el ver tantas Cruces, penas, y desabrimientos en
aquel monte, y camino que le mostró el Señor
para guiarla, y encaminarla,, y miedo que tenia de andar,
y entrar en el desabrido de la Cruz, y traerla sobre sus
hombros, que aunque la verdad, y luz de la doctrina la convenció,
todavía el rigor, y aspereza del camino, y de la
Cruz la espantaba. Y como el Señor le declaró
lo nuevo, lo justo, y lo razonable, y lo honesto del camino,
y no le dijo cosa de lo fácil y de lo dulce, de lo
suave que había propuesto en el, Philotéa,
que en lo honesto, razonable, y justo, amaba mas lo suave,
y lo dulce, y fácil, no olvidada de esta dulce suave,
y fácil proposición, dijo al Señor.
Grande gozo, ó eterno bien de las almas ha recibido
la mía, de haberme manifestado con tan grande claridad
lo justo, lo razonable, lo honesto de esté camino;
y reconozco ya la conveniencia que tiene el seguiros con
la Cruz sobre los hombros. Honesto es, y llena de honestidad;
justo, y llena de justicia: razonable, y encamina, y contiene
en la razón: ya he llegado á entender, que
la Cruz es la vara de la divina justicia, que da a las almas.
Justicia es él cetro de la razón, que pone
a las almas en razón, es la medida de lo santo, y
razonable, que hace que vivan con razón, regla, y,
medida es la puente por donde de esta vida se llega á
la eterna vida; pero este camino justo, santo y razonable,
dádmelo fácil, Señor, Dadme con lo
útil lo suave, dadme dulce lo mismo que dais honesto;
dadme con lo razonable lo agradable. Queréis vos
que me persuada, o bien eterno, que el penar es descansar?
Que crea, que deja de ser el sudor fatiga, la penitencia
dolor? Que dejen de ser las penas congoja, y tribulación?
Veo subir reventando por lo áspero de este monte
a aquellos que van venciendo con dificultad la cuesta; veo
que caminan entre penas, y suspiros, lagrimas, sangre, y
dolor: a este llamaré camino, suave, y fácil,
Útil, si: honesto, y razonable, convenirte, pero,
fácil, y suave, eso no.
Y si no es fácil, Dios mío, yo flaca, y débil,
y delicada, que he de hacer? Como he de andar penando, y
padeciendo por camino, sobre desviado, duro? Como es posible,
que os sigan en Cruz hombros flacos, que no conocieron Cruz?
Qué me importa lo honesto, que deseo apetecer, lo
razonable, que deseo imitar, lo justo, que debo obrar, si
me falta lo posible, y para hacer lo posible, me falta lo
dulce, y fácil? Serviriame de tanto mayor pena, y
desconsuelo la Cruz, cuanto no me entretiene el engaño,
antes veo el bien, y no lo sigo, porque es dificultoso seguirlo.
Veo mí utilidad, y la conozco; y porque no la puedo
(por su aspereza) seguir no la puedo conseguir. O Señor
haced fácil lo honesto! Haced suave lo razonable,
y haced dulce lo que es justo, y razonable, y honesto.
O hijos de Adán, respondió el Señor
á Philotea, duros, y fuertes de corazón! Siempre
declináis a la siniestra, y huís por lo dulce
de lo honesto, y volvéis las espaldas á lo
santo por lo fácil. Huís mis caminos por seguir
los vuestros, más despeñaderos, que caminos.
Lo primero, Philotéa, quien te, ha dicho que cuando
el seguirme, y servirme no tuviera facilidad no habíais
de emprender este camino, y vencer toda su dificultad? Por
qué no ha de costar dificultad el alcanzar eterna
corona, y gloria? ¿Os he de dar dado el Cielo, cuando
compráis a tan caro precio el suelo, y los bienes
de la tierra? Por ventura merece menos el gozarme eternamente,
que el gozar vosotros en el mundo vuestros deleites, gozos
momentáneos, ligeros? Dado el Cielo, á caro
preció la tierra! Para conseguir esto momentáneo
temporal padecéis innumerables tormentos, suspensiones,
aflicciones, persecuciones, afrentas, y huís de padecer,
para conseguir gozos, que nunca se acaban? Qué locura
es esta, Philotéa? tanto animo, y aliento para arrojaros
a las penas del Infierno por un deleite apenas conseguido
por un puesto, una honra apenas alcanzada, y ya desaparecida;
y tanta cobardía, y desaliento para conseguir la
Gloria? Que desatino no es el padecer tanto como padecéis
para condenaros, y no querer padecer tanto menores penas
por salvaros? Cuando yo os pidiera penas sin consuelo, y
dolores sin alivio por la Gloria, no os la daba muy barata?
Por ventura, no merece el gozar eterno tiempo el padecer
poco tiempo? Inmenso peso de Gloria no merecerán
siquiera ligeras, y breves penas? será mejor lo que
hacéis, penar por gozar aquí, y apenas llega
con el penar el gozar, cuando se acaba el gozar, y se comienza
eternamente á penar?
Afligiese Philotéa, recelando el enojo del Señor y su Divina Majestad la consuela, y enseña el origen del camino de la Cruz.
Viendo Philotéa, que parecía que se enojaba
el Señor, y que se volvía severidad, y celo
su blandura, y rigor su suavidad, le dijo, Señor,
eso es evidente; he hablado, no como flaca, sino como la
misma flaqueza, y debilidad. Locos somos, ciegos, Jesus
mío, estamos; pero, Señor, ya que no podemos
como flacos ir a Vos, venid á nosotros Vos, fortaleza
de los flacos. No puede nuestra flaqueza seguir vuestra
fortaleza, venga vuestra fortaleza á animar nuestra
flaqueza; no puede el niño ponerse en la proporción
del Profeta, para ser resucitado; hágase niño
el Profeta, y proporciónese al niño, y cobrará
vida el niño, por la virtud del Profeta.
Asi es como decís, pero, todo cuanto habéis
probado, ó Bien eterno: convence, que es justísimo
el padecer por la gloria, y por seguiros, pues el seguiros
es gloria; pero no probáis con eso que os seguimos,
y conseguimos sin padecer, ni que es fácil el seguiros
padeciendo, ni que os seguimos gozando. Y así señor,
todo eso es probar lo justo, mas no lo dulce, y suave. Es
probar que es justo vencer la dificultad, pero no mostrar
la facilidad; y yo bien veo, Señor, que es justísimo
el padecer para buscaros, y hallaros, y gozaros, y que cuanto
padecen los Santos en esta vida de penas, y los perdidos
en una vida de culpas, y los condenados en un infierno de
culpas, y de penas, es ligero padecer, si hubiera de ser
precio de tan grande bien, y con él se comprase el
gozaros, y alabaros eternamente en la Gloria.
Mas, Señor, yo flaca, pobre de virtud, y de fuerzas,
¿cómo hallaré, y juntaré el
caudal penoso, y duro de este precio, cuando me siento sin
fuerzas para las penas? Dadme, Señor, un camino tolerable.
Yo amo la Cruz, y la adoro, y la reverencio; pero traerla
en los hombros, y romper por asperezas, y vencer dificultades,
para mí lo tengo por imposible. Si solo buscando
la Cruz sin Cruz, habéis visto, Señor mío,
que me he perdido en el camino, y que ya fatigada de mi
Cruz, no podía tolerar la Cruz de haberme perdido
por lo llano, por lo ameno del camino; ¿como podré
caminar con Cruz por lo áspero de ese monte, por
lo siniestro de esa cuesta? Haced para mí otro camino
Señor, que os siga, y sea sin Cruz.
Compadecido el Señor de Philotéa, le dijo:
Anímate, Philotéa, que aunque no es razón
hacer otro camino para ti del que he hecho para mi Madre,
mis Apóstoles, y todos los demás Santos, y
para toda la Iglesia, que es el real, y seguro de la Cruz,
que yo por mi mismo y con mi Sangre he formado, y afirmado,
y confirmado: yo seré su compañía,
y su guía, y socorro, y con eso no tienes que recelar
el camino. Yo seré todo tu esfuerzo, y constancia,
y haré que mi gracia, dé tal ánimo
a tu espiritu, y flaqueza, y tales fuerzas, que puedas llevarla
sobre los hombros con valor, y fortaleza.
Entonces Philotéa, temiendo que ya le ponía
Señor la Cruz en los hombros, le replico: Señor,
bien podéis cuanto queréis, bien podéis
hacer camino al Cielo sin Cruz. Nada hay a vos limitado,
ni tiene termino vuestro poder. Mirad que me faltan fuerzas
para padecer tantas penas, como me amenazan en esta senda
asperísima, y que no podré llevar vuestra
Cruz fin caer, y descaecer. Pues me dijisteis al acreditar
el camino de la Cruz, que era fácil y suave mostradme
primero la suavidad, y facilidad antes que con la experiencia
vea su dificultad. Dulce, y recto es el Señor, nos
dice vuestro Profeta, mostradme lo dulce antes que llegue
á lo recto. Vuestro yugo es suave, y vuestra carga
ligera, mostradme lo ligero, y lo suave antes de ponerme
el yugo, que a. mí me parece grave. Más fácilmente
sigue la voluntad convencida, y alumbrada por la luz que
dais al entendimiento: no os canséis, Dios mío,
de sufrirme, y enseñarme, pues no os cansasteis de
penar al redimirme.
Habreme de conformar, o Philotéa, contigo, pues tu
no quieres conformarte humildemente conmigo. Yo te probaré
primero con el discurso, y después con la autoridad,
y ejemplo la facilidad, y suavidad del camino de la Cruz.
Es bien que enciendas, Philotéa, que luego que el
primer hombre, como te he dicho, desamparó la inocencia
original con la culpa, y trasgresión del precepto,
se desnudo de la túnica que tenia vestida de mi gracia,
y se vistió de las pieles de muerte, que tuvo luego
presente, y así fue forzoso, que deudor por tan graves
culpas, lo fuese también de penas. Por que al delito
sucedió inmediatamente la sentencia, a la sentencia
el castigo, al castigo las penas que dio la misma sentencia.
Pecó el hombre, pene el hombre: ofendió a
su Criador, padezca la criatura, y pague la culpa con que
se atrevió á ofender su Criador; estimando
su gusto, y apetito perdió a Dios, pues sea castigado
el hombre que dejó á Dios, por seguir torpemente
su apetito. Todas las criaturas le obedecían, porque
él obedecía Criador de todas las criaturas,
pues todas las criaturas se le rebelen, pues él se
rebeló al Señor de todas las criaturas.
Desde entonces sintió la carne flaqueza, y huyó
del alma la fortaleza. Desde entonces los elementos son
pena al hombre, que eran antes toda su recreación.
Desde entonces, desterrado de la patria, comenzó
a padecer las injurias, y pobreza del destierro. Pidió
al sudor su sustento, por que sin él no quiso darlo
la tierra: los dolores, y las penas, y tribulaciones le
acompañan, y en medio de los gustos, que busca el
apetito, halla tantos desabrimientos, y disgustos, que vencen
aquellos gustos por que anhela su apetito.
De aquí resulta, Philotéa, que el penar acompaña
á la vida con una natural necesidad, como al vivir
el alentar, y el gemir, y el suspirar, con lo cual desde
el nacer al morir todo es penar. Pinta los mayores gustos,
imagina los mayores deleites, contentos, recreaciones, aunque
sean con mis ofensas, y aunque las solicites sin cuidar
de mi Ley, ni de la gloría que perdéis, ni
del infierno a donde vais: que en estos gustos, o antes
de ellos, ó después de ellos, o en ellos habéis
de padecer tantas penas, y disgustos, que en pesando con
justa balanza estas, y aquellas, hallareis, que sobreponen
los disgustos a los gustos. De suerte, que en esta vida
se ha de padecer, ó siguiéndome, ó
persiguiéndome: se ha de padecer, ó venciendo
con la Cruz el camino de la Cruz, ó siguiendo otro
camino, sin Cruz; pero con más duras Cruces que os
llevan, y precipitan por el deleite al Infierno.
Entonces Philotea dijo: Señor, creo (pues e que lo
decís) que se padece en lo vano mucho mas que no
en lo bueno pero qué es la razón por que los
hombres escogen el padecer para padecer, y no escogen padecer
mucho menos por gozar? Por qué escogen penar en esta
vida, huyendo de la Cruz, á eterno tormento, y pena,
no eligiendo por la Cruz, y con la Cruz una pena moderada,
para alcanzar eterno contento, y gloria?
Porque escogen como hombres, dijo el Señor, y porque
ciegos, y mal inclinados Quieren los gustos presentes con
tan terrible pensión, y no los que les prometo yo
con muchas menos pensiones: locos, y desconconfiados viven
con lo que ven; pero no con lo que creen. Creen que hay
Cielo, mas no lo ven: ven que hay gozos en el mundo, aunque
con pena, y desabrimiento, y quieren mas breves gozos con
este desabrimiento, amenazados de eterno desabrimiento,
y tormento, que no ven, que eterno gozo, y contento: esto
visible es Philotéa, enemigo de lo eterno, e invisible:
esto visible arrastra á los mortales, y los lleva
a penas, y tormentos inmortales.
O Señor! dijo Philotea, y qué terrible engaño,
y locura, y maldad! sin duda es falta de lo eterno lo que
lleva a las almas al infierno: libradme, Señor, de
esta horrible, y terrible ceguedad.
Eso es, dijo el Señor, lo que solicito, Philotéa,
con poner sobre tus hombros la Cruz, y tu no quieres entrar
en su camino, ni por camino, sino andar perdida, sin luz,
y sin Cruz, y sin camino.
Vuelve Philotéa a asegurarse con diversas preguntas, en el camino Real de la Cruz, antes de seguirlo, y el Señor la va alumbrando.
Viéndose Philotéa concluida con la razón
de el Señor, le pareció, (vencida la luz del
entendimiento, rehusando la voluntad flaca de abrazo; el
camino de la Cruz; declinar la platica hacia otro lado;
y así le dijo al Señor:
Proseguid, si sois servido, ó Maestro soberano! lo
que ofrecisteis; enseñadme como es posible que sea
fácil, y 1o que es mas, que sea dulce, y suave el
camino de la, Cruz, que á vos costo tantas, penas.
¿Aquellas Cruces grandísimas, que estoy viendo
en este monte, con que suben aquellos seguidores de la Cruz,
no es forzoso que opriman sus debilitados hombros? si vos,
Señor, al llevar la Cruz en que padecisteis, caísteis
algunas veces con ella, qué harán ellos? Qué
haré yo? La Cruz que oprime al gigante y cómo
oprimirá al enano? la Cruz que oprime á los
hombro: Divinos, como podrán llevar sobre sí
los flacos, y los débiles, y humanos? Seguid, dulce
Señor, el discurso con que me vais enseñando,
que he menester mucho esfuerzo para poder tolerar el durísimo,
y asperísimo camino de la Cruz.
Ya te he dicho, Philotea, que desde que el hombre con el
pecado echó sobre sí las culpas, Dios justamente
echó sobre sus hombros las penas. Porque así
como peco se hizo reo y deudor él, y todos sus descendientes
de este debito mortal y no solo lo pagó Adán,
y Eva, que son los que contrajeron esta deuda, sino que
lo esta lastando, y satisfaciendo toda su posteridad, sin
que haya habido mas que dos almas en el mundo, que hayan
dejado de contraerla, y de vestirse este feo, y afrentoso
laberinto, que fueron la mía, por estar unida mi
persona Divina a la naturaleza humana, y la de mi Madre,
porque yo quise eximirla de la culpa, por privilegio admirable,
reservando virgen su alma, sin que la tocase el original
contagio; y su cuerpo conservando intacta, su admirable
pureza, y virginidad. Todos los demás han sido reos
de aquel primero delito, heredando con la naturaleza aquella
original culpa, en su mala condenada, como la sangre villana,
o servil, que siempre en sus succesiones hereda el ser tributaria,
y va con la descendencia.
Y es bien que adviertas, que aun yo siendo Dios, y mi Madre,
habiéndola hecho mi Madre, y por serlo dadole rarísimas
preeminencias, y excelencias, aunque fuimos exentos de la
culpa de Adán, que no cabía en la Esencia
de ni bondad infinita, ni en la decencia, y Majestad que
se debía al ser Soberano de mi Madre, pero con todo
eso tome y sobre mí, y mi Madre sobre sí el
yugo, y peso de las penas, que causo aquella original culpa,
y con la vestidura, y naturaleza de Adán, cargue
con todas sus penas, y dejé que fuese pasible mi
carne, y la de mi Madre; antes bien quise que fuese pasible
la mía, porque la recibí pasible desde el
vientre de mi Madre; y no solo hemos padecido aquellas penas,
que yo por mi amor apliqué á vuestra redención,
y mayores de las que hubo menester vuestra misma redención;
porque las que bastaban para vuestro remedio, no bastaron
para la fineza de mi amor, sino que naturalmente mi Madre
padecía las injurias de los tiempos, como las demás
personas, y yo padecí todo y lo que va envuelto,
y es propio de una persona pasible, mortal, y humana. Porque
hacerme hombre, y hijo de Adán, fue hacerme pasible,
y traer sobre mí las penas del viejo Adán,
y de las dos partes del primero hombre, ya que no fue compatible
con mi bondad infinita, y la participada de mi Madre, el
incurrir en las culpas; me rendí á lo compasible,
que es tomar sobre mis hombros las penas.
Siendo, pues, cierto Philotea, que ser hombre, y padecer
es todo uno, y que no hay, ni ha habido hombre desde Adán,
ni lo ha de haber, que no haya padecido, y que esto que
es padecer, es una penalidad necesaria del vivir; por qué
Philotea, temes tanto padecer la Cruz, si has de padecer
sin Cruz? por qué no quieres padecer, y traer sobre
tus hombros mi Cruz, si has de padecer, sin traer sobre
tus hombros la Cruz? Porqué no quieres padecer por
mí, si has de padecer por ti? Si has de padecer huyendo
fugitiva de la Cruz, por qué no quieres padecer conmigo,
siguiéndome con la Cruz? Si has de padecer sin Cruz
entre afrentas, y deshonras; por qué no quieres padecer
con Cruz entre trofeos, y glorias? Si has de padecer en
un cadalso infame, afrentada; por que no en mi Cruz, favorecida,
y honrada? Si con los malos, infames, y pecadores, por qué
no con los buenos, con los justos, y los Santos? Si has
de padecer ofendiéndome y por que no has de padecer
sirviéndome, y agradándome? Si has de padecer
y para padecer eternas penas, y inacabables tormentos, por
qué no has de padecer por gozar eterna gloria, y
inacabables contentos? ¿Hay elección racional,
o Philotéa, que escoja por breves gustos penas inmortales,
y mortales? Inmortales en el tiempo y mortales en la pena
que esto se elija volviendo las espaldas á gloria;
eterna por no padeces penas transitorias, y brevemente mortales?
Mira a cuantos han padecido sin mí, ó contra
mí y mira á cuantos han padecido por mí,
y conmigo. Mira á Caín, que padeció
contra mí, (y grosero labrador, mal hijo, y cruel
hermano, hizo cabeza á los malditos y condenados
de vuestra generación) ¿cuanto padeció
viviendo fugitivo por el mundo? cuánto padeció
pecando? Cuánto padeció muriendo? Cuánto
padeció, y padecerá en el infierno penando?
Mira por el contrario á su hermano Abel, buen Pastor,
humilde hijo, y obediente a sus padres, sencillo, y virtuoso
hermano, con qué breves penas configuro el ser imagen
en la inocencia, y por serlo, coronarle en la bienaventuranza?
A este respecto desde aquella virtud primitiva, y desde
aquel primero delito, y atrocidad, registra, Philotéa,
todas las generaciones, no verás fino penas sin Cruz
en los malos, penas con Cruz en los buenos: A las penas,
sin Cruz, de los malos, se sigue eterno tormento, y pena;
y a las penas, con Cruz, de los buenos, se sigue eterna
corona, y gloria : ¿Pues quien es tan de bronce en
el sentir, Philotea, quien tan bruto al discurrir, que elija
penar sin Cruz y para padecer eternamente y no elija penar
con Cruz, para gozar eternamente.
Reconoce Philotéa la fuerza de el discurso del Señor, y todavía le replica su flaqueza, rehusando tomar sobre sus hombros la Cruz.
Señor, dijo Philotéa, convence claramente
ese discurso, y es como vuestro, celestial; pero con eso,
gloria eterna, probáis lo justo del padecer que Vos
decís, pero no lo fácil, y suave de el padecer,
que yo os pido. Convencido esta, Dios mío, mi entendimiento
a la conveniencia de la Cruz; pero no con eso se convence
mi flaqueza, para poderla llevar y Vos, piedad infinita,
no solo no me habéis de cargar con lo justo, sino
darme lo suave, dulce, moderada, y fácil.
Yo, Señor, estoy pesando esta carga, y probando si
la he de poder llevar. Temo esta Cruz, para levantarla del
suelo, ó por decirlo mejor, de el Cielo de esas soberanas
manos, y no puedo con tanto peso, Señor: mirad vos
como ha de ser.
¿Quién ha de llevar sobre sus hombros una
Cruz tan terrible, larga, y pesada, como aquella, que estoy
viendo en aquel Religioso, que va venciendo la cuesta de
aquel monte? Quien ha de poder traer la de aquel Sacerdote
honesto, que ya dos veces caído se ha levantado á
proseguir su camino? Yo, Señor, bien confieso, que
es la Cruz santa, y buena, y necesaria, y conveniente, y
mejor que las penas que padecemos sin Cruz en este mundo
de penas; pero vos piadosísimo Señor, esto
bueno hacedlo fácil; esto santo, y meritorio, hacedlo
suave y dulce. ¿Que importa que sea bueno, si el
remedio es tan amargo, y doloroso, qué no se puede
tragar? Estómagos hay tan flacos que no pueden tolerar
la amargura de la purga saludable y la vuelven, y la arrojan,
y con ella su salud. Cargarme de mucho oro es gran merced
; pero tanto podéis darme, con condición que
lo lleve sobre mí, que me oprima, y me derribe. Mucho
oro, y mucho merecimiento, y mucha virtud es la de vuestra
santa Cruz pero estoy temiendo, Señor mío,
que tanta carga de lo bueno, y lo precioso no oprima mis
flacos hombros y me sea insoportable, y con eso sea imposible
el caminar con lo bueno, por ser, tan penoso y desabrido.
Y yo no digo Señor, que no penan los malos, pero
penan mas fácilmente, que los buenos, porque los
malos penan gozando, pero los buenos sin gozar, penan penando
al penar. De los malos el penar, es siguiendo el curso,
y carrera natural de sus inclinaciones; pero el penar de
los buenos es venciendo y luchando contra sus inclinaciones
Los buenos penan subiendo: los malos penan bajando. Detente,
dijo el Señor, detente Philotéa en tu discurso
porque la fuerza de la natural razón, que he sellado
en vuestras almas te ha llevado á la verdad. Es cierto
lo que tu dices, que los malos penan descendiendo, los buenos
penan subiendo, pero con lo que penan los malos bajando,
a donde bajan? al infierno. Y con lo que penan subiendo
los buenos, a dónde suben al Cielo. Pues cómo,
Philotea, te atreves á seguir un discurso tan necio,
y desatinado Cómo te atreves á alabar, ó
abrazar esta facilidad de bajar, precipitarse, y caer? La
facilidad, y suavidad de ir al suplicio, y a la pena, y
al castigo, tienes por apetecible? Lo que mas ligeramente
te lleva a eternos tormentos, tienes, Philotéa, por
amable El que, estuviese, en la cárcel, para salir
al suplicio, si hubiera de ir a caballo, y la desesperación
no gobernase su discurso, ¿en qué querría
ir a la horca ó al cuchillo, en un animal tardo,
y lento, o en un ligero caballo? Mira tu cuanto de sea el
enfermo detenerse en el camino, por no llegar á morir.
Mira cuanto procura asirse de la aldabas frágiles
de los remedios inciertos de la vida, por no llegar á
la muerte. ¿Será felicidad del enfermo, que
corra acelerado á fu fin?
La mayor ruina, perdición de los malos es la facilidad
de los gustos, la suavidad de las culpas, él engaño
de las penas el correr cuesta abajo al caminar, agua abajo
al navegar, hasta llegar por breves gustos, con penas y
con disgustos acelerados á aquellas eternas penas
del infierno, que son inacabables disgustos.
Mejor les estuviera hallar la dificultad al caminar, que
caminar ligeramente al penar, y al pecar. Mejor les estuviera
caminar torpemente al acabar, que por vivir torpemente,
caminar fácil, y ligeramente a padecer, y penar eternamente.
Esa facilidad, Philotéa, es su ruina por que de la
manera que el peñasco desasido de la eminencia del
monte, fácilmente llega al centro: y de la manera
que el al hombre precipitado de un alto risco, fácilmente
se despedaza, y llega muerto, y dividido en pedazos al fin
de su carrera, y su vida: y de la manera, que al que suelta
el verdugo de lo alto de la horca, fácilmente queda
pendiente de su castigo, y cordel ; así, Philotéa,
fácilmente padecen los malos penas muy aceleradas,
y eternas, envueltas en facilísimas culpas, y padecen
fácilmente lo que tan fácil, y justamente
han de penar eternidades de siglos con intolerables peñas.
Vuelve Philotéa a hacer nuevas Instancias al Señor, sobre que le haga suave el camino de la Cruz, y el Señor la satisface a sus dudas.
Señor, dijo Philotéa, pues vos inclinasteis
vuestros oídos, y los Cielos a mis quejas, inclinad
vuestra paciencia a mis importunidades. Bien veo, Señor
mío, que esa facilidad de pecar, y padecer en los
malos, es toda su perdición: porque bien cierto es,
que caminar con pies ligeros a la culpa, es caminar con
pies mas ligeros al castigo, y caminar con pies ligeros
pecando a las culpas, y á las penas temporales, es
caminar con pies ligeros a las eternas.
Pero, Señor, en mi ignorancia nace mi argumento,
donde acaba vuestra solución. Porque si tan malo
es, Señor mío, caminar ligeramente á
lo malo, claro esta, que no será bueno caminar pesadamente
a lo bueno; si el caminar á la culpa con tanta facilidad
es malísimo; el caminar con pasos can pesados, y
con tantos impedimentos, lazos, embarazos, y Cruces para
seguiros, no parece que es posible, que sea bonísimo
sobre no ser suavísimo. ¿Para qué,
Señor, cargáis de peso á los que os
siguen, y os buscan? Por qué hacéis que suban
por asperezas, y venzan dificultades? Por que sobre ser
tan áspera cuesta la que vencen al buscaros, y tan
fragoso monte el que pisan al seguiros, los cargáis
de mas á mas de la Cruz, y esta tan grande, que solo
el verla atribula? No es mejor que por camino llano, y fácil,
sueltos, y ligeros o sigan, busquen, y sirvan? No es mejor
que cuesta abajo lleguen con velocidad a seguiros, a serviros,
y adoraros? Yo flaca, y pobre de espiritu, y de virtud,
llena de debilidad, si no puedo con el camino áspero,
y cuesta arriba; podré con la Cruz; con su peso,
y el camino?
Tu daño respondió el Señor, Philotéa,
de no percibir, y amar el camino de la Cruz, se origina
de que no enciendes este misterio inefable, y admirable,
y por eso no penetras su camino: con eso no conoces cuanto
se abrevia, ni como se anda por él. Este daño
nace de otro principio infeliz qué hay en ti, y que
toqué arriba, que es gobernarte por lo visible, y
olvidar lo invisible, que es abrazar la apariencia, y volver
las espaldas a la verdad, y sustancia.
Miras, Philotéa, con antojos, y sin ojos lo cierto,
y lo verdadero, por tener sobre tus ojos lo aparente, vano
y falso de estos carnales antojos, y dé la manera
que el que mira con unos antojos de vidrio azul, o verde,
cuando mira le parece del color que tiene el vidrio, y no
del que tienen las cosas que esta mirando; así tu,
Philotea, que estas mirando las cosas espirituales con antojos
de mundo, debilidad, y flaqueza de engaño, y carne,
no penetras, ni entiendes, ni percibes el cariño
de la Cruz.
Tu temes aquellas Cruces grandes, que traen sobre sí
mis siervos, subiendo por aquel monte; y las que tu tienes
por peso, tienen ellos por alivio. Tú las tienes
por pesadas, ellos las tienen por alegres, por fáciles,
y ligeras. Aquel que a ti ce parece peso, que es la Cruz,
es el alivio de aquel peso. Las plumas de las aves? que
es su peso, son su ligereza, y vuelo. Las velas del Navio,
que es su peso, son todo su movimiento. El cochero, que
parece que oprime, es quien guía la carroza. No sabes,
Philotéa, de lo bueno, y de lo santo, y así
gobiernas lo bueno, y tanto con las reglas de lo vano, y
engañoso: y no es posible que con discursos tan va
nos ajustes, midas, ni entiendas reglas de espíritu
y de verdad.
No ves, simple Philotea, en tu engaño el desengaño?
En eso mismo que estas mirando, no vez, que los de las Cruces
grandes caminan aprisa, que los otros? No ves, que los de
las Cruces, que a ti te parece mas pesadas las traen ellos
como si fueran ligeras? No ves y que los de las Cruces mayores
ayudan á seguir, y a traer su Cruz los que las traen
menores? No ves, que los que traen los pies descalzos pisan
mas animosa, y determinadamente los abrojos, las espinas,
y asperezas No ves, que los mas desnudos padecen el frió
con alegría, cuando penan los vestidos? No ves aquel
siervo mío, que trae aquella Cruz pesadísima,
que á tus ojos es de plomo, con qué alegría,
y gozo, y facilidad sube la cuesta ligero, como si fuese
de corcho? otro que según su debilidad lleva aquella
Cruz de paja, da sus pasos reventando, y apenas puede con
ellas.
Es posible, Philotea, que este milagro exterior que ves
no te guía á conocer la virtud interior, superior
que no ves? percibes, no conoces, que la virtud de la Cruz,
y su misterio tiene dentro de sí tal virtud, y tal
misterio, que del peso hace suavidad, y facilidad, y gozo?
Y que cuanto mas pesa, mas alivia; cuanto mas oprime, mas
recrea, cuanto mas parece que dificulta, tanto mas suaviza,
y facilita?
¿Quien ha llevado, ni ha traído en sus hombros
mayor Cruz que yo? Cuya Cruz no hubo, ni hay, ni habrá
quien pueda echarla sobre los hombros, ni todos los hombros
juntos de los Santos, ni los de la Reina coronada de los
Santos basta para tanto peso: y todavía yo con esta
Cruz doy fuerzas, y virtud, y esfuerzo, para que todos,
y cada uno pueda traer sobre sus hombros su Cruz, y si yo
no la hubiera traído sobre mí, no hubiera
quien pudiera seguirme, ni servirme con su Cruz. Ves como
las Cruces mayores, no solo dan socorro á los hombros
que las traen, sino dulzuras, suavidad, y fuerza, tal, que
les sobra para darla a los que las traen menores.
Quién trajo mayor Cruz sobre sus hombros, que mi
Madre? pues trajo siempre tanta parte de mi Cruz, que no
ha habido hombros, que tanto trajesen de ella, y sobre eso
el cuchillo de Simeón lo tuvo siempre atravesado
en su corazón tiernísimo. Mira ahora quien
os ayuda á llevar vuestra Cruz, ni quién ayudo
a los Apóstoles á traerla, sino mi Madre con
su ejemplo, con su doctrina, constancia, fortaleza, direcciones,
y consejos?
Pedro mi Vicario, y los Apóstoles no han sido los
mayores, y mejores seguidores de mi Cruz? No son, Philotéa
los que después de mi, y con mi Madre trajeron las
mas grandes, y penosas Cruces? Ha habido otros que las trajesen
mayores? pues dime, estos de las grandes Cruces no fueron
los Capitanes valerosos de la Cruz? Estos de las Cruces
mayores, no fueron los que animaron á que los demás
pudiesen traer las menores? Luego no has de medir, Philotéa,
el peso de la Cruz, por lo aparente sino por lo substancial,
y subsistente. Luego no has de medir la Cruz por el cuerpo,
y apariencia de su peso, sino por el alma, y por la fuerza
de la gracia, y el socorro. Luego en el camino de la Cruz,
la Cruz menor es mayor, y la mayor es menor.
Dime ahora, Philotéa, si te pusiese yo acuestas un
monee en forma de Cruz, y yo mismo aplicase un dedo de mi
omnipotencia, para traer ese monte en peso, de suerte, que
apenas tocase sino muy ligeramente en tus hombros; no es
cierto, que no solo lo traerías, sino que correrías,
y volarías con él? claro está: porque
el que es pesado, y aun imposible en los hombros, sin socorro,
es con el socorro ligero; y por el contrario: si te pusiese
en los hombros una Cruz de dos arrobas, y no aplicase mi
socorro á su peso, y tu trabajo, podías andar
con ella? No por cierto. Pues si traigo yo con mi gracia
la mayor parte del peso, qué le queda al que trae
el corto pelo, sino el mérito, el deseo, y el ansia
de traer el peso sobre sus hombros?
No has visto, Philotéa, algunas piedras muy grandes,
que llaman pomiz, y otras que arrojan los volcanes sobre
los montes vecinos, vacías de humedad, porque el
fuego la consumió, las cuales espantan antes de tomarlas
en las manos, y luego apenas pesan en ellas? Pues así
son las Cruces, que te parecen muy grandes; á las
cuales el volcán de mi amor, y caridad quitó
lo grave, y pesado que les causaba el peso, y la pesadumbre,
y quedan muy fáciles, y ligeras. Dime: si en unos
hombros muy flacos pusiera una virtud superior, que dañaría
para llevar mucho peso lo exterior de la flaqueza, si lo
animaba una interior fortaleza? No decís, que la
rémora detiene un Navío poderoso? No daña
el cuerpo pequeño del animal para obrar con grande
efecto, si le anima una inmensa virtud interior, y superior?
Dime: si entre dos llevasen una Cruz pesadísima,
que el uno es muy flaco; pero el otro que le ayuda es fortísimo,
y cuanto le falta al flaco suple el fuerte, y fortísimo;
¿qué importaba, ó qué dañaba
la flaqueza del uno, si le suplía la fortaleza del
otro? Tu ves al flaco que trae la Cruz, Philotéa,
pero no ves la virtud secreta que yo le doy, y el espíritu,
y las fuerzas: con eso te admira, y espanta aquello que
ves en lo, exterior, porque no ves lo interior.
Y así, aunque las Cruces grandes sin mí gracia
son pesadas, Philotea, pero con ella, y con mi socorro son
alegres, y ligeras: aunque sin mi ayuda oprimieran vuestros
hombros, y no pudierais traerlas, pero con ella, y con mi
favor son pesadas, para dar su virtud al merecer, y ligeras
al merecer, y penar. Ves como son alas, Philotéa,
al caminar, y volar, las que te parecen Cruces, y grave
peso al subir?
Y tú crees, que pondré mas peso sobre tus
hombros del que tu podrás traer? Crees, que he de
cargar tal Cruz en esté camino sobre tí, que
no pueda traerla tu debilidad, Por ventura yo había
de cargar tus hombros de peso que te fuese intolerable?
Cree, que yo soy fiel, Philotéa. Cree, que quitaré
de la Cruz, o añadiré de las fuerzas y si
quito de su peso, es aliviar a tu flaca naturaleza, y si
añado del socorro, lleva tu peso mi gracia.
¿Qué importa que, quede el cuerpo del peso
en la apariencia, si quito la pesadumbre del peso en la
substancia? Cree, que no hay Medico tan amante de su enfermo,
que así mida, ni pese los adarmes del acíbar,
y lo amargo que puede tolerar en la purga el paladar del
que lo ha de recibir, como yo mido, peso, y proporciono
el peso, y la pesadumbre, hasta lo que puede traer sobre
sus hombros aquel que me sigue en Cruz.
Cree Philotéa, que cuando yo dije: Que el que me
quisiese seguir tomase su Cruz, y me siguiese ya entonces
previne Cruces proporcionadas á todos los hombros,
hombres, y almas que me habían de seguir. ¿Tu
has de pensar, que yo había de haber hecho camino
imposible de seguirme? Vengo del cielo a la tierra, para
llevaros al cielo, ¿y había de hacer camino
para el cielo, que os perdieseis, en la tierra? Cree Philotea,
que si hiciera mas proporción al salvaros, y mejor
disposición para venir a mi gloria el gozar, que
no el penar, os llevara al cielo por el gozar, porque fuerais
mas almas á gozarme eternamente en el cielo, y en
mi gloría, y no al infierno á penar.
Hace Philotea otra instancia al Señor y sobre que le haga otro camino, y no de Cruz, el Señor la desengaña.
Asi como oyó Philotéa, qué dijo el
Señor, que si mas fácilmente se fuera el linaje
humano por gustos, y recreaciones al Cielo, hubiera señalado
su Divina Majestad este camino a las almas, pareciéndole
que había hallado algún consuelo a sus cuidados,
y esperanza á sus deseos, le dijo: Señor,
no se canse vuestra piedad, y mansedumbre de oír
y alumbrar á mi ignorancia.
Yo no digo, Bien eterno, que los gustos de los vicios, ni
los vicios que traen consiga los gustos pueden ser camino
para alcanzaros, ni disposición de seguiros: pues
claro está, que el sumo Bien, que es el sumamente
bueno no se había de alcanzar, ni conseguir con el
sumo mal, que es lo pecaminoso, y malo. Claro esta, que
no es lo mismo seguiros, que perseguiros: claro esta, que
si Vos venís como Dios, y Señor de las virtudes
a enseñar en el mundo, y dar doctrina, y magisterio
de virtudes, para desterrar los vicios, que no era posible
que fuese camino vuestro, ni de seguiros, conseguiros, ni
alcanzaros, y adoraros el de ofenderos. Claro está,
que siendo lo bueno aquella suprema regla que hemos de seguir,
y habiéndonos dado el infinitamente bueno, que sois
Vos á lo bueno, honesto, y santo por regla, no podíamos
seguiros con negarnos á esta regla, y haciendo con
nuestras culpas, y pecados, por los deleites, y gustos,
pedazos (cuanto en nosotros es) esta soberana regla,
Lo que yo digo no es eso, sino que forméis un camino
para mí, ya que no lo queráis conceder á
los demás, que no tenga tanta aspereza, y dureza
como este, santo, penoso, y desabrido de la Cruz; porque
no solo aflige, y oprime seguido, sino que espanta, y atemoriza
pensado, e imaginado.
Y no solo os diría, Señor mío, (con
vuestra santa licencia) que hagáis otro camino, que
no sea de Cruz para mi, sino que hagáis este mismo
para otros, y para mí, porque mi alma desea que tengáis
muchísimos seguidores, y que todos os amen, os sirvan,
os reverencien, os adoren; y por el camino de la Cruz, como
es tan terrible, y áspero, yo no os digo que no os
siguen, y que no merecen mas los que os sirven, y que no
os adoran mas los que os adoran, pero algunos de los que
os siguen dejaran al seguiros el camino, y otros muchísimos,
por verlo tan áspero (ó Bien eterno) no. os
siguen, antes os ofenden, y persiguen. Si Vos para mí,
y para otros como yo, nos hicierais un camino de unas recreaciones
honestas, modestas, no malas, sino recreables, alegres,
regocijadas, sin penitencia, y aspereza, ni interior, ni
exterior, ni ayunos, ni obligaciones, y preceptos de estos
que afligen el cuerpo, por donde cómodamente caminásemos
siguiéndoos; bien cierto es que no era tanta fineza
seguiros de esta manera, como seguiros en Cruz; pero habría
muchísimos que os siguiesen, y como yo deseo que
os sigan tantos, quisiera mas para Vos que para mí,
Señor mío, que hicieseis este camino.
Viendo el Señor, que Philotéa proponía
otro camino que el de la Cruz, para seguirle sin Cruz, y
que con el color, y capa que daba a la caridad, cubría
su imperfección, y amor propio, le respondió:
Philotéa, que como virgen necia, flaca y miserable
discurres! Querías hacer camino para ti, con color
de que lo haces, y lo formas para mí. Ese sería
camino tuyo, y no mío y por tu camino te perdieras,
Philotéa y por mi camino te salvaras, y quieres mas
condenarte en tu camino que no salvarte en el mío?
Qué camino es este que forma tu loca imaginación,
y flaqueza fragilísima? Qué gustos, y recreaciones
esas, que siendo temporales, quieres que las tome en cuenta
de espirituales? Por vivir en gustos, deleites, gozos, y
recreaciones os tengo de dar el Cielo? Ha de ser mérito
para mí lo que es gozo, y gusto corporal para vosotros?
Dareos la gloria porque os holgáis en el mundo? Dareos
gustos eternos, porque gozáis gustos caducos, y temporales?
Qué me dais para que os dé? A qué precio
compráis una gloria eterna? El que compra, algo ha
de dar. Queréis dos glorias, una en el mundo otra
en la Bienaventuranza? Una en el destierro, otra en la Patria?
Una en la tierra, otra en el Cielo? Vine del Cielo á
la tierra a padecer, y vosotros queréis subir de
la tierra al Cielo sin padecer? Vine penando, y queréis
subir gozando?
Y dime, simple Philotea, cómo es posible que holgándoos,
y recreándoos, y no refrenándoos, y no penando,
peleando, y padeciendo al refrenaros, os contengáis
en lo permitido, sin llegar á lo prohibido? Como
es posible, que en una vida alegre, y gustosa, y relajada,
y regalada, pueda contenerse el apetito insolente, naturalmente
inclinado a lo peor, sin llegar de lo relajado honesto,
a lo malo prohibido, y deshonesto? Apenas pueden los Santos
sin soltar la disciplina, y la santa severidad, de la mano,
y el castigo, y la penitencia, y la mortificación
y contener, reprimir, y domar al apetito; y quieres tu seguirme
muy santa por camino de gustos, recreaciones, deleites,
(aunque tu los pintes muy vacíos de pecados, de pasiones,
y de culpas) si en el no te refrenas para seguir mis preceptos?
¿Castiga Pablo su cuerpo, porque siente en si una
ley, que repugna á otra ley, que tiene en si y tu
pretendes desde los mismos deleites contener al apetito,
y aquella ley, que sentía Pablo en sí? Ahora
Ignoras, Philotéa, que es guerra la vida del hombre
sobre la tierra? Ahora sabes, que la carne esta peleando
contra el espiritu, y el espíritu pelea contra la
carne? Si han de pelear, bien cierro es que se supone, que
han de ser contrarios en el pelear. ¿Pues que fuerza
ha de tener el espíritu para pelear con la carne,
si es amigo, y aun cautivo de la carne? Qué fuerza
la razón para pelear contra el apetito, si está
siempre el apetito mandando?
Si en ese imaginado camino, ó perdición que
has inventado, Philotéa, esta gobernando siempre
el apetito, y buscando gustos, y recreaciones, cómo
podrá contra tanto imperio tener fuerza el espíritu,
y reprimir al insolente apetito? Entrarían todos
los que siguiesen este erradísimo camino á
seguirme, pero saldrían á perseguirme. Entrarían
a holgarse, y recrearse, pero no á servirme, agradarme,
ni imitarme. A pocos meses de recreación, siendo
su camino de recreación, se volvería el camino
precipicio, y el precipicio su infierno, su ruina, y perdición.
¿Y es posible, que no te avergüenzas, Philotéa,
de proponer un camino de gustos, recreaciones, y deleites
sin Cruz (aun que tu los llames honestos, y permitidos)
á quien como Yo por ti pisé los gustos, y
los deleites, y me abracé con la Cruz? A mí,
que con mi ejemplo, y mi voz, desde el nacer al morir acredité,
y fundé el camino de la Cruz, me propones un camino
en que ande ausente la Cruz? Es posible, que no te corres,
y confundes de proponer, pretender un camino gustoso, deleitable,
y recreable al que fue varón de dolores, como Yo;
y ahora, aunque no puedo padecer dolores, traigo en mis
manos, y en mis pies, y en mi costado, como trofeos amables
de mi amor, y mi fineza, las llagas que me causaron tantos,
y tan terribles dolores?
¿Posible es, que quieras seguirme a mí, sin
que me imites á mí? Posible es, que quieras
otro camino para, tí del que escogí para mí?
Posible es que quieras mi corona, y mi gloria, pero sin
mi imitación? Tendrás por mi imitación
(cuando yo voy penando con la Cruz sobre los hombros) seguirme
holgando, y bailando, por no seguirme con Cruz? Asi pagas
mis finezas? Imitará al Capitán el cobarde
soldado, que cuando está peleando, se estuviera él
con sus amigos brindando? Si mi imitación es vuestro
remedio, y si en tanto os acercáis á mí,
en cuanto a mí me imitáis tú que buscas
deleites, gustos, recreaciones, ¿en que me imitas?
En que me sigues? Si Yo dije, que os daba ejemplo, para
que con mi ejemplo me siguieseis en qué seguís
recreándoos, al que murió en una Cruz redimiéndoos,
y salvándoos?
Recreaciones permito á mis seguidores, Philotéa,
y concedo a los que siguen el camino de mi Cruz honestos
contentamientos, y gustos; pero no haciendo, como tu, camino
de gustos, recreaciones, y contentos, sino siguiendo el
camino de la Cruz, y para aliviar la Cruz les permito honestas,
y santas recreaciones. Permitidas son las recreaciones,
que no ofenden á mi Ley; pero no haciendo camino,
y ley de seguirme (como tu pretendes) con deleites, gustos,
y recreaciones. Asi como no puede haber Cristiano sin Cristo,
y Cristo no estuvo jamás sin Cruz, pues siempre viví
con penas, no puede haber Cristiano verdadero sin Cruz,
y sin trabajos y penas. Por eso mi Iglesia os propone, no
solo mis Mandamientos Divinos, sino otros cinco preceptos,
para que seáis Cristianos, como quien os pone sobre
los hombros, como a Cristianos la Cruz.
A eso miran los ayunos, y la observancia, de las fiestas,
y otros preceptos penales, y desabridos. A eso mira todo
lo santo, fuerte, y valeroso de mi Ley, y la pelea continua
de reprimir con su observancia al apetito, que siempre esta
peleando, y recalcitrando por salirse de mis reglas, y mi
Ley: A eso mira haberos dicho Yo, que el Reino de los Cielos
padece fuerza, y que solo lo ganan los valerosos, y que
me sigáis en Cruz: y, Philotéa, flaca, y frágil,
huir del camino de la Cruz, y buscar camino sin camino,
de gustos, deleites, y pasatiempos huir de seguir al que
vivió siempre en Cruz, y murió por vosotros
en la Cruz: y quien no me siguiere con Cruz en esta vida,
no me gozará en la eterna.
Pregunta Philotéa al Señor cómo es posible que estén alegres los que siguen el camino de la Cruz si caminan llorando, gimiendo, y suspirando: y se lo manifiesta.
Señor, dijo Philotéa, yo creo vuestras verdades,
y siempre estoy convencida en que es conveniente, y santo
el camino de la Cruz; pero que es dulce, y suave, no lo
acabo de entender. Queréis, gloría eterna,
que yo crea contra aquello que estoy viendo? Si estoy mirando,
y oyendo la dificultad con que los que van venciendo la
aspereza de aquel monte, que vos me ponéis delante,
y el dolor de aquellos que van caminando en Cruz: Si mis
ojos están mirando sus lagrimas, sí mis oídos
están oyendo sus quejas, creeré, que el que
gime, y llora deja de padecer, y penar?
Si veo á aquel triste Anacoreta con su Cruz afligido,
prosiguiendo su camino derramando lagrimas, y rompiendo,
el viento con su suspiros, y aquella tierna doncella descalza,
desnuda, y pobre, que estampa sus plantas sobre la sangre
que derrama en las espinas, y apenas veo rostro, que no
este bañado en abundante sudor; queréis Dios
mío, que crea contra aquello que estoy viendo? Fuerte
pedir es, Señor, que el alma crea contra los ojos,
y que deje de conocer lo que ve, y se niegue á lo
que oye. Vos nos disteis los sentidos, para que por ellos
juzguemos, y conozcamos, y gobernemos todas las operaciones
de esta vida pues cómo, Señor, me negaré
a los sentidos, y creeré, que es holgarse el padecer,
y es alegrarse el penar?
Es verdad, Philotea, que los sentidos os han de gobernar
en eso natural palpable, visible, y transitorio pero no
en lo sobrenatural, soberano, y invisible: porque en esto
fuera engaño de gran daño, gobernarse el alma
por los sentidos. Porque de la manera que os componéis
cada uno de vosotros de alma, y cuerpo, de espíritu,
y carne, de porción superior, y inferior, exterior
y interior, así se debe lo soberano, y superior,
y invisible de lo eterno, y á la creen creencia de
la Fe, la interior, y superior parte de el cuerpo, que es
el espíritu alumbrado, y ilustrado por la Fe. Y así
como es mas noble porción la del alma, que no la
grosera de este cuerpo, así se ha de dar mas crédito
a los altos conocimientos y luces de la Fe, que se recibe
en el alma creyendo, que no á esto visible, y caduco
que estamos siempre mirando, por que en estos sentidos naturales,
puede haber muchos engaños pero no en aquellas luces
superiores, celestiales y inmortales.
Cada dia se engaña la vista al ver, el oído
al oír, y el tacto al tocar, y ya falta este sentido,
ya aquel. Mira como Isaac anduvo equivocado entre el tacto,
y el oído, y le engañaba lo que tocaba, cuando
le desengañaba lo que oía; (a) y últimamente
dio mas crédito al tocar, que no al oír, y
engañose; pero en mis verdades, y en mi Fe, como
quiera que tienen el principio mas seguro y soberano, que
soy yo, y yo soy la verdad misma, no puede haber en creerme
equivocación alguna.
De aquí resulta, Philotéa, que aunque ese
es viendo con los sentidos corporales las penas, y fatigas
que padecen los que me siguen en Cruz, debes creer más
á mis verdades, que á tus ojos, y á
lo que yo tengo dicho, que, no á aquello que tú
ves. Si tu confiesas, que he dicho por mi Profeta, que es
dulce, y recto el Señor, por que te espanta lo recto,
y no te llama lo dulce? Si tu confiesas que he dicho, que
es mi yugo suave, y mi carga muy ligera; por qué
te espanta la carga, y no te llama, ni crees lo ligero,
y suave de la carga? Si dije por el Profeta, gustad, y veréis
que suave es el Señor; por qué no quieres
gustar lo suave del Señor y con que veras en el Cielo
al Señor, de quien gustaste en la tierra? Si mi yugó
es mi Cruz, y digo, que es mi yugo suave; por que no crees
que es suave y dulce mi Cruz?
¿Quieres, Philotéa, creer á tus ojos
engañados, mucho mas, que a mi voz cierta, santa,
y verdadera? Sera mas cierto ese sencido falible de tus
ojos, y el engañoso de tus oídos, que la verdad
infalible de mi verdad, y mi Fe? A esos sentidos, que cada
día os engañan, y os pierden, y os hacen creer
desatinos, y adorar al asco, y la corrupción, das
mas crédito, que á mi verdad, y mi luz? No
basta que yo lo diga, Philotea? Puede faltar mi verdad?
Las generaciones pasarán; el cielo, y la tierra faltará,
pero un ápice no faltará de aquello que Yo
dijere. Pero ya que no quieres venir á mí
en Fe, como era justísimo que vinieras, quiero Yo
ir a tí en caridad, n paciencia, condescenderme,
y compadecerme de tu ignorancia, flaqueza, y debilidad.
Enséñale el Señor a lotea como se compadece holgarse, y padecer a un mismo tiempo el Varón espiritual.
No es posible que ignores, Philotéa, dijo el Señor,
que el hombre, como te he dicho, tiene dos porciones diferentes,
la alma que le anima, y el cuerpo que es animado y en el
alma dos partes: una, superior, que se entiende con la razón,
y conmigo, y otra baja, e inferior, que se entiende con
el cuerpo, y apetito. De aquí resulta, que en una
misma persona, a un mismo tiempo puede haber penalidad,
alegría, gozo, pena, consuelo, y desconsuelo; desear
una cosa, y aborrecerla; y aborrecida, sentir, consentir,
y aun procurar que suceda. ¿No has visto á
una madre, que esta curando a su hijo, y le da la purga
amarga, y lo siente, y se la da, y siente dársela,
y se huelga la reciba? Se huelga por su salud, lo siente
por su disgusto. ¿No has visto azotar el padre al
hijo, á quien ama con ternura, y sintiendo sus azotes
lo castiga, y doliéndole sus lágrimas, se
las causa? Como puede ser que se huelgue, y que le pese?
Porque la porción superior de la razón pide,
y decreta el castigo, como desea, la enmienda; pero la inferior
siente la pena del castigo, porque desea su gusto, y siente
mucho su pena.
Asi sucede, Philotéa, á mis siervos, cuando
caminan con la Cruz sobre los hombros. La parte superior
va alegre, y sigue contenta su camino, cuando la inferior
va con pena, y dolor en el camino. La superior se alegra
con aquello que desea, que es padecer por mí, y satisfacer
sus culpaste, pero la inferior se entristece con aquello
que es "afligirse, y penar, y no es imperfección
en mis siervos, que pene el cuerpo en esta parte inferior
y lo sienta ella, cuando en lo superior anda resignada el
alma; porque es luchar, es pelear, es vencer, para ser coronada,
y llegar por el vencer al gozar; por el gozar al triunfar.
Estos sentimientos, Philotéa, los han tenido los
Santo, y lo que es mas, los he padecido Yo, con ser el que
hace los Santos. Pues cuando en el Huerto padecía
las congojas, que me causaron tus culpas, y cuando conocía,
que tus culpas me habían de causar tan terribles,
y sensibles penas, la parte inferior de mi alma estaba triste
de ver tu ingratitud, y del dolor de las penas: y la superior
estaba resignada, y contenta en padecer la Cruz de mis penas
por tus culpas. Y, mí Madre, cuando me hacía
compañía al pie de la Cruz (en la Cruz que
padecía por verme morir en Cruz) se conformaba con
la parte superior, y padecía conmigo en la inferior,
y superior de su alma.
¿Ves como puede ser que escaparse inferior esté
triste, y la superior muy resignada, ó alegre, y
que esta sienta naturalmente las penas, y la superior las
ame, y abrace con alegría? Ves como puede ser que
aquellos seguidores de mi Cruz, que ves llorar, y suspirar
con Cruz en aquel monte, adoren, y amen la Cruz que los
hace suspirar?
Y si no lo crees, prueba, Philotéa, á apartarlos
de la Cruz, prueba á quitarles la Cruz, prueba á
persuadirlos que desamparen la Cruz y veras, que darán
antes la vida, que no la Cruz. Porque de la manera, que
yo no quise bajar de ella, cuando me decían mis enemigos,
que bajase de la Cruz me creerían, y quise padecer
antes la pena de que ellos se condenasen por su culpa que
no soltar yo la Cruz; padecí penas, persecuciones,
afrentas, y hice por ellos tantas señales de amor,
para ver si los reducía á seguirme, y á
creerme; pero no quise hacer la de dejar la Cruz porque
me creyesen y siguiesen; y hice esto solo, porque no viese
mi Iglesia, ni los Fieles que yo desamparaba la Cruz, y
la dejaba, y perdiese después mas almas con dejarla,
que conseguía entonces dejándola; pues si
pocos Judíos me creían: por dejarla, innumerables
Cristianos me dejarían, y perderían dejándola.
Asi verás, que todos cuantos me siguen perfectamente
en Cruz, la aman de manera, y la abrazan, y la tienen, los
tiene asidos, y contentos, que antes darán la vida,
que no la Cruz: porque en la Cruz que padecen, aunque les
cause penas exteriores pero hallan interiores gozos, gustos,
y contentos superiores. En la Cruz hallan la alegría,
el consuelo, el alivio, y medicina de todas sus dolencias,
y enfermedades: en la Cruz hallan el antídoto del
veneno de sus culpas.
Hallan toda su alegría, porque el padecer por mi
lo tienen por alegría: hallan su gozo, porque es
su gozo abrazar la Cruz por mí: hallan su consuelo,
porque como soy yo su consuelo, me miran siempre en la Cruz,
y así en mí hallan su verdadero consuelo:
hallan su alivio, porque el penar en Cruz es su alivio,
respecto de que penan mas por mí: hallan la medicina,
y antídoto del veneno de la culpa, porque en la Cruz,
en la penitencia, y en la mortificación está
el remedio de las culpas, y son las penas antídoto
de las culpas, pues no pueden salir del alma las culpas,
si por la Cruz no entran en ella las penas?
Pero tu, Philotéa, con esos carnales ojos miras lo
exterior de las lagrimas de los que caminan en Cruz, y con
Cruz penan, mas. No miras lo interior de su consuelo. Oyes
los suspiros del dolor que despide el cuerpo, no los de
el amor que yo oigo, y esta despidiendo su alma: ves esta
fatiga exterior, pero no aquel contento interior.
Cree, Philotéa, que si no fuera mayor el gozo de
adentro y que la pena por afuera, presto encierra lo de
afuera á lo de adentro: cree, que si pudieran mas
los sentimientos del cuerpo, que no los sentimientos del
alma, presto vieras que dejaban, y desamparaban mí
Cruz, concertados al dejarla el alma, y cuerpo.
Para saber quien vence en esa pelea, mira lo exterior y
por ello conocerás lo interior: mira lo que hacen,
conocerás lo que sienten; mira lo que obran, conocerás
lo que aman. ¿No los ves, que caminan llorando, pero
caminan con la Cruz por esa cuesta, pues que caminan venciendo,
y despreciando lo mismo que están llorando? Antes
bien, tanto mas tienen de mi amor, cuanto mas tienen, pueden,
y saben vencer la pena que les causa el dolor de aquella
pena.
Esto es, cuando suspirasen todos, porque penan como tu crees,
¿pero quién te ha dicho á tí,
mal pensada Philotea que aquellas lagrimas tienen el origen,
que tu crees del dolor, y de la pena que causa al subir
la aspereza de la cuesta? Quien te ha dicho, que aquellos
suspiros nacen de la que causa al cuerpo la Cruz? tu lo
sientes como flaca, porque eso que tu crees, y piensas eso
obraras, y eso hicieras; pero ellos mas altamente sienten
lloran, y suspiran.
Aquellas lagrimas de aquel que sube llorando allí,
y tú crees las derrama por sus penas, no son sino
por sus culpas, y siente más el dolor de su pecado,
que no el peso de su Cruz: mas siente la pena que me causo,
que no lo que padece al seguirme con su pena. Las de aquel
que tan tiernamente llora, siguiendo animosamente su Camino,
besando con tanto afecto la Cruz, llora el haber tomado
tan tarde la Cruz, y del contento de verse asido tan dulcemente
a la Cruz, y en tan gustoso camino, dulce y tiernamente
llora, porque que ya ha llegado a estado y que el gusto
grande del alma se lo comunica al cuerpo.
Aquel que llora, y tiene encendido el rostro, y parece un
Serafín, y piensas tu que lo tiene así por
el dolor, y fatiga de traer sobre los hombros la Cruz, no
esta encendido sino de una ardiente caridad, y del gozo,
y alegría que, tiene su alma con los dulces sentimientos
de mi amor, y este amor se le ocasiona la Cruz; y no pudiendo
caber dentro de el alma el amor, da calor, y color á
su hermosísimo rostro, y sale por los ojos el calor
resuelto en calientes lagrimas.
Aquellos suspiros que tu oyes, como sentimientos de la pena,
en aquellos dos siervos míos que, siguen tan resueltos
su camino, no son sino volcanes de fuego, que despide el
corazón abrasado por mi amor. O engañada Philotéa,
que vagamente que piensas del misterio de la Cruz! O como
si supieses los gustos, deleites, recreaciones, contentos,
gozos, consuelos, que tiene en su interior este Santo Leño,
lo tomarías contenta sobre tus hombro.
Hace otra instancia Philotea al Señor dudando que la Cruz pueda ser gozo, y se lo explica con discurso claro, natural, y fácil.
Señor, dijo Philotéa, todo eso que decís
es fuerza de vuestra gracia; y aquellos suspiros se deben
á vuestro amor, y aquel llorar de alegría
se debe a vuestros socorros, y con eso claro está,
que lo triste será alegre, y sabroso lo penoso pero
esa gracia, quien habrá que la merezca? Por ventura
la podremos esperar los perdidos y perdidas como yo? A mas
de esto la gracia, Señor mío, para aquellos
que no hemos entrado en este duro caminó, es de fiado,
y de contado las penas: el padecer es palpable, y presente
pero el sobrellevarme en la Cruz, y que no pese la Cruz,
y que me sea ligera, por la fuerza de la gracia, lo, podemos
esperar, pero no le debemos presumir. Esto me obliga á
medir este peso al levantarlo, y á no introducirme
en alguna empresa tan temeraria, que habiendo entrado en
ella con presunción, vuelva de ella con vergüenza.
Vos, Señor, nos enseñáis a que pesemos,
y pensemos las dificultades antes de entrar adonde no podamos
prudentemente salir. Vos á que nadie comience á
edificar una casa, que no la pueda acabar. Vos a que nadie
edifique una torre, que se quede en sus principios, Vos
á que no edifiquemos sobre arena, sino sobre piedras
fuertes, Vos á que antes de ir a pelear, contemos
nuestra gente, y midamos nuestras fuerzas contra las del
enemigo; y después de haberlo medido, considerado,
y pesado todo, asentados muy, despacio, obremos conveniente:
y así dejadme pensar despacio esto de tomar la Cruz,
porque no deje arrepentida después, lo que abrazo
temeraria. Asi es, Philotéa, que no quiero que obres
con temeridad, y siempre es muy conforme á razón,
y á buen espiritu medir, y pesar las fuerzas con
el peso, y con la carga; pero quiero que sepas, que hay
dos modos de seguirme: uno vuestro, y otro mío. Cuando
me seguís con la propia voluntad (esto es y con alguna
presunción, ó fin humano, é imperfecto)
es bien pensar, conocer, pesar, reconocer, mirar, medir,
y considerar lo que emprendéis, é intentáis,
y entrar con recelos, y temores, en la empresa; porque andáis
sobre los pies de la propia voluntad, flacos, débiles,
y frágiles; y mucho mas habéis de obrar de
esta, suerte, cuando obrareis naturalmente en las cosas
arduas, ya políticas, ya morales, ó de otro
cualquier genero que ellas sean.
Y mucho mas al ofenderme debéis medir, y pesar bien
lo que hacéis, y si tendréis fuerzas para
tolerar mis juicios, para pasar por mi cuenta, y sufrir
una eternidad de penas, y de infierno, y de tormentos: no
toméis peso tan grande con las culpas, que después
os oprima, y os castigue, y acabe, sin acabar, con tormentos
muy crueles, é intolerables penas. Pero cuando yo
os llamo, yo os busco, yo os amo, cuando seguís lo
bueno, y lo santo, cuando camináis en luz con luz,
y vais buscando la luz, cuando mis voces van gobernando
vuestros pasos, y a mi orden atienden vuestros oídos;
aunque es conveniente, Philotéa, seguir consejo,
y preguntar, si es mía la vocación pero podréis
obrar con muchos menos temores, dilaciones, reparos, recelos,
meditaciones, y congojas.
Si ves que te estoy llamando, qué recelas, temerosa
Philotéa? Si te llevo por la Cruz a asegurar mis
preceptos, qué duda esa tu fragilidad? Si te estoy
rogando con mis consejos, y mis voces, por qué me
respondes con argumentos llenos, de dificultades, vacíos
de amor, y docilidad Por ventura llamé á nadie
en el reino de la gracia, que no fuese para coronarle, y
que me gozase en el Reino de la gloria? Tu has de andar
midiendo, y pesando, y meditando, y ponderando cual es mejor,
el seguirme, ó el dejarme? Tomar mi Cruz, ó
dejarla? Tu cuando te llamo yo, has de andar buscando otro
camino, que aquel que te señala el que es Vida, verdad,
y camino? Tantas réplicas á una obligación
tan debida? Tantas dudas á una conveniencia tan evidente,
y tan clara? Señor, dijo Philotéa, yo no digo
esto, ni os propongo estas dudas por no seguiros, sino para
seguiros de suerte, que nunca sepa dejaros. Este temor,
Señor mío, todo es fineza, y amor. Vos me
habéis dicho, que en vuestro camino hay gozo, y alegría,
y que es gozo, y alegría la Cruz. De esta suerte
podría mi flaqueza tolerar ese camino, y mas si me
probáis y que en los gustos, y deleites que ofrece
el mundo, hay penas, desabrimientos, y disgustos, y querría
yo ponerle tan evidente la conveniencia a mi flaqueza, que
no tuviese duda alguna en la elección y esto, Señor
mío, todo es para seguiros mejor, y para obrar mas
gustosa al elegir el camino de la Cruz, y con eso andar
con mas alegría al serviros, y seguiros.
Vengo bien, Philotéa y en alumbrar a tu entendimiento,
aunque sea desobligado de ti, y quiero que debas á
mi paciencia tu luz. Sabrás, que el ser tan suave,
y dulce el camino de la Cruz platicado, que tu imaginas
tan terrible imaginado, nace de la misma Cruz: de suerte,
que donde tu consideras el horror, y la aflicción,
y el tormento, allí mismo consiste el gozo, y alivio.
Para que esto entiendas, has de advertir, que la Cruz es
la llave que abre el descanso á las almas, y el cuchillo
que castiga, corrige, quieta, y pacifica á las almas.
Es la lanceta que abre la vena de la propia voluntad, y
descarga, y echa fuera con la mala sangre los humores corrompidos,
que causan toda su muerte, y con descargarlos prevalece
mi gracia á la porción impura de la culpa,
y queda sana, y fuerte, y con salud. Porque la Cruz en sustancia,
es corregir, enfrenar, reformar, limpiar con la escoba,
y cuchillo de la mortificación a la propia voluntad,
y con eso dar lugar á que entre y gobierne en ella
mi amor, y mi voluntad. Y como la Cruz es la que destierra
del alma las pasiones, y entran en ella en su lugar las
virtudes; hace que sucedan muchos efectos, que todos causan
consuelo, paz, alegría, concento, y serenidad.
Pide Philotea al Señor que la explique algunos efectos de los que causa la Cruz, para que esté alegre el alma y se los explica.
Oyendo Philotéa, que la Cruz causaba algunos efectos,
que introducen alegría, gozo, y contento en las almas,
le dijo: Señor, toda ni ansia es seguir la Cruz,
y no sólo seguirla, sino traerla, pero no será
posible esto a mi flaqueza, si sus efectos son penas, desabrimientos,
disgustos; y así explicadme, Bien eterno, esos efectos
de gustos, de gozos, y de conteneos, para que yo traiga
contenta la Cruz. El primero efecto, Philotea, dijo el Señor,
que causa la Cruz en el alma, con hacer que en su virtud,
y por me dio de la mortificación se guarden mis Mandamientos,
y se sigan mis Consejos, es limpiarla, y purificarla; y
en estando limpia, y pura, claro está que se halla
alegre, y contenta, y santamente satisfecha, y confiada
de verse así en la Divina presencia.
¿No ves el gozo de aquellos que hacen una confesión
general con verdadero dolor, contrición y penitencia?
No ves la alegría con que queda el mas perdido, cuando
desengañado, y con luz me busca, y me halla piadoso?
No ves la serenidad de aquel que con la penitencia, y confesión
se ha descargado, y limpiado del peso grave, y asqueroso
de las culpas, y luego con recibirme, echó del alma
lo feo, y abominable, y quedo lo limpio, y puro. La pureza,
y limpieza, Philotea, aun en esto natural consuela, alegra,
y recrea; y así, solo el descargar las culpas del
alma, alivia consuela, y alegra.
Mira que gustosa queda el que ha traído un pesadísimo
madero luego que soltó la carga así queda
el pecador, luego que con la Cruz del dolor, y penitencia,
arrojó de sí la carga intolerable dé
las culpas, y las duras prisiones de las pasiones, y el
peso gravísimo de andar siempre en mí desgracia.
E1 segundo efecto de la Cruz, es el desapropiar del alma,
los deseos, que la traían inquieta. Porque como quiera
que es imposible, que ella deje de amar a lo humano, ó
á lo Divino, y lo humano no es objeto digno de las
almas, ni conforme al fin, para que Yo las crié;
no es posible, que halle quietud en lo humano, hasta que
llegue á amarme á mí, y lo Divino.
De la manera, que no es posible, que halle quietud la piedra,
sino en su centro, y como no es posible, que la haya en
todo aquello que no hay conformidad con el fin; ni lo es,
que haya quietud, ni sosiego en los medios, sino violencia,
pesadumbre, y resistencia, si los medios no tienen proporción
con el intento.
De aquí nace, Philotea, la inquietud de los mortales
en esta vida de culpas. De aquí nace, el no saciarse
jamás el alma de los deseos mundanos porque no la
crié sino para buscar, y poseer, y promover los Divinos.
De aquí nace que el mas dichoso, feliz, y grande
nunca esta contento, hasta subir mas, y mas; y ya que ha
subido, se cansa de haber subido, y apenas subió,
cuando, ó le inquietan nuevos, y repetidos deseos,
o le fatiga el tedio, y ejercicio de la misma Dignidad a
que subió, ó le sobresaltan los temores de
perderla, ó le inquieran los cuidados de gozarla.
De aquí resulta también, que esta sea una
de las grandes penas de los condenados, porque como aquellas
almas fueron criadas para gozarme, y servirme, y alabarme,
y están en el infierno en mi desgracia, blasfemando,
y ofendiéndome, viven en este tormento con intolerable
pena.
Pues lo que hace mí Cruz, Philotea, es desterrar
del alma estos deseos, y propiedades de amar, procurar,
querer, seguir, y desear lo temporal, sujetando la voluntad
á mi santa voluntad, y como el arado desarraiga las
malas yerbas en la heredad, así mi Cruz con la mortificación
arranca las pasiones, y deseos, y los pone en su lugar,
y los compone, y concierta. De aquí nace su consuelo,
y alegría, porque de la manera que el hueso desencajado
causó dolor, pena, y tormento hasta que lo vuelvan
a su lugar, así el alma con los deseos mundanos anda
inquieta, con los santos sosegada. Apartada de mí
vive con repetidos tormentos, inquietudes, desasosiegos,
desdichas; pero unida a mí, consumo consuelo, y paz.
El tercero efecto que causa mi Cruz, para que el alma, esté
alegre, depende de este; porque los deseos mundanos que
hay en el alma, son siempre de aquello que no se tiene,
pues los deseos andan tras la posesión, y son unos
pretendientes inquietos, y alborotados, que viven galanteando,
y pretendiendo con sumo desasosiego á la misma posesión;
y como estos residen dentro del alma, y son muchos, y tantos,
cuantos son los objetos de las pasiones del alma, que son
casi innumerables, (pues apenas hay alguno apetecible, que
no despierte deseos:) nace de aquí en ella un desasosiego,
un tormento, una pesadumbre tan inquieta, y tan pesada,
que parece imposible que se pueda tolerar.
Mira: si dentro del corazón habitase un erizo con
sus puntas; mira, si estuviese lleno de innumerables abrojos:
mira, si lo estuviesen azotando con ortigas: mira, si dentro
de una casa muy estrecha, ó de un aposento obscuro
estuviesen muchos locos, y furiosos encerrados, y que a
cada uno de ellos le negasen lo que pide: ¿qué
ruido, qué confusión, qué locuras,
qué voces, qué desatinos, y pesadumbres habría
en aquella casa? Pues esto, y en algunos mucho mas que esto,
obran los deseos desordenados de el alma.
Lo qué hace, pues, mi Cruz con la mortificación,
es echar fuera los locos, arrancar, y desterrar, y arroja
las espinas, los abrojos, las ortigas; y poner en su lugar,
y plantar las flores, y las yerbas saludables, y lo que
es mas dificultoso, dar sanidad a los locos, y con hacer
que aquellos abran los ojos, y vean, que es locura el pretender
lo que esta en ajena mano y que es desatino, pudiendo contener
los deseos dentro de la posesión de lo santo, y dé
lo eterno andar tras la posesión lo temporal, y malo;
ya con la luz, y desengaño los persuade a que sigan
lo verdadero; y como en llegando por el medio de la Cruz
la luz al alma, se halla en ella, para ver cuan conforme
es a la razón natural, y a la sobre natural todo
aquello que mira, y experimenta ya pacífica, y sosegada,
queda con grande serenidad, gozo, alegría, y consuelo,
como solían quedar los endemoniados á mis
pies, quietos, agradecidos, y alegres, luego que les sacaba
los demonios de los cuerpos. El cuarto efecto de virtud
de mi Cruz, Philotea, es admirable, y de muy grande consolación,
y alegría, y también depende de los pasados,
que es vaciarla de deseos, y desarraigarla de propiedades,
y con eso pacificarla, y quietarla, porque a mas de que
el alma que anda fuera de mi, vive encontrada conmigo, y
con dolor, y fatiga, como el hueso desencajado de su lugar,
hasta que se vuelve á mí; también es
preciso que ande con muchos encuentros, disgustos, y pendencias
en las cosas temporales.
Lo primero, porque los deseos muchas voces son contrarios
entre sí, y cada dia se ve, que hombre pretende,
y teme lo que pretende, y aborrece lo que tiene, y abraza
lo que aborrece: ya quiere lo que desea, ya le cansa lo
que tiene, apenas lo posee pretendido, cuando le embaraza
poseído. Y cuando el hombre dentro de si no tenga
estas penas, contrariedades, pendencias, y disgustos, los
tiene con los demás porque como los deseos no tienen
limitación, y la tiene su poder, por que no llega
á lo que desea, siempre anda de pendiente, y en figura
de mendigo, y necesitados y si no consigue lo que pretende,
se enoja, se encoleriza, se disgusta, y forma infinitas
quejas , pendencias, desabrimientos, disgustos, y es su
propia voluntad un perpetuo manantial, y seminario de penas,
y toda esta barahúnda de pesadumbres, de guerras,
de batallas, de pendencias, arroja fuera la Cruz con la
mortificación, y con corregir, y contener los deseos,
y traer quieta, y sosegada a la porción inferior,
con que entra mi Divina voluntad a gobernaren alma a la
humana voluntad, y a llenarla de paz, de gozo, de alegría,
de contento; y así vive resignada con aquello que
le sucede, porque conmigo, y por mi, y en mi lo quiere,
y lo tiene todo, pues el que á mi sirve, todo lo
tiene conmigo, todo lo goza por mí.
Añade el Señor otros tres, efectos que causa la Cruz en el alma, para pacificarla, y proponele a Philotéa algunos ejemplos.
Otros tres efectos, Philotéa, prosiguió el
Señor, obra mi Cruz en el alma. El primero es pacificarla,
no sólo en la guerra que tienen los deseos humanos
entre sí, y con los demás, sino en la que
tiene consigo misma, y Con la parte superior. Porque como
quiera que la razón natural que sellé en ella
está acusando sus errores; vive el pecador encontrado
con la luz, y lumbre que tiene en ella, y así se
halla dentro de sí con un perpetuo fiscal de sus
errores, y culpas, el cual esta siempre voceando, acusando,
y pidiendo contra él, y con un gusano roedor que
le esta afligiendo, y reprendiendo, y un verdugo, que lo
esta perpetuamente consumiendo, y con suma crueldad atormentando.
Finalmente, tiene un tribunal entero dentro de su corazón,
acusador, juez, testigo, y proceso, que le están
fulminando, sustanciando, y condenando. Y si en este mundo
exterior no puede sufrir el hombre las costas, y pesadumbres
que le ocasiona un Tribunal, que envían contra él
en una causa, ó delito; ¿lo que pesa muchísimo
por afuera, como pesará allá dentro? Pero
en entrando mi gracia por el medio de la Cruz, y la mortificación,
cesa todo aquel justo, y terrible tribunal; porque en su
lugar entra la honesta, y humilde satisfacción, y
una moral confianza, y consuelo de que el alma vive conforme
á ley, y razón, y rectitud, y conciencia,
y reposa dentro de la misma bondad, y virtud, sinceridad,
y verdad.
El segundo efecto, que causa la Cruz en el alma, es pacificarla
conmigo. Porque como, sea así, que los deleites,
y culpas la traen ausente de mí gracia, y en mi desgracia
; claro está, que ando encontrado con ella, y no
solo tiene dentro de sí aquella alma desdichada,
el tribunal que te he dicho, sino el mío; porque
estoy en ella como riguroso Juez, y mi Justicia, y sus temores
la atormentan, la acongojan, y afligen, perseguida de los
recelos, miedos, y horrores de sus culpas, y sus penas:
y esto la castiga á cada paso de suerte, qué
ya piensa, y no sin gran fundamento, que esta ardiendo en
los Infiernos, y no da paso dentro de sus mismos gustos,
que si por afuera la recrean, no la afligen por adentro.
Pero en desterrando mi Cruz por la mortificación,
y penitencia á la culpa, entra mi gracia en el alma,
y la cura, la remedia, y consuela; y es esperanza, los que
antes eran temores; y es gozo el que antes, era tristeza
y es quietud, y serenidad, lo que antes era inquietud, desasosiego,
y tormento.
Últimamente, Philotéa, entre otros innumerables
efectos de la Cruz, para causar gozo, alegría, y
consuelo en el alma, es el principal, el desterrar de ella
las tinieblas, oscuridad, dureza, obstinación, distracción,
y todos los demás impedimentos, que pone la culpa
a mi gracia Y a mi luz, para que sienta, siga, y oiga mis
santas inspiraciones, y saludables consejos. Porque todo
el tiempo que dura en sus vicios, vive el impío,
y pecados con todos los tormentos, desdichas, y miserias,
que te he dicho, divertido, adormecido, y desatento a lo
bueno, entregado del todo a lo muy perdido, y malo, con
que apenas puede oír lo santo, lo bueno, y recto
con que le aviso, y le llamo, y lo encamino; pero en quitándolos,
y venciendo por el medio de la Cruz, y mi luz, estás
tinieblas y obscuridad, comienza á obrar mí
Piedad en el alma innumerables efectos suavísimos,
dulcísimos, sabrosísimos, porque oye, ve,
y atiende; como son claridad, caridad, luz, paz, sosiego,
tranquilidad, amor, gozo, alegría, consuelo, y la
viste de mis dones, y la llena de mis tesoros, gracias,
misericordias, y de inefable suavidad, contento, y serenidad.
Todo esto que te he dicho, Philotéa, puedes mirar,
y reconocer en dos Reyes coronados. Mira al primer Padre
en la primera felicidad cual estaba. Templo admirable de
Dios, Imagen viva suya en todas sus tres potencias. Mira
aquella República tan santamente ordenada, y concertada.
Mira que de bendiciones, gracias, dones, y misericordias
que llovían sobre su alma. Ni él conocía
al apetito, ni parte alguna inferior, que resistiese a la
superior. Asi como él estaba en el Paraíso
y todos los elementos le servían; también
estaba el Paraíso de mi gracia y de mis gracias en
el; y sino es la de mi Madre, no ha habido alma que tuviese
tan pura, ni tan perfecta la gracia. Al fin fueron las gracias
de Adán las primicias de la gracia, y de las gracias
que he dado a todas las almas.
Míralo luego que peco, de Rey, esclavo; de alegre,
triste, afligido, fugitivo, descerrájelo, inquieto:
míralo que ya el apetito se rebeló á
la razón, y los elementos le perdieron el respeto.
Míralo echado del Paraíso á una. habitación
de espinas, de miserias, de trabajos, necesitado de todo
y con perpetuas lágrimas llorando cuanto perdió
en un instante pecando.
Mira á David en su primera inocencia cuan santo era,
puro, y inocente, enamorado de mi, y yo de él, lleno
de mis dones, haciéndome Cánticos suavísimos,
y alabanzas, que hoy canta toda mi Iglesia: era fuerte,
y domaba los leones, y las fieras, y vencía los gigantes,
porque sabia domar las pasiones, y, deleites.
Míralo después de la culpa, y adulterio, y
muerte del fiel Urías, deshonrado, aborrecido del
pueblo, despreciado, fugitivo de la espada de su hijo, y
en la mayor ignominia que ha visto Rey de mano castigado,
pues llegaron a deshonrar sus mujeres en la claridad del
Sol, pagando en muchísimas afrentas aquella afrenta
que causó a Urías alevosa, y cruelmente.
Mira también á estos dos Reyes tan grandes,
como por las lágrimas, llorando sus culpas, consiguieron
mi gracia, y misericordia, y les perdone, y desterré
de ellos las culpas, y los llene de mi gracia; y no solo
restituí sus Reinos, y en ellos a todos sus descendientes,
sino que lo fui yo suyo: tanto pueden, Philotéa,
las lagrimas penitentes, y cantos milagros hace el misterio
de la Cruz, que tu tan fuertemente rehúsas.
Suplica Philotéa al Señor, que sobre los efectos que le ha explicado del misterio de la Cruz, la diga su conveniencia, y motivos, y el Señor se la explica.
Señor, dijo Philotéa., ya estoy persuadida
a que la Cruz recrea, alivia, y consuela, y libra de muchísimos
cuidados; porque sobre ser inefable vuestra palabra santísima,
es de grande luz, é inefable el discurso con que
me habéis enseñado; pero Señor, esto
es lo dulce, y suave del camino, querría ver con
lo deleitable lo útil, y también que me enseñaseis
con qué fin, y de qué suerte, y para qué
he de tomar sobre mis hombros la Cruz.
Este camino, Señor, es nueva región para mí,
que nunca la anduve. Nuevo ejercicio, nueva doctrina merece.
Nuevo empleo de nueva luz necesita: yo os suplico Señor
mío, que me digáis cómo me he de gobernar
antes que lo comience a seguir, no sea que mis errores os
causen nuevos disgustos. Mejor es entrar en este camino
enseñada, que ignorante, y a acertar, que no aprender.
El camino de la Cruz, Philotéa, dijo el Señor,
mejor se aprende seguido, que no enseñado; porque
como quiera que es mas práctico que especulativo,
y de obras mas que de palabras, ó discursos, es contingente,
que hubieras aprendido mas, siguiéndome todo el tiempo
que has estado preguntándome, y así ríndete
ya á tanta luz: vive, Philotéa, en Fe, y déjate
de discursos.
Señor, dijo Philotéa, mi flaqueza es grandísimo,
y con ser así, que el entendimiento esta convencido
en lo suave, y ya parece que lo veo, y lo toco con las manos,
con todo eso mi voluntad ha cobrado tanto miedo al camino
de la Cruz, al padecer, y al penar, que me conozco necesitada
de mas luz, y aun esa no bastará, si vos, Señor
mío, no calentáis, y alentáis mi voluntad,
porque temo de mi, que este preguntar, es dilatar, y hacer
tiempo al traerla sobre mis hombros. Mas con todo eso, Señor,
decidme algunos motivos para abrazar vuestra Cruz,
Los motivos, Philotea, de traer mi Cruz, son nobilísimos,
dé grandísima utilidad, y
provecho en esta vida, y de gloriosisimas coronas gozos,
y contentos en la eterna: y con ser diferentes, y uno: mas
superiores, y otros que otros, se compadecen muy bien, y
no, andan encontrados entre si, ni se oponen, ni embarazan
unos á otros. Uno de los motivos, Philotéa,
de traer mi Cruz sobre los hombros el hombre es ejecutar
la sentencia que he dado a todos los hombres, y tomar sobre
sí las penas a que la humana generación ha
sido para siempre condenada en está vida de penas.
Porque de la manera que el reo, y condenado sale a cumplir
su destierro, así los hombres sé han de conformar
con las penas de un destierro merecido de su culpa, y de
sus culpas. Y con tanta más razón, cuanto
el que es condenado de humano juez, puede recelar injusticia
en la sentencia; más no el que lo es de mi Divina
Justicia.
Antes bien quiero que sepas, Philotéa, que a nadie
ha condenado mi piadoso Tribunal, a que en la sentencia
no haya dado alguna parte a la piedad, y misericordia. Y
ni en las mismas sentencias que doy a condenación
eterna, falta esta amorosa atención; porque esa es
mi condición, castigar menos de aquello que se merece,
y premiar mas de aquello que se merece: y así como
va contento á las galeras, el que por la benignidad
del juez escapó de la horca, y del cuchillo, así
vosotros habéis de tomar contentos la Cruz de vuestras
penas, y trabajos, por ser tanto menores que la culpa de
vuestros primeros padres, por la cual pude acabar el linaje
humano, y reducirlo a términos de que no hallase
remedio culpa de tan grande daño.
El segundo motivo para traer con gozo, y alegría
vuestra Cruz, y abrazar las penas, y los trabajos, es tomarlas
como satisfacción, y paga de vuestras mismas culpas,
y no solo de vuestros Padres: porque siendo vuestros pecados
tan gran grandes, que merecían eternas penas, (y
no es fácil hallar quien no las merezca) debéis
dar gracias inmensas al Juez que á delitos que se
deben penas eternas, dio con tanta benignidad estas breves,
fáciles, y transitorias. Al que pudiendo cortar la
cabeza en el cadalso, le dan seis días de cárcel
por su delito, esta alegre, porque ve, que cada instante
lo va llevando a su libertad, y así por instantes
se repite su alegría. Asi vosotros debéis
abrazar la Cruz, y el penar, y el padecer en el destierro,
pues cada instante os va llevando a la Patria. No hay pena
grande, si es breve: si apenas llega el alma á padecer,
cuando se acaba el padecer, y a este breve padecer se sigue
eterno gozar, qué hay que recelar el padecer víspera
breve de un eterno día de gozar? En este caso, el
prudente, sabio, y discreto perdonado no pone los ojos en
la pena que padece sino en los gozos que espera: no en la
breve tribulación, y castigo, sino en la eterna corona.
El tercero motivo, es el de haceros hábiles para
servirme, y seguirme, y con servirme gozarme. Porque todos
los hombres buscan el fin por los medios, el labrador siembra,
y trabaja, porque sabe que sin cultivar la cierra, es imposible
que coja, ni recoja la semilla: el mercader suda en los
medios de todas sus granjerías, para llegar a lograr
el fin de su esperada ganancia: el caminante se fatiga en
el medio del camino, para llegar al fin a que aspira en
su jornada. Asi vosotros debéis con alegría,
y consuelo sudar, y trabajar en el de la Cruz, para poderme
seguir, y seguido conseguir. Porqué si como te he
dicho, Philotea, no es posible, que sujetes a la carne,
sino tomando mi Cruz; no puedes enfrenar al apetito, sino
siguiendo mi Cruz, no puedes vencer esa porción rebelde
inferior, sino por, medio de mi Cruz; no se sobrepone, y
manda lo superior, sino es conquistando lo inferior con
la Cruz: claro está, que el que quiere conquistar,
pelea para vencer, y vence para triunfar; clara esta, que
si este Reino dé la gracia padece fuerza, para alcanzar
después el de la gloría, es menester por el
único camino de la Cruz, aplicar la fuerza en este
camino, para que se logre el dichoso fin de este breve,
aunque penoso camino.
Vencer sin pelear, triunfar sin vencer, es imposible, Philotéa;
y así es menester pelear para vencer, y vencer para
triunfar. Es máxima muy discreta, que el que ama
el fin, abraza, y ama los medios que conducen á aquel
fin. El fin ultimo dé los hombres es la gloria, los
medios para la gloría y son sujetar a la carne con
las penas, y la Cruz: no ama el fin, quien no abrazare los
medios; no ama a la gloría quien no abrazare mi Cruz.
El cuarto motivo es, Philotéa, no lo sujetar la carne,
para servirme, y con servirme, gozarme; sino sujetarla carne
por no perderse, y perderme. Si el camino de la Cruz, y
el padecer solo llevara á gozar por el padecer, era
bastante motivo para penar; pero tiene otra calidad notable,
que no hay medio del gozarme eternamente, al perderme, y
penar eternamente; porque aquel que no goza eternamente,
eternamente padece.
De suerte, que es menester pasar por uno de estos dos extremos
tan distantes: siempre Cielo, o siempre Infierno, gozar
en la eterna gloria, ó padecer en los eternos tormentos.
Cada uno elija fortuna, eche la mano a lo que le parezca
mejor: mire que camino escoge, porque no hay medio en esta
elección, ni es posible que haya otro tercero camino.
¿Llevas Philotea, mi Cruz penando, padeciendo, mereciendo,
y sirviendo? Eterna gloria. Padeces, ó gozas sin
ella, y te huelgas, y me ofendes son los deleites pecando?
Eterno infierno. De aquí resulta, que ya el camino
de la Cruz es tanto mas necesario, cuanto os obliga á
seguirlo el temor, y la esperanza: el temor de condenaros,
si no elegís este segura camino, y la esperanza de
salvaros si elegís este seguro camino. ¿Pues
á quien ponen delante pan, y cuchillo, castigo, y
premio, gloria eterna, y pena eterna, la corona y el tormento,
que no eche la mano de la corona, y vuelva las espaldas,
y huya de la eterna pena? Y así el seguir el camino
de la Cruz, Philotéa, es echar la mano á la
corona: seguir el de los deleites, recreaciones, y gustos,
es elegir eterna pena, y tormento. Y de la manera que el
enfermo abraza la medicina, por muy amarga que sea, para
huir del mayor mal, que es la muerte, y en esta vida de
penas son amables las menores, por huir de las mayores;
así habéis de amar el padecer, y el penar
con mi Cruz, por huir del padecer, y penar sin ella; habéis
de amar aquí las penas temporales caducas, y transitorias
con mi Cruz, por huir de las eternas sin Cruz,
Propone el Señor a Philotéa otros ilustres motivos, para abracar la Cruz del Señor, y seguir este seguro camino.
El quinto motivó, Philotéa, para seguir el
camino de mí Cruz, es satisfacer vuestras culpas,
y pagar aquí en el camino, y por el camino de la
Cruz, lo que si no me satisfacéis, pagareis en los
eternos tormentos del infierno, ó en los temporales,
y fuertes del Purgatorio. Porque has de advertir, Philotéa,
que el pecador en cada una de las trasgresiones de mi Ley,
se hace deudor de mi infinita Justicia, y cada culpa es
una deuda contraída, de la cual ha de dar cumplida
satisfacción. Y de la manera que el delincuente contrae
deudas, que después le hace pagar la justicia a cada
uno con debida proporción al delincuente atroz con
horca, y cuchillo, a que no lo es tanto, con moderadas penas,
á esa semejanza procede con los pecados mi rectísima
Justicia. Mas con esta diferencia, que la ofensa que se
causa a la República es de menos estimación
que la que se le hace a Dios; porque así como crece
la maldad por la grandeza de la majestad, y poder, a quien
se ofende, y se castiga mas duramente a el que ofende, ó
resiste á un Consejo, que á un Alguacil, y
al que ofende al mismo Rey, que no al Consejo; así
también es reo de mayor delito, con infinita distancia,
el que ofende a Dios, que no el que ofende los Príncipes
del mundo, cuanto va de los Señores del mundo a Dios,
Señor de los señores del mundo, Criador del
mismo mundo.
Supuesto, pues, que son deudas los pecados, que se han de
pagar en esta vida, ó en la otra, sin remedio, ni
perdón, hasta aquello que se debe, y ha de pagarse
de una de tres maneras, ó con penas temporales del
Purgatorio, si aquí no se satisfizo con bastante
dolor, y penitencia, y estas son aunque temporales, acerbísimas,
ó con las eternas del Infierno, si sale el alma del
cuerpo en la desgracia de Díos: ó en esta
vida, ya con penas voluntarias, ya aplicando a Dios las
necesarias, para que tenga por bien su Bondad de recibirlas
en satisfacción de los pecados, y culpas: y que este
padecer, penar, y pagar en esta vida es el camino de la
Cruz: es menester, que cada uno elija en donde quiere pagar,
aquí levemente, o allá rigurosamente.
¿Qué duda hay, Philotea, que en racional elección
escogerá un hombre el padecer lo menor, y dejará
lo mayor? Y al gozar escogerá lo mayor, y dejara
lo menor? Que duda hay, que al padecer, escogerá
el padecer temporal, por huir del padecer eterno, y no el
gozar temporal por padecer lo eterno?
El sexto motivo para abrazar mi Cruz, Philotéa, es
de mi gloria, porque siendo así, que conviene entrar
en ella por varias tribulaciones, y el que mas padece por
mí, es bien cierto, que me ama mas á mi y
que al que mas dejó por mí, mas le daré,
porque obro mas por mí: y que al que todo lo dejare,
le daré todo aquello que dejare, y lo que es mas,
centuplicado todo aquello que dejare, y después la
gloria eterna, de aquí nace, que quien padece mi
Cruz merece eterna corona, y gloria y que la mayor granjería,
y la mas crecida usura que puede hacerse en esta vida de
penas, es comprar con ellas gozos que nunca, se acaban;
porque si con barro comprase un hombre oro, y con estiércol
diamantes, bien cierto es, que crecería desmedidamente
el caudal del que esto hiciese. Asi es, y sucede en este
comercio espiritual, en que yo os mandé os ocupaseis,
cuando dije: Negotiamini dum venio, porque es ciertísimo;
que no son con dignas las penas, y tribulaciones, que en
es vida padecéis, al inmenso peso de gloria, que
en la eterna se os espera.
El séptimo motivo es vivir con toda quietud, y paz,
como ya lo enseñé arriba, porque no hay paz,
ni quietud, sino en aquellos que negándose á
sí por la Cruz, ni temen ni desean, ni quieren, ni
buscan, ni procuran sino á mí: con lo cual
el seguirme, y servirme con la Cruz sobre los hombros, es
honra, y provecho, es renta, y comodidad, es habito, y encomienda,
es dulzura, y utilidad, y con la Cruz, como con una sabiduría
del Cielo, le vienen juntos al alma todos los bienes que
ella puede desear. Pero aun estos, que te he dicho, Philotéa,
son motivos interesados, aunque honestos; pero hay otros
mas nobles, que siguen todos aquellos que me sirven con
fineza, como son los que se siguen.
El primero: tomar mi Cruz para conseguir mi amor; porque
no hay duda, Philotéa, que los deleites, y vicios,
y los gustos propietarios, y sensuales crían olvido
de mí, desasosiego, tormentos, y todas aquellas penas
que te he dicho; pero el abrazar mi Cruz, y padecer por
mí, y seguirme con la Cruz sobre los hombros, cría
amor mío, y apenas padece el alma por mí,
cuando nace en ella, y se enciende en caridad, y amor mío,
y yo que la veo padecer, le aumento la caridad, y el amor,
y con lo mismo que va aumentando sus penas por mi amor,
voy yo aumentando su amor, obligado de sus penas: y la gloría,
Philotéa, de la otra vida, es gozarme pero la de
esta es amarme.
El segundo: padecer por obedecer voz, viendo lo que yo con
las obras y palabras acredité el padecer, tomando
su Cruz, solo por seguirme, si mas discurso, que el verme,
delante a mi, teniendo por conveniente el seguirme, y siendo
toda su gloria traer sobre sus hombros mi Cruz.
El tercero: padecer solo por agradarme mas con las penas,
teniendo: entendido lo que yo gusto de aquellos que por
mi penan, y no mirando á interés, o conveniencia
propia, sino solo a darme gusto: de suerte, que cuando no
diera el Cielo, ni librara del Infierno a los que por mí
padecen, es cierto que padecerían Contentos los que
solo padecen, y penan por agradarme.
El cuarto motivo: es él de padecer por amor y ansia,
que pongo en el alma de padecer por quien padeció
por ella y sin mirar á su conveniencia, ni al provecho
espiritual qué se le sigue de padecer ; sino sólo
porque no puede pasar el alma sin padecer por su amado,
que por ella padeció.
El quinto: es padecer por imitarme; mirando en todo á
seguirme r, y obrar corno yo les ordené cuando di;
ge: Que el que quisiese ser mi discípulo y tomase
la Cruz me siguiese mirándome como a ejemplar, y
dechado de sus obras, tomando mi, Cruz, por no apartarse
un punto (cuanto en sí es) de mi imitación
sin mas interés, ni otra intención al seguirme
que la de hacer en todo mi gusto, y mi voluntad con seguirme.
Estos modos de seguirme con la Cruz sobre los hombros, son,
Philotéa, más perfectos, porque no miran estos
seguidores míos á sí mismo sino solamente
á mí. No miran a su interés, sino a
mi gusto. No miraría á hacer su voluntad en,
la Cruz, sino a conformarse en Cruz con mi Voluntad: y aquellas
obras son mas perfectas Philotéa, en este mundo,
y de que yo mas me agrado, en las cuales haya menos de su
voluntad humana, y mas de la voluntad Divina.
Aficionase Philotéa a la Cruz, pero pide treguas para recibirla, y la reprende el Señor.
Confieso, Señor, que con esto que me habéis
dicho, me voy aficionando á la Cruz, y ya no me parece
tan desapacible, y áspera, y veo que son grandes
sus utilidades, y aquel horror que me causaban sus penas,
no me aflige con tanto peso, como de antes pero, Señor,
si sois servido, dejadme vivir algunos años sin Cruz
que después la tomaré, la seguiré,
y llevaré con grandísimo fervor. Todas esas
suavidades, y utilidades, y conveniencias, y dulzuras dé
la Cruz, ya creo las veré, y conoceré entonces,
y os daré gracias innumerables por ellas. Todas esas
conveniencias que en sí tiene, entonces las lograré,
gocemos de lo uno, y de lo otro: Señor compadeceos
de mí edad, y permitidme un poco de Dilación
al seguir un camino tan penoso.
A veinte y un años queréis cargar con el peso
de la Cruz? A una juventud florida queréis antes
ver oprimida, que pueda lucir florida? Antes he de conocer
las penas, que no el contento? Primero tengo de ver el fin
de mi vida, que goce de los frutos de la vida? Antes me
ha de cubrir el obscuro velo de las penas, y la Cruz que
me alegre, y me consuele el empleo tan natural en mi edad
de los gozos, y contentos? Antes me han de afligir las penas,
que me consuelen los gustos? Yo os daré, Jesús
mío, la vejez y dejadme la juventud. Yo os daré
á Vos el morir, dejadme Vos el vivir. Qué
es esto que te oigo, Philotéa, dijo el Señor,
cuando yo debía oírte persuadida y alumbrada,
te oigo, y me hablas tan engañada, y perdida? Treguas
pides al seguirme, y las pides por seguir el perderte, y
perderme, y perseguirme? Dilaciones al seguirme, prontitud
al ofenderme? La vida quieres dar al apetito, que es lo
mismo que el Demonio, ya mi me ofreces la muerte? A mi me
ofreces la muerte, Philotéa, no tuya, sino la mía;
pues quieres darme la muerte, con ofrecerme tu muerte, dando
al demonio tu vida? Con el vaso colmado de tu vida brindas
al torpe apetito, y con las heces a mi? Lo primero, y lo
mejor para el, lo postrero, y lo peor para mi?
¿Y dime desventurada, para que, y con qué
motivo buscaras la Cruz entonces? Por amor o por temor?
Sí es amor, dónde hallarás el amor,
enamorada tu alma de los deleites sensuales? Qué
amor queda para mi, entregado tu amor a la carne, y corrupción?
Cómo hallarás amor, para servirme, y amarme
con fineza, entregado, Tu amor a lo malo con torpezas? Qué
disposición tendrá para hallarla en lo bueno
con virtudes, la que ha vivido entregada, y cautiva, y triunfada
de los vicios?
Y si por temor servil, y bajó buscas entonces la
Cruz, ese es modo de corresponder al amor que yo te tengo?
Cómo esclava, y solo por temor de los azotes me buscas,
cuando como esposa te esta buscando mi amor? Y aun ese temor
me lo prometes al fin de tu vida, cuando es incierto entonces
ese temor, como es incierta tu vida? Si has de temer, teme
ahora, Philotea. Tal modo de discurrir, y elegir, irías
es para morir que para vivir, y para morir muerte eterna,
que no muere, y no para vivir vida, eterna, que no conoce
la muerte: Darme á mi el temor después, cuando
te doy yo mi amor Tu me das temor futuro, yo te doy amor
presente; con ese temor satisfaces a mi amor?
Y pregunto: la que comienza por temer la ingratitud, y desvergüenza,
cuándo hallará tiempo para el temor, ni el
amor y ni la vergüenza? Si ahora menos mala no temes,
como temerás entonces mucho mas mala, y perdida?
Si ahora con menos culpas no quieres, como querrás
con muchísimas? Si ahora no puedes con mil, como
podrás con cien mil? Si ahora; con fuerzas no puedes,
como sin ellas podrás? La ceguedad que ahora tienes
a vista de tanta Luz, cual será después de
haber vivido, tantos años en tinieblas? Y sí
has de tomar la Cruz al morir, qué tiempo te queda
para seguirme con Cruz, si apenas llega la Cruz, cuando
se acaba el vivir? Qué tiempo para darme de tu tiempo,
cuando se acaba tu tiempo?
Y quién te ha dicho loca, que tendrás vejez?
Quién te ha dicho, que pasaras de esa vana juventud.
Lo, incierto me das á mí, y lo cierto a mi
enemigo? Lo presente á tus deleites, lo venidero
á tu enmienda? Asi lo he hecho yo Contigo, que temprano
comencé a ofrecerte? Antes que fueses te tuve ya
prevenido que fueses,: y te crié, te llamé,
te formé, y te di las inclinaciones que te pusieron
en el camino de la Cruz ;que ahora tan neciamente rehúsas.
En la vejez, que apenas se puede tener en pié, quieres
cargar con la Cruz, cuando huyes de ella con los hombros
robustos de la fuerte juventud? Desprecias; el bien presente,
y piensas vanamente confiada lo abrazarás incierto,
venidero, y ausente? Dejas ahora esta corona, que te ofrezco,
con mi Cruz, y huyendo de la Cruz; y la corona, desatinada
presumes, que cuando quieras, hallaras á la Cruz,
y a la corona? Quién se acerca y huyendo dejo que
busca? Quién llega al termino, de donde, anda siempre
huyendo? Si tu intento es tomar la Cruz para conseguir la
corona, como podrás tenerla, ni hallarla al morir,
habiendo huido, y alejadote tantas jornadas, fugitiva de
la Cruz, por los gustos, y deleites del vivir.
Prosigue el Señor en reprender ásperamente a Philotéa, porque pone dilaciones al seguir el camino de la Cruz.
No sólo, Philotéa, no podrás, (prosiguió
el Señor) pero no querrás seguirme. No podrás,
porque el alma aprisionada del deleite, como podrá
sacudirlo para tomar sobre los hombros la Cruz? Deleite,
y Cruz no caben en unos hombros, como ni en un pecho, Belial,
con el Señor. Pues como desdichada podrás
sacudir de ti el deleite, para que siga después a
tus deleites la Cruz? Tu alma fea, abominable, cautiva,
aherrojada en las cadenas del vicio por donde ha de limar
sus cadenas? Con qué manos? Con qué limas?
Y en qué tiempo? Cuando las manos debilitadas, flacas,
é inútiles á todo lo bueno, y santo;
torpes con todo lo torpe, apenas podrás moverlas
para lo bueno, acostumbradas a trabajar en lo malo, que
fuerzas has de tener para limar con los clavos de mi Cruz
los hierros de tus cadenas?
¿Si ahora te falta fortaleza para seguirme, como
podrás entonces postrada, y debilitada? Si ahora
te faltan las fuerzas para seguir, y servir, como las tendrás
entonces para pelear, para vencer, y triunfar? Si ahora
para lo fácil, cómo entonces para lo dificultoso?
Si ahora habiéndolo probado mas sana, y fuerte, no
puedes levantar mi Cruz, como entonces sin virtud, fuerzas,
y luz, podrás levantar y poner sobre tus hombros
la Cruz?
¿Si es menester virtud, y gran virtud para cargar
con mi Cruz, seguirme, servirme, y merecer; por ventura
la costumbre inveterada, y antigua del pecar, te llevara
á merecer? Si cada instante estuviste estudiando
la maldad, cómo saldrás eminente para seguir
la virtud, la perfección, y el espíritu? Aprendiendo
la lengua de pecar toda la vida, como sabrás hablar
en la lengua del merecer en la muerte? Si ahora herida de
tus pasiones, no quieres dejar tus pasiones por mi Cruz,
creeré yo que querrás cuando estés
mas llena, colmada, cautiva, y rendida de los vicios, pasiones?
Si ahora no puedes negarte á menos pasiones, podrás
entonces negarte a mas vicios, y pasiones? Si, ahora no;
puedes con diez enemigos podrás entonces con mil?
Si ahora no puedes levantar por tu flaqueza cuatro onzas,
como podrás entonces innumerables arrobas?, Cuando
el peso gravísimo de tus culpas sea mayor, y tu fuerza
para lo bueno menor, podrás sacudir, Philotéa,
de tus hombros á las culpas?
Al vivir, cuando estás para obrar, y discurrir, te
niegas á tu remedio: y al morir, ó ciega!
te ofreces al mayor daño? Ahora con todos tus sentidos
muy despierta te niegas á tu remedio, y lo hallaras
al morir, antes muerta que despierta? El reloj desconcertado
dará entonces muy concertadas las horas? Tus potencias,
facultades y sentidos turbados, y confusos del accidente
mortal, qué te han de ofrecer entonces, desdichada,
sino muerte? No es un loco el herido, o enfermo, que aguarda
a curarse a tiempo que esta mas grave, y desesperada la
enfermedad, y la herida? Dejadme, dice, vivir herido, hasta
que muera curado. Dejad que se encancere la llaga, y, después
la curareis. Dejad que llegue la enfermedad a su punto,
y después aplicareis el remedio. Cuando esta mas
insuperable el daño, mas desesperado el remedio,
aplicareis el remedio de mi daño. Que discursos,
qué palabras son estás de un desatino mortal?
Finalmente, ni querrás, ni podrás tomar mi
Cruz, Philotéa, á la vejez, ni a la muerte.
No podrás, porque la voluntad ya cautiva del vicio,
no ha de poder romper las cadenas de las prisiones, y vicios.
Y no querrás, porque ya el querer lo has dado a aquel
tirano poder, y podrá en ti mas, su poder, que tu
querer: y aquel libre albedrío que te di, lo hiciste
cautivo de aquel infame albedrío: y mi gracia, que
es lo que ha de alentar tu albedrío, para que busques
mi gracia, andará ausente de tí, por haberme
tanto tiempo despreciado, y ofendido, con vivir en mi desgracia.
Y de la manera que un clavo con muchos golpes se fija tan
profundo y que es imposible después desenclavarlo;
así con repetidos pecados habrás hecho en
tu alma tan penetrantes las culpas, tan profundas las heridas,
tan asida la costumbre, que envejecida a lo malo, no puedan
arrancar del alma, lo santo y bueno.
Pero quién te ha dicho, engañada Philotéa,
que cuando tu quieras imperfectamente querer y que tu puedas
poder, Querré yo querer, y podré ponerte en
libertad, y en poder? Puedes tu salir de servidumbre sin
mi? Puedo yo sacarte de servidumbre sin ti? Si tu no quieres,
cómo puedo yo violentar á tu querer, habiéndote
dado libre la voluntad, y el querer? Si tu resistes, como
puedo remediarte? Si el enfermo arroja el vaso a la cara
de su Medico, y salud, cómo ha de poder curarlo?
Si entre mis parientes mismos no podía hacer milagros,
porque su incredulidad ataba los efectos a mi misma Omnipotencia,
y faltaba, la disposición en ellos; pero no el poder,
ni la caridad en mi; cómo podré remediarte
cuando tu no te dispongas al remedio? Y no es porque yo
no pueda, sino porque tu no quieres.
Finalmente, podrás salir del cautiverio á
la dulce libertad, si no te saca mi mano? Podrás
salir de tus culpas, sin mi gracia? Podrás decir
Jesus, sin Jesús? Podrás ni aun en mi gracia
promoverte, y proseguir en la gracia, sin que te ayude,
y favorezca Jesus con su socorro, y su gracia; Pues si aun
cuando estás en mi gracia, no puedes obrar sin mi,
como podrás, Philotéa, obrar en mi desgracia
sin mi?
Por dónde pretendes tenerme entonces favorable, cuando
te has hecho con repetidas ofensas aborrecible? Es buen
modo de obligarme el ofenderme? Es buen modo de obligarme,
dejarme, y desampararme? Cuando tu me desamparas rogándote;
quieres que yo te busque llamándote, y obligándote?
Tú me crucificas á mí, y haré
yo grandes milagros por ti? Por qué virtudes? Por
qué méritos? Por qué servicios? Por
repetidas ofensas? Será bien que te honre con mi
Cruz, porque me has crucificado? Sera bien que busque mi
misericordia, porque fabrico sobre mis espaldas sus culpas
tu maldad, y tu miseria?
Humillase Philotea a reprensión del Señor, aunque le hace otra instancia, por dilatar el seguir el camino de la Cruz y el Señor vuelve a reprenderla.
Señor, dijo Philotéa, temblando estoy de
oír vuestras palabras; vuestro discurrir es vencer,
y convencer vuestro hablar es alumbrar, abrasar, y aun confundir.
Perdonad mis ignorancias, procedidas de flaqueza. Como yo
había oído, y reconocido vuestra piedad infinita,
y vuestra misericordia, y que esta excede en vos á
los demás atributos me parecía á mí,
que no habría tiempo, en el cual no me amparase vuestra
piedad, y que bien podía holgarme algunos años
sin Cruz, y después, poco antes de morir, tomar;
sobre los hombros la Cruz.
Peor es, dijo el Señor Philotéa, tu disculpa,
que tu culpa. Posible es, que en la confianza vana de que
te he de perdonar, me quieras crucificar? Por ventura es
buen discurso decir: Yo, Señor os quiero abofetear,
herir, escupir afrentar, azotar, crucificar, que vos me
perdonareis? Dejad ahora que os crucifique yo a vos, que
después me coronareis, y premiareis vos a mí.
El demonio, ó Philotéa, no se atrevió
á discurrir de esta suerte. Aborrecía, y por
sus Ministros me crucificaba; pero sabía, que no
era posible que su maldad mereciese efectos de mi bondad.
Tu ingrata, y loca, te atreves á aguardar mi Misericordia,
irritando a mi Justicia? Acaso hay Misericordia en mí,
sin que haya también Justicia? Es mi condición
el premiar maldades, e iniquidades? He de premiar, y coronar
los delitos? Sabe mi Misericordia ofender á mi Justicia?
He de cortar el brazo de mí Justicia con el de mi
Piedad, Bondad, y Misericordia? Puede: quedar Imperfecto
el cuerpo inmenso de este Poder? Pueden ofenderse, ó
encontrarse entre sí mis Atributos?
¿Por ventura con exceder en la intención,
y en otros innumerables efectos á la Justicia mi
Misericordia no excede en la extensión de los castigados
mi Justicia? Mira sí son mas aquellos que se condenan,
que no aquellos que se salvan? Mira cuantos son los llamados,
cuan pocos los escogidos? Mira si es pequeñito mi
ganado? Mira si es estrecho el camino de mi gloria: y muy
ancho el del infierno? Mira si castigué la dureza
de mi Pueblo en el desierto?
Seiscientos mil salieron de Egipto, y de aquellos que salieron,
solos dos llegaron á la tierra prometida. Si á
este computo, y respecto se salvasen en esta vida almas,
Philotéa, qué sería? Mira si les salió
dulce la trasgresión de tus Padres? Mira si aquel
bocado mortal lo ha pagado toda su posteridad? Mira como
se tragó la tierra a aquellos qué despreciaron
á Moisés? Mira como hice degollar mas de treinta
mil personas, que rebeldes me dejaron, é hicieron
ídolos en el Desierto? Mira á mi Pueblo tantas
veces castigado? Mira á Judas mi Discípulo
ahorcado, y desesperado? Mira como pagué tus pecados
en la Coluna, y la Cruz, y qué castigo hizo mi Padre
en mi, para perdonarte a ti? Mira una eternidad de penas
en el Infierno, sin conocerse en ellas ni el fin del atormentado,
ni del tormento, ni el de aquellos que atormentan, ni Ver
jamás un adarme de perdón, ni remisión.
Finalmente, mira qué pequeño es mi ganado,
y las innumerables almas, que arroja mi Justicia en los
Infiernos. Cabrás tu, Philotéa, ingrata, y
dura, en donde han cabido, caben, y cabrán tantos,
que han seguido ese desatinado discurso con que huyes de
mi Cruz? Sobre mi paciencia quieres fabricar tus culpas,
y mis ofensas? Con esperanza de que soy piadoso, quieres
ser cruel enemigo? Dilaciones ofreces ingrata a mi vocación,
malogrando tantas luces?
Al que me pidió que le dejase ir a encerrar á
su padre, cuando lo llamé, le dije, que dejase a
los muertos, que enterrasen a los muertos, porque solo son
vivos los que me siguen, y sirven. Al que me pidió
que le dejase que fuese á dar aviso á su casa,
de que me seguía, cuando yo le pedí que me
siguiese, le dije, qué no volviera la cara atrás,
ni aparcase de la esteva la mano al seguirme con la Cruz.
Solo porque la mujer de Loth miró a Sodoma, la reduje
a una estatua de escarmientos, que con su sal puede sazonar
innumerables discursos.¿Y tu, Philotea, me pides,
no mirar, sino volverte a Sodoma? Me pides, no ir a enterrar
á tu padre, sino enterrarte, y perderte, como lo
hace tu padre? No a avisar á tus hermanas Honoria
y Hilaria, sino á perderte con tus hermanas? Asi
pagas mis finezas? Asi te convencen mis razones? Asi te
alumbra mi luz? Asi te enciende mí amor? Vuelve,
Philotéa, en ti, Vuélvete a mí, Philotéa,
antes que te deje yo, y me busques sin hallarme, por perderte
con perderme.
Rindese Philotéa a tomar la Cruz sobre sus hombros, capitulando con el Señor sobre ello.
Viéndose Philotéa, no solo vencida, y convencida
de las razones eficaces, y evidentes del Señor, sino
justísimamente reprendida, afligióse, y postrada
pidió rendidamente perdón, y dijo; Señor,
bien veo vuestra Justicia, ay de mí! pues así
me habéis dejado que propusiese discursos de tan
grande vanidad, y locura, como poner delante al seguiros
excusas, y dilaciones: y claro están que este errar
mío, son efectos de esa Divina Justicia que con mis
yerros está castigando mis maldades, porque no hay
igual castigo al dejarme caer, y que esta culpa sea azote,
y pena dé las pasadas. Erré, Señor,
peque, castigadme; pero perdonadme al castigarme; sea el
castigo en el cuerpo, sea el perdón en el alma: sea
la Justicia la que mortifique esta porción inferior,
que Vos me habéis enseñado a conocer, sea
la Misericordia la que guié, y perdone la superior,
que no acaba de seguir lo que ya ha comenzado a encender.
Entonces el Señor le dijo: De fuertes remedios necesitas,
Philotea, y cuando yo te quiero llevar a mí por amor,
tu no quieres sino venir por rigor levanta el cuerpo de
la tierra, levantando los pensamientos al Cielo, Importa
poco que hayas estado humillada, si no te levantas humilde
y desengañada. Bien puedes conocer tu fragilidad,
por la tierra en que has estado postrada; y si conoces que
eres polvo, y has de reducirte a polvo, amaras bienes del
Cielo, y no amarás estos caducos, y miserables de
tierra.
Entonces, Philotéa, alentada con la Benignidad del
Señor, levantándose, le dijo: Piadosísimo
Señor, bien veo, que he errado como flaca, y miserable:
ya, Redentor mío, tomaré sobre mis hombros
la Cruz, yo haré cuanto me mandáis, y aunque
mi flaqueza, y debilidad sentía horror al entrar
en este dificultoso camino, Vos, Señor, me habéis
animado tanto, y la fuerza de la razón, y verdad
ha dado tan grande esfuerzo á mi alma para seguiros
en cruz, que me resuelvo á serviros de esta suerte.
Pero Señor permitidme, que os proponga algunas condiciones,
y peticiones, las cuales no miran á dejar de seguiros
con la Cruz, sino al poderla llevar. Bien veis vos, Señor
mío, que es mejor tomar una Cruz posible, y comportable,
que una incomportable, y terrible. Caminar para caer, no
es buen modo de caminar. Tomar sobre sí la intolerable
á las fuerzas y es mas temeridad, que prudencia.
Andar con peso, y sin proporción, no es andar, sino
caer.
Lo primero que os suplico, Señor mío, pues
es mi intento seguiros con la Cruz sobre mis hombros, es,
que me la dejéis poner á mí gusto,
y no me la pongáis vos. Yo, Señor, sé
muy bien adonde llegan mis fuerzas, y la llevare a mi modo,
con que os podré mejor seguir.
Lo segundo, os suplico que no sea muy grande esta Cruz,
porque aunque lo es mi deseo de serviros, es mayor mi flaqueza
y debilidad y no es justo tomar hoy la Cruz, para dejarla
mañana.
Lo tercero, que no sea la Cruz muy larga, sino breve; porque
será imposible que yo pueda con ella, si no la abreviáis,
Señor.
Lo cuarto, que no sea muy pesada, ni de plomo, ni de hierro,
ni de cosa deslucida; porque bien sabéis que no llegan
mis fuerzas á peso tan desmedido, ni a cosa que mire
á afrentas, ni deshonras, ni ignominias.
Lo quinto, que sea una Cruz muy transparente, y hermosa,
y que se vea de lejos, porque con eso conozcan todos que
me precio de seguiros, y tomen ejemplo en mi, y tengáis
infinitos seguidores.
Últimamente os suplico, Señor mío,
que sea con calidad de poder dejar algunos días la
Cruz: pues veis, misericordia infinita, cuan dificultosamente
podré caminar, si cesar con ella sobre los hombros.
Con estas condiciones, Señor mío, yo abrazo
con grande gusto la Cruz. Es posible, Philotéa, dijo
aquel eterno Señor, que no te quieres fiar de mí!
Es posible que al seguirme y me propones condiciones! Qué
limitaciones puse yo a tu redención? Tuvo términos
mí amor? Mi caridad tuvo fin? Pues si yo Criador
de todas las criaturas me entregué á vosotros,
y por vosotros sin fin, ni tormento, ni medida; y di a mi
amor, y á vuestro amor tanto mas de aquello que fue
necesario a vuestro remedio; pues bastando una gota de mi
sangre, di tantas de mi sangre, y mi sudor, cómo
tu me propones condiciones, y limitaciones al servirme,
y al seguirme?
Con tu Señor, Redentor, Esposo, Padre, y Dios capitulas?
al que debes rendidamente servir, seguir, y obedecer, y
con quien debe gobernar tu voluntad capitulas? Que me das,
que no me debas? qué tienes que no te di? Si eres
mía, porque te crié: si eres mía, porque
te redimí: si eres mía, porque te llamé:
si cuando mas me sirvieres, y siguieres, no has cumplido,
ni llegado a pagar deudas de cantas obligaciones, crédito
de tantas prendas, qué me das para que yo te reciba,
y admita con condiciones? Puede haber Cruz tan grande, tan
penosa, y desabrida sobre tus hombros, que llegue a satisfacer
tus culpas? No por cierto. Pues sí no puede haberla,
sobre qué capitulas, Philotéa?
Respondió Philotéa: Señor, bien conozco
esa verdad; pero estas no las tengo yo por condiciones,
ni capitulaciones, ni limitaciones de mi amor, que ese es
grandísimo, y sin Cruz os quiero mucho, y me abraso
de vuestro amor, Pero como, que en sirviéndoos con
Cruz y mas siendo muy pesada he de dejar el camino, y de
corrida, y avergonzada después, no solo dejaré
el camino de la Cruz, sino que seré mucho peor que
era antes que yo siguiese, y emprendiese este camino. Comenzar,
y no proseguir adelante con la Cruz, es volver muchas jornadas
atrás.
Todos se reirán de mí, si no os sigo, así
como todos me murmuraran si os sigo. Al dejaros, porque
os dejo; y porque os sigo al seguiros. Pero cuando me murmuren,
Señor, siguiéndoos, es consuelo de esta pena
el gozo, y el provecho de serviros, y adoraros; pero el
murmurarme, dejándoos, en, una pena sin consuelo.
Y páreseme á mi, Señor, que si yo midiese
la carga, y la pusiese en estado que la pudiese traer, y
proporcionase á mi flaqueza la Cruz, seguiría,
y conseguiría el seguiros, serviros, y conseguiros.
Manifiesta el Señor a Philotéa las falsedades de sus discursos, y réplicas, y propínele diversos ejemplos para seguir la Cruz.
Que falsa que discurres, Philotéa, dijo el Señor;
preciso es que mi luz desate, y eche de ti las tinieblas
de todos esos discursos.
Lo primero, has de advertir, que es poco menos que falso
este amor, que tu dices que me tienes, afirmando que me
amas, como no sea con Cruz. Pues qué amor es aquel
que está huyendo de penar, y padecer por su amado?
Si tu estas diciendo, cuando afirmas queme amas, que no
te atreves á seguirme penando; cómo te he
de creer que tu me sigues amando? Si tu pides gloría,
y gozo para seguirme, cómo creeré que la gloria
para ti, es fineza para mi? Qué amor viene á
ser para mi, el que es gusto, y deleite para ti Quieres
prendarme con tus deleites, y que yo quede obligado con
que tu te huelgues mucho?
Si por no penar por mí, no tomas sobre tus hombros
la Cruz, y la Cruz te mortifica, té humilla, y te
atribula por mí, y eso no quieres hacer; mas te quieres
que no a mi. Huyes de la Cruz que te atribula, y por eso
no me sigues; luego mas tratas de amarte, que no de amarme,
y servirme? Y así cuanto niegas á mi Cruz,
tanto niegas a mi amor: y cuanto tomares de Cruz, tanto
darás a mi amor porque el no querer la Cruz es quererte
mas á ti, que á mi: y es querer mas tu gusto,
que no el mío: tu amor propio, que no el mío;
y sí a ti te quieres mas que no a mí, cada
instante me has de dejar á mi, o Philotea, por ti.
También con otro discurso se conoce la falsedad de
tu amor, porque como quiera que en viendo la Cruz huirá
tu amor propio, por no recibir sobre tus hombros la Cruz;
siempre que yo mande una cosa, tu quieras otra, huirás
de mi voluntad, por hacer tu voluntad. Pues siendo así,
que el hacer mi voluntad contraria a tu voluntad, sea mortificar,
y poner en Cruz a tu voluntad claro está, que ha
de huir tu voluntad de mi voluntad. Y si huyes, Philotéa,
de la Cruz, y de mí, y mi voluntad, qué amor
es aquel, que siendo amante, huye de la voluntad del amante,
y del amado? Si el afecto principal del amor, del amante
a su amado, es darle la voluntad, y tu me niegas la voluntad
por no seguirme con Cruz, y me has de dejar, y negarte a
mi siempre que yo mortifique, y ponga en Cruz á tu
voluntad; cómo creeré que me sigues, sino
que te adoras, y te sigues?
También te engañas en creer, que porque me
sigas en Cruz, dejarás mas fácilmente el camino
de servirme; porque antes te asirás más firmemente
con él. No ves cuantos me han seguido en Cruz, que
firmes, qué seguros me han seguido? Mira á
mi Madre, y á todos los Apóstoles, que me
seguían en Cruz, y con Cruces grandes, cuan firmes,
y constantes siguieron caminos de vida eterna; luego el
seguirme con Cruz, es firmeza para seguirme, y servirme.
Señor, dijo Philotéa, á esos Santos
los confirmo vuestra gracia, y confirmados en gracia, no
podían no seguiros. Esta bien, Philotéa, respondió
pero todos sus discípulos? Y tantos innumerables
Obispos, y otros á quien guié por el camino
glorioso, y valeroso de la Cruz Los Ignacios, Policarpos,
Marciales, Marcelos, Clementes, Linos, Cleros, Anacletos,
Dionysios, Eugenios, Ciprianos, Lorenzos, Vicencios, y otros
innumerables seguidores de mi Cruz? Y los Ambrosios, Agustinos,
Chrysostomos, Hilarios, Marcinos, Nicolaos, Gregorios, y
otros infinitos Obispos, que me han seguido con la Cruz
sobre los hombros, y el pecho? Y los Antonios, Pablos, Benitos,
Bernardos, Romualdos, Domingos, Franciscos, y otros sin
numero, que han seguido el camino de la Cruz?
Señor, dijo Philotéa, esos eran hombres; pero
yo fragilísima mujer, y entonces el Señor
la respondió: Y las Águedas, Ineses, Lucías,
Paulas, Leocadias, Engracias, Eustoquias, Claras, Catalinas,
Anastasias, las Getrudes, Ildegardes, Lutgardas, Brígidas,
Olimpias, Pulcherias, Teresas, y otras infinitas Esposas
mías, de las cuales á ninguna he confirmado
en mi gracia qué otro camino siguieron, sino el de
Cruz? Y cuantos me están gozando, sean grandes, ó
pequeños, qué otro camino tuvieron, sino el
de Cruz, desde el menor al mayor, desde el, ultimo al primero
Si murieron niños los salvo mi Cruz; si grandes,
la mía, y la suya: pues a estos salvó lo que
yo pene por ellos, y ellos penaron por mi.
Finalmente, cuantas almas me gozan, que otras armas tuvieron
en las manos? Qué otra señal en los pechos?
Qué otra sobre sus hombros, sino la Cruz? Y todos
cuantos me siguen en obediencia, en pobreza, y castidad,
y clausura, con qué otras armas se arman para seguir
su camino, sino solo con mi gracia, y con mi Cruz? No ves
esos Escapularios que echan sobre sus hombros mis siervos,
y mis esposas No ves esos Pectorales de los Pastores de
mi universal ganado? No ves esas Cruces militares, qué
otra cosa significan, sino la Cruz de que van armados, y
con que andan en el alma defendidos?
Pues si a la mas flaca naturaleza, y al mas débil
sexo hace fuerce, y valeroso, y constante, y firme la Cruz,
como ves en mis esposas; cómo tu te atreves, Philotea,
á decir, que serás mas valerosa sin Cruz,
que con ella? Y, haces tantos argumentos al rehusarla, y
me pones condiciones al tomarla, ó recibirla Ha habido
algunas de estas, sino tu, que haya entrado a servirme con
esas condiciones, reservas, y limitaciones?
Señor, aunque es así, dijo Philotea, que todos
generalmente se salvan por vuestra Cruz, y la suya; pero
algunos parece que son tan dichosos, que solo se salvan
por la vuestra, y sin padecer con la suya, y van derechamente
á gozaros, habiendo holgadose mucho, y de esos querría
ser: como son aquellos que después de haber vivido
entre gustos, murieron con dolor, y contrición, con
que se van derechamente a la gloría. No es así,
dijo el Señor; porque no hay nacido, que no padezca
su Cruz: y aun el niño bautizado, que muere luego,
y se salva por mi Cruz, con ser incapaz de méritos
propios, también tuvo propia Cruz, al estar en el
vientre de su madre en tan congojosa, cárcel, al
nacer con tantas penalidades, al morir con agonía:
y los que mas se han holgado, han pasado por estas penalidades.
Y los que tu dices, que salen de esta vida muy contritos,
después de haber vivido con grandes recreaciones,
y deleites, si no lloraron de suerte que la Cruz de su dolor
fuese satisfacción de sus culpas penan después
en el Purgatorio tan intolerablemente, y padecen en él
una Cruz tan terrible, tan prolongada, y sensible, y formidable
y que dieran entonces haber padecido la
mayor del mundo meritoria, por no padecer aquella terrible,
que no es aun satisfactoria, sino solo purgativa. Y así
ha sucedido permitir yo que volviera una alma á hacer
penitencia en esta vida, tal, que recompensase las penas
de tres días, que padecía en la otra, y hacerla
tan rigurosa, que en toda ella jamás conoció
la risa, ni el contento, y todo era penar al hielo, y al
calor, y andar con una Cruz tan pesada, que parecía
intolerable á la vida: y así Philotéa,
nadie se salva sin Cruz mía, y propia, y rehusar
recibirla, es rehusar el gozarme, y escoger mayores penas
allá, por no padecer menores penas acá.
Propone Philotéa al Señor algunas razones, para que le admita sus capitulaciones y el Señor la desengaña.
Viéndose Philotéa convencida con ejemplos
tan claros, á recibir la Cruz sin limitaciones, respondió:
Señor todas esas Cruces que habéis referido,
y todos esos Santos, y Santas, que habéis nombrado,
son almas, á quien disteis una muy especial gracia
para seguiros tan rendidamente en Cruz, y eso es muy; raro
en el mundo; y yo pecadora, y pobre, y perdida, y flaca,
no puedo fiar, ni confiar, que recibiré tan señaladas
mercedes.
Por eso, como mí intento es de serviros sin dejaros,
y de amaros sin volverme del camino, querría medir
la carga, y la Cruz, y ponerla tan tolerable, que pueda
seguiros con gran fervor: pues no se puede negar que andará
mucho mejor su camino el que anduviere con mas ligero peso
sobre sus hombros, que no aquel que por el grande que le
oprime, y le aflige, es preciso ande sudando, y penando,
con que es forzoso que, ó caiga con el peso en el
camino, ó que deje el peso, y con él deje
cambien el camino.
O que sin luz discurres, Philotéa! que poco entiendes
del camino dé la Cruz Después de tantos conocimientos,
como te he dado discurres tan ciegamente? No te he dicho
que la Cruz no se pesa por su peso, ó por su cuerpo,
y su grandeza, sino por el peso, y grandeza de mi gracia?
No has percibido, que el que mas me ama le pesa menos un
monte, que el que ama menos puede pesarle una paja? No te
he dicho, que el peso, y pesadumbre exterior es mayor, ó
menor, según la virtud interior, que animado desanima
aquel peso? No ves cada día alegre al mas penitente,
y triste al menos austero? No ves a cada paso correr mas
fervoroso, y ligero con su Cruz mas pesada al desnudo, que
al vestido Esto puede tener duda? Sí crees a tus
ojos para ti; porqué no crees á tus ojos para
mí? Sí crees tus ojos al ver sudar al mortificado,
para hacer argumentos por la carne, por qué no crees
al ver alegre al mas penitente, para hacerlos en favor del
espíritu, y mi Cruz, para ceñirla, y domarla?
Pero si no crees, ni á tan eficaces ejemplos, como
te he puesto a la vista, ni á lo que ves, cree a
la fuerza del discurso que se sigue. Todo tu argumento,
Philotéa, es decir, que me seguirás mejor
sin Cruz, que con Cruz; y ya que te convencí, que
era imposible seguirme sin Cruz ; pues no puedes seguirme,
si no guardas mis preceptos, y eso es ya seguirme en Cruz;
pasaste á decir, que por lo menos tu proporcionarías
la Cruz a tu modo, y que la harías mas tolerable
á tus fuerzas, y me seguirías mejor con una
Cruz moderada tuya, y con todas las condiciones que dijiste
que no con la que yo te pusiera, y que otros que la han
traído, como yo se la fié, ha sido por gracia
muy especial.
Dejo á una parte, Philotéa, la justa queja
que debo tener de ti, de no fiarte de mi, y pensar, que
no seré yo fiel, para no sobreponer en tus hombros
mas carga de la que puedes llevar, cuando he repetido en
mi Escritura diversas veces, que soy fiel, y que no consentiré,
que nadie sea tentado sobre sus fuerzas.
Dejo lo que me lastima desconfianza tan ajena de mi ser.
Porque, ó temes, que te he de poner carga intolerable
á tus fuerzas, porque no querré proporcionarla
ó porque no sabré medirla. Si es porque no
sabré, ofendes mi sabiduría, siendo mi sabiduría
por quien se hizo, y formó, y reformó lo criado.
Si es que no querré, desconfías de mi amor,
que no es menos sensible a mi amor pues bien podías
conocer, Philotéa, que quien puso sobre sus hombros
por tí, al redimirte, una carga sin medida, la pondría
sobre los tuyos, para hacerla tolerable, con todo peso,
y medida.
También dejo el excusarte con decir, que aquellos
que me han seguido, fue por gracia muy especial; pues bien
podías reconocer, que mi gracia no se ha enflaquecido
con el tiempo, ni envejecido con él, ni falta a aquellos
que me buscan, y mucho menos a aquellos que busco yo, como
á tí y claro esta, que todo cuanto hago, y
he hecho por tí, es gracia muy especial: y que echar
la culpa a mi gracia, es disculpar vuestra flaqueza, haciendo
mayor la culpa con la disculpa. Pero todo esto te lo perdono,
ó condono, como no te niegues á la luz del
discurso que se sigue, que alumbrara á cualquiera
ciego. Dime Philotéa, si quieres seguirme para no
dejarme, como estarás mas cerca de dejarme, con seguirme
con tu Cruz, o con la mía? Claro está que
con la tuya; porque si tu Cruz es tu propia voluntad, y
el dejarme se hace con tu voluntad, bien cierto es, que
estás, y estarás tanto mas cerca de dejarme,
cuanto al seguirme tuvieres mas de tu propia voluntad.
Por el contrario: si el seguirme se hace con hacer mi voluntad,
claro está, que tanto mas segura andarás en
el camino de seguirme, cuanto mas seguramente hicieres mi
voluntad. Si á aquellos que ayunaban, haciendo su
voluntad en su ayuno, no les admití su ayuno, porque
lo animaba su asimiento, y voluntad; porqué quieres
que yo admita tu Cruz, haciendo tu voluntad en tu Cruz;
y mas cuando no admites la Cruz, que te ofrece mi amor,
y mi voluntad? Si no has de llevar la Cruz, sino cuando
tu quisieres, y como quisieres, y la que tu quisieres, y
hasta aquello que quisieres, y del peso que quisieres, y
del modo que quisieres; en este propio querer, que tienes,
ó Philotea, de Cruz y sí haces tu voluntad
en todo al llevar esa tu Cruz, dónde escala Cruz
que ha de poner en Cruz a tu voluntad? Cómo me sigues
en Cruz, cuando toda tu Cruz es para seguirte a tí,
y tu voluntad, pues la llevas cuando quieres, porque quieres,
como quieres? Eso no es llevar la Cruz, sino andar sobre
la Cruz, y que ella te lleve a tí, ó es andar
asida á tu voluntad, poniendo tu voluntad en la figura
de Cruz, cuando es esa que tu llamas Cruz, la Cruz de mi
voluntad.
Finalmente, con lo mismo que haces la Cruz, la deshaces:
pues; con lo mismo que haces una Cruz muy gustosa para tí,
la haces desabrida para mí: con lo mismo que te parece
que caminas hacia mí, vas caminando hacia tí;
y cuando te parece que llegas á la corona, caminas,
y llegas al precipicio. Y te engañas, Philotea, en
pensar que estarás mas lejos de dejarme con tu Cruz,
que con la mía, por parecerte que yo te la daré
mayor de la que puedas traer. Lo primero, porque como ya
te he dicho, no solo no me sigues con tu Cruz, sino que
me crucificas con ese modo de Cruz, pues me sigues con ella,
sino que con ella, como he dicho, me persigues: pues huyendo
de mi voluntad, estás sustentando, fomentando, criando,
y haciendo mas recia tu voluntad.
Lo segundo, porque yo soy vida, camino, y verdad, y claro
está, que si tu no tomas mi Cruz, no caminas por
mí camino, con que no puedes llegar al fin del camino,
que es la vida, y la verdad.
Lo tercero, porque es grande engaño tuyo pensar que
andarás más ligeramente con una
Cruz moderada tuya, que con la pesada mía, que es
no siguiendo lo mejor, y lo mayor razón de esto es
muy llana, pues estarás entonces mas cerca de lo
peor.
Si la mayor Cruz, Philotéa, es la: mayor perfección,
cual estará mas lejos de lo peor, el que está
en la mayor perfección, ó el que está
en moderada virtud? Si el camino de los dos es contrario
al de las virtudes, cual estará mas cerca de los
vicios, sino aquel que sigue con menos fervor,
o perfección las virtudes? Si el seguirme con Cruz
grande en aquella proporción que yo le diere, es
hacer mi voluntad; quién estará mas cerca
de mi, y de las virtudes? el que hace mi voluntad, ó
aquel que por proporcionar su Cruz, no hiciere mi voluntad?
Dime, engañada Philotéa, quién está
mas cerca del deleite prohibido, el que esta en el permitido,
ó el que huye del permitido, por no incurrir en el
malo, y prohibido? Quién esta mas cerca de lo malo
el que por hacer lo que yo quiero, hace siempre lo santo,
y bueno, ó el que por hacer lo que él quiere,
y apetece, anda huyendo de lo bueno, y acercándose
a lo malo?
Quién llegará antes al fin, el que camina
mucho hacia el fin, ó el que anda con tardos pasos
al fin? Quién conseguirá, mas seguro la corona,
el valeroso, que la busca con esfuerzo, o el flaco lleno
de debilidad? Quién es mas fuerte para pelear, el
que pelea muchas veces con valor, que es el perfecto, y
esta acostumbrado á vencer, ó el que nunca
ha peleado, o raras veces vencido? Cuál será
mas valeroso en la pelea, el delicado, ó el duro?
Aquel que anda huyendo de lo penoso y o este que se ejercita
en lo fuerte?
Quién estará mas cerca dé las virtudes,
el que vive entre tabulaciones, y penas, en las cuales comúnmente
se ejercitan, ó el que anda entre gustos, y deleites,
aunque sean permitidos, en los cuales comúnmente
se fomentan muchos vicios? Que Ciudad estará mas
defendida, la que tiene guarniciones por afuera que defienden
las murallas, ó la que por no tenerlas, batidas estás,
queda ganada, y saqueada? ,
No es cierto, que lo que esta mas lejos de lo malo, vive
mas seguro, constante y fuerce en lo bueno? No es llano
que la ocasión lleva al alma a la caída? No
es claro, que los deleites, aun cuando son permitidos, entorpecen
la razón, y fomentan, y aumentan al apetito?
Si Adán vuestro Padre no se pudo tener en el Paraíso
entre tantas felicidades, poder, grandeza, gracia, y saber:
ni Salomón lleno de sabiduría; y por el contrario,
Job se tuvo fuerte en el muladar; quien hay que no tiemble
del gozar, y huya del padecer? Pero para que veas Philotea,
que discurres ciega en ponerme á mi Cruz limitaciones,
o en hacerte á ti la Cruz, por juzgar que con ella
me seguirás fácilmente, y mejor que con mi
Cruz; quiero compadecerme de ti é irte alumbrando,
y concluyendo por cada una de tus condiciones, condescendiendo
con tu áspera condición, manifestándote,
que obras contra aquello que deseas, y destruyes con eso
mismo que pides, lo que estas pretendiendo en lo que pides.
Vuelve a convencer el Señor a Philotéa, declarándola y cuan engañada discurre en querer ponerse ella a sí misma la Cruz á su gusto y a su modo.
Ya estás convencida, Philotéa, a poner sobre
tus hombros la Cruz, según me has dicho: también
lo estas, a que no es tan áspero este camino como
piensas pero dices, que quieres seguirme en Cruz con limitaciones
de que tu misma te hagas la Cruz muy a tu gusto, y a tu
modo, y de que no sea grande, sino proporcionada a tus fuerzas,
y de que midas, y peses tu misma las fuerzas con el peso
de la Cruz. También quieres que no sea larga, sino
muy breve. No la quieres afrentosa, ni de hierro, ni de
cosa deslucida. La pides muy transparente, y que la vean
de lejos, y que la puedas dejar algunas veces si te hallares
muy cansada.
Yo te he de dar luz, para que veas, que si tu intento principal
es seguirme con la Cruz sobre los hombros, como tu dices,
destruyes tu mismo intento, con las condiciones que pones
a tu principal intento. Para esto no me valdré del
discurso con que te he probado, que el seguir de esta manera.
mi Cruz, no es seguirme en Cruz, ni con Cruz , sino hacer
tu voluntad en mi Cruz, y desterrar de tu Cruz mi Divina
Voluntad; pues la Cruz que gobierna tu amor propio, y tu
propia voluntad, no es Cruz mía, sino tuya: y Cruz
animada de la propia voluntad, mas tiene de voluntad, que
de Cruz. Dejo este discurso, Philotéa, y por cada
una de tus conclusiones convenceré el engaño
con que quieres gobernarte en el camino real de la Cruz,
haciendo en él á tu modo tu camino, y con
eso mismo saliéndote del camino, y de mi Cruz. Lo
primero, Philotéa, quieres poner á tu gusto
la Cruz, y traerla á tu modo sobre los hombros, para
traerla mejor; y todo esto que te parece medio para seguir
este fin, es medio de destruir este fin.
Si el fin es traer la Cruz, y es pena, y penalidad la Cruz,
cómo comienzas para conseguir la pena, y el disgusto
por tu modo, y por tu gusto? Si el fin de la Cruz es mortificar
el gusto, no es cierto, que tu gusto destruye la misma Cruz
que anda buscando tu gusto?
Pondré, dices, sobre mis hombros la Cruz; pero ha
de ser a mi gusto. Puede ser proposición mas ajena
del camino de la Cruz? A mi gusto? esa no es palabra espiritual,
Philotéa, y mi Cruz toda ha de ser espiritual. Sigues:
camino de Cruz, y andas buscando tu gusto? Los perfectos
seguidores de mí Cruz no tienen gusto, solo es su
gustó lo justo; solo es su gusto desterrar de si
su gusto, solo es su gusto vivir siempre á su disgusto;
solo es su gusto el vivir siempre a mi gusto.
A tu gusto quieres poner sobre tus hombros la Cruz, Philotéa?
No has de poner sobre tus hombros la Cruz, sino poner sobre
tu gusto la Cruz. Has de crucificar tu gusto con la Cruz,
y esto es ponerla a tu gusto. Por ventura me puse yo a mi
la Cruz? Por ventura me la puse yo a mi gusto? Por ventura
la hice yo? Por ventura no la hicieron mis mayores enemigos?
Gusto ajeno, gustos ájenos, Philotéa, puso
sobre mis hombros la Cruz. Mis enemigos me fabricaron la
Cruz, y lo que es mas la fabricaron, y hicieron sobre mis
hombros. Desde el nacer al morir, no hice mi gusto, sino
el gusto de mi Padre, y mis penas, y mi Cruz las fabricó,
Philotéa, ajeno gusto.
De la vida espiritual ha de andar ausente la palabra relajada,
que ofrece al alma la propia voluntad, cuando dice: Es mi
gusto, o no es mi gusto; son palabras profanas para un templo,
y camino tan sagrado; porque no ha; de haber mas gusto,
ni voluntad que la mía: y el hacer mi voluntad, y
el que yo haga en vosotros mi voluntad, y mi gusto, ese
ha de ser vuestro gusto, y voluntad. Pero yo te concedo
Philotea, que tu te pongas la Cruz muy á tu gusto;
piensas que con eso traerás mas descansada? Pues
te engañas, que no la traerás, sino mucho
mas inquieta..
Si tu gusto, Philotea, es hijo legitimo de tu propia voluntad,
y tu propia voluntad es inconstante, desasosegada, y varia;
pregunto, el hijo de madre tan infeliz, que efectos producirá?
Apenas te habrá puesto de una manera la Cruz, cuando
al instante tu mismo gusto la ponga de otra manera. Apenas
te la pondrá en el un hombro, cuando la pasará
al otro, y ya aquí, y ya allí, ya así,
ya de la otra suerte, no has de parar tu, y tu gusto, hasta
echar de los hombros a la Cruz. Y esto es llano, Philotéa;
porque si la Cruz es mi gusto, y lo que es mas, es crucificar
tu gusto, y tu quieres que tu gusto sea el gobierno de mi
Cruz; no es cierro, que no parara tu gusto, hasta
echar de sus hombros á mi Cruz? Pues si es así,
que tu te has resuelto á seguirme en Cruz,
bien cierto es, destruyes lo que has resuelto, y con ponerla
á tu gusto, sacudes de tus hombros
la Cruz. Cree, Philotéa, que la propia voluntad no
cría gustos, sino disgustos, y que solo tienen gustos
los que hacen mi voluntad. No hay sosiego y como te he dicho,
en la humana voluntad, hasta que se rinde, y sujeta ala
Divina: y así si quieres, Philotéa, llevar
sobre tus hombros la Cruz, huye lo posible de tu propia
voluntad, y de tu gusto, y déjate gobernar de mi
gusto, y voluntad. Pues guales esa otra frase: Quiero llegar
a mi modo sobre los hombros la Cruz? A tu modo, Philotéa,
y no al modo que yo te diere? Por ventura eso no es destruir
la sustancia con el modo? Mi Cruz, Philotea, no tiene modo,
y su modo es no tener forma, ni modo. Tanto quita el seguidor
de la Cruz de mi Cruz, cuanto añade de su modo. E1
verdadero discípulo de mi Cruz, la toma como yo se
la doy, y la trae como yo se la pongo, y la recibe, cuando
se la entrego yo, y no la deja, sino cuando yo quiero quitársela;
y en el modo, y la medida, y latitud, profundidad, altitud,
y longitud, se gobierna por mi modo: y el querer traer mi
Cruz á su modo, ese no es modo de traer, sobre los
hombros mi Cruz.
Enseña el Señor a Philotéa cuan grande es su engaño en pedir Cruz pequeña y no grande.
La segunda de tus condiciones: Philotéa, es que;
no sea muy grande esta Cruz, porque la puedas tolerar; y
en esto discurres olvidada de lo que tantas veces te he
dicho, que las Cruces no se miden, ni se pesan por su proporción,
ni grandeza, sino solo por mis fuerzas, y socorros. Pide
gracia á mi gracia, Philotéa, y no minores
la Cruz.
Tu piensas, que porque sea pequeña la Cruz, siendo
tuya, te será menos pesada que la grandísima
mía? Te engañas, Philotéa, porque mas
pesa una Cruz de una arroba de tu mano, que cien mil de
la mía. La razón de esto es llanísima,
porque a tu Cruz, no le asiste mi socorro, y sin él
es de plomo la que con el es de paja.
No has visto a cada paso en ti, y en otros; padecer penas
muy intolerables, por niñerías muy indignas
de sentirse, y dignas de despreciarse? no ves las penas
de aquéllos que ellos mismos se formaron, y fabricaron
las Cruces, tan sin consuelo, tan sin alivio, tan fuertes,
é intolerables, que sí no se acogen á
pedir misericordia, y no les doy mí socorro, se pierden,
y desesperan con ellas?
No has visto, que ti tiempo que los buenos discípulos
de mí Cruz traen sobre sí alegres, y gustosos
la Cruz de la Religión, de la clausura, de los votos
de pobreza, obediencia, y castidad, que son grandísimas
Cruces: andan en el mundo los que en los mismos deleites
se fabrican Cruces, de deleites, y de gustos, penando, y
reventando por esos hospitales generales, por esos patios,
Cortes, y Palacios Reales, gimiendo cada uno sin consuelo,
desesperados, y oprimidos con el peso de su Cruz.
Qué otra cosa es esto, Philotéa, sino que
a los unos les, socorre mi gracia, y si con la una mano
los puse sobre sus hombros mi Cruz, con la otra se la ayudo
a traer; pero á los otros, que ellos sin mí,
ó contra mi se fabricaron la Cruz, los dejo que,
penen, y giman oprimidos de su Cruz; con que en faltando
mi socorro, viene a ser incomportable, lo que con él
es muy fácil, muy llevadero, y posible.
Pero yo te doy, Philotea, que tu proporciones la Cruz, y
la peses, y la midas, y no yo. No conoces, ciega, y simple,
que siempre has de errar en la elección de la. Cruz,
y que nunca, has de estar quieta, ni sosegada hasta rendirte;
a mi Cruz?. Porque si tu eres quien menos conoce en ti de
tí, y yo quien mas conoce de en ti; cuánto;
mejor conoceré yo tus fuerzas, que no tu? Y cuánto
mas erraras en el peso, que pueden tolerar tus fuerzas tu
que no yo? Cuando discurra tu presunción al fabricarte
la Cruz, te fabricarás una Cruz tan pesada, y grande,
juzgando que la has de de poder traer, que á cada
paso des en el suelo con ella; y cuando discurra tu desconfianza,
y fragilidad, harás una Cruz tan pequeña,
que sea tu juguete, y no Cruz.
Añade á esto, que todo el tiempo que has de
ocupar en seguirme con la Cruz, te ocuparás en formarla,
y fabricarla: porque como quiera que ha de gobernar la fabrica
tu voluntad propia, y: esta es varia, no ha, de haber Cruz
que le venga, ya por grande, ya por chica, ya por corta,
ya; por larga, y siempre has de estar con el cepillo en
las manos, y toda tu ocupación ha de ser de quitar,
de añadir, de anivelar, de trabajar, de sudar, y
sin mérito alguno estarás siempre fabricándote
la Cruz.
Finalmente, has de ocuparte de suerte en probar, y en ajustar
a tus fuerzas la Cruz, que estás fabricando, que
toda la vida se te ha de ir en hacer, en deshacer, en probar,
en medir, y pesar tu Cruz, sin dar un paso en el camino,
que tu dices quieres seguir de mi Cruz.
También es cierto, que como la medida de la Cruz
la ha de tomar tu flaqueza, la hará del peso que
ella querrá: y así en probándola y
viendo que no puede tolerarla, volverá a acepillar,
y quitarle otro pedazo del peso, y en volviéndola
a probar, como cada día crece la humana flaqueza,
la volverá a aligerar, y ha de quitar cada dia mas,
y mas de la Cruz, antes que añadir del valor, de
la Constancia, y fortaleza al traerla; porque se irá
á lo mas fácil, que es quitar de lo penoso,
y no añadir de lo duro, con que vendrás, á
fuerza de minorarla deshacerla del todo, y hallarte con
eso fuera del camino de la Cruz. Ves, Philotéa, como
destruyes el fin con los medios que propones?
Dale el Señor luz a Philotea, deque no le conviene, que su Cruz no sea larga, ni ignominiosa, ni de la calidad que la quiere.
La tercera de tus condiciones, Philotéa, y muy hija
de tu propia condición, es que esta Cruz no sea larga,
sino muy breve, porque querrás darle al padecer lo
menos que puede ser, por darle lo mas que, puede ser al
gozar. Y yo quiero que me digas, si tomas la Cruz sobre
tus hombros, para seguirme, y salvarte, qué pretendes
con que sea esa Cruz breve, y no larga? Por ventura, si
ha de ser proporcionada á tu bien, no ha de ser proporcionada
á tu vida? O tu quieres que yo acorte de la vida,
ó que acorte de la Cruz. Si acorto de la Cruz, es
acortar, y cortar la vida eterna, que deseas con mí
Cruz: y si de de tu vida, corro, acorto la temporal que
tanto amas, y por ella rehúsas tanto mi Cruz.
Señor, dijo Philotéa, no es mí intento,
que acortéis de mi vida, que esa quiero que sea larguisima
sino de la Cruz, y si acortando de la Cruz habéis
de acortar de la vida, mas quiero vida con Cruz, que por
acortar de la Cruz, se acorte también; mi vida. Pues
si no quieres que acorte, Philotéa, de tu vida, dijo
el Señor, preciso es, que para lograr la Cruz, sea
tan larga., cuanto lo fuere tu vida. Y si no dime, de qué
parte he de corear déla. Cruz? Del principio, o del
medio, ó del fin de ella? Si es del principio: luego
no quieres comenzar el camino de la Cruz y ni traerla sobre
tus hombros: y quien no comienza este camino, ni prosigue
este camino, ni no es coronado en el fin de este camino.
Si he de quitar del medio de la Cruz, es imposible que llegues;
al fin que deseas sin el, medio, y con eso que da tu vida,
y salvación sin remedio. Si del fin de la Cruz, que
es cuando la has de lograr, porque es el fin de tu vida,
y entonces quieres que corte la Cruz, pides tu ruina, y
perdición, porque quieres que se corte de la Cruz,
lo que es mas corona que no Cruz. Porque mi Cruz, Philotéa,
que al principio, y al medio parece penalidad, en el fin
es premio, gloria, y corona. Mira pues, que ciegamente discurres,
cuando pretendes corte del fin déla Cruz, siendo
tu premio, y corona. Señor, dijo Philotea, yo lo
hago por no arrastrar vuestra Cruz, siendo muy larga. Mi
Cruz, Philotéa, dijo el Señor, no se arrastra,
cuando se arrastra por larga; sino cuando vuestra propia
voluntad la trae de mala manera; entonces si que la arrastran.
Cuando yo traía mi Cruz arrastrada por el suelo,
la adoraban en el Cielo; porque entonces la traía
haciendo la voluntad de mi Padre, y parecía arrastraba,
y no era sino exaltada. Por el contrario, cuando tu la trajeres
muy corta, y muy leve; ligera, y breve, y exaltada de tu
propia voluntad, y vanidad, anda mi Cruz arrastrada. También
en las Cruces es cierta aquella proposición que yo
dije tantas veces, de que el que se humillare, será
exaltado, y humillado el exaltado: porque el que trae la
Cruz con humildad, aunque ella vaya arrastrando, será
exaltado en el cielo, y el que la trajere con vanidad, y
soberbia, aunque la traiga exaltada, y alabada, y levantada,
será del todo humillado. Y así, Philotéa,
deja que yo te mida la Cruz en lo largo, y en lo grande,
si quieres traer con utilidad, y con mérito mi Cruz.
La cuarta condición que me propones, Philotea, es
que no sea tu Cruz de hierro, ni de plomo, ni de cosa ignominiosa;
y esto es también contrarísimo á ni
Cruz, y aun mucho mas esencialmente contrario que las otras
condiciones. Porque si mi Cruz significa ignominia, afrenta,
deshonra, oprobios, cómo quieres traer la Cruz sin
oprobios, sin ignominia, y afrenta?
Si mi Cruz es humillad, qué desatino es, Philotéa,
el pedir que no sea la Cruz de deslucimiento, sino de honra,
y vanidad? Aquella Cruz es más lucida para mí,
que es más deslucida para tí. La Cruz de hierro
se hace de oro con la caridad, la de plomo se hace de diamantes
con la paciencia. La Cruz que yo te daré, Philotea,
es de madera, materia suave, fácil, y en la que yo
padecí, y la que yo quiero, y puedo formar, labrar,
disponer, y fabricar, como más os conviniere; y aquella
Cruz es mejor en vosotros para mí, que menos al labrarla
se resistiere de mí.
Las Cruces formales y espirituales, Philotéa, que
son las que causan mérito, no son corpóreas,
ni materiales. De la buena agua decís, que no ha
de tener color, ni olor, ni sabor, así ha de ser
la Cruz en la vida espiritual: porque ni, el que la trae
ha de buscar en ella el color resplandeciente porque se
vea de lejos, ni el sabor de la propia voluntad, ni el olor
de la fama, opinión, y vanidad: sólo ha de
ser como el agua clara, limpia, cristalina, siendo la intención
de quien la trae de seguirme, y de servirme con humildad,
y con Cruz, y por mi amor, sin mezcla alguna de si propia
voluntad.
Es también la condición que has propuesto,
te que no sea ignominiosa tu Cruz diametralmente contra
ella. Porque si el vicio principal que se pretende vencer,
y destruir con mi Cruz, es la soberbia, que fue la raíz
de vuestro daño y así como os vino éste
de la trasgresión, que cometieron vuestros Padres
en el árbol vedado del Paraíso, quise que
se curase con el árbol de la Cruz en el Calvario:
y la fruta de aquel árbol fue soberbia, y vanidad,
y la de este es humildad. Claro está, que huir tu
Philotéa, de la ignominia en la Cruz, es huir de
la humildad, y que huir de la humildad, es huir de la misma
Cruz, y del fruto más sustancial de la Cruz.
Y así, Philotéa, volver las espaldas, y no
darlas á la Cruz ignominiosa, y querer la honrada,
y vana, es volverlas a la Cruz, y a la humildad, y huir
de aquello que mas enciende en la caridad; finalmente, es
huir de aquello que mas amé yo en la Cruz.
Mi Cruz, Philotéa, es ignominia en esta vida, pero
corona en la eterna. Mi Cruz es penas aquí, gozos
eternos allá. Mi Cruz es afrentas y persecuciones,
calumnias en el destierro, gozos sin fin, y sin termino
en la patria.
Pero quién eres tu, vanísima Philotéa,
para pretender honra, lucimiento, y aplauso dentro de la
misma Cruz? Por que lado pides honra? Con qué meritos?
De qué progenie esclarecida desciendes, para merecer
las honras? Eres mas, que un poco de estiércol vivo?
No eres descendiente de la misma suciedad? No eres un terrón
fragilísimo de polvo?
No eres un vaso de lodo Impuro, hija de el asco, y madre
fecunda de los gusanos, que han de ararte, y sustentarse
de tí? No es un soplo toda tu vida, apenas vista,
y ya desaparecida? No eres la misma vanidad, e inconsistencia?
No excede tu fragilidad al vidrio, y tiene mas vida un momentáneo
relámpago? Es mas tu vida y que un alimento permitido,
que en cesando, dio en el suelo con su vida?
Qué honra merece el asco, y la corrupción?
No has comenzado a ser buena, y ya comienzas a ser vaga?
Honras pides en Cruz? Abrazo yo las deshonras, las afrentas,
é ignominias de mi Cruz, tu pides en la Cruz honras,
aplausos, y grandezas? A donde aspira, Philotéa,
tu soberbia? A dónde esa loca vanidad?
Propone Philotéa la causa por qué pide que su Cruz sea honrada, y el Señor la desengaña, y le enseña que no le contiene traer Cruz transparente, y lucida.
Señor, dijo Philotéa, como yo veo lo que
estiman en el mundo á los que os siguen en Cruz,
y que todos los reverencian, y veneran, querría yo
asegurar este punto; porque me parece, que pues á
ellos no hace daño el tener fama, y opinión
de Santos, podía yo también escoger una Cruz
de esa manera, con la cual viviese mas honrada, aplaudida,
y alabada, y que me tengan por santa.
Mis Siervos, Philotéa, dijo el Señor, no son
alabados, buscando ellos las honras, los favores,. y alabanzas,
antes bien amando las afrentas, é ignominias; y si
por servirme les aplauden, desprecian esos aplausos, y honras,
y no son tantas las demostraciones de honra que les hacen
por afuera, cuantas las congojas, y humillaciones que ellos
hacen, y padecen por adentro.
Los gajes de la virtud, y del ejemplo, Philotea, en este
mundo son las alabanzas de los buenos a los buenos; y murmuraciones,
y detracciones de los buenos á los buenos, pero mis
Siervos abrazan las penas que les causan los malos, mas
no los aplausos que les procuran los buenos. De todo sacan
provecho: si los alaban, se humillan: si los censuran, se
alegran. En el aplauso me alaban, y me ofrecen cuanto les
ofrecen ellos; pero en las ignominias, y afrentas se recrean,
viendo que se ven por mí, afrentados, como yo me
vi por ellos.
No conoces la humildad, ni cosa de lo interior, Philotéa,
y por eso mides lo interior por lo exterior, y así,
á cada paso te engañas. Ves, Philotéa,
y oyes esas alabanzas, aplausos, y reverencias que hacen
los buenos a mis siervos, que van siguiéndome en
Cruz; y no ves, ni consideras, que es todo eso las mas veces
para ellos otro genero de Cruz. Porque como quiera que se
tienen por malos, y por perdidos, sienten las alabanzas
de que se juzgan indignos, por perdidos, y por malos. Aman
las murmuraciones que los abaten, y humillan; huyen las
honras, y favores, que los engrandecen, y honran. Abrazan
aquellas como remedios; huyen de estas, como de muy grandes
daños. Alabados se pueden desvanecer; pero con ser
murmurados, perseguidos, y afrentados, pueden medrar, y
crecer. Y así, unos desprecian las alabanzas, otros
las reducen al que es causa de sus alabanzas, que soy yo:
con eso del peligro hacen virtud, remedio del daño,
y salud de la ponzoña, y veneno.
A esta loca pretensión que pusiste, Philotéa,
de que no sea ignominiosa tu Cruz, se parece algo la quinta
condición que has propuesto, de que sea la Cruz que
trajeres al seguirme muy lucida, y transparente, y que se
vea de lejos. Qué pretendes con eso Philotea? Que
te honren? Ya has visto, cuan vana es tu pretensión.
Qué pretendes? Yo, Señor, no pretendo, dijo
Philotéa, sino solo que me sigan, para que con eso
tengáis otros seguidores. Al fin, Philotéa,
dijo el Señor, cubres tu vanidad con mi Cruz, y quieres
que sea ella tercera de tu soberbia. No has comenzado á.
seguirme, y ya quieres que te sigan? No has comenzado a
aprender, y ya quieres enseñar? Aun no has puesto
la Cruz en los hombros, y ya quieres tener seguidores de
tu Cruz? Aun no eres discípula de mi Cruz, y ya quieres
ser maestra con tu Cruz? Antes enseñas que aprendes?
No tienes aun las virtudes, y ya pretendes las alabanzas?
Conmigo usas falsedades? Por ventura, no miro yo tu intención,
y estoy penetrando tus secretos movimientos? A mí
quieres persuadirme, que pretendes darme mas discípulos
con hacerte ya Maestra? Antes de entrar (cuanto menos profesar
en el Disciplinado santísimo de mi Cruz) pretendes
el Magisterio? Desea tu vanidad no seguirme, ni servirme,
Philotéa, sino que te sirvan, y te sigan. Deseas
tu aplauso, mas no mi honra.
Y qué les has de enseñar tu, vana, y loca
Philotéa, sino locuras, y vanidades? Con Cruz de
ostentación quieres enseñarles la humildad;
Con una Cruz de diamantes quieres enseñarles la pobreza?
Con Cruz de oro quieres enseñarles a despreciar las
riquezas? Enseñarasles a hacer gala de la Cruz no
padeciendo por mí, sino ofendiéndome á
mí. Enseñarásles á que traigan
unas Cruces huecas, y vacías por adentro, y llenas
de vanidad por adentro, y por afuera. Enseñárosles
una viva hipocresía, por afuera santidad, y adentro
gusanos, y corrupción. Enseñarásles
a que me pretendan obligar con mis ofensas; y que quieran
que premie sus vanidades. Enseñarasles a que sirva
mi Cruz a su hipocresía, y que sea capa a su honra
en esta vida, y perdición a la eterna la afectación
de su Cruz. Enseñarásles a que me hagan cargo
de que se huelgan por mí; y de sus Cruces de oro,
y de perlas, y diamantes tomaran el oro, y las perlas, y
diamantes para si, y daranme á mí la Cruz,
y me clavaran en ella.
La Cruz, Philotéa, que traen mis siervos, no es lucida,
sino santa, no es de oro, sino de madera humilde; no es
de aplausos s y alabanzas; sino dé penas, tribulaciones,
lagrimas, y penitencia; no se buscan en ella á si,
sino solamente á mi. Huyen de que sepan, que la traen
cuanto es posible; y si por su profesión no la pueden
esconder, está oculta su intención, la cual
solo se endereza á mí, y por mí, y
para mí; y esta es la perfecta Cruz, y lo demás
no es traer mi Cruz, Philotéa, sino vaciar el mérito
de mi Cruz, y hacer suya la que de otra suerte es mía.
Enséñale el Señor a Philotéa cuan engañada discurre en no llevar cada dia la Cruz.
Últimamente Philotéa, pides que no sea cada
día el llevar la Cruz, sino que algunos días
descanses, y la dejes: y esto se parece harto al querer
que sea muy breve, y corta. Dime, engañada, y perdida
seguidora de la cruz, si hoy la traes, pero mañana
la dejas caer en el suelo, quién de allí la
levantará, para volverla á poner sobre tus
hombros? Tu no; porque si trayéndola la dejaste,
cómo la pondrás dejándola? Cuando se
trae la cruz, se cobran fuerzas para traerla ó cuando
se deja se pierden: pues si remendó fuerzas la dejas,
pondrásla sobre tus hombros sin ellas? Lo que dejas
hoy, porque has de seguir mañana? Lo que hoy dejas
por pesado, como lo tomarás mañana como ligero?
Si en el camino misterioso de mi cruz, vencer hoy es empeño
para vencer con mayor fuerza mañana, y una victoria
solicita otra victoria; claro está, que ser hoy vencida,
será dejar prendas para ser Vencida el dia siguiente,
y que si hoy dejas la Cruz no la tomaras mañana.
Mis dirás, que yo te pondré la Cruz que dejaste.
Pero quién te ha dicho, mal confiada Philotéa,
que yo te haré esa merced? Quién te ha dicho,
que la tibieza, y flojedad de dejarla, y de dejarme, no
castigaré yo con la pena de dejarte? Quién
te ha dicho, que he de andar yo siguiendo los movimientos
ingratos de tus tibiezas? Si el dejar la Cruz es dejarme;
Si el traer la Cruz es seguirme: quién te ha dicho,
que te he de seguir dejado, y te he de amar olvidado, y
he de ayudarte ofendido? Por qué méritos,
y obligaciones? He de pagar ingratitudes, y ofensas con
favores, y finezas?
Y tu ignoras, que cuando yo dije, que quien quisiere seguirme,
y ser mi discípulo, tomase su cruz, y me siguiese,
añadí, Cada día: Quotidié: Si
quis volt post me veniré, tollat Crucem suma, quotidie,
sequatur me. Tome su Cruz, y cada día en ella me
siga. Cada día quiero yo que la lleven mis discípulos
al seguirme; y tu cada dia quieres dejarla al seguirme,
y al servirme? Extraña eres, Philotéa. Tu
pretendiste, que hiciese un camino nuevo para ti, de servirme,
y de seguirme sin cruz. Tu despues has capitulado el tomarla,
y ahora ya quieres que quiebre otra regla por tí,
para que puedas dejarla.
Yo dije, que cada, dia me siga en cruz mi discípulo
¿y tu, que cada dia puedas sacudir mi cruz. Cada
dia quieres seguirme, y dejarme, y cada dia ofenderme, y
obligarme. Quién sino tu pudo, Philotea, imaginar
pretensión tan ajena de discurso, de razón,
y discreción?
Señor, dijo Philotéa, yo pido como ignorante,
y flaca, Vos daréis como quien sois. Muy justo es,
que os sigamos cada dia; pero esto justo, es bien hacerlo
posible. Cada día cruz, Señor? Cada día,
y nunca dejar la cruz? Cada día sobre los hombros
la cruz? Cruz al dormir, cruz al comer, cruz al levantarse,
cruz al acostarse, cruz al caminar, cruz al hablar, cruz
al vivir, cruz al morir, quien puede con tanta cruz?
Quién puede, Philotéa, dijo el Señor,
quién puede? Infinitos con mi gracia, y ninguno sin
mi gracia, y por su naturaleza. Quien puede? Infinitos viejos
santos, que me sirven en el Clero secular, y regular. Quién
puede? Infinitos niños, que me sirven dentro de esas
Religiones. Quien, puede? Infinitas niñas, y ancianas
esposas mías, que me sirven con su cruz sobre los
hombros, con grande valor, y esfuerzo. Quién puede?
Infinitos seglares, que traen sus Cruces interiores, y exteriores
contentísimos por mí. Quién puede?
Mi gracia, que anima a esa flaca, y débil naturaleza,
Ahora sabes, que cuando yo me puse en cruz, comunique a
todas las Cruces del mundo, que ha habido, que hay, y: que
habrá, la virtud admirable de mi cruz? Ahora sabes,
que mi fortaleza aquel día conforto toda flaqueza?
Ahora sabes, que aquel día aligere el peso á
las cruces, con dar fuerzas á los hombros de aquellos
que me siguen con mi cruz? Ni puede ser más perdido
cu discurso que pensar, que siempre es lo mismo cruz que
pena: y que el traer la cruz, es penar, porque sin mi cruz
hay en la vida muchas penas, que son cruces de la vida,
sin gusto, pero mi cruz es gusto, y recreación. Y
otras es una necesaria pena, que aunque no fuera siguiendo
mi cruz, se había de padecer.
Es gusto mi Cruz para aquellos que la traen con alegría,
y consuelo, como te he dicho. Mira el gozo de todos cuantos
me siguen alegres, y resignados con su cruz, amantes ternísimos
de su cruz, ya sea esta su Religión, profesión,
ó vocación: claro está, que estos tienen
su gusto en la cruz, y que tanto más se huelgan,
cuanto mas aman su cruz. El Religioso contento con su Religión,
hace de la cruz contento. El Sacerdote honesto, devoto,
y penitente vive abrazado, y alegre con sus santos ejercicios.
Mira si podrán estos, y otros semejantes cada día
traer, la cruz, pues con ella traen cada día, y promueven
su contento.
Es también mi cruz conformidad para aquellos que
padecen las cruces necesarias de la vida, que es el peso,
y pesadumbre cotidiana, que anda con la misma vida: los
cuales hacen cruz del peso, y de las penas; y lo que otros
padecen sin cruz meritoria, y con pena, y aflicción
intolerable, padecen mis siervos, y lo hacen cruz, sin tanta
penalidad, ni aflicción, con animo muy alegre.
De aquí resulta, que cada día traen su cruz
sobre los hombros mis siervos, unas veces con gusto, cuando
yo les doy gozo con las mismas cruces; otras con conformidad,
cuando reciben resignados los trabajos cotidianos, que andan
con la misma vida. Y otras, los perfectos hacen cruz de
los gustos permitidos de la vida, penando con lo que gozan:
y á los que no lo son tanto, les paso por cruz lo
que honestamente gozan, con agradarme, y servirme, dándome
gracias de lo que tienen, y gozan: y esta atención
cotidiana de agradarme, y no ofenderme, y el deseo de servirme,
y el estar, dispuestos, y resignados á seguirme por
donde yo los llevare con el peso de la vida, llena de tantas
miserias, es una cotidiana, y muy meritoria cruz.
Propone algunas dudas Philotéa, sobre el traer su cruz, o la del Señor, y sobre que no es posible, que los gustos lícitos y permitidos sean cruz.
Señor, dijo Philotéa, ya mi dureza se rinde
á tanta razón, y á tanta luz mis tinieblas.
No es posible que me pueda resistir, y así tomaré
la cruz sobre los hombros que me diereis, Bien eterno, pero
pues sois luz del mundo, y deseáis alumbrar á
mi alma, os suplico humildemente me expliquéis, por
qué no queréis que yo haga mi cruz á
mi modo, y sea mía, sino vuestra, cuando vos mismo
dijisteis, que cada uno tome su cruz, y que os siga, tollat
crucem suam. Si ha de tomar su cruz el que os sigue, luego
no ha de tomar vuestra cruz, sino su cruz. Si es su cruz,
luego no es vuestra? Si es su cruz, luego él se formó
la cruz, y por eso fue su cruz? Luego no pedía yo
muy mal, Señor, en que me dejaseis hacer mi cruz
á mi modo, para que por este santo camino os siguiese
con mi cruz. Lo segundo, cómo es posible hacer de
los gustos cruz, y que estas nuestras acciones comunes,
y ordinarias de la vida, las paséis por cruces, como
si lo fueran vuestras? Porque si el gozar es cruz, será
una cruz muy gustosa? y de esa suerte, y por ese camino
tendréis muchos seguidores: y ese es el camino que
deseaba mi alma para mi, y para otros como yo, y que vos
me habéis negado, y aun reprehendido por haberlo
suplicado.
No me pesa, Philotéa., dijo el Señor, que
resignada preguntes como resignada recibas, creas, y obres
la doctrina, y luces, que yo te comunicare; y así
satisfaré á tus dudas, para que hallándose
con mas luz tu entendimiento, ínflame yo, y abrase
á tu tibia voluntad.
Es así, Philotéa, que yo dije, Que el que
quisiese seguirme, tomase su Cruz, y me siguiese: Tollat
Crucem suam, sequatur me, pero no es así, que se
ha de entender su cruz, hecha por su mano, y á su
parecer, y á su modo, y por su propia voluntad, y
por seguirme a su gusto. Lo que allí se dice, es,
que cada uno tome su cruz, esto es, la que yo le diere,
y le señalare, porque a mi me toca el señalar,
asignar, y repartir cruces a mis seguidores; y aquella que
yo señalo, aunque parezca, que les viene muy acaso,
esa es su cruz, y esa han de tomar sobre sus hombros. La
cruz, Philotéa, es premio, y á mí me
toca el repartir las mercedes, y los premios; y como quiera
que hay unos mayores, otros menores, y yo los señalo
todos, digo que cada uno tome su cruz, y su premio, y su
merced, y su gracia, como se la diere yo, y que uno no tome
la cruz del otro, ni sea tan animoso, que sobre su cruz
se cargue de ajena cruz.
A esto mira el decir: tome cada uno su cruz, si dijera:
Siga cada uno su orden, ocupe cada uno su lugar en la batalla,
no se pongan los unos en lugar de los otros, no el que yo
señalo para que pelee en la vanguardia, se pase a
la retaguardia, ni al contrario. Porque como quiera que
en la Christiana Milicia, y en la Iglesia Militante, no
vence mas el que hace mucho por su voluntad, sino el que
hace mi voluntad; y no pelea mejor el que mas pelea, porque
quiere, sino el que pelea hasta aquello que yo quiero; ni
el que pelea muchísimo, haciendo su voluntad, sino
el que no excede en cosa alguna de mi voluntad; fue el decirles,
que cada uno tomase su cruz, siguiendo mi magisterio, y
enseñanza de seguirme y de servirme, como si dijera:
No excedáis, soldados míos, de mis ordenes;
sea la ejecución mi obediencia; no se aparte vuestra
mano de mi consejo; no entendáis que es cruz ni hazaña
meritoria el obra fuera, de orden, no penséis, que
vencéis cuando peleáis rendidos a la propia
voluntad, antes entonces vais vencidos, y triunfados: y
así haced en todo mi voluntad. Si obráis lo
contrario pareceraós que vencéis, y os vencen,
pareceraos, que sujetáis al enemigo sois cautivos
del enemigo. De esta guerra espiritual soldados míos,
toda la victoria consiste en guardar mis ordenes, y seguir
cada uno aquella que yo le diere, consiste en traer su cruz,
cómo yo se lo ordenaré, obrando como yo os
mando, en el modo, sustancia. No es lo que importa el traer
mayor, ó menor la cruz y sino que sea aquella que
le señalo, y traerla con alegría, y solamente
por mi. Cruces hay grandes, que no son mías, y no
merece con ellas, ni pelea quien las trae: y con cruces
muy pequeñas mías, se han conseguido gloriosísimas
victorias.
Ves, Philotéa, como en tanto grado aquellas palabras
que y dije: Tome Cruz y me siga Tollat crucem suam, &
sequatur me; no quieren decir lo que tu creías, que
es hacerse el seguidor de mi cruz una cruz muy acomodada,
y dulce para si que la fabrique su propia voluntad, sino
todo lo contrario, Ves, que no haya en aquella, cruz propia
voluntad, ni mas que sola mi voluntad; y por ser mi voluntad,
se rinda, y siga la voluntad del que trae la cruz, y obedezca
á mi cruz, y voluntad.
Percibe Philotea la doctrina, en cuanto a traer la Cruz, del Señor, y no la suya, y le pregunta, ¿porqué con tanta diferencia reparte Cruces a las almas?
Ya lo he entendido, Señor, dijo Philotéa,
lo que decís? es que aquella palabra su Cruz y Crucem
suam; quiere decir la que vos señaláis, y
no la ajena, y que no se truequen las cruces: porque muchas
veces con la humana presunción, querrá algún
flaco tomarla cruz, que no podrá tolerar, y dará
con ella en tierra, y por el mismo caso que él quiere
mas de aquello que vos le dais, puede menos, y hace menos,
cuando él piensa que hace mas; porque cuanto hay
mas de su voluntad, hay tanto menos de la vuestra, y cuanto
menos hubiere de la vuestra, hay menos de mérito,
y de virtud, de poder, de gracia, de cruz, y de santidad.
Pero, Señor, cómo repartís las cruces
en la Christiana milicia, y por qué a unos mayores,
y a otros menores? Y por qué todos no las traen menores,
ó mayores? Por qué no todas de una manera?
Por qué no los igualáis á todos, pues
vos no sois exceptuador de personas?
Las cruces, Philotea, las reparto con debida proporción,
con alta sabiduría, y profunda providencia, obrando
mi gracia sobre la naturaleza, sin atenerse, ni atarse por
fueros, ni leyes de naturaleza, sino solo de mi gracia;
y así, esta regla superior no puede medirse con la
vuestra, que es muy baja, e inferior.
Unas veces me acomodo a vuestra naturaleza: y á hombros
flacos les aplico cruz ligera. Otras aplico grandísimas
a los flacos, y con mi gracia hago estos hombros muy fuertes.
Otras, dejo que corran las cosas naturalmente, y en su razón
y cuando a mi me parece, á esto natural lo hago sobrenatural,
y entra mi mano, y remedia lo perdido, y consolida lo roto,
y levanta lo caído; y de lo que fue materia á
las culpas hago meritorias cruces. Y así, estos son
secretos de mi amor, de mí providencia, y profunda
sabiduría, que a tí no es posible, ni te toca
penetrar, ni averiguar, sino reverenciar, y temer, y obedecer,
y adorar. De esta suerte, con la variedad, hago hermosísima
mi Iglesia.
Pero el repartir las cruces, Philotéa, lo hago de
muchas maneras. Unas veces por la vocación, guiando,
y llevando la voluntad a mi servicio, a que tome el camino
de la Cruz, dejándola siempre libre, pero cautiva:
libre, y dulce, y voluntaria, y amorosa de mi gracia, y
voluntad porque puede dejar de hacer lo que yo quiero; pero
hace siempre lo que quiero, pues cuando yo quiero que haga
ella lo que yo quiero hace ella libremente aquello mismo
que quiero.
De esta suerte llevo a mis siervos, y les pongo sobre los
hombros la cruz de la vocación; ya á los Eclesiásticos
Seculares, ya los Religiosos, ya á los Solitarios,
ya á muchos seglares, que en medio del siglo viven
sin siglo, y en el mundo viven negados al mundo, y en medio
de la vanidad sin vanidad; y como hallaron los mancebos
de Israel en el horno de Babilonia refrigerio entre las
llamas los libro yo á estos de los mundanos incendio
los cuales traen cruces suyas, y mías, porque se
las doy suyas, porque las admiten.
Otras veces las reparto con la permisión al hacer
las cruces; pero con la vocación al ponerlas en los
hombros. Como cuando el tirano persigue al mártir,
y le atormenta; aquel tormento es permitido de mí
en el tirano, y será por ello crudamente castigado
en el infierno, pero la vocación al martirio yo la
di, y mí voluntad; y gracia le puso aquella Cruz
en sus hombros, dándole con ella fortaleza, y valor,
y constancia, para que venza, y triunfe y sea coronado de
mi mano el mártir á quien di la vocación
al martirio. El tirano da el tormento, yo, mi siervo hacemos
cruz del tormento: él sufriendo, yo ayudando; y a
un mismo tiempo andan tres manos allí: una afligiendo,
otra penando, otra ayudando, y coronando: una mala, otra
buena, otra divina.
Otras veces dejo que se forme uno la cruz, no como cruz,
sino como materia de penas, de que se forma, y se fabrica
la cruz, y después la hago yo cruz, como cuando un
perdido, y pecador, y escandaloso con el fervor de los vicios,
y ceguedad de la vida, se fabrica el desengaño, y
en el daño abre los ojos a escarmiento, y entra mi
gracia, y mi luz, y hace cruz lo que era daño.
Porque le manifiesto sus errores, y desdichas, y doy gracia
para que conozca sus devaneos, y locuras, y vea lo que padece
en lo malo, llore sus culpas, y clame a mí enfermo,
y atribulado, y humillado desde la cama, en donde le pusieron
sus deleites, y yo le oigo, y lo curo, y lo remedio; y aquellas
penas que ocasionaron sus culpas, se las pongo en forma
de Cruz, y las hago meritorias, y él las recibe,
y admire, y sé conforma y llora, y clama, y me llama:
en este hice yo la cruz, y él la admitió;
pero la madera, y leña para hacer la cruz la trajo
él, y lo que puede mucho mas admirarte, Philotéa,
para que alabes mi piedad sobre infinita y él trajo
la leña, y la madera para hacerme á mi la
cruz, y crucificarme en ella; y lo que es mas, padecí
en ella, de la manera que puedo padecer las ofensas que
me hacéis; aquella misma madera la vuelvo cruz para
él, y lo premio, lo perdono, y lo corono con ella,
haciéndole padecer con ella, lo que con culpas terribles
me hizo él propio padecer. De suerte, que con deleites
contra mi granjeó sus penas, y con las penas que
padece en sí, le quito las culpas, y doy eternos
deleites, y hago que me sirva a mi lo que él hizo
con, era mí.
Otras veces se forman en mis siervos las cruces, (y con
esto respondo á la segunda duda, que acabas de proponer)
con la materia que dan los comunes estados permitidos de
mi Iglesia; los cuales, siendo laboriosos, y llenos de trabajos,
y fatigas, yo con mi gracia, y con dársela, para
que me los apliquen, las hago cruces muy meritorias, según
el valor que les da la caridad, y a la proporción
que mi mí gracia enciende esta caridad.
Claro esta, que el Labrador que padece fríos, nieves,
hielos, sudor, pobreza, necesidades, y trabajos sin Medida,
si lo padece por mí, es una cruz sumamente meritoria,
y padece lo mismo que padeciera sin mí. Pero haciéndolo
por mí, y aplicándomelo á mí,
es cruz, lo que sin la aplicación fuera solo era
bajo; y tanto mayor trabajo, cuanto no me obliga á
mí.
Los Reyes, los Príncipes, los públicos Magistrados,
los nobles, los casados, los continentes, todos tienen,
y padecen connaturales trabajos á sus mismos estados,
y profesiones; y estos, si están en mi gracia, y
me ofrece sus trabajos, y los toleran por mí, y los
llevan en mi amor, y tienen paciencia en ellos, é
imitan mi paciencia en su paciencia, hacen cruces los necesarios
trabajos, y son sumamente meritorias y lo que es mas, les
admito por meritorio y por santo la honesta recreación,
el descanso, el comer, el dormir, y todo aquello que se
da á una justa buena, y moderada, aunque sea gustosa
recreación, como no sea superflua, ni viciosa, ni
de ajena regla, de medida, y rectitud. Todo esto, si me
lo ofrecen, y aplican, siendo honesto y recreable, pero
hecho por mi amor, y en mi presencia, se lo admito como
cruz, y es santo en su grado, como lo es lo penoso de la
cruz mas y ó menos meritorio según fuere el
afecto, é intención con que lo hace cada uno,
en orden á servirme, ó agradarme, y la caridad
con que obran al hacer la aplicación.
De suerte, que es posible, para que te maravilles, Philotéa,
que llegue a merecer mas un siervo mío en un honesto
entretenimiento, que otro en un penoso ejercicio; (si aquel
vence a este en los quilates de la caridad, y amor) mas
con iguales quilates siempre vence el que ama, y pena el
que solamente ama. Por no hacer estas aplicaciones los mortales
pierden innumerables tesoros, e inmortales: pues el Cristiano,
que está en mi gracia, solo con los trabajos necesarios
de su estado padecidos por mi amor, se fabrica una excelente
corona de una santa, y necesaria cruz, y es inútil
para él por faltarle mi memoria, caridad, y aplicación,
lo que fuera para él utilísimo con ella.
También reparto otras cruces, permitiendo en mis
siervos tribulaciones, persecuciones, afrentas, aflicciones,
con que pruebo, y ejercito su virtud. Y estás cruces,
unas veces dejo que las formen otros con mi permisión,
como son, cuando la culpa ajena, (y tal vez el sant celo)
mortifica, y crucifica al que yo quiero que pene. Otras
yo mismo fabrico con enfermedades, y dolores, y otros regalos,
que purifican las almas, en figura de cruces, y de trabajos,
que después vienen a ser gloriosísimas coronas.
También reparto otras cruces más sutiles en
los mismos gozos de mis siervos, cuando el alma santa siente
el gozar en esto natural. Con el deseo de padecer por servirme.
De suerte que por mí amor siente el gusto del comer,
del dormir: del descansar; porqué querría
penar, y padecer por mi amor, sin descansar. También
hay otras cruces en que padecen mis siervos, que las forma
mi amor en los mismos gustos espirituales, cuando y con
mis favores les honro, y ellos querrían mas por mi
amor penar atribulados, y perseguidos, que no gozar, ni
aun de mí favorecidos; y dentro de la resignación
reciben mis favores como penas, aunque yo los ofrezco como
gozos.
También hay otro genero de cruz mas delgada, y meritoria
en mis siervos, cuando el fuego de mi amor abrasa al alma,
y la hace que pene con el amor por mi amor, y pena llagada,
y abrasada de mi amor: y ya la aflige la ausencia de mi
presencia, ya la atormenta el peso suave, dulce, y ardiente
de mí presencia, y amor, y siempre anda suspirando,
y penando, unas veces si me tiene, y me goza con el gusto
de tenerme, que no cabe en sí, ni es bastante a contenerme,
y otras, sino me le manifiesto; con el ansia de buscarme,
de hallarme, y de gozarme. Finalmente, Philotéa,
de innumerables maneras reparto a mis siervos cruces proporcionadas
á mi intento, y a su bien, para que pueda seguirme
cada uno con su cotidiana cruz; suya, porque me siguen con
ella; mía, porque se la doy.
LIBRO SEGUNDO
Reducese Philotea a Tomar la cruz del Señor sobre, los hombros, pero pretende admitirla, sin despojarse de la gala que traía.
No pudo Philotéa resistirse a tanta luz: y aunque
no sacudidos del todo los temores de su animo repugnante
al camino de las penas, se rindió, y arrodillada,
dijo a Cristo Señor nuestro: Aquí, Señor
postrada, me ofrezco á seguir vuestro camino: ya
mi dureza es menor, que no vuestra vocación ponedme,
Señor, la cruza vuestro modo de, vuestro gusto, y
medida. Conozco, que eso es lo que me conviene. . No quiero
mas voluntad, que la vuestras mis hombros están aguardando
esta utilísima carga.
Viendo el Señor a Philotéa á sus pies
arrodillada, rendida, y convencida, le dijo: Ya era tiempo
que se rindiese tu voluntad á la mía, Philotea,
y aunque ahora merecías que te negase este bien,
no obro yo aquello que vosotros merecéis, siempre
doy á mi Piedad lo que falta a vuestros merecimientos.
Con mucho gusto te honraré con mi cruz, y te ayudaré
á traerla, como tu te dispongas á llevarla.
Entonces Philotéa, asustada, y afligida, dijo: pues,
Señor, qué me falta y si ya desde luego estoy
pronta á seguir este camino, y he cautivado mi discurso,
y rendido mi voluntad á la vuestra? Es menester,
dijo el Señor, que comiences a obrar conforme á
mi voluntad, antes de tomar la cruz. Como quietes traerla
sobre los hombros con esos vestidos ricos, y esas galas,
y esos tocados vanísimos, y esas rosas que traes
sobre la cabeza? Necesario es despojar la vanidad, por vestirte
de la humildad. Es menester que haya proporción de
mi cruz á tus vestidos. Mi cruz es, y significa pobreza,
humildad, austeridad, tú vas vestida de vanidad,
y riquezas; no es posible que se compadezca cruz, y galas,
ostentación, y humildad. A esto, afligida Philotéa,
respondía. Fuertes son vuestros preceptos, Señor,
rigurosas vuestras leyes. No basta traer la cruz sobre los
hombros; sino despojarme primero por la cruz para traerla,
de lo mismo que podía ser ornamento en el llevarla?
Que impiden, qué dañan las galas para la cruz?
No podré traerla sobre los hombros, vestida con lucimiento,
y decoro, y será mas estimada? Cuanto es mas lo que
se honra vuestra cruz, cuando vean que la traen, y la adoran
los ricos, que no los pobres? Cuánto es mas justo,
que la sirva el poder, y la riqueza, que no la pobreza,
y mendiguez? Cuánto mejor parece en el mundo que
traiga la Cruz una persona lucida, y rica, que no el pobre,
el desnudo, y el mendigo? No crece el culto, y la adoración
con la autoridad, opulencia, grandeza, y poder de los que
adoran? Que veneren a vuestra cruz los desnudos, y, los
pobres, justo es; pero no tanto como que la adore lo rico,
lo poderoso, y lo grande. Este si que es crédito
de vuestra cruz, misterio inefable de su excelente virtud,
y propiamente su triunfo.
Qué es esto, dijo el Señor, Philotéa?
Pides la cruz, y te niegas á la cruz? Resistes á
lo que pides? Arrodillada me pides la cruz, y arrodillada
te resistes á la cruz? Pides la cruz material, y
huyes de la cruz formal? Quieres la cruz en el cuerpo, y
rehusasla en el alma? Entonces Philotéa dijo: Señor,
yo pido la cruz, y deseo, y quiero seguir el camino de la
cruz, mas nunca he pedido, ni ofrecido desnudarme de mis
galas, para seguir este penoso camino ; y así, con
vuestra santa licencia, ni me opongo á lo que pido,
ni falto a lo que he ofrecido. Al fin, Philotéa,
dijo el Señor, nunca has de entrar por camino, y
cuando yo quiero ponerte la Cruz, vuelves a la misma pretensión,
de hacer tuya, la que yo te ofrezco mía. Yo quiero
que sea alma de esta cruz mi Voluntad, pero tu no quieres,
sino echar de ella á mi Voluntad, y desterrada esta,
que la anime tu propia propietaria voluntad.
Señor, dijo Philotea, mandarme: Vos despojar de mis
galas, no es ponerme la cruz sobre los hombros, si no sobre
el corazón y no es lo mismo, Dios mío: porque
ponerme sobre los hombros la cruz, es añadir á
lo que tengo; pero despojarme de mis galas, es quitar de
lo que amo: no es todo uno, el quitar, que el añadir,
con que se va el sentimiento adonde llama el dolor y así
supuesto, Señor que lo exterior nunca daña
á lo interior, y que puede estar el corazón
muy vacío de riquezas, teniendo el cuerpo adornado
de ellas, podíais tener por bien de dejarme con mis
galas, y adorno de mi persona, y con ellas llevaré,
y traeré mas lucida, y adorada vuestra cruz.
Reprende el Señor Philotéa porque no quiere dejar sus galas para tomar la Cruz sobre sus hombros.
Mi cruz, Philotéa, dijo el Señor, mas crédito
cobra adorada de los ricos, que de los pobres, pero mas
fácilmente la traen los pobres, que no los ricos;
y tu no has de tratar ahora de acreditar a mi cruz, sino
de traer con toda humildad mi cruz.
Finalmente toda estás, Philotéa, llena de
contrariedades. Tú pides cruz, y te niegas á
la cruz. Tu das á entender, que no tienes en el corazón
las galas, y por otra parte no quieres soltar las galas.
Tu quieres hacer mi Voluntad, y á cada paso resistes
mi Voluntad. Si no tienes en el corazón las galas,
deja que yo te las quite. Si aborreces las riquezas, por
qué rehúsas dejar lo que ya comenzaste a aborrecer?
Si no las tienes, como te resistes al dejarlas? Y si al
dejarlas te resistes, luego las tienes, y no quieres mi
cruz, que consiste en dejar, y despojarte de todo, para
poderla traer?
A quién tengo de creer en ti, Philotea, a lo que
oigo, ó a lo que Veo? Qué modo de aborrecer
lo que sé tiene, es vivir el alma asida á
lo que niega que tiene? Qué importa que tu digas
que aborreces lo que tienes, si cuando yo te lo pido, te
ases fuertemente a lo que tienes? No solo tienes esas galas
en el cuerpo, sino muy dentro del alma. Y yo, Philotéa,
no quiero que las dejes por quitártelas del cuerpo,
lo que quiero es, que salgan fuera del alma. Si yo viera,
que a la primera proposición que te hice, de que
dejases esas galas, y vanidad, las dejabas fácilmente,
me podías persuadir, que no tenias en el corazón
las galas, y ornamento de tu cuerpo y que esas rosas de
tu cabeza no tienen en el alma las espinas, y en lo interior
las raíces; pero defender con tu propia voluntad
las galas, que para darte mi Cruz quiere reformar la mía,
claramente manifiesta, que esas galas, no solo están
en el cuerpo, sino en lo mas hondo de tu propia voluntad,
que es lo mas interior del alma. Antes bien, no solamente
manifiestan, que tienes en el corazón las galas,
sino que ellas tienen cautivo á tu corazón.
No las tienes tu á ellas, Philotéa, ellas
son las que te tienen a ti. Pero al fin, tu pides que yo
te ponga la cruz, y te deje con tus galas.
Si Señor, respondió Philotéa, y yo
la traeré de esta suerte muy contenta; porque con
eso andaré, por una parte aprovechada, y por otra
consolada, y podrá tolerar el cuerpo los trabajos
del espíritu: este alegre con la cruz, aquel consolado
con sus galas. Y de la manera que con los dos pies de naturaleza,
y gracia, se anda mejor en esta vida, porque con el uno
solo no es posible: andaré mas fuerte, y seguramente,
dándole á la naturaleza Su consuelo, y su
fomento á la gracia. Mi corazón, será
todo de la cruz, Señor mío; pero las galas
del cuerpo. Al mundo darélo menos, y lo peor, que
es lo caduco, y transitorio pero lo mas, y mejor, Señor
mío, á Vos, a vuestra cruz, a vuestro camino,
y gracia.
Qué sutilmente, dijo el Señor, discurre tu
propio amor, Philotéa, y después de eso se
conoce de muy lejos? que son discursos de propio amor. No
solo quieres abrazarte con tus galas, y con eso negarte
a mí cruz, por no negarte a tus galas, sino que llegas
á pensar, que he de dejar de entender tus delgadas
falsedades: Y yo que estoy penetrando tu engañado
corazón, juzgas, simple Philotéa, que puedo
ser engañado? Dices, que quieres darme a mí
el alma, pero á tus galas el cuerpo. Si eso es así,
y me concedes el alma, por qué no me das las galas
que tienes dentro del alma, y están adornando el
cuerpo? Quien da el alma, Philotéa, todo lo da con
el alma: pues si yo te pido las galas que traes en el alma
al tenerlas, (aunque en el cuerpo al usarlas) por qué
me niegas las galas, que quiero que deje el cuerpo, en señal
de haberlas dejado el alma? Si tu dices, que me das el corazón,
y el alma del corazón es la voluntad y mí
Voluntad a quien das el corazón, quiere que me des
tu voluntad, que es el alma de tu corazón; por que
con negarme las galas que yo te pido, me niegas tu voluntad,
y defiendes de la mía tu engañado corazón?
Quieres que yo crea, que me das el corazón, y el
alma, si me niegas, y resistes con tu propia voluntad á
mi Voluntad Divina? O quieres darme el alma, y el corazón
vacío de voluntad? Qué embolismos, qué
enredos, qué laberintos son estos, que en ti veo,
Philotéa? Tu quieres darme la voluntad; pero quieres
quedarte con toda tu voluntad. Tu quieres darme a mi el
alma, pero quieres dar a tu cuerpo, y a tus galas la voluntad
y el corazón de aquella alma. Tu quieres darme a
mi el alma, y el corazón; pero al mundo, y a la vanidad
el cuerpo, y el corazón. Tu quieres echar las galas
de tí; pero quedarte con las galas sobre tí.
Tu quieres cruz en el cuerpo, y te resistes al recibirla
en el alma. Tu por una parte, dices, que quieres seguirme,
y por otra no quieres obedecerme. Ahora dices, que me das
el corazón, y ahora me niegas el alma del corazón.
Pides la cruz para el cuerpo, no la quieres en el alma,
y luego me das el alma, mas las galas á tu cuerpo,
y por otra parte dices, que estarán solo en el cuerpo
las galas, pero la cruz en el alma. Tu Quieres andar con
dos pies, de gracia, y naturaleza, por la vida espiritual,
que es lo mismo que decir que quieres andar con dos pies,
uno de oro, otro de barro; este frágil, aquel fuerte.
Que monstruosidades son estas, Philotéa? A que términos,
á qué despeñaderos te guía esa
propia voluntad? Como discurres tan desatinada, y ciega?
Procura Philotea satisfacer al Señor, persuadida qué se compadece amar las galas, y el espíritu, y el Señor la desengaña.
Señor, dijo Philotéa el andar con los dos
pies de naturaleza, y gracia en esta vida, parece que no
solo es utilísimo, ¿no del todo necesario
y aun forzoso, pues cómo puede obrar el alma sino
en la caja del cuerpo; Cómo podemos obrar sin estos
sentidos: cómo puede lo espiritual obrar sin lo corporal?
cómo podemos pasar sin ver, sin comer, sin vestir,
sin descansar? cómo puede obrar el espíritu,
sin sustentar á la carne? Ha habido Santo en el mundo,
ni vuestra Madre Santísima, ni vos mismo, Señor
mío, que sois el origen, y la fuente de toda la santidad
(con que lo podéis todo) que haya vivido mi carne
mortal sin carne? Pues por qué yo no podré
caminar con los dos pies de naturaleza s y gracia? Por qué
no podré caminar con el cuerpo, y el espíritu
muy unidos, y conformes entre si? Por qué no podré
caminar en el cuerpo con mis galas, y con la cruz en el
alma.
Siempre andas, dijo el Señor, llena de equivocaciones,
Philotéa, y ese propio amor que te anima, alma de
tu propia voluntad, te ciega, y te desanima, para no seguir
en todo a mi voluntad.
No hay duda, que yo, mi Madre, y cuantos Santos ha habido,
y hay, obramos con el espíritu, y el cuerpo, con
la gracia, y con la naturaleza pero muy diversamente que
tu, y no solo diversos, sino diametralmente contrarios.
Porque nosotros hicimos que la naturaleza vaya sirviendo
a la gracia pero tu quieres, que la gracia sirva á
la naturaleza. Nosotros tomamos de la vida natural lo preciso,
para darle lo precioso á la vida espiritual; pero
tu niegas á la espiritual lo precioso, que es tu
voluntad y para darla en todo lo temporal. Nosotros dimos
al cuerpo lo menos que puede ser; y tu das á tu cuerpo
la voluntad, que es lo más que puede ser. Los Santos
tienen su corazón en Dios, y en el Cielo, aunque
con los ejercicios, y el cuerpo viven ocupados en la tierra;
pero tu tienes el corazón el tus galas, y en el suelo
y el alma asida a la tierra, muy olvidada del Cielo. Finalmente,
los Santos hacen de gracia al pie de naturaleza, porque
si comen, es lo preciso, huyendo de lo superfluo, sí
viven, si beben, si hablan, si caminan, si duermen, si descansan;
es con su regla, y medida, y obrando en todo por Dios, con
Dios, para Dios. Pero tu haces de naturaleza, y terreno
el pie que llamas de gracia; porque todo lo quieres gobernar
por lo terreno, y ya quieres seguirme sin cruz, por no padecer
en cruz, sino gozar de deleites, que se oponen á
la cruz; ya quieres cruz, pero con limitaciones, ya quieres
cruz, mas con galas, y quieres mas tus deleites, y tu gusto,
y tus galas, que mi cruz.
De aquí resulta, que los dos pies que tu llamas en
mis siervos de naturaleza, y gracia, de espíritu,
y carne, no son sino de gracia, espíritu, sin naturaleza
entrambos porque aunque lo material del comer, del dormir,
del descansar, del sustentar al cuerpo, parece carne, y
naturaleza, y lo es pero lo formal, y la intención
con que se obra, y la sobriedad, peso, y medida con que
se hace, y el fin porque se hace, y la presencia de Dios
con que se hace, es del todo espiritual.
Por el contrario en tí, aunque el un pie de traer
mi cruz, pretendes, que sea, ó parezca espiritual,
no es sino propietario, y temporal porque aunque aplicas
los hombros a la cruz, le niegas el corazón, y no
la traes en el alma, como yo quiero, sino debajo de los
pies de tu propia voluntad, como tu quisieres, con que asida
siempre á tu propia voluntad, Philotéa, parece
espíritu lo que no es sino propia voluntad. Todo
es naturaleza, y carne, y miseria en tí, y corrupción
lo que te parece espiritu, y no solo quieres caminar con
mi cruz, sino que cojeas del un pie, y con entrambos pies
vas huyendo de mi cruz.
Pero porque a tí nada te ha de convencer, Philotéa,
si no la misma experiencia, quiero compadecido de tí,
que veas, y toques con lo práctico, lo que no acabas
de percibir con la fuerza del discurso, y pues tu quieres
traer sobre tus hombros la cruz, yo te daré á
escoger cruz, sin que tu te despojes de las galas, y probaras,
y veras, si de esa suerte podrás seguir; el camino
de mi cruz.
Dale el Señor a escoger a Philotéa diversas cruces, y se halla sumamente confusa, toma una anda con ella, pero no por el camino dé la cruz.
Viendo el Señor resuelta a Philotéa a elegir
cruz a su gusto, y queriendo aquella bondad divina, que
fuese la ciencia practica el desengaño, y la luz
de Philotéa, le abrió los ojos, y vio al pie
de aquel eminente monte, por donde subían á
la corona los animosos discípulos de la cruz, una
dilatada plaza, capacísima, hermosísima, y
toda ella sembrada de innumerables cruces tendidas por aquel
suelo, y de diversas medidas, y proporciones, unas grandes,
otras pequeñas, unas gruesas, otras delgadas, unas
largas, otras cortas unas redondas, otras cuadradas, y era
cosa muy notable, que con ser tantas, apenas había
una, que en todo fuese de la medida de la otra, y de la
manera que las caras, y las voces son todas diferentes,
con ser compuestas de unos mismos miembros, y órganos,
así aquellas cruces, conservando todas la forma de
cruz, eran siempre en algo tan diferentes, que ningunas
concurrían entre sí, sin que las señalase
alguna parte, que las hiciese diversas a y diferentes.
Asi como el Señor manifestó a Philotea este
misterioso campo, le dijo:
Ea, Philotea, ya tienes en que escoger, pues quieres seguir
la suerte de tu elección. Yo compadecido de tí
y te la he dejado; pues desconfiada no te has fiado de mí
escoge de todas estas cruces, que hay aquí, la que
te venga mejor.
Oyendo esto Philotea se puso en gran confusión. Lo
primero, porque comenzó á temer á la
vista, y en presencia de la cruz, la que antes discurría
mas animosa en su ausencia. Porque antes miraba, el penar
como futuro, ahora lo veía ya presente. Antes todo
era discurrir en el penar; ahora ya era penar sobre discurrir;
y nuestra naturaleza, que es valerosa al desear, es cobarde,
y temerosa al obrar.
A esta congoja se añadió la de la misma elección;
porque no era fácil escoger entre innumerables cruces,
pues la misma multitud, y variedad confundió, y hacia
mas dudoso al elegir el juicio en el resolver.
Con esto Philotéa, extendiendo la vista por todo
aquel número inmenso de cruces, se puso á
dudar, y á pensar, y ponderar, cual de ellas sería
mas á propósito. Miraba con grande afecto
a las grandes, porque quería, que ya que escogía
cruz fuese tal que con ella luciese, y fuese más
aplaudida, y mirada, y admirada en el camino; pero luego
que veía su grandeza le parecían superiores
a sus fuerzas. Por el contrario, las pequeñas le
parecían desiguales a sus culpas, y á su honor,
y estimación.
Las medianas le parecían cruces comunes, y ordinarias,
y no decían con el punto en que
deseaba poner su vanidad el crédito, y estimación
de seguir debidamente el camino de la cruz.
También en la elección dé las cruces,
entre las de una misma orden, como había grandísima
diferencia de unas a otras, halló otra nueva confusión;
porque comenzó á dudar, si la elegirla cuadrada,
ó redonda, larga, corta, angosta, ó mas dilatada;
aunque fuesen de un mismo peso, ó medida.
Al fin, después de haber dudado grande rato su elección,
se arrojó Philotea con grande aliento, inciertamente,
á tomar una cruz de las medianas. Trabajó
por levantarla del suelo, y ponerla sobre sus hombros: consiguiólo,
y volviéndose hacia la parte del monte, por donde
iban subiendo innumerables seguidores de la cruz, tomo el
camino que ella tuvo por mas seguro para él, y fue
caminando por su senda. Anduvo muy largo espacio hacia él,
con alegría, y consuelo, cada instante con mas fervorosos
pasos, pero sucedióle una cosa muy maravillosa y
rara, pero tristísima, y fue, que, cuanto mas parece
que se acercaba, mas se alejaba del Monte Santo que deseaba,
y buscaba. De manera, que aquellos que en él estaban,
á quien veía muy cerca á los principios,
y al comenzar, y creía que ya les iba alcanzando,
ya los veía tan lejos, que apenas los divisaba. Y
aun es esto menos, que lo que luego le sucedió, porque
habiendo andado mas espacio, vio que habiendo comenzado
con la cara, y el cuerpo enfrente del Monte Santo, se halló
vueltas a él las espaldas, alejándose por
el camino contrario. Con que habiendo comenzado siguiendo,
y para seguir el camino de la cruz, se vio en el contrario
camino, trabajando con su cruz.
Pero lo que admiraba mas á la triste Philotéa
era, que iba perdiendo la luz con el camino, penando siempre
en su cruz porque el Señor, que se quedó al
pie del monte, no alumbraba á Philotéa, pues
cuanto mas caminaba con su cruz, tanto se alejaba de Jesús,
de su Cruz, de su monte, y de su luz, y tanto mas se acercaba
a unos terribles despeñaderos. Púsose con
esto en grandísima confusión la afligida Philotéa,
y decía: Qué es esto que estoy mirando, Dios
mío! Ó el monte camina huyendo de mi, ó
yo me alejo del monte! O aquellos huyen con grande velocidad,
ó yo sigo con grande torpeza para alcanzarlos! A
los que antes podía cuando no tenia cruz, ya con
ella los he perdido de vista! Los pasos que voy dando a
entrar por el monte de la cruz, me van apartando de él!
Al que di el rostro, voy ya dando las espaldas! Y siendo
mi deseo ser uno de sus seguidores, voy huyendo de aquello
que yo deseo seguir! Mas siento el peso de esta congoja,
que no el de la misma cruz.
Comenzó con esto a afligirse, y suspirar, y pedir
socorro a Dios, y á decir: Ay de mí, que elegí
la cruz, para seguir el camino de la cruz, y me he quedado
con la cruz, pero no con el camino! Por huir de la cruz
al padecer, me he quedado con el peso, y sin la cruz, pues
no llego con la cruz a merecer! Traigo la cruz, y andan
ausentes de mi los merecimientos! En peor estado me hallo
que sin Cruz, pues sin ella miraba mas de cerca a aquellos
que deseaba seguir, y con ella he perdido ya el camino,
y no tengo á quien seguir caminando, porque camino
sin cruz, sin luz, ni camino! Mas cómo había
de hallar la luz, la cruz, ni el camino, si dejé
el verdadero camino, que es el que me daba el Señor,
mi guía, mí camino, y luz? Comenzó
con eso a despedir tiernas lágrimas, y ardentísimos
suspiros, y soltando de si la cruz, llamaba con gran ternura
al Señor.
Viendo afligida a Philotéa aquel Divino Maestro,
no pudiendo su piedad negarse á sus tristes quejas,
fuese á ella y la dijo. Qué suspiros son esos,
Philotéa? Pues cómo comenzando tan contenta,
y fervorosa, te hallas tan triste, y desconsolada? Tu no
escogiste la cruz para emprender tu camino? Cómo
perdiste el camino, y has arrojado la cruz? Ay, Señor,
dijo entonces Philotéa, cómo vuestras permisiones
son nuestro mayor castigo! Ay, Señor, que presto
el escarmiento me ha enseñado á obedecer!
No quiero ya ser hija de mi elección, no quiero fabricarme
la fortuna; ya no mas defenderme con lo vano de lo bueno:
volvedme, o camino, guía, y luz, a restituir á
la luz: dadme, Señor vuestra cruz, ponedme en vuestro
camino.
Ves, Philotéa, dijo el Señor, como es recalcitrar
contra el aguijón, escoger tu la cruz, y el camino,
y que al instante te ha faltado el camino, luz, y cruz?
Ves como aquel que parecía fervor para seguirme,
eran pasos veloces para dejarme? Señor, dijo Philotéa,
como ha sido esto? Por que caminando hacia el monte, me
he alejado tanto de él! Y cuando buscaba la luz,
me iba entrando en las tinieblas, y buscándoos, bien,
y seguridad eterna, iba hallando precipicios?
La razón, Philotéa, por que te perdiste cuando
creías que acertabas, y por que corrías a
tu ruina, cuando tu juzgabas caminar a la corona, es porque
no era camino mío, sino tuyo el que seguías;
y aunque aquella Cruz era mía antes que tu la tomases,
y estaba allí expuesta para darla á quien
yo se la aplicase, pero tu la hiciste tuya con tomarla de
tu mano, y por tu propio, y propietario dictamen, rehusando
el tomarla de la mía, ó con mi orden. A que
se añade, que esas galas, y el propio amor con que
vives, y obras, sin rendirte a cosa alguna de cuantas yo
te aconsejo, te llevan por tu camino, que es muy contrario
del mío, porque el mío, es negarte a tu voluntad,
el tuyo es negarte á mi voluntad. Mira, pues, desdichada
Philotéa, como negada a mí, y á mi
voluntad, y del todo rendida á tu voluntad, puedes
seguir mi camino. De aquí ha resultado, que cuando
tu propio amor caminaba á su parecer hacia mi, iba
caminando contra mí; y cuando te parecía que
andabas derecha al Santo Monte de la Cruz, por donde van
mis discípulos, no solo de él te alejabas,
sino que ibas caminando, y llegando al precipicio.
Pídele Philotea al Señor, que la deje con algunas galas, pues las traen otros con Cruz, y su Divina Majestad la da admirable doctrina.
Viéndose Philotéa convencida con la ciencia
practica, que suele ser mas eficaz, que no la especulativa,
y que el Señor quería despojarla de sus galas
para ponerla la cruz, se resolvió a rendirse a su
santa voluntad, aunque deseando quedar con algunas galas;
porque no es fácil a esta humana propiedad darlo
todo de una vez, y así dijo: Señor, si fuere
posible, yo os suplico, que ya que no se compadece con mis
galas vuestra cruz, no sea de todas ellas el despojo. Escoged,
Señor, aquellas que mas quisiereis. Ya yo me allano
en tomar la cruz de vuestra sagrada maño: ya estoy
rendida a dejar las galas que mas quisiereis; pero todo,
y de una vez, no es muy fácil, Señor mío.
Pobre, descalza, desnuda, y con cruz, todo en un dia, cómo
podré caminar? Yo, Señor, todo lo doy, pero
dejadme con alguna cosa de este todo, que yo os doy.
Entonces, compadecido el Señor de tanta fragilidad,
dijo á Philotéa. Esta bien, yo vengo en dejarte
con algunas galas, y adorno de tu persona, como tu me des
aquellas que yo quisiere. Bien sabes, Philotéa, que
no pudo caminar con mi cruz sobre los hombros aquel poderoso
Emperador Heraclio con sus ornamentos Reales, hasta que
se despojó de ellos, y se puso otros muy pobres,
á imagen de mi pobreza; y así, bien podías
conocer, cuan dificultosamente podrás caminar con
tus galas, y mi Cruz, pues no es posible andar con ella
al traerlas, cuando el no pudo moverse trayéndola,
sin dejarlas.
Señor, dijo Philotéa, el Emperador Heraclio
traía vuestra cruz original, aquella misma que fue
Ara de nuestro remedio, aquella misma en donde vos sacrificasteis
vuestra vida, para nuestra redención, aquella misma
que estaba bañada con vuestra preciosa sangre; pero
esta que ahora me dais, no es sino imagen de aquella; y
yo veo que traen en el mundo vuestra cruz innumerables personas,
muy llenas de grandeza, de riquezas, de poder y ostentación,
y no veo otra cosa en esta vida, sino grandeza, y cruz,
poder, y cruz, galas, y cruz, riqueza, honra, estimación,
y cruz.
Asi es, dijo el Señor, que mi cruz es adorada, y
venerada de los ricos, grandes, y poderosos de la tierra,
y muchos de ellos la traen, y se honran mucho con ella;
y ese es uno de los misterios, y milagros de mi cruz, que
siendo señal de afrenta, y de suplicio en sus principios
desde que yo la honré, con que en ella se celebrasen
las bodas de vuestro bien, y fuese cálamo de mi desposorio
con las almas, que yo redimí en la cruz, quedase
ornamento, y gloría de todo el mundo en el mundo
la que era el desprecio, y la ignominia del mundo.
Pero es menester que sepas, que en esta vida, Philotéa,
entre los mismos Cristianos que reverencian mi cruz, unos
sobre venerarla la traen en el cuerpo, mas no en el alma,
otros la traen en el alma, y en el cuerpo, otros en el alma,
y no en el cuerpo; otros ni en el cuerpo, ni en el alma.
Los que veneran mi cruz son los Cristianos, y estos todos
la respetan, y veneran mas hay algunos perdidos discípulos
de mi cruz, porque la veneran con el culto exterior, mas
no la siguen en lo interior la adoran, más no la
traen; la estiman, mas no la llevan, son muy finos al adorarla
flaquísimos al traerla. Adoran mi cruz con los labios,
pero no siguen con las costumbres mi cruz; son seguidores
de mi cruz al venerarla, pero enemigos de mi cruz al platicarla
y seguirla.
De estos hay algunos que no solo veneran mi cruz, sino que
la traen en el cuerpo pero la arrojan por los deleites de
el alma. Como son los que por su santa profesión
van adornados, y vestidos de mis cruces en la Iglesia, ya
con hábitos militares, ya Pectorales, ya escapularios,
que significan la cruz, y aunque en su profesión
manifiestan que traen la cruz en el cuerpo, para traerla
en el alma; pero como flacos se resisten al traer la cruz
en el alma, aunque la traen en el cuerpo, porque huyen de
padecer, y penar, y de seguir en lo interior la cruz, que
traen exterior. Otros, y muchos hay, que traen mi cruz en
el cuerpo, y en el alma, porque viven religiosa, y santamente,
y la que traen adorada en los pechos, la traen en los hombros,
y en el alma venerada, y planeada, y con la mortificación,
la penitencia, la austeridad, la caridad, y la paciencia
guardando las reglas de su santa profesión, procuran
seguir mi cruz, y la adoran, veneran, y reverencian en lo
exterior y la traen en el alma, y en lo interior, y la platican
en lo interior, y exterior.
Otros hay que no la traen en el cuerpo, pero la traen en
el alma, como son todos aquellos que se abrazan con mi cruz
interiormente, y viven mortificados penitentes aunque por
su particular profesión no traigan la cruz en el
cuerpo; pero la adoran con el cuerpo, y la traen dentro
del alma, y viven siguiéndome con su cruz, padeciendo
en el alma, y en el cuerpo.
Otros hay, que ni la traen en el alma, ni en el cuerpo,
porque ni ellos tienen profesión de traer la cruz
en el cuerpo, ni la traen dentro del alma, sino que viven
entre deleites, gustos, y recreaciones, olvidados de mi
cruz en el alma, y en el cuerpo.
Siendo esto así, Philotéa, es bien que sepas,
que todos aquellos que adoran mi cruz; pero no siguen mi
cruz, y con sus culpas son enemigos de mi cruz; estos dejan
mi cruz por sus culpas, son malos discípulos de mi
cruz, y así son todos los Cristianos, que en la creencia
adoran mi cruz; pero en las obras huyes de seguir, y de
platicar mi cruz.
Los que traen la cruz sobre los cuerpos, pero se niegan
a ella en sus almas, huyendo de las penas de la cruz, y
no siguiendo como debían su regla, su profesión,
ministerio, Dignidad, ó vocación, aun son
mucho mas malos que no los otros, porque en mas obligaciones
son peores, y con la cruz representan santidad, y maldad
con las costumbres, y tienen la profesión de perfectos,
la vida de relajados; y a estos se les aguarda duro juicio,
delgada cuenta, y asperísima sentencia. Pero los
que traen la cruz en el cuerpo, y en el alma, y cumplen
con las obligaciones de su santa profesión; estos
son discípulos interiores, y exteriores de mi escuela,
son los Grandes en el Reino de los Cielos, y á quien
yo amo muy tiernamente en la Iglesia Militante, y a estos
se les aguarda gloriosísima corona en la Triunfante.
Los que solo la traen en el alma, y se hallan sin profesión
particular de traer mí cruz en el cuerpo, pero con
santas costumbres la traen interior, adorada, y platicada
en el alma, tendrán muy grande corona como los otros,
aunque por su vocación será mayor la de aquellos,
por ser mas perfecta profesión, si no es que la caridad
de los unos exceda á la de los otros.
De aquí resulta, Philotéa, que los que tu
dices, que traen la cruz con las galas, si la traen no imitando,
ni siguiendo mi cruz, sino tratando de deleites, de gustos,
recreaciones, vicios, pasatiempos, asimientos, no son buenos
seguidores de mi cruz; y sí á estos sigues,
te perderás como ellos.
Pero sí traen la cruz con las galas, porque su profesión
pide galas, y lucimiento exterior, pero el alma ama la cruz,
y la sigue interiormente, y con santas costumbres, y virtudes,
y humilde mortificación, y penitencia, oración,
y devoción, me sirven en una vida santa interior;
(que cabe muy bien en una lucida, y rica exterior) estos
hacen cruz de las galas, y no las traen en el alma, antes
las desprecia su alma, y las traen solo en el cuerpo.
Pero tu propietaria, Philotéa, no te hallas en ese
estado: porque queriendo yo, que dejes las galas, para que
tomes mi cruza, dejas mi cruz por tus galas, y quieres hacer
paces entre la cruz, y las galas, y tener en el alma con
las galas a mi cruz, y dentro de un Templo introduces a
la Arca del testamento, y al Ídolo de Dagon; y en
una Iglesia a Dios, y al mismo Belial; y en una pieza las
tinieblas y la luz.
Y esta propiedad que gobierna tus discursos, se conoce claramente
en la resistencia grande que haces a mi vocación;
porque todos aquellos que defienden á sus galas de
mis voces, aunque parece que esté en el cuerpo su
lucimiento, y su gala, no está sino muy dentro del
alma, pues sale contra mí á defender la voluntad
en el alma, lo que está adornando al cuerpo. Pero
porque veas, Philotéa, que me acomodo a tu deseo,
yo vengo en darme contigo á partido: yo te permitiré
las galas que adornan tu cuerpo, como dejes que yo escoja
de ellas las que yo juzgare que más destruyen á
tu alma.
Escoge el Señor de las galas de Philotea las que parecían mas al intento de seguirle con la cruz sobre los hombros.
Reducida Philotéa á que el Señor escogiese
las galas que mas quisiese para que mas fácilmente
pudiese llevar la cruz, le dijo: Señor, aquí
estoy sujeta á vuestros preceptos: Señor,
á vos os toca el mandar, pero a mi el servir, y obedecer:
mis galas son ya adoraros, y mi ornamento seguiros: mi gala
solo es la cruz, y cuando me desvió de la cruz, es
mi ruina, mi perdición, y no mí ornamento,
o gala.
Viendo el Señor tan resignada Philotéa, la
dijo: esas son palabras de salud, verdad, y vida, Philotéa:
así tus obras se ajusten a tus palabras. Para que
sigas mi cruz, conviene que te despojes de esas rosas que
traes sobre la cabeza: deja caer ese cabello adornado, y
adorado de tu loco corazón. También conviene
que te descalces porque el monte que Has de pisar es tierra
santa, y no puedes andar sino descalza por él. Todo
lo demás te lo permito por ahora, hasta que el calor
de mi amor, y, de mi luz, te la den para quitarlo.
Oyendo Philotéa esta sentencia, no se atrevió
á rehusar su ejecución derechamente, sino
que por vía de preguntas, y dudas, como que lo hacia
para procurar la luz, y obrar con eso resuelta, y de terminada,
intentó dilatar lo posible su despojo, y asile dijo
al Señor: pronta estoy, ó, eterno Bien de
las almas y á despojarme de las rosas, y dejar suelto
el cabello, que aliñado, y encrespado, era todo mi
ornamento: también lo estoy á descalzarme,
para pisar con debida reverencia ese misterioso monte.
Pero os suplico me digáis antes de hacerlo, por qué,
Señor comenzáis mi despojo por estos dos tan
desiguales extremos Por ventura, no era mejor Quitar las
galas de el cuerpo, y despojarlo de tantas superfluidades
que no desnudar los pies, y quitar su ornamento a la cabeza?
Conozco tu falsedad, Philotéa, dijo el Señor,
y que esas dudas son para dar treguas a la ejecución,
pero quiero que enseñada toleres tu despojo mas resignada,
y gustosa.
Esas rosas, y lazadas, Philotéa, que traes sobre
tu cabeza, significan la vanidad, y ligereza con que tu
propio amo gobierna a tu corazón; y eso es lo primero
que yo he de quitar de ti, para que dejándote á
tí, puedas con la cruz sobre los hombros, buscarme,
y seguirme a mí: significan los deseos con que andas
de ser amada, estimada, y aplaudida; y esos tengo de quitar
en tí, para que puedas buscarme, y seguirme a mi:
Esas que son flores para tí, son espinas para mí,
pues cuando, habían de salir de tu cabeza propósitos,
y deseos de seguirme, y de servirme, traes galas para ofenderme.
Señor, dijo, Philotéa creí que comenzarías
en mí por el corazón, y que primero despojaríais
mis deseos, y propiedades de el alma, y hecho esto, fuerais
despojando el adorno, y flores de mi cabeza.
No, Philotéa, dijo el Señor, primero quiero
curar en tí la cabeza, antes de curar el alma; porque
el daño de tu alma depende de tu cabeza.
Todo tu daño Philotéa, consiste en tener malos
dictámenes, y andar el juicio muy fuera de su lugar.
Consiste en pensar, que el gusto, y el deleite es el sumo
bien á que aspiran tus deseos: con eso todo cuanto
obras lo enderezas a este fin, y en todo te estas mirando,
y tu amor propio es un espejo en que te registras todas
tus resoluciones; y aquello que haces, aunque te parezca
que se endereza á los otros, todo lo vienes a hacer
por tí.
Si haces gustos a los otros, es por hacerte aplaudida de
los otros: si amas, es porque te agrada el objeto que amas,
y quieres ser amada, y adorada de los otros; y si a tí
no te amaran los otros, luego los aborrecieras: la amistad
la mides, por tu propia conveniencia, y el que parece amor
á otros, es amarte á ti, y no á los
otros. Con eso necesito de curar este dictamen, y de quitar
esos lazos, y lazadas, y rosas de vanidad que traes en esa
cabeza. Necesito de dar luz, y desnudar a ese ciego en rendimiento,
para que abiertos los ojos alumbre tu voluntad.
No conoces, engañada Philotéa, que no te crié
yo á tí para ti, sino solo para mí?
No conoces, que no hice yo á las criaturas para sí,
sino solo para mí? No conoces, que el fin á
que deben aspirar todas las cosas soy yo, así como
soy el principio, y el origen de las cosas? Qué tendrás
con que te quieran? Qué tendrás con que te
amen? Qué tendrás con adornar tu cabello con
flores, apenas nacidas, y ya desaparecidas? Que tendrás
con esos lazos, sino lazos, y embarazos? Qué tendrás
con ser amada, sino desdichas de aborrecida? Por ventura,
es mas la hermosura amada, que una flor hoy aplaudida, y
mañana ya marchita, ya pisada, ya ajada, y desestimada?
Y qué tendré yo con que te amen á tí,
si tu me ofendes á mí? Qué te deberé
yo á tí, con que el amor que me debe el alma
a mí, lo emplee engañadamente en ti? los daños
causas, ó perdida Philotéa, quitasme tu amor,
que me debes de justicia, y en los otros causas el mismo
engaño, y guías al mismo daño, ruina,
y perdición, e injusticia. Dite Yo el encendimiento,
y las potencias, y los sentidos, y la hermosura del cuerpo,
para que con ellos me ofendieses? Dite el alma, para que
con ella fabricases mis penas con mis mismos beneficios,
ó para que con ella me sirvieses, y promovieses mi
amor, mi honor, y mi servicio? No eres mi criatura, y hechura,
y te debes á la mano que te crió, te formó?
Qué tienes, que no sea de mi mano? Mira en ti, y
mirare a mi, y señala una cosa buena, que te la debas
a tí. Pues si toda te debes á mí, por
qué te niegas a mi, y te concedes, y entregas a todos
el amor desordenado, que así te gobierna en tí?
Asi se pagan beneficios con ofensas Asi lastimas, y hieres
la mano de tu Hacedor? Asi ofendes a quien humilde, y rendidamente
hablas de adorar, y amar, y obedecer sin cesar?
Y dime, adonde caminas con esas rosas? Qué fruto
han de producir en ti esas vanas, y desatinadas flores?
Si vas caminando acelerada desde la vida á la muerte,
de qué te han de servir en la muerte las flores,
lazos, y lazadas, y ornamento, y rosas vanísimas
de la vida? Qué haremos de tu amor propio al morir,
que fue tu Ídolo al vivir? Qué haremos de
esas lazadas, y rosas, que fueron flores al comenzar, y
vanidad al andar, y lazos, y espinas que afligen y matan
al acabar?
No ves, Philotéa, que es desatino, vanidad, ligereza,
y locura todo aquello que no dura No ves, que todo se acaba
en un instante, y que apenas comienza el gusto en la vida,
cuando se acaba la vida? Qué puede valer aquello,
por poderoso, y grande que sea, que está asido á
una hebra delgadísima, que cada dia se va adelgazando
mas, hasta, que el tiempo ligero quiebra la hebra, y quebrada,
es todo nada cuanto esta pendiente de ella? Mira diamantes,
y perlas, esmeraldas, riquezas, poder, grandeza temporal,
Tiaras, Mitras, Coronas, y Dignidades, todo pendiente de
una hebra delgadísima, que por instantes se quiebra:
esta es la vida. No es humo, viento, polvo, sombra, y nada,
deshecho todo, consumido, y desaparecido, y triunfado de
la muerte? Qué pesa lo que no dura? Qué importa
lo que se acaba? Qué vale lo que apenas te alegra
poseído, cuando te aflige dejado?
No hay gran fortuna, si es breve. Y aun es peor lo que os
sucede, engañada Philotéa, pues aquello que
aquí es gozo tan ligero, y momentáneo, mal
servido, mal tenido, ha de ser allá tormento: aquello
que aquí son gustos, serán penas eternas allá:
aquello que son deleites, será Infierno: lo que aquí
tan breve dura al gozar, es eterno al padecer. Este camino
quietes seguir, Philotéa? Estos pensamientos te atreves
a traer en la cabeza, Estos discursos te agradan? Estas
flores te contentan?
Ofrece Philotéa al Señor las galas de su cabeza, pero defiende cuanto puede seguirle con pies calzados.
No pudieron las rosas que traía Philotéa
en la cabeza dejar de agostarse al calor, y á la
luz de estas palabras, ni aquellas lazadas, y ligaduras
sutiles, y lucidas, con que aprisionaba el cabello, dejar
de hacerse pedazos. Y, así, ya rendida, y convencida,
echando de sí las rosas, y las lazadas a los pies
de aquel Divino Maestro, soleando el rubio cabello, y dándole
al desaliño lo que antes daba al cuidado, como otra
penitente Magdalena, dijo:
No hay resistencia, Señor, que baste á tan
poderosa fuerza: no hay dureza que no ablande vuestra voz;
no hay tinieblas que no ahuyenten los rayos de vuestra luz.
Ya, Señor, doy al fruto de vuestros santos consejos
las flores de mi loca vanidad. Ya vuestra divina mano ha
deshecho mis prisiones, y mis lazos, y puesto en libertad
mis deseos. Ya a vuestros sagrados pies he puesto las galas
de mi cabeza, y estos ojos servirán de regar con
sus lágrimas, y el cabello ya libre, poco antes aprisionado,
se aplicará á limpiar, y adorar, Señor
mío, vuestros pies.
Pero, Señor, pues yo he puesto á vuestros
pies mi cabeza, eximid de reformación mis pies. Bien
puede con pies calzados compadecerse la Cruz. Bien podéis
ponerla ya sobre mis hombros, sin despojarme de los pies
á la cabeza: mas dura lo moderado. Reformar dos extremos
tan distantes, y distintos en un dia, no es fácil,
ni tolerable. Si apenas he de poder con el peso de la Cruz,
cómo podré traerla con los pies, sobre muy
flacos, descalzos? Ya me quitáis, Señor, las
flores, ó espinas de la cabeza, no me pongáis
las espinas en los pies. Quien siempre ha caminado calzada,
cómo (sobre traer delicada la cruz en sus flacos
hombros) podrá caminar descalza?
Infinitos seguidores tenéis de la cruz calzados,
ó Autor amable, y admirable, del camino de la cruz
Yo veo por ese monte subir innumerables calzados con su
cruz sobre los hombros, con muy fervorosos pies; antes veo,
que muchos que traen calzados los pies, exceden en espíritu,
y fervor á otros, que los traen descalzos. Vos, Señor,
calzado anduvisteis en esta vida, pues no dijera el Santo
Bautista, que no merecía desataros los lazos de los
zapatos; si no anduvieseis calzado. Vuestra Madre, Jesus
mío, creíble es que andaría con aquella
inefable decencia, que pedía su angélica honestidad.
Nadie como Vos, y ella han traído con reverencia
la cruz. Todos los santos Obispos, y otros innumerables
discípulos de la Cruz, los Agustinos, los Ambrosios,
Crysostomos, y Gregorios, los Benitos, Bernardos, y los
Domingos, la han traído sin descalzarse los pies.
Por que, pues, ó Maestro Soberano, á la mayor
flaqueza proponéis la mayor dificultad?
De esta suerte abogaba Philotéa, para defender sus
pies de las manos del Señor, y desviar la áspera
reformación que temía, cuando aquel celestial
Maestro la interrumpió, diciendo: Justo fuera propietaria
Philotéa, que habiendo arrojado de tu cabeza las
rosas, y las lazadas, echases de ella esos discursos de
vanidad, y que acabases ya de entregarte á mi, y
a mi Voluntad de la cabeza a los pies. Cómo es posible,
que puedas traer sobre tus hombros mi cruz estando tu alma
tan llena de propiedad? Si á cada paso te resistes
á lo que yo quiero obrar en ti, y aquello que yo
obro en ti, es ya ponerte la cruz, como has de traer la
Cruz, si te resistes de mi?
Lo primero que Yo he deseado quitar de tu cabeza con las
rosas, y los lazos, son los discursos superfluos, y vanos
con que necia te resistes lo que deseo desterrar de ti,
son esas razones, al resistirme mas afeitadas que halladas.
Es posible, Philotea, que siempre has de discurrir contra
lo que yo te mando? No hallaras razones para seguirme, hallándolas
tan fecundas de discurso al perderte, y al perderme?
Tu juzgas, que te han de faltar razones para abogar contra
mí, y conservarte perdida, cuando yo te deseo reformada?
Cuando faltaron al relajado discursos contra el perfecto?
Cuando al propio amor le faltó con que oponerse al
divino? Esas razones, Philotéa, son razones no razón;
todos esos discursos son discursos sin discurso; son razones
buscadas, pero no halladas.
Cree que no te salvarás, Philotéa, discurriendo,
sino amando. En las escuelas del mundo se aprende con discursos
de entendimiento; pero en la mía solo con la voluntad.
Los seguidores de mi cruz gastan muy pocos discursos: dan
a la obediencia, Philotéa, lo que quitan al discurso:
todo su discurso se reduce á obedecer, y este es
su modo de discurrir.
Pregunta Philotéa al Señor, por qué le manda, descalcar, habiendo tantos Santos que le han seguido calzados, y se lo enseña el Señor.
Señor, dijo Philotéa, no permitáis
que anden encontrados el amor, y los discursos; pues bien
parece, que puede el alma amar discurriendo; antes bien
se discurre con gran delgadeza amando. Quién promueve
discursos sino el amor? Ni cómo se halla el amor,
sin preceder los discursos?
Yo, Señor, como os he dicho, no discurro para resistir
vuestra santa voluntad, sino para que vuestra luz alumbre
mi entendimiento, y que esa misma caliente mi voluntad.
Veo, Señor, que os siguen calzados infinitos Santos
con la cruz sobre los hombros, antes bien, que hay mas Santos
calzados, que no descalzos. Veo, que innumerables Obispos,
y otros de todos estados, y profesiones, Mártires,
Vírgenes, y Confesores, Religiosos, Reyes, Príncipes,
Anacoretas, Seglares trajeron con pies calzados su cruz,
mandaisme vos descalzar, será mucho que mis dudas
soliciten vuestra luz?
No hay duda, Philotéa, dijo el Señor, que
los discursos no andan con el amor encontrados, y que muchas
veces aumentan, y promueven al amor, antes bien en mi camino
andan muy unidos entre si el amor, y los discursos. Porque
el entendimiento unas veces discurre dando materia á
la voluntad para que ame, y otras la voluntad abrasada,
y encendida, amando despierta muy amorosos discursos, pero
esos discursos, Philotéa, son conforme á mi
voluntad, y discursos conforme á mi voluntad, son
santísimos discursos. No son así, Philotea,
los que tu haces, porque con ellos resistes á tu
remedio, y te opones á mi gusto y este modo de discurrir,
no es discurrir, sino errar.
No hay duda, que han seguido innumerables discípulos
de mi cruz su camino calzados, y no descalzos, pero esos
mismos eran descalzos calzados. Traían los pies calzados,
y los afectos descalzos. Traían el calzado, no ornamento
de sus pies, sino solo decencia dé su persona. Acomodábanse
al uso de los demás, por ganar los demás.
No buscaban en los pies, ni el abrigo superfluo, ni el adorno,
sino solo la decencia. Porque aunque no es indecencia seguirme
en su vocación el descalzo con pies desnudos, con
todo eso, lo que es decente en su vocación, no lo
fuera en otras muchas, sino extraño, ó indecente.
Con que los calzados, y descalzos que me sirven, Philotéa,
todos caminan descalzos. Pues no ama cada uno en su vocación
sino aquello que yo quiero; y el hacer lo que yo quiero,
viene á ser la alma de su vocación, y así
el descalzo se calzará, y el calzado se descalzara
al instante, en conociendo que era esa mi voluntad.
Aquellos que tu ves, que en ese monte suben con mayores
cruces, mas ligeros calzados, que no otros muchos descalzos,
es porque aunque andan calzados los píes pero tienen
mas descalzo, y desnudo el corazón que no los otros,
y encendido, y abrasado, y desasido el corazón por
mi amor, son los calzados descalzos. Porque aunque me es
agradable, y muchísimo, que anden desnudos los pies
por mi, pero mucho mas me agrada que ande descalza, y desnuda
de propiedades el alma. Bien puede ser andar desnudos los
pies, y vestido el corazón de deseos, asimientos,
propiedades, y miserias; y en ese caso no curará
la desnudez de los pies las llagas del corazón. Por
el contrario, bien pueden estar los pies calzados, y desnudo
el corazón, y abrasado en amor mío y en ese
caso, no dañara al corazón el abrigo de los
pies.
La penitencia exterior, Philotéa, toma su valor de
la intención interior, y tanto vale, y pesa lo de
afuera, cuanto vale, y pesa, y me agrada lo de adentro.
De aquí nace, que son vanos tus discursos, y llenos
de miseria, y propiedad: porque haces argumento de lo bueno,
para defenderte de lo bueno, y hacer á lo bueno vano.
Yo, Philotéa, con pedirte que tomes mi cruz descalza,
no trato solo de que me sigas con pies desnudos, porque
padezcas, sino porque te descalces de el afecto desordenado
que tienes, y con que tan neciamente te amas. Trato de desnudar
tu corazón por los pies, y de que comenzando por
los pies, se desnude la cabeza, el alma, y el corazón.
Y así, esta diferencia hay de tí a todos aquellos,
con cuyo ejemplo quieres defender tu vanidad, que aquellos
que me siguen calzados con su cruz, andan así, porque
saben que es mi voluntad que anden calzados, y si supieran
que era otra mi voluntad, se descalzaran con gusto, y sienten
andar calzados para el abrigo, y andan descalzos con el
afeito; pero tu tienes el afecto, y propiedad en el alma,
y estás tan asida a tu calzado, tan propietaria á
tu abrigo, y tan cautiva á tu adorno, tan pertinaz
al seguirte, tan temerosa al padecer por seguirme, que no
tienes en los pies, sino en lo interior del alma, lo calzado,
y superfluo de tus pies.
Ofrécese Philotéa descalza a tomar la Cruz; mándala el Señor que tome la que le señala y su divina Majestad la ayuda, y comienza a caminar.
Ilustrada Philotéa con rayos de tanta luz, y descalza,
se postró a los pies de aquel Divino Maestro, diciendo:
Ya, Señor, rendida se ofrece pronta mi voluntad á
obedeceros. En el modo, y la sustancia, os serviré
como vos fuereis servido. Mandad, Señor, que aquí
os oye rendida, y obediente vuestra esclava: ya mis pies
están descalzos, descalzad, Señor, desnudad
de afectos mi corazón. Resistióse mi flaqueza,
pero no mi voluntad si ya no es mi voluntad la misma miseria,
debilidad, y flaqueza.
Levántate Philotéa, dijo el Señor,
que mi Piedad es mayor que tu dureza: ahora podrás
traer sobre tus hombros mi cruz: ahora podrás seguir
mi camino: ahora tus pasos buscarán sendas de verdadera
salud Llevóla entonces e1 Señor a aquel Santo
Campo sembrado de innumerables cruces y señalando
una de ellas, la que pareció a su Saber infinito,
la dijo: Toma, Philotéa, esa Cruz, y ponla sobre
tus hombros, y endereza tus pasos a aquel monte por donde
suben todos aquellos a quien deseo que imites en el camino,
y fervor. Entonces Philotea respondió: Señor
pronta estoy a obedeceros en todo; pero por que no me dais
vos la cruz de vuestra mano santísima? Por qué,
Señor pues no queréis que sea la elección
mía, queréis que sea el levantarla, y poner
sobre los hombros? No es mejor que sea toda vuestra, ó
Eterno Bien de las almas, elegirla, levantarla, ponerla,
y, solo mío el llevarla? No conviene, Philotea, el
que; que la levante yo, porque vuestra salvación,
y los medios de seguirme, y conseguirme, se obran entre
la gracia, y naturaleza, Yo os ayudo, pero vosotros obráis.
Yo señalo la cruz de la vocación, pero a vosotros
os toca el seguir mi vocación. Yo te señalo
la cruz proporcionada á tus fuerzas, y la que elige
mi voluntad; pero á tí te toca tomar la cruz
á que te llama mi Voluntad.
Está bien, Señor, qué obremos nosotros,
y que vos señaléis la cruz, y la vocación;
pero qué fuerzas tendremos para tomar la cruz, y
seguir La vocación ni para ponerla sobre los hombros,
y caminar siguiéndoos con ella, si no nos ayudan
vuestras fuerzas á levantarla? Luego mas es menester
que señalarla. Podra esta flaca, y, débil
naturaleza, si no la ayuda, y favorece la gracia? No podrá,
dijo el Señor; pero el día que yo doy la vocación,
y señalo la cruz, y tu rendida, y humilde me obedeces,
te doy una secreta gracia, y fuerzas para levantarla, y
ponerla, y traerla sobre los hombros; porque mi gracia señala
la vocación á la cruz, mi gracia señala
la cruz en la vocación, mi gracia os esfuerza para
emprender el camino, mi gracia os da fuerzas al traerla,
mi gracia os anima al servirla, al seguirla, al adorarla,
y llevarla.
Oyendo esto Philotea, levanto su cruz del suelo con grandísimo
trabajo, y apenas podía ponerla sobre los hombros,
cuando gimiendo, y suspirando, dijo al Señor: Socorredme,
Bien Eterno, que no puedo con el peso de esta cruz. Dad
fuerzas a mi flaqueza, perficione, Señor, vuestro
socorro lo que comenzó vuestra santa vocación.
Asi como Philotéa dijo esto, se sintió con
muchas mayores fuerzas, y con gran facilidad puso la cruz
en los hombros con que volviéndose al Señor,
le dijo: Qué ha sido esto, Bien Eterno? De donde
vino este socorro tan poderoso? Corno levantando ante con
tanta dificultad la cruz, ahora tan fácilmente la
puse sobre mis hombros?
Esto, Philotéa, lo ha hecho la fuerza de la oración,
la cual consigue pidiendo, lo que no puede conseguirse sin
mi socorro obrando, ni trabajando. La oración, Philotea,
y el pedirme socorro, favor, y ayuda, trae consigo infinitos
bienes, y entre ellos, el de hacer suaves, fáciles,
y tolerables, y gustosos los santos ejercicios de la vida
espiritual, porque mi presencia causa aliento, mi favor
fuerzas, y mi socorro valor, constancia, y perseverancia.
Pues, Señor, dijo Philotéa: no va eso con
la misma vocación, y luego que disteis aquella primera
gracia, para emprenderla, y para levantar la cruz, y para
traerla sobre los hombros, no nos dais el socorro para esto?
Para qué es necesario mas oración, si ya ha
llegado el alma á conseguir lo que pretende pedir?
Hablas como principiante, Philotéa, y como quien
ignora el camino del espíritu, y como quien no ha
andado por las sendas misteriosas de la cruz. Aunque es
así, Philotéa, que doy gracia para que aquel
a quien llamo, tome su cruz, y siga mi vocación;
pero después de aquella primera gracia al tomarla,
es menester mas gracia para traerla, y no dejarla, y perseverar
con ella, y defenderse con ella, y en ella contra los enemigos
poderosos que se oponen a mis Siervos, para que dejen la
cruz; y así necesitan de repetidos socorros, y estos
se granjean con repetida oración; y así como
cada paso necesita de mi gracia, cada paso necesita de oración:
porque sin mí, qué podéis hacer vosotros?
Y por qué me habéis de tener a mi, si no os
acordáis de mi, y oráis, y pedís, y
rogáis, y acudís por gracia á mí?
Y así, el principal fiador de la vocación,
y de seguir, alcanzar, y conseguir con valor, y perseverancia
la corona que se reserva á los Seguidores valerosos
de mi cruz, depende de la oración, porque acudiendo
á mi y convirtiéndoos a mí, me convierto
yo a vosotros y si á mí no os Convertís,
si os olvidáis, si no tenéis memoria de mí,
si solo tratáis del mundo y de vosotros, tanto os
faltara de mí, cuanto os sobra de vosotros ; y cuanto
de mí os faltare, os ha de faltar de fuerza, de gracia,
de perseverancia de valor, de constancia, por ser vosotros
la misma ligereza, é inconstancia, y para que Vosotros
os volváis, y os convirtáis á mí,
primero me vuelvo, y convierto yo a vosotros; porque la
gracia siempre comienza de mí; y así es cierto
Philotea, que tanto tendrán de perfección
las vocaciones en mi Iglesia, y tanto tendrán de
perseverancia los seguidores, y discípulos de la
Escuela de mi cruz, cuanto repitieren la oración,
y la presencia divina; y tanto irán descayendo, descaeciendo,
y cayendo, cuanto de mi se fueren aparcando, y olvidando.
Prosigue su camino Philotea con alegría, y llega al pie del monte santísimo de la Cruz.
Con este importante aviso, y consejo, comenzó animosa
Philotéa su religiosa jornada, enderezando sus pasos
al santo monte de la Cruz. Caminaba, no solamente consolada,
sino alegre, y aquel horror de andar descalza? por el camino
cesó en comenzando resuelta, y determinada a caminar.
Comenzó a reconocer, cuanto mayores son los temores,
que los peligros en la vida espiritual; y que todo cuanto
se pisa, y se emprende, y se desprecia, se vence, si se
comienza pisando, venciendo, y atropellando, y que aquí
se ajusta excelentemente al sentido espiritual lo que le
dijo el Señor a su Pueblo: Quíd quid calcaverit
pes tuus, tuum erit. Cuanto pisare tu pie será tuyo.
Como si dijera, será tuyo lo que pisas, si lo pisas,
y desprecias, porque por mí lo desprecias, y lo pisas.
Asi Philotéa, luego que piso todas las dificultades,
que ofrecía á su temor su flaqueza, se hizo
señora de sí, y de ellas, y fueron expedientes
los que eran inconvenientes, y victorias sus temores. Cuantos
pasos Iba dando por el suelo, tantas veces volvía
la cara al Cielo, caminando con la cruz sobre sus hombros,
pero en el alma al que murió en ella crucificado
por ella.
Comenzó á tener dulces coloquios con el Señor
en lo interior de su espíritu, y cuanto mas se acercaba
al sagrado monte, tantas mas fuerzas cobraba. Sentía
una celestial fragancia, que no solo recreaba, sino que
llamaba a gozarla de más cerca. Reconocía
en si una notable mudanza, y ya aquellas vanidades, que
ocupaban, y llenaban su cabeza, arrojadas con lazadas, y
rosas que apartó de sus cabellos, se habían
vuelto en santos propósitos, pensamientos, y cuidados
de seguir con valor el camino de la cruz, y en pedir gracia,
favor, y amor para seguir, servir, y adorar al que le era
en su camino compañía, guía, y luz,
y los afectos que antes tenia á lo temporal, ya se
iban mudando á lo espiritual, y eterno, y ya el corazón
negado á las criaturas, iba cobrando amor a su Criador.
Reconociendo en sí Philotea esta súbita mudanza,
le dijo al Señor: Qué es esto, ó Maestro,
Soberano? Qué mudanza es esta que siento en mi? Qué
luces alumbran mi ceguedad? Y qué oculta fuerza alienta,
y da esfuerzo á mi flaqueza? Qué olor es este,
que no solo me recrea, sino me llevaras si a buscar el origen
de esta suavísima ignorancia?
Esta mudanza, Philotéa y dijo el Señor, son
efectos de mí gracia, que obra en ti tanto mas, cuanto
mas te vas fiando de mí. Yo soy luz del mundo, y
en quitando del humano corazón las tinieblas, lo
alumbro, lo aliento, lo caliento con mi luz.
Ese olor que tanto te recrea, y aficiona, sale del monte
que vas buscando, y es el olor de la virtud, que es amable,
y deleitable, y trae consigo esa admirable fragancia. Por
que así como los vicios despiden de sí un
hedor, y hediondez intolerable, que apesta, y de su misma
naturaleza infaman, afrentan, deshonran, y en todos crían
aborrecimiento, asco, mal ejemplo, corrupción y otros
infames efectos.
Asi por el contrario, la virtud despide de si celestial
olor, llama, enamora, y atrae las almas, honra, acredita,
alegra, y granjea, y lleva a sí cautivas las voluntades,
y cuanto te vas acercando a este santo monte, en donde mis
seguidores todos caminan en cruz, y con cruz, platicando
excelentes virtudes, como son la caridad, la castidad, la
paz, la modestia, la pobreza, la obediencia, la resignación,
la humildad, tanto vas participando de gozo, de contento
de alegría, de consuelo mas que humano. Y así,
Philotea, anímate, camina, esfuerza tu corazón,
dilata el animo, fortalécete en espíritu,
persevera, y cree, que mis caminos son suaves, mi cruz ligera,
y solo dura para aquel que resiste á su bien, mi
voz, y su vocación.
Sube por el monte Philotea con alegría, y consuelo, y vence no pequeña parte de su aspereza.
Con muy acelerados, y alegres pasos, iba prosiguiendo su
jornada, Philotea, hasta llegar al principio de aquel eminente
monte, por donde socorrida de la gracia, tomó una
senda derecha, é iba venciendo dificultades, para
llegar á su cumbre. Así como entro, y se hallo
entre muchos seguidores de la Cruz, una nueva alegría
baño su alma, sobre la que ya traía, y la
cruz, que parece que subiendo por el monte debía
serle pesada, le era mucho mas ligera.
No veía cosa que no le fuese motivo al perseverar,
y proseguir su camino. Aquel suelo, que antes le parecía
durísimo, ya lo pisaba, y miraba, y hallaba, y hollaba
dulcísimo, y suavísimo. Las espinas, los,
peñascos, los riscos le parecían amenidades
alamedas, y jardines admirables. La compañía
apacible, amorosa, dulce, suave, y; alegre, toda ella manifestando
caridad, y cortesía; solo veía la diferencia
en los rostros, unidas en todo las voluntades. Oía
suavísimas músicas, todas llenas de alabanzas
al Señor, y aquello la divertía: otras veces
pláticas espirituales, y exhortaciones fervorosas
la alentaban: otras, jaculatorias abrasadas, encendidas
la animaban. Finalmente, ya la voz, ya el ejemplo, ya la
compañía, ya el suelo, ya el Cielo, ya el
viento, ya la templanza del clima, ya la suavidad del aire:
todo, y cada parte del todo la alentaba en su camino.
Añadíanse a esto los nuevos, y raros conocimientos,
que iba recibiendo en aquel sagrado Monte; porque de la
manera que las sombras, que tienen cubierta de obscuro velo
la tierra, huyen de los rayos que va despidiendo el Sol
por la mañana, al tiempo que va formando la Aurora;
así el entendimiento de Philotéa iba cobrando
nueva luz con cada paso, y abierto los ojos á la
verdad con esos mismos ahuyentaba sus engaños, y
veía cuan gozosos eran al principio sus discursos,
y que apenas nacían con el engaño, cuando
encontraban con su daño. Que no tenían mas
dilación, que un breve, y ligero contentamiento,
apenas visto, y ya desaparecido. Ahora su conocimiento había
arrojado por el suelo aquellas murallas de propiedades,
y las pasiones que la tenían cautiva, y la que antes,
como la encorvada del Evangelio, miraba al suelo, después
que el Señor la enderezó, toda su vista era
al Cielo, todo su desprecio al suelo, su olvido a lo temporal,
sus ojos, sus pensamientos, su alma, su corazón a
lo eterno.
Viéndose de esta suerte Philotéa, sin parar
un punto en seguir en cruz su camino, ni aun para hablar
al Señor, reconociendo otro corazón en sí,
nuevo vigor, nueva luz, y nuevas fuerzas, se volvió
agradecida a tanto bien, y le dijo: O Maestro Soberano,
y qué torpemente yerra quien no se fía de
Vos! Qué cierto es, que solo en vos esta el acierto,
el camino, la luz, y el consuelo en esta vida! Cada dia,
Señor, van aumentando, y recibiendo gracia, y aun
gloria, aquellos que se dejan gobernar de vuestros santos
consejos, y siguen los movimientos de vuestro Divino Espíritu.
Sobre qué merecimientos cae, Señor, tan grande
misericordia? Fabricáis, Bien Soberano, edificio
altísimo de favores sobre mis ingratitudes, y volvéis
beneficios las ofensas? En tan breve tiempo dais, o Prodigio
celestial, lo que no merecen eternidades de tiempo? No os
contentáis con quitar de las penas, sino dar de la
alegría, buscando por el alegría, aligerar
de la pena; Dais el mérito al camino, y quitáis
la pena que ha de hacer meritorio, con el trabajo al camino?
La cruz les aplicáis a los hombros, y quitáis
el peso á la cruz que traigo sobre mis hombros? Del
peso hacéis ligereza, a las de la misma cruz A los
pies descalzáis para la pena, y el contacto es todo
de gozo, y gloria? Unas veces aplicáis fuerzas á
los flacos pies; otras les ablandáis, y suavizáis
el camino. Ando buscando las penas, y no encuentro sino
gozo, y alegría. No me diréis, Maestro Soberano,
qué es lo que ha causado en mí esta mudanza,
mayor que la que tuve antes que entrase en el monte?
Bien pudieras, Philotea, conocer de donde nace este bien,
dijo el Señor, y que no viene de ti, sino de mi pues
en tí solo ha habido motivos para dejarte, y solo
en mí se han sustentado, ofendidos los de rogarte,
y sufrirte. Toda te debes á mí, porque todo
quise yo entregarme á ti. Dos causas, Philotéa,
son las que por favorecerte han concurrido a alegrarte,
y consolarte en el monte y entrambas las debes á
mi poderosa mano: una de naturaleza, otra de gracia pero
aquella toda, y del todo se debe también a esta.
Para que sigas con mas gozo, y alegría tu camino
en el monte, que en el valle, antes de entrar te ayuda la
misma naturaleza, que favorecida, y vestida de la gracia
da mas gozo, viendo que otros siguen este dichoso camino,
y que te hallas entre los demás discípulos
de mi cruz. Porque no hay duda que es consuelo la compañía,
y esta humana naturaleza es sociable, y se alegra siempre
con su semejante, y hacer gozo, y da fuerzas, y alegría
el comercio de, los mismos ejercicios; y ya el viejo anima
al mozo, ya el niño alienta al viejo; y aquello que
es división en las personas, es unión en las
voluntades, y estos seguidores míos, unidos, y concordes
entre sí, se oponen con mas aliento á lo malo,
prosiguen con mas constancia en lo bueno, buscan con mas
ansia lo, mejor. Y esta es la razón, Philotéa,
por que la noche de la Cena, en aquella dulce platica que
hice á todo el Apostolado, les dejé aquel
Mandato excelente, y nuevo, de que se amasen unos a otros
mis Discípulos, como quien les dejaba en la unión,
y amor reciproco, y caridad perfecta del ministerio, fuerza,
valor, y perseverancia.
Pero todo esto, Philotéa, se debe á mi gracia,
que dispone, y alumbra, y guía, y esfuerza, y ¿compaña,
y perfecciona á vuestra naturaleza. Y esa unión
no fuera unión, ni fuera paz esa paz, ni concordia
esa concordia, sí mi gracia no animara, y confortara
esa unión, esa paz, y esa concordia.
También el fervor que os doy os facilita el servirme,
porque con él cubrís, y esforzáis la
imbecilidad, y flaqueza con que obraríais sin él,
y la costumbre que hacéis en los santos ejercicios
con mi gracia, y con obrarlos por mí, es por mi muy
poderosa en vosotros; pero muy flaca sin mí.
Va prosiguiendo Philotéa su camino, y la sucede una terrible tormenta, y tribulación.
Común es en esta vida de penas, hasta llegar a
la patria, hallar la tribulación prontísima
á las espaldas del gusto. Continuaba Philotea su
camino con la Cruz sobre los hombros, tan socorrida de las
influencias de la gracia, que ni el peso de la Cruz, ni
la aspereza del monte retardaban sus acelerados pasos. No
parece que traía ella la Cruz sino que a ella, y
á la Cruz, la llevaba sobre sus hombros la gracia.
Cuando habiendo llegado a lo alto de un collado, que hacia
disposición en el santo promontorio á otra
mayor eminencia, sintió un viento frió, que
destemplo su alegría, introduciendo en el alma una
tristeza grandísima, y un desaliento notable.
A esto sucedió una obscuridad terrible, como si un
velo negro hubiera cubierto su entendimiento, y obscurecido
sus potencias, y sentidos. De esta mudanza en lo interior
de su alma sucedió debilidad en su cuerpo y la que
antes pisaba determinada, y resuelta las asperezas del monte,
ya temía, y tenia á las flores por espinas,
la Cruz, que le era antes ligerísima, ya no solo
era pasada, sino intolerable, y dura; y así como
antes no hacia otra cosa, sino discursos de virtud, salud,
y vida ya ahora no hallaba especies en su turbada imaginación,
para hacerlas de lo bueno, hallándolas á la
mano para lo flaco, y lo malo.
Parecióle que era largísimo este camino, y
que había mucho tiempo que iba subiendo la cuesta.
Volvía los ojos atrás, y hallaba facilidad
al bajar, volvialos adelante, y hallaba dificultad al subir.
Todos aquellos, que poco antes eran su compañía,
y su guía, y su consuelo, se le desaparecieron, y
como si no hubiera en aquel monte sagrado sino tinieblas,
soledad, y obscuridad, así estaba, sola, triste,
y afligida. A todos estos cuidados hacia mucho mayores el
considerar, que teniendo presente el padecer, no veía
el termino del penar, porque volviendo los ojos á
todas partes, veía sendas, despeñaderos, asperezas,
y montañas; pero no fin alguno, que motivase esperanza,
ni consuelo.
Sobre todos estos males y era el mayor, el habérsele
ausentado su Soberano Maestro, y no alegrarle su vista,
con que sin guía, sin compañía, sin
consejo, sin alivio, todo era tormento, y penas. Comenzó
a considerar con grandísima viveza la triste vida,
y soledad que pasaba siguiendo un camino sin camino, y una
jornada dudosa, que siendo toda penas al andar, no le veía
fin, ni termino al parar. Púsole delante su tristeza
lo que dejo para, emprender esta vida, padre, hermanas,
deleites, hacienda, gustos, comodidades, contentos, todo
ello desamparado, por seguir sendas muertas, y duras, abrazada,
y oprimida de un madero,
Que es esto, dijo la tentada Philotéa, á donde
me ha puesto mi miserable fortuna? A quién busco?
A quién sigo? A donde voy? dejando por las espaldas
todo lo dulce, lo suave, lo gustoso, y lo alegre de esta
vida? Quien pierde padre, patria, hermanas, hacienda, gozo,
y contento, qué puede hallar, que no sea tormento,
aflicción, y pena? Ni qué fortuna es aquella
que se niega a lo mejor de esto para que nacimos? Gozan
mis hermanas regalo, y recreaciones; mi padre es venerado,
y respetado, y servido en su Ciudad; mis amigas, mis conocidos,
mis deudos, todos viven con honra, estimación, y
alegría: yo sola, y triste y ausente, y desterrada
sigo esta vida penosísima, y busco entre dificultosos
caminos dudosísimas salidas, gasto la juventud en
las penas, que podía ocuparen los deleites, y en
los gustos permitidos, y negada a honestas recreaciones,
me abrazo con asperezas.
En qué estado no estuviera yo contentísima
en el mundo? En donde las riquezas socorren, y los gustos
recrean los ánimos afligidos: en donde al casado
alegra la compañía, al soltero la libertad
de su estado, a los hijos el amparo de sus padres, á
los padres el consuelo, y alegría con los hijos?
O que diferente vida pasara yo en la Ciudad, que en el monte!
Qué diversos pasos daba entre las honras, gozos,
contentos y gustos, que entre desabrimientos, disgustos,
espinas, penas, y peñas! O Dios mío! Quién
me puso en camino tan duro, y dificultoso? Asi discurría
la atribulada seguidora de la Cruz, pero sin dejar la cruz;
ya que no volviendo las espaldas al camino, por lo menos
detenida en el camino, revolviendo imaginaciones tistes,
y pensamientos de pena.
Viene el Señor, y a Philotea la reprehende, y le dice, cuanto mas padecen que ella sus hermanas.
De todos les engaños que padecía el afligido
corazón de Philotéa, en mi dictamen era el
mayor tener por ausente a su Maestro soberano, por no verlo
cuando es cierto, que este eterno Bien de las almas tiene
la presencia sin ausencia, y nunca se halla mas cerca, que
con los atribulados; y así apenas resolvió
en lagrimas sus cuidados Philotéa, y volvió
al cielo los ojos, dudosa de lo que haría, cuando
acercándose el Señor que oía, y veía
aquellos tristes discursos, la dijo:
Qué es esto que oigo Philotéa, ayer fuerte,
hoy ya perdida? Ayer resuelta, y determinada, hoy cobarde,
y temerosa? Ayer hija de mi gracia, hoy poco menos que sierva
vil de la culpa? Ayer los ojos, y pensamientos al Cielo;
hoy los deseos y discursos á la tierra? Ayer apeteciendo
lo eterno, y lo celestial, hoy lo temporal transitorio y
caduco? Ayer conmigo, hoy ya discurriendo contra mí?
Un poco de viento basta, Philotéa, á echar
por el suelo todo aquel fervor que mostrabas alentada? Un
soplo es mas poderoso, que toda tu fortaleza? Dónde
está aquella constancia con que emprendiste este
seguro camino? En donde aquella resolución, para
vencer todas sus dificultades? Al primer golpe te rindes?
Al primer peligro te entregas cobarde al daño? No
es el camino de cruz? No has de padecer en él? Quieres
el mérito, y rehúsas el trabajo? Quieres el
discipulado, y huyes de la doctrina, y práctica que
se enseña en esta escuela? Quieres la honra, y resistes
á la carga Abrazas la utilidad, y te niegas á
la pena que causa la utilidad? Con regalos abrazas este
camino, y no con penas, siendo camino de penas, que aborrece
los regalos? Forzoso es que yo haga toda la costa? No ha
de llegar algún dia, en que trabajes conmigo? Subí
yo por el Calvario con regalos y dulzuras? Si es dulce el
tiempo, me sigues, y si es amargo, me dejas? Y qué
discursos son esos que revuelves en tu engaño, y
tu daño? Qué dilaciones en el camino, cuando
comenzaste ayer, y puedes morir mañana? Qué
penas has padecido para merecer una eternidad de gloria?
Asi se consigue el Cielo? Por gusto se llega allá?
Ni con la cruz en los hombros abrazas los efectos naturales
de la cruz? En profesión penitente pides gustos,
y te niegas a las penas?
Y qué memorias revuelve esa tu loca imaginación?
Qué deleites imaginas dentro del veneno, y muerte?
Qué regalos, qué honras, qué recreaciones
en tu padre, y tus hermanas? Que sabes sí le afligen
dolores, y enfermedades mortales á tu padre, y deseando
la muerte, tiene por pena la vida? Qué sabes si ya
acabó, y es todo él gusanos, y corrupción?
Qué sabes si una mortaja fue todo premio de sus fatigas?
Que sabes si un breve obscuro sepulcro ciño todos
sus deseos? Y una losa dura, y fría sepultó
calientes, y prolijas esperanzas?
Qué sabes si Honoria, ciega con aquella vanidad,
y soberbia, que arrastró su corazón, halló
su daño en su engaño? Qué sabes si
buscando riquezas, honra, y poder, halló toda su
ruina en lo mismo que buscaba, y a pocos días en
el empleo que deseó su locura, y vanidad, dio al
traste con la hacienda, y el poder; y en saliéndose
la hacienda de su casa, se llevó tras sí la
honra, y quedó una pobre aborrecida, deshonrada,
y si no humilde, humillada. Qué sabes si acabó
con vergüenza, y confusión, silvo del mundo,
y risa de la nobleza, la que entró en una fortuna
tan deseada llena de vanidad, ostentación, y riquezas?
Y tu hermana Hilaria piensas, engañada Philotéa,
que abrazando deleites, y corrupción, le aguarda
mejor fortuna? Si lo rico, y poderoso, y honrado se deshace,
qué hará lo que es la misma flaqueza, y debilidad?
Qué recreaciones han tenido subsistencia? Que gustos,
que pasatiempos no mueren cuando se crían? Cuales
no se deshacen cuando se hacen? Cuando se tienen, se dejan,
y son pasatiempos porque vuelan, pasan, y llevan volando
con el tiempo á la muerte, á la cuenta, á
la sentencia. Qué deleites no crían gusanos,
y corrupción, y desdichas, y un dolor, y un hedor
intolerable
Apenas nace el deleite, cuando en él, y con él
se cría la ponzoña, que estaba animando aquel
deleite, y acabar un gusto, es comenzar un dolor, y al contento
muerde el arrepentimiento, y á la dulzura del gozo,
se sigue la amargura de la culpa; y si porfía en
su ejercicio vuestra humana condición, con el mismo,
y en el mismo perecéis, y acabáis, y hacéis
de los gustes cadalso, horca, y cuchillo de vuestros mismos
deleites. Mira, Philotéa, que fin, que ejercicio,
que vida, qué muerte le aguarda, á tu hermana
Hilaria. Estos son los gustos que tu imaginas; y estos que
son lazos en tu engaño, persuasiones en tu daño,
son en Hilaria aflicciones, y tormentos.
Pues que tales son los discursos con que ciega, y perdida
imaginas, y figuras contentos, gustos, deleites en los comunes
estados que podías elegir? Dime, Philotéa,
á que mano podrás echar, buscando felicidades,
que no sea á una de las dos que escogieron tus hermanas?
Quieres honras, y grandezas, poder, y riquezas? Serás
como Honoria, y acabarás como Honoria, y morirás
como Honoria, y serás sentenciada como Honoria. Quieres
deleites, y gustos, recreaciones, pasatiempos, y contentos?
Serás, y pararas como Hilaria, y acabarás
como Hilaria, y morirás como Hilaria, y serás
sentenciada como Hilaria. Qué fruto tienen, ni tendrán,
ni tuvieren de lo que ahora se avergüenzan tus desdichadas
hermanas? El fruto es ignominia, y confusión, tormento,
dolor, y muerte, fin muy dudosamente bueno, ó muy
ciertamente malo: cuenta delgada, y sentencia rigurosa,
y si caen, eterna pena, y tormento pues donde cayere el
leño, Philotea, perpetuamente arderá.
Deja ya, pues, ciega Philotéa; mi camino, pues quieres
negarte a él. Deja mi cruz, vuélvete al mundo,
busca esos gustos, y recreaciones, sigue con Honor, y soberbias,
y vanidades, y con Hilaria dulzuras, y pasatiempos, que
cuando abrazas el gusto, no abrazas sino la culpa, y cuando
abrazas la culpa, abrazas eterno tormento, y pena.
Vuelven sí Philotéa, y pide al Señor perdón, y algunos remedios para sus tribulaciones, y se los da.
Mayores tinieblas, y obscuridad de aquellas que padecía
Philotéa, debían huir á tanta, y tan
grande luz; y así, como quien despierta de un pesadísimo
sueño, se abrieron los ojos del alma de Philotéa,
y ya alegre, y consolada, sobre desengañada, y confortada,
dijo al Señor:
Que dulce que es, ó Maestro Soberano, vuestra voz
para el alma atribulada. Bien se conocen, Señor,
en vuestra presencia los daños de vuestra ausencia.
Claro esta, que ausente mi fortaleza, que sois vos, había
de descubrirse mi flaqueza, que soy yo. Cómo ha sido
esto, Señor, así dejáis a los que os
buscan, y os siguen? Fuese la luz, y vino la obscuridad;
fuese el, Sol, sucedió la noche obscura. Volvió
la luz; á mi entendimiento, cobró mi corazón
su calor, y fortaleza luego que vos os manifestasteis.
No me dejéis otra vez, Señor mío, si
queréis que yo no os deje. No apartéis de
mí vuestra poderosa mano, si queréis que yo
no caiga. Aquellas tinieblas, y obscuridad; eran mías,
como esta luz, y claridad es ya vuestra.
No has ganado poco, Philotéa, en tu peligro, dijo
el Señor, si has llegado a conocerte. Muy fuerte
te has levantado, si conoces que has caído: mas ganas
con este conocimiento, que perdiste con la pasada flaqueza,
y fragilidad. La felicidad con que caminabas crió
en tí vanidad, y presunción y fue menester
que esta herida la curase la humildad. No volvió
á su hermosura, y frescura la higuera de el Evangelio,
hasta que echaron estiércol en sus raíces,
La que estuvo á pique de ser cortada por lozana,
por infructífera, y vana, halló remedio en
el muladar. Ya andarás más humilde, y recatada,
viendo lo que tienes, lo que puedes, y lo que eres. Andarás
mas humillada, conociendo que estás llena de miserias,
flaqueza, y debilidad, y que eres para lo bueno la misma
inhabilidad. Vivirás con mucha más dependencia
de mi, conociendo que es imposible, que sin mí haya
cosa buena en ti.
Todo esto lo entiendo bien, o Maestro soberano. Pero decidme,
como debo gobernarme en estos casos? Porque ya el padecer
no lo temo solo recelo el caer. Cruz de penas, Dios mío,
yo la llevaré con gusto: Cruz de culpas, y caídas
es la que no querría que conociesen mis hombros:
Qué debo hacer Señor, cuando el viento de
la tentación, y de la tribulación oscurece
mis sentidos? Cuando se me va la luz, y quedo ciega en tinieblas,
flaca, y débil entre innumerables tentaciones, y
peligros.
El remedio que tiene, Philotéa, a la tribulación,
dijo el Señor, es la premeditación, y tener
dispuesto el animo a padecer, volverse a mi, rendirse, humillarse,
pedirme favor, y fuerzas, y pensar, que solo de mi mano
puede venir el verdadero consuelo, y fortaleza. Si tu, como
principiante, no hubieras vuelto la cara atrás, y
a mirar a tu padre a tus hermanas, á tu patria, al
mundo, y la vanidad, no te hubieras visto en riesgo tan
conocido. Volviste los ojos á la tierra, cuando debías
fijarlos constantemente en el cielo. Volviste los ojos á
tus parientes, cuando habías de ponerlos en mí,
que soy tu Padre, tu Esposo, y tu Criador. Volviste los
ojos a lo caduco, cuando habías de volverlos á
lo eterno. Volviste los ojos a la carne, cuando habías
de ponerlos en el espíritu. Qué querrás
de esta suerte hallar en el mundo, en la carne, y en lo
vano sino engaño, inconstancia, y ligereza, ruina,
y perdición? Y así, el primer aviso que te
doy en estos casos, Philotéa, es que cuando corriere
el viento, y tiempo deshecho de la tribulación, pidas
tu socorro á Dios, y como el pollo del águila
busca su abrigo de bajo de las alas de su madre; así
tu busques tu remedio en mi. Pide, ruega, Philotéa,
llama, clama, ama, y no temas sino á mí, que
yo, aunque tu no me veas, no solo estoy contigo, Philotéa.,
sino en ti: y qué hubiera sido de ti, desdichada,
si yo no estuviera en tí?
El segundo consejo que te doy, es que tengas siempre presente
lo eterno, y lo temporal: lo eterno, para preciarlo, y estimarlo,
y pensar que son pequeñas las penas que se padece
por ello: lo temporal, para despreciarlo y apartar el corazón,
y negarte todo lo posible á él, pensando,
que el padecer produce, y cría eterno gozar; y el
gozar en esta vida, padecer eternamente en la otra,
El tercero consejo es pedir consejo, y obedecer; porque
sin él es muy fácil el errar. El alma resignada,
y obediente, Philotéa, siempre vencerá en
la guerra del espíritu; y ni el mundo, ni el demonio,
ni la carne podrán jamás contra ella.
El cuanto consejo es, que tengas siempre presentes los motivos
de padecer, y penar, y nunca se aparten de tu memoria, y
obres, y padezcas, y sufras, y penes en su presencia. Padece
por mí, pues padecí yo por ti. Padece ahora,
por no padecer después. Padece, pues me has hecho
padecer.
Por qué no habéis de padecer vosotros, si
padecí yo por vosotros? Vosotros hombres, yo Dios?
Por que no mucho, si padecí yo infinito? Todo cuanto
padecéis es bastante a satisfacer una gota de sudor,
que derramo fatiga de buscaros, salvaros, y redimiros? Y
por que no habéis vosotros de padecer, si no cesáis
de pecar? Por qué no habéis de padecer lo
que me hacéis padecer? Pecando siempre, y huyendo
del padecer, a donde pensáis parar? Si el padecer
es el remedio del pecar, en qué ha de parar el daño,
de que anda ausente el remedio? Y si queréis gloria,
y al padecer se sigue la gloria, no es bien cierto, que
huye con gran prisa de la gloria quien huye del padecer?
Y si el padecer es el ejercicio, y el campo del merecer,
llegará por ventura a merecer el que huye del padecer?
Y si habéis de padecer en esta vida, arrastrados
de los vicios de esta vida, no es cierto, que con no padecer
por mí os acercáis a padecer eternamente en
otra vida, que es mas muerte, que no vida, (pues es vida
de mortal, y eterna muerte) y tal muerte, que solo para
el penar, nunca se acaba su vida? Estos, y otros motivos,
Philotéa, has de tener en el tiempo atribulado, y
con ellos te parecerán muy ligeras, y aun muy suaves
las penas.
Pide Philotéa al Señor algunas Virtudes, para cuando fuere atribulada; y el Señor le enseña en las que ha de ejercitarse.
Señor, dijo Philotéa, consoladísima
estoy con tan celestiales, y soberanos remedios: pero deseo
saber, qué virtudes debo ejercitar en estos casos;
porque en tiempo sereno, y claro, el viento en popa, fácil
es, Señor, la navegación, pero cuando la furiosa
tempestad combate la navecilla, aquí necesito de
consejo, de dirección, y de luz.
Lo primero, dijo el Señor, es menester que sepas,
Philotéa, (porque no te desanimes) que nunca estoy
más presente a las almas, que cuando están
atribuladas por mí, y mas si ellas no van á
la tentación, sino que la tentación fue á
ellas. Porque cuando ellas van a la tentación, y
voluntarias se ponen, y exponen a su ruina, buscando las
ocasiones de su caído; y perdición, entonces
tantos cuantos pasos van dando, para acercarse a lo malo,
tanto se apartan de mis reglas, y tanto me voy aparcando
de ellos aunque algunas veces mi piedad los detiene, los
contiene, y los llama, pero si porfían en buscar
la ocasión, y tentación, perecen en la ocasión,
y caen en la tentación. Pero si la tentación
viene a ellos, ya cuando el Demonio con sugestiones los
aflige, ya cuando el mundo los solicita, ya cuando la carne
los persuade, y de otras muchas maneras, si ellos absolutamente
no me vuelven las espaldas, con ellos y en ellos estoy para
defenderlos.
Esto presupuesto, Philotéa, cuatro virtudes principales
te encomiendo y las cuales, aunque yo soy quien las da,
y las reparte, porque yo solo soy el Señor de las
virtudes; pero vosotros sois quien las ha de ejercitar,
y recibir, y promover, y pedir, y usar de ellas, y vivir,
y obrar con ellas. La primera virtud que has de procurar
tener, y conservar, Philotéa, y en la que te has
de mirar, y remirar, y registrar sin cesar, como en espejo
clarísimo, es en la pureza de conciencia, y de intención,
procurando no ofenderme, ni en lo pequeño, ni en
lo grande; y no deseando sino agradarme, y servirme, haciendo
un presupuesto constante, y fijo de no salir, un punto de
aquello, que fuere mi voluntad, señaladamente en
lo que pudiere manchar tu alma, ó rendir a lo malo
a tu flaca voluntad.
Esta virtud es un cíngulo universal, que comprende
todo tu bien, y remedio. Es buena para todas ocasiones,
y casos, y tiempos, y trabajos de la, vida, y en ella consiste
toda tu seguridad. Esta virtud es la única y principal,
y sustancialmente necesaria para el tiempo de la guerra,
y de la paz, para el atribulado, y pacifico, para el dichoso,
y calamitoso porque pura la intención, y la conciencia,
siempre sale el alma en la guerra vencedora, ó mejorada
en la paz. Vengan felicidades, vengan regalos espirituales,
vengan favores, lluevan sentimientos, y dulzuras, cuida
tu Philotéa, al obrar, al pensar, al hablar, al desear,
e hacer en todo mi voluntad: anda siempre con santo temor
de Dios, y ansia grande de no ofenderle, y cuidado de servirle,
y agraciarle, sin desear otra, cosa que su gloria, y con
esto en los favores, y regalos, no temerás la soberbia,
vanidad.
Por el contrario: lluevan sequedades, y desvíos,
y aflicciones, obscuridades, y tentaciones interiores, y
exteriores, en tu alma: si tu tratas de servir, de agradar
de no ofender a Dios, de darle gracias por todo, si entre
esas obscuridades anduvieres firmemente asida a tus reglas,
y á los consejos divinos, y á no apartarte
un punto de su santa voluntad; cree, que aquellas tribulaciones,
y tentación, y congojas, no solo te serán
aumento grande de gloria en la vida eterna, sino de mérito,
y gracia en la temporal; antes bien, porque té será
de mayor mérito, y gracia en la temporal, te será
también de mayor gloria en la eterna.
O Señor! dijo Philotéa, quién tuviera
la pureza de conciencia, y de intención! Pero cómo
podré yo tenerla, siendo la misma flaqueza? Caigo
cada momento, Señor; mas caídas doy que pasos.
Si la pureza de conciencia es no pecar, cómo podrá
conservar pureza quien es la misma flaqueza? No te desanimes,
Philotéa, que la pureza de conciencia no es dejar
de caer el alma, sino procurar con ansia no caer, y si cae,
levantarse a caminar. No es posible sin gracia muy especial
dejar de caer las almas; porque esta vida es vida de culpas,
y el justo cae siete veces cada día; pero aunque
los justos caen cada día, procuran con cuidado cada
día no caer, y caídos, se procuran levantar.
Aquella ansia de servirme, aquel dolor de ofenderme, aquel
anhelo por ejercitar lo bueno, aquella afonía de
no incurrir en lo malo, lo paso yo por pureza. Buen soldado
es Philotéa, el que en una guerra cruel recibe muchas
heridas, y se defiende, y pelea, y si cae, se levanta, y
no se rinde: mas gana con el valor al levantarse caído,
que perdió por la flaqueza al caer, ó tropezar
levantando.
La segunda virtud para todos tiempos, Philotea, es la humildad
está te encomiendo mucho, porque es buen; para el
tiempo atribulado, y el pacifico. Para el atribulado, porque
toda la perdición, y caídas del varón
espiritual en las tentaciones, nacen de soberbia, ó
de flaqueza; y esta flaqueza va siempre vestida, y revestida
de atrevimiento, y soberbia. Pues quién hay que me
ofenda, que no sea atrevidísimo, y soberbio, y vano,
y loco, ofendiendo a mi poder, atreviéndose, a mi
Ser, despreciando á mi justicia, desestimando el
castigo, y cuanto en sí es, quitándome la
honra, y estimación que me debe, Qué humilde
se atreve á esto? Qué humilde osa tomar la
espada para ofenderme? Qué humilde se arroja a herir
a su Criador? Que humilde no tiembla de mi poder? Qué
humilde no se conforma con padecer? Qué humilde tío
tiene por grande honor, que yo le envié trabajos?
Qué humilde no abraza la pena, y tribulación,
como castigo merecido de sus culpas? Qué humilde
no se pone en mi presencia como reo, y merecedor de mayor
castigo, y pena? A qué humilde le parece grande su
tribulación á vista de la grandeza de sus
culpas, y pecados?
Ves, Philotéa, cómo la humildad en el tiempo
atribulado es áncora segurísima para no perecer
en el naufragio? Porque se pone tan baja el alma, y tan
deshecha, que todo cuanto le viene de trabajos, penas, tribulaciones,
tormentos, tentaciones, lo tiene por grandísima piedad;
y respecto de lo que ella conoce, y siente que merece por
sus culpas, es sin duda misericordia grandisima. Para el
tiempo pacifico, alegre, y de consuelos, favores, y regalos,
que yo comunico a las almas que me siguen, es aun mejor,
y mayor remedio la humildad; porque los favores que regalan,
tal vez por vuestra culpa relajan, y saliendo limpios, y
puros de mi mano a vuestras almas, en llegando a vosotros
(como el agua clara que toma del perverso mineral) se corrompe
lo bueno luego que llega a lo malo.
Hacéis veneno de la misma medicina. Tenéis
tal, y tan buena habilidad al perderos, que á cada
paso reducís á corrupción la salud.
Pues entonces, Philotea, el antídoto de este veneno
antiguo, que anda envuelto con vosotros, es la humildad.
Porque el humilde siempre conoce, que todo es dado cuanto
le doy, y no debido, ni merecido. El humilde, cuando le
atribulo, sé reconoce, y se humilla, cuando le favorezco,
se encoge, y se recoge a sí mismo, y se reconoce
indigno de que yo le favorezca, y en mis misericordias,
y á su vista esta mirando y llorando sus miserias,
y las lagrimas que despiertan en él sus miserias
a la vista de mis misericordias, crían el amor ardiente
a tan alta piedad, y misericordia, y le nace ansia de servir,
de agradar de vivir y de morir adorando á un Señor,
Autor, y fuente de tantas misericordias, perdonador de tantas,
y tan grandes miserias, y de lo que el vano saca veneno
para su alma, saca el humilde incendios para su amor.
Y así, Philotéa, si es en el tiempo atribulado,
humillate: si padeces tentaciones, humíllate: si
te persiguen, humillate: si padeces enfermedades, humillate:
si te persiguen, humillate: si el demonio te atormenta,
humillate: si la carne te acongoja, humillate: si el mundo
te solicita, é inquieta, humillate. Por el contrario;
si yo con favores te consuelo, humíllate: si te doy
luces, gracias, y misericordias, humillate: si te doy regalos,
lágrimas, socorros espirituales, humíllate,
y cree, que en todos tiempos, y casos es tu remedio la humildad.
Propone el Señor otras dos Virtudes á Philotéa, para el tiempo atribulado.
Otras dos virtudes, Philotea, (continuo el Señor)
han de acompañar a la pureza, y humildad, que has
de tener muy presentes para el tiempo atribulado, que son,
Paciencia, y perseverancia. Porque si las dos primeras son
comunes á entrambos tiempos estas son mas propias
para el triste, y congojoso, y penoso. Porque la paciencia
contiene dentro de sí, y de lo interior del alma,
la paz conmigo, y con los demás; y esta paz conmigo,
y con los demás, es toda la armonía de la
vida espiritual, y todo el buen gobierno espiritual de las
almas. Claro está que los dos polos de la vida interior,
y sobre los que vuelve y revuelve la rueda de sus santos
ejercicios, son amor de Dios, y del prójimo; y en
la observancia de estos dos santos efectos, y preceptos,
prende toda la Ley, y Profetas. Pues la paciencia es una
virtud fortísima, humildísima, y mansisima,
que en el tiempo atribulado asegura la paz con Dios, y los
próximos, y por conservar, esta paz, se llama paciencia,
esto es, ciencia de paz, ó paz que causa paciencia.
Bien cierto es, Philotéa, que el que lleva, y padece
con paciencia los trabajos, que inmediatamente le envió,
de enfermedades, pobreza, muerte, y pérdida de hijos,
de hacienda, de honor, sufriéndolos con paciencia;
se conserva con gran mérito o en mi gracia, y me
obliga y me da gusto, y me causa complacencia el ver cuan
pacientemente tolera y pasa alegre su pena, y tribulación.
Asi me complacía en mi siervo Job, que no solo padecía
con paciencia y conservaba paz conmigo, sino que se ofendía,
y se enojaba con cuantos le persuadían, que se enojase
conmigo: y a su mujer, que le dijo, que me maldijese, porque
yo lo atribulaba, la reprendió ásperamente,
diciéndola, que era muy desatinada, y loca, en no
querer recibir de mi mano lo penoso, pues había recibido
lo dichoso, lo rico, y lo feliz.
Con los prójimos conserva la paz el paciente, cuando
vienen de su mano los trabajos y que yo permito le den para
su corona. Porque aunque yo envió muchas veces tribulaciones
á los justos, para su ejercicio, mérito, salud,
remedio, y medicina; pero mas son las que os causáis
unos a otros en el mundo, que no las que yo os envió;
porque sois tales, que debiendo ser los unos el consuelo
de los otros, sois tormento, aflicción, pesadumbre,
y cuchillo unos de otros. Y solo con permitir que unos á
otros os mortifiquéis, me sobra bastantísima
materia, para teneros mortificados, humillados, y afligidos.
La paciencia, pues, Philotéa. en este genero de trabajos,
que son los mas comunes de la vida, lo que hace es, conservar
la paz con aquellos que los causan, y no volverse con quejas
inútiles, e impacientes á perseguir a sus
prójimos, ni volverles mal, por mal, maldición
por maldición, ira por ira, ni venganza por venganza;
sino bendecir, si los maldicen, perdonar, si los persiguen,
amar, si los aborrecen, con que no hay tribulación,
que con la paciencia, no solo conserve la paz del alma en
mi gracia, y con los prójimos, sino que no la llene
de méritos, y coronas de grande aprovechamiento,
y aumento inmenso de gloria.
A esto se añade, que la paciencia que cría
paz con los prójimos, y conmigo, con eso mismo cría
también paz en el paciente consigo, porque le minora
las penas, y los trabajos, pues escoge menores males, huyendo
de los mayores, porque si vosotros ponderaseis, y midieseis
con justa medida, y peso el dolor de el padecer, con el
de satisfaceros, y vengaros, es certísimo, que es
mas barato el sufrir, que no el reñir; y mas suave,
dulce, y acomodada la paciencia, que la ira, y la impaciencia.
Porque el sufrido, con un poco de dolor, y valor en la paciencia,
renuncia muchos cuidados en que y se pone (si así
no lo hace) y se entrega á la impaciencia; y aunque,
al principio lo siente, se consuela, y hace sustento del
pan de tribulación, y poco después con mi
gracia, hace gozo, alegría, y contento. Pero si quiere
satisfacerse, y vengarse, entra en infinitos cuidados, y
disgustos consigo, conmigo, y con sus prójimos; y
se introduce en una guerra de penas, de aflicciones, de
tormentos; y entre culpas, y trabajos, vive una vida más
penosa que la muerte.
Y así Philotéa, si vienen los trabajos de
mi mano, te has de armar con la paciencia: si de los prójimos,
te has de armar con la paciencia; si de los superiores,
paciencia: si de los iguales, paciencia: si de los súbditos,
paciencia: si enfermedades, paciencia: si dolores en el
cuerpo, paciencia: si tribulaciones, penas, y congojas en
el animo, paciencia; porque en la paciencia, y con la paciencia
poseeréis vuestras almas,
La perseverancia, que ha de acompañar a la paciencia,
es mas don, que no virtud, y así depende mas de mi
mano, que de la vuestra y porque este altísimo don
no se puede merecer, aunque se puede procurar, solicitar,
pedir, promover, y esperar, pues claro está, que
con la constancia, y la fortaleza, y con servirme, y no
ofenderme, me inclináis a que yo os de el don de
perseverancia; y así, Philotea, has de hacer un animo
fuerte, y constante á lo bueno, y poner en tu alma
una ansia, deseo, y cuidado de no volver atrás en
el camino meritorio, y penoso de la cruz, y morir antes
en él, que vivir reinando adorada fuera de él.
Y este propósito bien podrás hacerlo con mi
gracia, y este deseo bien puede vivir en tu corazón,
y esta ansia bien puede despertar cuidado en ti de no salir
de mi voluntad, de agradarme, servirme, y tener memoria
de mí, y pensar en mí solicitar mi presencia,
pedirme esfuerzo, y gracia; y con esta ansia se cría
la fortaleza, y constancia; y esta fortaleza, que es virtud,
se hace por mi gracia don, y os ayudo a favorezco y fortalezco,
y venís por ella á conseguir el don de perseverancia.
Esta fortaleza te la aplico y principalmente para el tiempo
atribulado, porque en él es sumamente necesaria,
por ser en el que es el alma combatida; y allí es
menester el valor, donde está el mayor peligro: allí
la perseverancia, y esfuerzo, donde se padece mas poderosa
la guerra; pero este don de perseverancia, si lo quieres
conseguir, has de pedírmelo a mí muchas veces;
porque es muy hijo de la oración, y ella es quien
lo solicita, y negocia, por ser dado, y no debido; y como
te he dicho, puede pedirse, y esperarse, y solicitarse,
mas no puede merecerse; y de todas las gracias, y dones
que yo doy, este es el mas importante, pues aunque todos
los dones, y virtudes corren por alcanzar la corona, quien
la alcanza, Philotéa, es el don de perseverancia.
Y así en tus tribulaciones estás cuatro virtudes
te acompañen, y verás cuan dichosamente peticionan
tu carrera: Pureza de conciencia, y de intención.
Humildad, Paciencia, y Perseverancia, promovida del valor,
la constancia, y fortaleza.
Prosigue Philotéa su camino, y va subiendo la cuesta del monte con grandes tribulaciones.
Con sumo reconocimiento dio Philotea gracias al Soberano
Maestro de tan celestial doctrina, y le dijo: " Vos,
o gloria, y luz de las almas, sois Señor, y origen
de las virtudes; de vos ha de venir mi remedio, y mi socorro,
y en vos solo se alienta mi confianza. En vuestro nombre
proseguiré, y en vuestro nombre padeceré,
y en vuestro nombre, y vuestra luz, y vuestra cruz venceré:
solo os suplico, Señor, no me dejéis, para
que yo nunca os deje.
Yo soy, dijo el Señor, tu luz, tu guía, y
tu compañía pero no es necesario, para que
yo te ampare, y te favorezca, el que tu me toques, ni me
veas, ni me sientas, Philotéa, antes para asegurarte
mas, has de negarte a la vista, y al sentido, y darte toda
á la Fe. Crees, Philotea y que puedo? Ay, Señor,
respondió: quien ha de dudar de esa Infinita Omnipotencia?
Crees, dijo el Señor, que sabré ayudarte?
Ay Señor! respondió: quién había
de dudar de esa Eterna Sabiduría? Crees, dijo el
Señor, que quiero, y deseo vuestro bien? Ay, Señor!
respondió: quien ha de dudar de esa Inmensa Caridad?
Pues si crees, Philotéa que puedo, y que sé,
y que quiero, por qué has de dudar que estaré
siempre contigo? Para qué me quieres ver? Por qué
me quieres sentir? Debate en mi, arrojare en mí,
fiare en mi, Philotéa, vive en fe, obra, piensa,
habla con lo que crees, no vivas con lo que ves, niégate
a lo visible, busca siempre lo invisible, y verás
como verás, y obrarás.
Contenta, y armada de estas excelentes armas, prosiguió
Philotéa su camino, y el Señor á la
vista, no a la fe, se le ausentó, iba venciendo muy
alentada la aspereza de la cuesta con la cruz sobre los
hombros, meditando la lección, y doctrina celestial
que había recibido, confortada de una interior confianza,
y fortaleza, y así anduvo largo trecho, cuanto volvió
otro viento vehemente, áspero, recio, y furioso contra
ella, y a combatirla muy terribles pensamientos.
Parecióle que oía que la decían: A
donde vas Philotéa, siguiendo un camino sin camino,
y un engaño, que todo es tormento, y daño?
Que has de sacar de esa no necesaria fatiga? Para qué
eliges tormentos, y descalza buscas ásperos caminos?
Para qué das tus tiernos hombros a ese pesado madero?
Quién te ha dicho, que es verdadero ese camino que
sigues, y segura esa corona que buscas; Has visto ese cielo
que deseas? Has visto alguno que haya gozado esa gloria,
que apeteces? Por dónde quieres creer que hay mas
que aquello que ves? Quién es, o dónde esta
alguno de aquellos que lo hayan visto? Quién te ha
dado nuevas de lo que allá pasa? Quién volvió
de los que fueron? Dónde están los que se
han ido? Con tanta facilidad, Philotea, te arrojas á
creer aquello que nunca viste? Por lo incierto te aventuras,
y pierdes el gusto cierto, y seguro? Es mas esto que tu
llamas Fe, que una incierta, y obscura creencia de lo que
nunca se vio? Si es obscura la Fe, cómo crees lo
que es obscuro, y no ves Si no lo ves, cómo te arrojas
á creer lo ignorado, como si fuera sabido?
Turbóse al principio Philotéa con estos silvos
de la serpiente infernal, y á la cruz que traía
sobre sus hombros, añadió otra sobre su corazón,
y su pecho, y dijo; Jesús mío, quién
se atreve a rentar, y pulsar, y quiere turbar mi Fe! Jesús
mío, alumbrad mi encendimiento, y echad de mí
estas obscuras tinieblas! Yo creer otra cosa que aquello
que vos decís, y me enseña vuestra Iglesia!
Yo dudar en vuestra santa palabra, ni apartarme un punto
de todo aquello que dicen los Evangelios! Yo apartarme,
de lo que me enseñan, y han enseñado los Maestros
de la Fe! Yo desviarme de lo que dicen las Divinas Escrituras!
Yo negarme á ser hija de la Iglesia Católica,
Una, Infalible, Romana, y Universal! Yo creer otra cosa
de lo que dicen los Concilios, los Santos, y los Padres
de la Iglesia! Yo salir de lo que enseñaron los Apóstoles!
Yo admitir otra doctrina, que la de los Santos, heredada;
con dichosa, é infalible sucesión, desde que
fundo la Iglesia la Sangre de mi Dios, y Redentor, y que
será eterna como la Fe! Yo creer otra, que la acreditada
con milagros prodigiosos, con la sangre de los Mártires,
con la vida santa de los Confesores, con la limpieza admirable
de las Vírgenes, ni otra que aquella que con su misma
pureza, y sinceridad acredita su incontrastable verdad!
Yo creer en otra, ni otra cosa; sino lo que creyó
la Virgen Beatísima María y San Pedro, y sus
Santos sucesores, y los Obispos Católicos, Directores
de las almas, y los ilustres Patriarcas ,y Santos de todas
las Religiones. Sí he de creer Doctos, quién
como San Agustín, San Ambrosio, San Jerónimo,
San Basilio, San Gregorio, y otros Ilustres Doctores Si
he de creer Santos, quién después de los Apóstoles,
como San Benito, San Bernardo y Santo Domingo, San Francisco,
y otros innumerables Varones purísimos, y Santísimos?
Si lo que creen los Doctos, y los Santos no me alumbra,
y me convence, a quien tengo de creer? A los viciosos? A
los perdidos, y malos? A los locos, é ignorantes?
Finalmente, yo admitir argumentos contra la misma, verdad!
Puede engañarse mi vista, Jesús mío:
pueden engañarse al tocar mis manos, y mis sentidos,
y facultades, y potencias en esto temporal, y transitorio,
que ven solo o no puede engañarse mi corazón,
y mi conciencia en la Fe, siempre que creo lo mismo que
ella me enseña. Con estás jaculatorias Philotéa
Estuvo firme en la Fe, cesó el viento de aquel lado
y sin parar caminaba con su cruz: cuando por el otro oído,
parece que la decían: Mira, Philotea, que no has
de poder tolerar esa vida penosísima. Mira, que es
tu naturaleza tierna, grave la carga, largo el camino, áspera
la cuesta, sin consuelo la fatiga, si pocos vencen, muchísimos
descaecen. Adonde vas desdichada? Qué esperas? Por
ventura, tus culpas no son mayores que no tus merecimientos?
Una vida de miserias puede purgar, ni purificar, ni satisfacer
esa afectada penitencia, hecha a fuerzas de viva fuerza.
No obras violentada en todo, nada menos que gustosa, y voluntaria?
Cómo quieres merecer con aquello que haces reventando,
y contra tu voluntad? Y quién eres tu, para poder
obligar á un Señor infinito, ofendido justamente
contra ti? Podrás rehusar la sentencia tantas veces
dada contra tu cabeza? Padeces desventurada aquí,
y has de padecer allá. Consumes tu vida vanamente
con inútiles trabajos, y el fin de padecer en este
monte de penas, será principio de padecer eterno
tormento, y pena por tus gravísimas culpas.
Apenas oyó esto Philotéa y cuando se volvió
con el corazón Dios, y haciendo cruces sobre él,
le decía: Señor, responded por mí,
que es fuerte esta tentación, tanto mayor, cuanto
son mas graves, é innumerables mis culpas. Qué
duda hay, que merezco mil Infiernos Señor mío?
Pero cuando dais al alma lo que merecen sus culpas dando
tanto mas de lo que cabe en sus meritos? Grandisímas
son mis culpas; pero, Señor, mayores son vuestras
penas, vuestras llagas, y vuestros merecimientos. Excede
el remedio al daño de mis pecados.
Cierto es a Dios mío, que no he de poder salvarme
por mis fatigas sin vos, y que esta cruz, tribulaciones,
y penas, no han de ser las que han de ablandar vuestra ira
contra mis culpas; sino vuestra cruz, vuestras penas, vuestra
sangre, vuestra muerte, y vuestros méritos preciosos.
Aun que deseo salvarme, Jesús mío, no pongo
en mis obras la confianza de mí salvación
sí bien conozco, que debo hacer buenas obras para
salvarme. En vuestra misericordia se funda mi confianza.
De vuestra piedad nace toda mi esperanza. En vuestro amor
se deshace mi temor, cría todo mi amor. En vos, Jesús
mío, en vos, y no en mis obras esta el remedio de
mis daños, y remisión de mis culpas, y el
que yo haga buenas obras. Señor, solo en vos confió
y Señor, solo en vos espero; Señor, dadme
pureza de conciencia, y de intención; dadme humildad,
dadme paciencia, y constancia, y perseverancia. Con estos
afectos píos se fue aplacando el viento recio de
tan grave tentación, y de esta suerte, la atribulada,
y constante Philotéa, con la cruz sobre los hombros,
proseguía su camino.
Crecen las tribulaciones de Philotéa, y con ellas vence mas aprisa las asperezas del monte.
En la vida espiritual, y en el utilísimo, y segurísimo
camino de la Cruz se alcanzan unas á otras las penas,
y tentaciones, para que se alcancen unos á otros
los méritos, y coronas. Y así como crece el
árbol con el riego, y hacen a los sembrados fecundos
las calamidades, y tormentos de el invierno, del arado,
de las lluvias, del Sol, de los vientos; así las
almas hacen grandes, y fecundas de virtudes las penas, tribulaciones,
trabajos, y tentaciones. Antes bien es cosa maravillosa,
que en esta navegación se hacen mas largas las singladuras
(cómo dice el Marinero) y mas grandes las jornadas,
si son contrarios los vientos, que es al revés de
la navegación de esta vida, en la cual viento por
proa no se puede navegar, y todos lo buscan por popa, para
llegar al puerto de sus deseos; pero en la navegación
mística, y espiritual, cuando son los vientos por
la proa se navega mucho mas así como Si soplasen
por la popa, se navega con mas riesgo, y mucho menos.
Esto se vio en la atribulada Philotéa, porque todo
el tiempo que subió favorecida, y gozando, no hizo
tanto camino, como en media hora que anduvo padeciendo,
y sudando, y penando. De suerte, que con seis pasos de atribulada
midió mas distancia de aquel santo monte, que no
con tiento de alegre, y favorecida. Esto la consolaba muchísimo,
y con razón; porque el buen espiritual no ha de medir
sus jornadas por el descanso, y el gusto, sino por los pasos,
y la distancia, que con las tribulaciones tiene ya vencida
del camino, y del destierro para llegar a la corona, y la
patria.
También hizo reparo, Philotéa, que cuanto
mas la atribulaban, mas fuerzas iba cobrando, y de una victoria
salía mas valerosa para conseguir otra victoria,
siendo esto al revés del mundo, que al pelear, aun
el mismo que vence pierde fuerzas, y sé enflaquece
y deshace, y debilita; y la Ciudad batida, y combatida,
queda mas deshecha, y flaca, y así sucede muy comúnmente
quedar muertos los vencidos, y los vencedores heridos, y
destruidos, pero en la guerra del espíritu es al
revés: que la Ciudad sitiada, y combatida, y el alma
tentada, y atribulada queda mucho mas fuerte, y entera,
después de bien defendida, que antes que fuese tentada.
Todavía no dormía el enemigo común,
ni se daba por vencido; y aunque veía en el suceso
su daño, porfiaba importuno, y duro. Porque á
ello le solicitan, y avivan dos espuelas que nunca pueden
faltarle, que son su malicia, y confianza. Su malicia, con
el odio grande que tiene á las almas, viendo que
pueden gozar lo que él vano, y soberbio perdió,
y esta le hace que no cese en la pelea. Y su confianza,
como el que en nosotros conoce, y reconoce, que es tan grande
la flaqueza que juzga, que es imposible que podamos resistir
una guerra tan importuna, y cruel; y así padece con
menos pena nuestros aumentos, con el riesgo de ganarnos,
de nuestra paz y sin alguna confianza de perdernos.
Apenas venció Philotea la primera tentación,
cuando le sopló por otro lado un viento fresco, y
suave para el cuerpo, desabrido sumamente para el alma;
porque oyó que le decía con voz dulcísima,
y unos acentos suaves, y delicados: Qué Santa eres,
Philotéa Como se conoce bien que eres escogida de
el Señor: grande es tu fortaleza, y tus gracias!
Ni los Antonios, ni los Hilariones, ni los Domingos, ni
los Franciscos fueron mas penitentes que tu. Ellos eran
hombres, tu mujer, ellos ejercitados en la penitencia pero
tú has corrido mas camino en pocos días, que
ello; en cuanto vivieron. Dejas al mundo por las espaldas,
y tienes ya a la vista, y en la mano el Cielo, corona, y
gloria. Dichosa alma llena de gracias, y de dones. No como
tus desdichadas hermanas, llenas de vicios, y perdición.
Al fin, ellas en medio del mundo pero tu en lo alto, y encumbrado
de este monte, en donde reina la perfección, puedes
ser maestra de Santos, por ser tan aventajada discípula
de la Cruz. Cuando no hicieras mas en esta vida, para conseguir
eternidades de gloria, te bastaba el valor, la constancia,
y fortaleza con que has subido penitente, y perfectísima,
venciendo la aspereza de este monte, entre tantas tentaciones.
Te sobran méritos, y trabajos, Philotéa, no
solo para tener, sino para repartir. Y así no tienes
que fatigarte, descansa, que ya has vencido, y tienes á
tus pies al demonio, mundo, y carne, y ya puede vivir muy
alegre, caer, quien así supo obrar, pelear, vencer,
y triunfar.
Oía esto Philotéa, aunque en lo interior con
algún desabrimiento; pero en lo exterior no le sonaba
muy mal, antes bien le parecía, que resonaba en sus
orejas una música agradable, y así le aplicaba,
no solo el uno a sino entrambos los oídos.
Estaba como embobada, y adormecida, y embelesada a los acentos
de las gustosas lisonjas, cuando la luz interior la alumbró,
y manifestó el engaño, y acordándose
de lo que el Señor la encomendó la humildad,
comenzó a exhortarse, despertarse, y animarse, diciendo:
Qué es esto que estoy oyendo? Qué esto que
estoy pensando? Yo, Jesús mío, buena? Yo perfecta,
siendo la misma miseria, y corrupción, y maldad?
Yo penitente, que he sido, y soy la misma relajación?
No solo torpe, y sorda, sino enemiga relajada de la Cruz?
Yo vencer al demonio, mundo, y carne, cuando tantas veces
me han vencido la carne, mundo, y demonio? Bien puede ser
que venza, y pelee, y que triunfe Dios en mi; mas yo nunca
he sabido pelear, ni vencer, ni he merecido triunfar. Y
que he andado desdichada, y pecadora por este dichoso monte,
donde no soy sino afrenta de los pobladores celestiales
que lo habitan, Y si he subido por el, y si he dado algunos
pasos, quien me ha traído sobre sus hombros? Quién
me ha alentado, y esforzado? A quién debo el no haberme
vuelto fugitiva de lo bueno, a perecer en lo malo? Puede
haber alma que ha ya hecho á Dios tan terribles resistencias?
Peor soy yo que mis hermanas, pues ellas, cuando padezcan
algunos engaños, los padecen en el mundo, y dentro
del mismo engaño pero yo obro lo malo en lo bueno,
y me pierdo dentro de lo perfecto, y seguro, y padezco naufragio
en el mismo puerto, y en profesión de Cruz, y de
seguir su camino soy perdida, tibia, y mala, esta si que
es perdición de suprema magnitud. Señor, habed
misericordia de mi: Jesús mío, defendedme
de tan pegajosa, y terrible tentación. Señor,
yo soy la misma maldad, y fragilidad y si vuestra fortaleza
no me ampara, y me defiende, caerá mi flaqueza pensando
que es fortaleza, Que hay quien diga que soy algo, Jesus
mío. Que hay quien diga que valgo algo? Que hay quien
diga, que puedo algo? Que hay quien diga, que no me vienen
muy grandes los cañamones, y que no es Palacio Real
para mí el grano mas menudo de mostaza? Jesús
mío, dadme humildad, y haced, que pues soy mala,
y perdida, conozca mí perdición. Jesús
mío, entrad en mi, pues sois la misma humildad, y
saldrá de mí al instante mi vanidad, y soberbia.
Jesús mío, ponedme tan baja, tan pisada, tan
conocida de todos, por perdida, y pecadora, tan humillada,
hollada, y despreciada, que no tenga parte alguna a donde
poder caer. Quiero tan bajo el lugar a donde estar, Jesús
mío, que teniendo á donde poder subir, no
tenga á donde poder bajar.
Finalmente, Jesús mío, seáis vos mi
socorro, y amparo en este trabajo, seáis mi luz,
y conocimiento. Dadme en él pureza purísima
de conciencia, y de intención. Dadme humildad, y
paciencia. Dadme constancia, y perseverancia, para que nunca
salga del propio conocimiento en mi miseria, sino solo á
adorar, y reverenciar, esa infinita piedad, y misericordia,
Apenas acabó de decir estas palabras Philotéa,
cuando el viento suave, y dulce se resolvió en intolerable
hedor, y tan terrible, que padeció mas con él,
que no con la tentación.
Vuelve el enemigo común a procurar expugnar a Philotéa, y quitarla la, de los hombros.
Gran parte de la cuesta áspera había vencido
Philotéa, vencida esta poderosa tentación,
cuando el enemigo mas atrevido triunfado, que pudiera vencedor,
volvió otra vez sagazmente a la pelea.
Sucedió, que al caminar Philotéa con la cruz
sobre los hombros, y descalza, tropezó, y cayó
con ella pero sin dejarla, aunque fatigada, y herida en
los pies con las espinas: y así se procuró
levantar, y proseguir su camino; y con esta ocasión,
el enemigo silvo a sus oídos estas voces llenas;
de peligro, y muerte: Ves, Philotéa, dijo, cómo
es imposible que puedas con esa cruz? Ves cómo todo
ha de ser en ti caídas, y mas caídas, padecer,
y penar para caer? Dejas el mundo, en donde puedes vivir
honrada, buena, y santa, caminando a la corona; eliges este
camino lleno de caídas, y precipicios terribles;
eliges el caer, y te niegas al andar; eliges despeñaderos,
dejas la seguridad. Quién te ha dicho, engañada
Philotea, que no puedes ser santa, y santísima en
el mundo? Quien te ha dicho, que no hay santos casados,
y ricos, y poderosos? Quién te ha dicho, que no fue
santo Abrahán, Isaac, y Jacob, y David, todos casados,
y ricos, y poderosos? Quién te ha dicho que no fue
Santo San Luis, San Henrique, Leopoldo? Quién te
ha dicho, que en medio del mundo, y dentro de los deleites
no hay virtud, y santidad? Deja esa cruz, desdichada, pues
no has de poder con ella perseverar. Busca a Dios en lo
posible, sigue á Dios en lo que es fácil gózate
y goza esa vida que te dio Dios para gozarla, y no para
padecerla; que en el mundo, y en sus gustos, y deleites
permitidos de la carne puedes hallar seguramente el espíritu,
y vencer, y pisar la misma carne.
Oyendo estas venenosas razones Philotéa, ya con mayor
luz que antes, volviéndose á Dios, le dijo:
Ay Jesús mío! cómo se conoce que son
estás palabras de aquel antiguo enemigo, que busca
mi perdición! y adorando la cruz, y haciéndola
sobre el pecho, le respondía: á que me persuades
enemigo de la cruz? A que deje mi remedio, y á que
busque precipitada mi daño? Que deje á Dios,
y te siga? Traesme pocos ejemplos de justos, que lo fueron
entre las felicidades, y callas innumerables de injustos,
que se perdieron en ellas. Quien te ha dicho, que seré
yo de los pocos, y no de los infinitos? Quien te ha dicho,
que yo sigo este camino por salvarme solamente, (aunque
por eso es, y era muy justo seguirlo) sino por servir á
Dios? Quién te ha dicho, que mi cruz es mi propia
conveniencia, sino el padecer por quien padeció por
mí? Quién te ha dicho, que aunque no hubiera
Cielo con que premiar mis trabajos, no escogiera yo la,
Cruz? Quién te ha dicho, que miro á mi conveniencia,
al llevar la Cruz de mi Redentor y sino á su santa
imitación? Quién te ha dicho, que habiendo
de salvarme, ó gozando, ó padeciendo, no quiero
yo mas padecer que gozar para salvarme? Quién te
ha dicho, enemigo de lo buen o, que no tengo por mejor el
padecer en lo bueno, que el gozar, aunque no sea en lo malo?
Por ventura, no basta que haya padecido Dios por mí,
para que yo gustosa, y consolada, y contenta padezca alegremente
por Dios? Y quién dice que padezco, cuando padezco
por Díos? No se pueden llamar penas las que se ofrecen
á Dios, el penar es no penar, el padecer es no padecer,
si se padece por Dios.
La Cruz quieres quitarme, enemigo de la Cruz? La Cruz, que
es mí báculo, mi remedio, mi guía,
mi luz, mi consuelo, y salvación? Y sí yo
dejo la Cruz, qué me queda que tomar Culpas, pecados,
desdichas, muerte, tormento, é infierno. Más
quiero caer en los caminos de Dios, que ser exaltada en
los del mundo. Mas quiero padecer con mi Cruz sobre los
hombros, que mandar con el Cetro en la mano, y ceñida
la Corona. Mas quiero penas siguiendo á mi Redentor,
que glorias no solo ofendiéndole, sino sirviéndole
menos. Mas quiero estar en este monte caída, que
no sobre el mundo levantada. O Jesús mío!
A vos sigo, á vos adoro, en vos confió, conservadme
en pureza de conciencia, y de intención. Dadme paciencia,
Señor, dadme humildad, fortaleza, constancia, y perseverancia.
No pudo el enemigo oír tan nobles motivos al padecer,
y viendo esta resistencia, aunque igualmente atrevido, y
confiado, pero menos eficaz, se aparto vencido en esta pelea,
y Philotéa prosiguió su camino, dando gracias
al Señor.
Vence Philotéa lo más áspero del monte, y llega a unos collados altísimos muy cerca de su eminencia, y comienza a arder en la caridad Divina.
Prosiguió su camino a largas jornadas Philotea,
entre muchas, y graves tribulaciones pero con pasos tan
determinados, y resueltos, que se conocía bien que
iba venciendo vencedora a vencer dificultades.
No hay cosa mas cierta en la vida de el espíritu
que aquel soberano monte, que traía el Caballero
del Apocalipsi: Vincens, ut vinceret. Venciendo, para Vencer;
porque en la guerra, y las batallas del alma, una victoria
afianza otra victoria: una corona otra corona; y repetidas
victorias de la gracia hacen repetidos triunfos, y coronas
en la gloria.
Fue subiendo Philotea, y pasando con grande animo caminos
dificultosos, cada dia mas animosa, y mas fuerte, porque
la experiencia, y la gracia habían dado mas fuerzas
a su virtud, mas aliento á su constancia, y ya el
mismo ejercicio la estrechaba en amistad con los trabajos,
y penas, y hacia alivio, y consuelo de las mismas tribulaciones,
tentaciones, y aflicciones.
Llego finalmente á lo alto de aquel monte, en donde
apenas, puso los pies, cuando conoció grande mudanza
en su alma: sintiese herir en lo mas profundo de ella, como
sí con una saeta le hubieran traspasado el corazón,
y luego un viento suave, y dulce de grandísima fragancia
llenó, y alegró sus facultades, sus sentidos,
y potencias de dulzura, de ternura, y suavidad.
Comenzó á sentir en su alma un ardiente amor
de Dios, tan caliente, y excesivo, que ya mas padecía
con el amor al sentir, que con la cruz al andar. Qué
es esto? dijo mal herida, o bien herida Philotea: Qué
fuego abrasa mi corazón? Quién en él
ha introducido el incendio que me abrasa? Ay, Jesús
mío! Donde estáis, que así herís
estando ausente? Si desde lejos abrasáis de esta
manera, qué haríais si os acercaseis mi? Ay,
dulce bien de mi vida, y que poco merece mi corazón
este amor! Cuando, eterno Bien de las almas, un corazón
ingrato, y desconocido mereció estos sentimientos?
Yo, aquella que dura, ingrata, y desconocida me resistí
á vuestra cruz, á vuestra luz, á vuestro
santo camino, podía esperar, que vuestro amor dulcísimo
me abrasase? Yo, la que por mis culpas merecía eternas
penas, podía esperar me abrasase vuestro amor? Pero
por qué no, Jesús mío, había
de esperar yo abrasarme en vuestro amor, si es vuestro amor
el que gusta de triunfar, de vencer, y perdonar ingratitudes,
y ofensas, y entre todos vuestros soberanos atributos, de
ningunos os preciáis tanto como de perdonador,
Ay dulce Bien de mi alma, quien nunca os hubiera ofendido!
Ay, Señor, quien siempre os hubiera amado, y servido,
y adorado! Quién nunca hubiera nacido para ofenderos!
Quién siempre hubiera vivido para adoraros! Es posible,
Bien Eterno, que amáis cosas tan, flacas, y miserables?
No bastaba, Jesús mío, el perdonar, sin pasar
del perdonar al amar? Y, que cierto es, Bien de mi alma,
que me amáis, pues siento en mi corazón, que
os amo yo a Vos, mi Dios, pues no os amara, si primero no
me amarais vos á mí. Qué baratas, y
ligaras son penas, dulce Bien, si las premiáis con
el gusto, y deleite de este amor. Mil años de atribulada,
no bastan a merecer un instante ligero de enamorada. O cruz,
mas fecunda de deleites, que cuantas felicidades ofrece
al mundo el engaño. Si así alegras, si así
premias, no me admiro que te busquen, Árbol dichoso,
los buenos, siendo tan dulce, y tan sabrosa tu fruta.
Raros fueron los efectos que reconoció en sí
la dichosa Philotéa, luego que se sintió herida
de la caridad divina, porque lo primero: vio que no solo
la cruz le era mucho mas ligera que antes, sino dulcísima,
y suavísima, porque si antes alguna vez descansara
con gran gusto? ya después de herida de ardiente
amor, no la dejaría por todo él mundo, y el
dejarla aunque fuera por infinitos deleites, fuera de grandísimo
desabrimiento, y disgusto.
Lo segundo: reconoció, que las tentaciones comúnmente
combatían con menos fuerza, y le impresionaban menos
desde que andaba en amor; y aunque el enemigo no se daba
por vencido, pero ella caminaba amando, sin detenerse; y
como voces, que las oía mas de lejos, le causaban
menos penas, y embarazo, y unas veces haciendo donaire de
las mismas tentaciones, y otras, sin detenerse á
pensar en ellas, constante, y enamorada caminaba siempre
amando.
Lo tercero: reconoció, que andaba mucho mas aprisa
enamorada, que no antes atribulada; y fue viendo con claridad,
que el camino espiritual es todo gracia; y que aunque el
penar es bueno, y santo, es mas santo, y mas bueno el amar,
que no el penar, porque el penar es medio para el amar.
Lo cuarto: reparó, que el amor que causa gustos,
también solicita penas, porque como es amor participado
de aquel infinito amor, que quiso penar tanto por nosotros,
así como da el amar, da con eso mismo el penar, y
apenas llega el amar al amante corazón, cuando despierta
dolor, y deseos de penar por el arriado, y de vivir amando,
y penando por su amor; y esto se conoció bien en
la dichosa Philotéa con los siguientes sucesos.
Despide Philotéa de si, con la fuerza del amor y las galas que le habían quedado, y se viste una humilde y pobre túnica.
Crecían muy aprisa en Philotéa los incendios
del amor, y como es tan activo este elemento, toda se ocupaba
en caminar penando y promoviendo el amar, para padecer amando,
por dar mayor aumento al amor. En uno, pues, de los días,
que mas calientes le abrasaban sus llamas, se miró
á sí, y reparó, que aun traía
las galas de su vestido que no quiso rendir a la vocación;
y mirándose enamorada, y lucida, y con galas en el
cuerpo, y con amor á su Maestro en el alma, le pareció
tan grande esta fealdad, que viendo en unos espinos una
túnica muy humilde deslucida, que sin duda fue despojo
de alguna penitente, y amante seguidora de la cruz, fijando
en tierra Philotéa la que traía a los hombros,
despojándose sus galas, y vistiendo aquella túnica
humilde, decía : No es justo, dulce Jesús,
que adornen galas mí cuerpo, cuando vos estáis
pobre, deslucido, y penando en una cruz. Cómo cabe
andar con lucimiento la esposa, y con penas, y con tormentos
su Dios, y su Redentor?
O necia, y desdichada de mí, que tanto tiempo me
han infamado estas galas, mas propiamente locuras, y desatinos!
Yo sedas? Yo oro? Yo colores vanos, ni otro color, que aquel
que mi amor abrasa? Es posible, que, ha tolerado mi engaño
el caminar tanto tiempo con la cruz sobre es, la relajación?
Es posible, que á vista de tanta luz haya andado
torpe, y ciega? Pero qué mucho lo tolerase mi engaño,
si lo tolero mi dueño, y dulcísimo Jesús?
Ay Señor piadosísimo, y dulcísimo,
y cómo no tiene términos vuestra paciencia,
y allí llegáis vos con ella, donde llega vuestro
amor! Cómo, dulce Bien mío, habéis
tardado venir Cómo no llegó mucho antes a
desnudarme de mí locura el amor? No quisisteis que
fuese antes, porque con mayor alegría arrojase yo
de mí estos ciegos devaneos, y sufristeis tanto tiempo
vuestro agravio, para dar al mérito más valor.
No veo cosa, ó Eterno Bien de las almas, en vos,
que no me encienda en amor. Al sufrirme vuestra incansable
paciencia; al perdonar esa inefable piedad, al dar esa largueza
infinita; y al amar esa inmensa caridad. Qué poco
os ofrezco, Jesús mío, en ofreceros estos
vestidos, galas Pues qué es daros cosa tan vil para
gozarla, y tenerla, y solo preciosa para dárosla,
y dejarla Lo que os ofrezco, o Eterno Bien de las almas,
es el dolor, y la pena increíble que me aflige, de
haber tardado en dejar lo que nunca fuera bueno haber tenido;
ni poseer, ni vestir, lo que solo es tolerable tenerlo para
dejarlo, e intolerable tenerlo para tenerlo.
Apartaos de mi, o infeliz ornamento de mi cuerpo, daño,
y embarazo penosísimo de mi alma. Apartaos de mi,
y volved al mundo á vestir vanidades, y adornar,
y dorar deslucimientos de adentro, con galas, y locuras
por afuera. No quiero parecer más de lo que soy.
Pobre nací, y pobre quiero vivir, y morir. Quiero
ser, y no quiero parecer; quiero trocar por el ser el parecer.
Apartaos de mí riquezas, ostentación, vanidad,
y los demás instrumentos desdichados de la culpa
porque yo pobre, y desnuda, y descalza, me abrazo con la
pobreza. O Virtud soberana, y celestial! que das mas con
lo que quitas, que quitas con lo que das! O Madre de las
virtudes, desembarazo del alma descanso, y comodidad del
cuerpo! O virtud consagrada por Jesus dulcísimo,
en el pesebre desnudo, confirmada por Jesús, penando
desnudo en cruz! Desde el nacer al morir te acredito, y
alabó, y te encomendó a las almas el Redentor
de las almas: no quiero para vestir, y vivir, sino aquello
que escogió mi Maestro Soberano, para aprobar, y
alabar al nacer al vivir, y últimamente al morir.
Dicho esto, volvió á tomar su cruz Philotéa,
y dejó á la vanidad las galas. No es bastantemente
ponderable lo que crecieron sus fuerzas con esta resolución,
y la ligereza, y santa soltura, y fervor, y alegría,
y gozo, y contentamiento con que iba venciendo la aspereza
del camino. Parecíale, que habla echado de si una
montaña de plomo, con haber arrojado aquella poca
de seda, y de oro que la adornaba. Parecíale que
haber desnudado el cuerpo de lo precioso, y haber echado
de sí lo lucido, lo rico, lo vano, y lo temporal.,
era haber vestido su alma de lo bueno, de lo santo, y de
lo eterno. Adoraba, y besaba muchas veces aquella túnica
pobre, como si en ella adorara la pobreza del Señor.
Vuelve el tentador a afligir a Philotéa: ella se defiende, y llama a su Maestro Soberano.
No duerma el espiritual, ore, y vele, y entienda que hasta
morir, y lo que es mas, hasta haber rendido la vida á
la muerte con el aliento postrero, ha de padecer tormentas,
y tempestades, y ha menester pelear. Caminaba Philotéa
con su túnica, y su cruz, descalza, ligera, humilde,
y alegre, venciendo la áspera cuesta, cuando la detuvo
un poco una música suave, dulcísima a sus
oídos, en la cual le cantaban la gala, y las alabanzas
de aquel heroico desprecio de sus vestidos, y haber dejado
con tal constancia lo vano, y mundano, y menospreciado el
mundo, siguiendo determinada, y contenta la pobreza, y la
humildad.
Bien podía conocer Philotéa, que no era buena
la música, pues la iba deteniendo en el camino de
la cruz; pero se hace tan fácilmente nuestra propia
voluntad de los aplausos, que cuando mas sacudida le parece
se niega a las alabanzas; mas cautiva, y rendida, tal vez
las admite, y las abraza. Trae consigo el obrar bien (y
mas si es heroicamente) una exterior excelencia y ó
una interior elacion, tal, y tan grande, que si la alma
no anda atentísima á humillarse y confundirse,
puede perder mas en lo santo, que pudiera en lo peor.
Eso pretendió el enemigo común en Philotea;
porque viendo que había obrado esta heroica, y santa
acción, dentro de ella quiso formar su ruina, y reduciendo
á prosa el acento de los versos, con otro asunto
notable, encubriendo secretísimo el veneno, y descubriendo
la cara, dio fuerza á la tentación, diciendo:
ya escapaste de mis manos, Philotéa: ya me venciste:
ya pudo mas tu virtud, que mi porfía: ya no tengo
de donde asirte: soltaste las galas que eran mías,
y te has vestido de Cristo, como pudiera otro Pablo. Ay
de mí! Que me venza una doncella, y que pueda un
sexo blando, y suave tolerar tal penitencia, desnudez, desasimiento,
y pobreza Que una pura criatura sea tan santa, y perfecta!
Que así se desprecie el mundo Que así se pise
todo lo rico, lo poderoso, y lo grande! Que ya no pueda
caer, y esté tan alta, tan soberana esta alma, que
no la pueda alcanzar! Que así se me haya escapado
una alma que yo tuve entre mis manos! Que haya pasado con
la gracia mas allá de los peligros! Que esté
tan lejos de lo imperfecto, cuanto menos de lo malo, que
ya solo puede obrar lo santo y perfecto, y bueno! O poder
injusto, y terrible de la gracia, que así despojas
mi Reino, y haces impecables las personas; y no solo les
das gracia, y con ella muchas gracias; sino que las confirmas
en gracia, y en innumerables gracias!
Suspensa oía esto Philotéa, y blandamente
este veneno, desde los oídos se le iba acercando
al alma porque le median la altura en que se veía
y le ponderaban su pobreza, descalcez humildad, su desnudez,
su desasimiento, y Cruz. Poníanle allá muy
lejos al mundo, para que ella se viese lejos de él,
muy alta, y muy soberana; y luego se le ofrecían,
comparado con su excelente virtud, muy cerca, para que lo
viese vestido, y calzado de riquezas, ardiendo en pasiones,
devaneos, y locuras, al tiempo que ella seguía desnuda,
pobre, y descalza perfectamente el camino de la Cruz, porque
con eso quedase vana, y soberbia. En aquella suspensión
le proponían grandes contraposiciones, desde el uno
al otro extremo, para vencer su discurso á que concluyese,
que todos eran pecadores, y perdidos, y solo ella era la
santa.
Fue lo mismo, que ponerle en la eminencia de un monte, sin
que viese el precipicio terrible, que estaba á dos
pasos del peligro, para que lo que ella juzgaba seguridad,
lo experimentase terrible, y mortal ruina. Tan cerca está
de caer de lo santo el más santo, si no lo tiene,
y contiene de su poderosa mano con la humildad, el que es
el origen de toda la santidad, y el esencialmente santo.
Pero en medio de estas tinieblas, como ya ardía en
divino amor Philotéa, despidió una centella
del alma, y con ella tanta luz, que volviéndose a
Dios, dijo: Jesús, Señor, que peligro! Tenedme,
Dios, mío, de vuestra mano. Qué precipicio
tan terrible! Qué lazo, qué caída tan
horrible! Yo, que no puedo pecar, siendo la misma miseria,
flaqueza, y debilidad! Ya he caído, si llego á
pensar de mi, que no caeré fácilmente todo
el tiempo que me apartare de vos, ó me fiare de mi.
O Jesús mío! cómo es posible, que llegue
á pensar una alma que de suyo no caerá, habiendo
experimentado tan miserables caídas? Cómo
puede el cuerpo, lleno de heridas, pensar de si que no puede
ser herido? Tengo dentro de mí un fomento, de culpas,
pecados, y desventuras, y podré, llegar á
pensar, é imaginar que no caeré, cuando dentro
de mí vive, y reina la misma debilidad? Y qué
he hecho dulce Jesús, en Vestir la pobreza, y dejar
la vanidad? Ha sido mas que dejar cuidados, penas, y desabrimientos,
y abrazar la gloria, contento, y paz?
Por ventura, no soy Vuestra deudora, y vos mi acreedor,
Jesús mío, en lo mismo que yo he obrado? Por
ventura, no es mas lo que vos me disteis, que no lo que
yo dejé? Por ventura, solté yo mas qué
Un poco de vanidad embarazosa cuando Vos disteis á
mi alma gozo, contento, alegría? Ay Jesús,
y Señor mío, quien tuviera mucho más
que daros, no para que vos me dieseis por ello lo que acostumbra
vuestro poder, querer, y saber; sino para dároslo,
y dejarlo solo por vuestro amor, y por vos! Y no solo no
nos debéis, Bien mío, lo que he dejado, sino
que el mismo dejarlo os lo debo todo a vos. Pues cómo
pudiera yo dejarlo, si vos al dejarlo me hubierais dejado
á mi? No tengo mas vida, Jesús mío,
de aquella que vos me dais. No hay virtud en mí,
Si vos no la ponéis, y la sustentáis, y la
defendéis de mí. No tiene el tiesto las flores,
si no las planta, y las riega la mano del hortelano. Estiércol
soy, un poco de tierra soy; vos Hortelano Divino, ponéis
lo que queréis en mi alma: vos lo plantáis,
lo regáis, y lo que es mas, dais la virtud interior
para que crezca en el alma. Vos sois el alma de mi alma,
y como ánima al cuerpo mí alma y Vos, Dios
mío, animáis con vuestra gracia a mi alma.
No tiene mi alma más vida, que aquella que vos le
dais. Gobernad mi alma, Señor. O, nunca salgáis
de mi alma Ayudadme, amparadme, favorecedme, dulce Jesús
de mi alma, que no puedo tolerar cosa alguna en que os ofenda,
ni dejar de desear todo aquello en que os agrada mi alma,
Consuela el Señor a Philotéa, y ella con dulcísimas razones manifiesta el amor que abrasa a su alma.
Ninguna cosa es mas cierta en esta vida, que estar muy
cerca el Señor de aquellos que le llaman, y le invocan;
y así, apenas Philotea acabó sus tristes quejas,
cuando manifestándose su Maestro Soberano, le dijo:
Qué penas, y sentimientos son esos que te afligen
, Philotéa? Qué traje es este tan desigual
al que antes tanto amabas, y traías? Donde están
las galas que te adornaban? Como has dejado en mi ausencia
lo que rehusaste dejar fuertemente en mi presencia? Quién
te despojó de aquellos ricos vestidos, y te ha dado
esa túnica deslucida, humilde, y pobre? Quién
ha podido contigo mas que yo? Persuadida de mí te
negaste á dejar tus galas, y tus riquezas, y ahora
sin mi persuasión las has dejado, despreciado, pisado,
y desnudadote de ellas, y te abrazaste, y vestiste de pobreza?
Quién ha hecho este despojo? Quién ésta
transformación? Quieres ahora, Philotéa, dejar
la cruz? Quieres volverte con tus hermanas al mundo? Quieres
trocar lo amargo por lo suave? Lo penoso por lo alegre,
y lo gustoso?
Ay, Señor respondió la enamorada Philotéa,
quién tendrá fuerzas para dejaros, y quién
puede negarse ciega á seguiros! Qué otra vida
es esta, Jesús mío, de la que antes me afligía!
O como me alumbra otra luz, y me abrasa otro calor! O como
veo, Dios mío! los pasados devaneos! O como llora,
y siente mi alma haber tardado á seguiros, y muere
de pena de haber retardado el adoraros Tarde os conocí,
dulce bien mío: tarde os conocí, alegría
de las almas;
tarde os conocí, hermosura antigua, y nueva. No se
cuente en el tiempo el tiempo en que no os seguí,
cuanto menos, cuanto más el tiempo en que os ofendí.
Qué quejas son estas, preguntáis, dulce bien
mío? Qué quejas han de ser, sino los afectos
amorosos que me afligen, y me aquejan? Qué quejas,
sino suspiros de las heridas que siente mi amoroso corazón,
llagado por vuestro amor? Qué quejas, sino llamas
ardientes que arroja mi alma, no pudiendo tolerar el incendio
que la abrasa? Matáis las almas de amor, y queréis
que no se quejen? Atormentáis corazones, y prohibís
los suspiros?
Y quién me había de despojar propietaria,
y loca de mis necias vanidades, sino ese Divino amor? Quién
sino vuestra pureza desnudar de mi impureza? Qué
otro amor? Qué otro poder? Que otra mano podía
rendir, y despedir, y desterrar mi propiedad, y mi amor
engañoso, ciego, y vano, sino esa dulce mano? Qué
otro poder, sino esa vuestra caridad? Lo que no pudisteis
vos, dulce bien mío, pudo, acabó, y venció
vuestro amor, porque es (sí así lo puedo decir)
vuestro amor mas poderoso que vos. Pero bien puedo decirlo,
pues siempre obra con vos vuestro amor, y sois vos el mismo
amor, y nunca os mostráis tan poderoso, como cuándo
enamorado.
Entró vuestro amor adentro, y pudo más desde
adentro, que de afuera, porque halló menos resistencia
adentro. Ganasteis la fortaleza, y castillo de mi terrible
dureza, y habiendo entrado el dulce, y fuerte conquistador
en la plaza, no ha podido resistirse el corazón cautivo,
y aprisionado, y así obedece rendido. Antes, Jesús
mío, persuadíais por afuera, ahora ya la elocuencia
habla, y persuade allá dentro. Introdujisteis el
dulce fuego en el alma, abrasáis la casa por el inferior,
y no han de salir las llamas por las ventanas? Como era
posible traer el peso de los vestidos vanísimos con
tan ardiente calor? Vuestro amor me ha despojado, Jesús
mío, vuestro amor me ha desnudado de lo rico, vuestro
amor me ha vestido de lo pobre, vuestro amor me ha salteado
en el camino, y robado los vestidos, el alma, y el corazón.
Y cómo me preguntáis, Jesús mío,
si quiero dejar la Cruz? Por qué no me preguntáis
primero, si quiero dejar la vida? Yo dejar la Cruz, Señor,
que es todo mi consuelo, y alegría? Yo dejar la Cruz,
que es todo mi alivio, mi socorro, y mi remedio? Yo dejar
la Cruz que Vos amasteis, y trajisteis, y ni rogado que
la dejaseis, y os creerían, la dejasteis? Yo dejar
la Cruz, que es el canal por donde vino el amor de Vos a
mi corazón? Yo dejar la Cruz, que es la prenda mas
segura de mi esperanza, mas poderosa de mi fe, mas ardiente
de mi amor? Primero me falte, Jesús mío, la
vida, que no la Cruz. Escoged de mi, Jesús mío,
todo lo que Vos quisiereis, mas no me quitéis la
Cruz. Como me dejéis la Cruz y llevadme allá
el corazón, y si no me lo lleváis, aquí
en la Cruz con Vos, Jesús mío, lo hallareis.
Ni el cielo, ni la cierra, ni lo alto, ni lo grande, ni
lo rico, ni lo poderoso, ni lo dulce, ni cuantos deleites,
recreaciones, contentos, gustos, grandezas, riquezas hay
en el mundo, alegran como la Cruz. Su amargura es mas dulce
que no la misma dulzura: sus penas son mas suaves que la
misma suavidad: sus tormentos consuelan, y alegran mas que
no los mismos contentos; a todo, Señor, me niego,
sino á Vos, y a vuestra Cruz.
Y también me preguntáis, dulce Jesús,
si quiero irme al mundo con mis hermanas? Adonde iré,
Jesús mío, que tienes palabras de Vida eterna?
A dónde iré, si dejo la gloria por las espaldas?
A dónde iré, si os dejo, dulce Jesús?
A dónde iré desdichadas sino a la muerte,
si dejo á la misma vida? Ay Jesús mío,
quién ha de saber dejaros, herida de vuestro amor!
Qué dulcemente preguntáis, Dios mío,
lo que sabéis! Prendáis, Jesús mío,
y prendéis mi corazón, y luego preguntáis,
si quiero irme? A dónde tengo de ir, mi Jesus, sin
corazón, A dónde iré, Jesús
mío, sin Jesús?
Cautiváis, y aprisionáis a mi alma y echando
otro candado mas fuerte a la cadena, y los grillos, preguntáis
si quiero irme? Parece que habíais de preguntar,
Dios mío y si puedo irme? Ni puedo irme, mi Jesús,
ni quiero irme. No puedo irme, si no vais conmigo Vos, No
puedo irme al mundo, porque ya vuestro amor parece que me
ha quitado la facultad de dejaros. Ni quiero irme, porque
ya mi corazón, ni quiere, ni desea, ni pretende,
sino adoraros en Cruz.
Responde, y corresponde el Señor a las finezas de Philotéa, y la anima con que ésta cerca la corona.
Con grande gozo estaba oyendo, y viendo el Maestro soberano
las finezas, y ardientes razones de la amante Philotéa,
ya enamorada discípula de la Cruz, cuando interrumpiendo,
le dijo: Ves, Philotéa como se engañan, y
pierden todos aquellos que no se fían de mi? Ves
como es dulce, suave, y alegre el camino de la Cruz? Ves
como esta corteza exterior oculta una dulzura sabrosísima
interior, y superior? Mira ahora qué engañada
discurrías, cuando tantos argumentos hacías
contra la Cruz.
Señor, dijo Philotéa, entonces hablaba como
quien ni veía, ni sabia, ni entendía que era
cruz, ciega, ignorante, y perdida. Ahora veo, y he tocado
con las manos su virtud. Ya no parece que abrazo este misterio,
porque lo creo, sino porque lo veo, y prácticamente
se ha introducido en mi alma.
Prosigue pues, Philotéa, dijo el Señor, y
cree que está cerca tu corona. La vida es breve,
y va volando a la muerte. Ya deseo que tengan glorioso premio
tus penas. Camina ahora que tienes luz antes que lleguen,
acabándose el vivir, las tinieblas del morir. Espera,
Philotéa, que á la luz, y á la cruz,
y á la vida, y al empleo de servirme, ha de seguirse
la corona de gozarme. Cuantos pasos vas dando con la cruz
sobre los hombros, buscándome, y sirviéndome,
y Siguiéndome, tantas jornadas haces, y tanto mas
te acercas á la gloria, y la corona. Presto llega
quien no para. Persevera Philotea, que no ha de dar muchas
vueltas el Sol al Cielo, y al suelo, que no goces del premio,
y la corona en el Cielo, de aquello, que por mi has padecido
en la tierra. Si antes te oprimía el peso de la cruz,
ya será tu alivio, y ligereza la cruz. Consumirá
el fuego de mi amor las humedades que quedan en ti de tí,
y con eso se consumirán también las del peso
de la cruz. Ves esa agilidad, y ligereza, y aliento, y fortaleza
que te anima; todo nace de que mi amor ha aligerado la cruz,
enjugando la humedad que en sí tenia, y esa dependía
de estar tu corazón tan pesado, y cargado de deseos.
Con lo que quito del peso en vosotros, y con lo que mi amor
despide de vuestro amor, aligero yo la cruz.
Porque vuestro propio amor quita las fuerzas, y debilita
el sujeto, y sin ellas os parece pesadísima; pero
mi amor, quitando esas propiedades, y ocupando su lugar,
cría fuerzas, y valor, constancia, y perseverancia,
y con eso pesa nada la cruz. Cada día, Philotéa,
más, y más andarás, porque cada día
será más encendido tu amor. Llegarás,
Philotea, a desear padecer, porque llegaras á tener
por amar el padecer. Muy raros son los que han llegado á
la eminencia de este monte, donde corren los aires dulcísimos
del amor, que hayan dejado mi amor. Raros son los que llegan
a enfermar de esta dolencia, que no mueran dulcísimamente
de ella. Raros vuelven á los amores mundanos, que
hayan gustado de los amores divinos. Y digo raros, y no
todos, Philotéa, porque temas, y te humilles, viendo
que puedes caer.
Digo raros, porque procures ser de los muchos, y tiembles
ser de los pocos. Digo raros, porque siempre obres, y vivas
con dependencia de mí, y que andes, y camines entre
el temor, y esperanza, asida muy fuertemente de mí.
Porque así como son raros los que se salvan, respeto
de aquellos que se condenan, pues son muchos los llamados,
y pocos los escogidos así en llegando á dar
yo a las almas sentimientos, y afectos dulces de amor, caminando
en cruz con cruz, y amando siempre la cruz, son raros los
que la dejan, y muchos los que se salvan. Pero así
como deben temer los pocos escogidos de mi vocación
el caer en esta vida, y que no vengan á ser de los
muchos no escogidos, aunque fueron como los otros llamados;
han de temer, y recelar los escogidos de mi amor, el que
no vengan a ser de aquellos, que negados á mi amor,
habiéndolo ya tenido, siendo llamados, no fueron
por sus culpas escogidos.
Y así persevera, teme, y ama, Philotéa, camina
con pasos puros, y santos, sígueme, y sírveme
con amor, y temor reverencial, muy cerca está tu
corona, no es poco lo que has andado, treinta veces ha dado
su vuelta el Sol, alegrando entrambos Polos en este tiempo,
que te parece tan breve, y por aquí verás
cuan dulce, y suave es el trato interior de Dios; y dicho
esto desapareció el Señor.
Prosigue Philotéa su camino, padeciendo grandes ansias, y penas con el amor.
Quedó absorta, y suspensa Philotéa, y admirada
de que hubiese corrido tanto tiempo en las interlocuciones
con su amado, cuando ella juzgaba, que no había sido
de treinta días la distancia que midió, volviendo
al Cielo los ojos, dijo: O Dios mío, y que barata
dais la gloria de serviros, y adoraros, y con ella la de
gozaros, y veros! Queréis Piedad infinita, que sea
eterno el gozar, brevísimo el padecer. Amáis
de manera a vuestras almas, que las hacéis muy breve
lo transitorio, é inacabable lo eterno. A dos pasos
de penar muy levemente, ponéis la corona de gozar
eternamente. Pero apenas dijo esto Philotéa, cuando
comenzó a sentir inflamarse su alma en ardentísimo
amor, y con él secretamente venia envuelto un fortísimo
dolor de la ausencia de su bien, que poco antes se ausento
de su presencia, y creciendo el sentimiento, al paso que
iba creciendo el amor, iba creciendo el dolor, y la pena,
y el tormento, y sin poder contenerse, ni tolerar tal dolor
a y tal amor, resuelta en lagrimas, y suspiros decía:
A dónde Señor, os fuisteis, y me dejasteis?
Por qué dejáis á quien os ama, y adora,
cuando es tal vuestra piedad, que buscáis a quien
os hiere, y ofende? Buscoos yo, y dejaisme vos? Dejáis
heridas las almas, y luego os escondéis de ellas?
Arrojáis el fuego á los corazones, y os ocultáis
fugitivo, como si fuera delito? Qué mas pudiera yo
hacer, Jesús mío, al ofenderos, que vos al
herirme a mí? A y gloria mía! Ay luz eterna!
Ay fuego, que luces, ardes, y alumbras, y abrasas, y no
consumes, y dulcemente atormentas! Ay fuego, que me flechas
con tus rayos, y centellas, y te unes con la herida! No
parece que sois la flecha, ni el flechador, sino la herida,
dulce Jesús de mi alma. Asi se junta la herida con
la saeta, la saeta con mano, que causa la dulce herida!
Ay herida! Ay llaga, que matas cuando das vida Ay vida,
que cuando das vida matas Jesús mío, qué
veneno introducís con el amor en las almas, cuando
así las herís, y las flecháis?
Qué amor es este que esta lleno, de dolor? Que dolor
es este, que regala cuando esta muriendo de amor? O amor
de mi Esposo soberano, y celestial! No sé si te llame
amor o dolor. No eres dolor porque regalas, deleytas, y
recreas y enamoras. No eres amor, pues que me hieres, y
me atormentas, y matas. Eres amor, pues que enamoras, y
alegras. Eres dolor, pues me afliges, y maltratas. Pero
ay, Señor, qué delirios, o delirios son estos
del corazón que os adora? Qué efectos son
estos de vuestra ausencia, que solicitan llorando, penando,
y amando vuestra presencia? Por que os fuisteis, Jesús
mío? Es, acaso, porque yo ingrata, y dura, y ciega
tantas veces os dejé? Es acaso, porque mis culpas
solicitaron mi, ruina, y vuestra ausencia? Si mis culpas,
Jesús mío, os ofendieron, ya mis suspiros
os llaman. Ya pide mi amor, ya solicitan mis penas en vuestra
dulce venida el alivio a su dolor.
Cuándo os negasteis, ó Medico celestial, á
los enfermos que os llaman, y mas cuando están heridos
de mortales accidentes? Herida, estoy de culpas, y de dolor,
y de amor. Nunca mas seguro os tengo, Misericordia infinita,
que cuando os he menester. Nunca mas pronto vuestro socorro,
que cuando lo pide el necesitado Señor, venid que
me muero por haberos ofendido. Señor, venid, que
me muero por ver présense al que mí alma adora
ausente. De dos enfermedades herida os llamo, medicina,
de las almas, de amor, y culpas; venga á curar á
las culpas vuestra gracia, y al amor vuestra presencia.
Será mas, Jesús mío, estando vos en
la tierra, venir en ella, á curarme, que fue bajar
desde el Cielo á redimirme? Será mas, qué
me cure ahora vuestra piedad, que redimirme vuestra vida,
vuestra Sangre, y vuestra Muerte? Será mas pulsar,
y curar el alma, que dar la vida por ella? Al tiempo que
os ofendía me redimía, y ahora que os llamo
no me vendréis á Curar? Es mas aplicar la
medicina, que actuarla con vuestras penas, y vuestra Sangre
en la cruz? Sera mas amor de las criaturas venir llamado,
y amado, que enojado, y ofendido? Yo sé, que me buscasteis
muchas veces, cuando y huía de vos, por qué
no ahora que tan tiernamente os llamo, y tan fuertemente
clamo, y tan dulcemente os amo?
Mas ay de mi! si el haber obrado tan cruel al ofenderos
y tan tibia al adoraros, os sacó de mi presencia,
y solicitó esta ausencia! Ay de mí! si el
ser ingrato sobre tantos beneficios os ha ausentado de mi.
Ay de mi, que os ofendí. Ay de mi, que no os serví!
Ay de mi y porque os perdí! Ay de mi, ingrata a tan
altos beneficios! Quién nunca hubiera nacido al ofenderos,
bien mío! Quién siempre hubiera vivido al
adoraros, y amaros!
Mas ay, Señor, que este ya es otro dolor, y este
dolor es tanto, mas intolerable, y sensible, cuanto lo hace
mas agudo, y penetrante mi amor. Que ilesa bondad ofendí!
Que yo soy aquella que tantas veces herí, y maltraté,
y crucifique á mi mismo Redentor! Por qué
agravios, gloria mía? Por qué ofensas? Por
qué excesos? Por el exceso de amarme! Por qué
me criasteis, Jesús mío!. Por qué me
llamasteis, sufristeis, y redimisteis! Que este corazón
que ahora os adora, bien de mi alma, este mismo ha sido
vuestro enemigo! Que este mismo corazón, este mismo
que ha recibido de vos tan grandes bienes, tanta piedad,
y misericordia á fue tan cruel, y tan ingrato con
vos! O Bondad Soberana, y celestial! Este si que es dolor
y que excede á todo doler. Esta sí que es
Cruz, eterno Salvador mío: no la que traigo en los
hombros, sino esta que tengo clavada de parte a parte en
medio del Corazón. Estas sí que son espinas,
y no las que estoy pisando, sino las que por el Corazón
me sacan sangre del alma. Esta sí que es pena y no
la que causa mi pobreza, y desnudez.
No vengáis, Jesús. mío, no vengáis
á ver una criatura tan ingrata. Huid, Jesús
mío, de quien así os ofendió. Huid
de quien tantas veces huyo infamemente de vos. No es justo
que busquéis ingratitudes, cuando tantas finezas
os buscan, y solicitan. No deis los pasos á los perdidos,
que están pidiendo los justos. Aborreciéndome
a mi, me pongo de vuestra parte, y mi amor condena a mi
ingratitud. No vengáis, castigad, eterno bien, con
ausencia a quien con sus culpas se hizo, indigna de esa
Divina presencia.
Pero ay, Señor, esto dice la justicia, y razón;
pero qué dice el amor? Qué dice vuestra piedad?
Qué dice esa caridad sobre infinita? Cómo
podré, Jesús mío, vivir ausente de
vos? Cómo podría el cuerpo vivir, si no le
animase su alma? Cómo el alma, si no le anima su
vida? Jesús mío, qué sois vos, sino
alma de mi alma, sino vida de mi vida? Por cuantos caminos
os buscaren mis suspiros, por tantos me habéis de
oír, y buscar: si por herida de amor, Dios mío,
búsqueme vuestro consuelo, y si de culpas, esa infinita
piedad; si por tiernamente amante, esa caridad enamorada,
y ardiente.
Cría grande aborrecimiento de si Philotéa, crece el amor, y se pone una corona de espinas en la cabeza.
Caminaba Philotéa, y subía por la eminencia
del monte, rompiendo el aire con muy ardientes suspiros,
llena de penas innumerables, aunque dulces, acerbísimas.
Porque unas veces con los sentimientos del amor, ya su vista
ponderaba el haber ofendido tal bondad, y misericordia,
otras la misma misericordia, y perdón causaba mayor
la herida de haber ofendido tal, y tan grande bondad. No
aparcaba la vista de si, y de Dios de si, para llorar lo
ofendido; de Dios, para adorar, y servir lo perdonado. Era
esta Cruz de sus culpas mucho mas pesada que la que traía
en los hombros, y no me admiro, porque la traía en
lo intimo de su alma.
A esta pena se añadía otra no menor, que era
el ansia enamorada que tenia de servir tan altas misericordias,
y de penar, y padecer por quien le libró de tan terribles
miserias, y lo que es mas, de padecer por el que padeció,
y murió, y las tomo sobre sí. Todo cuanto
hacia por agradar al Señor, le parecía ligerísimo,
y levísimo, porque eran los deseos de su amor, y
las obras de sus fuerzas Esta era cambien otra Cruz penosísima,
y gravísima, no llegar la ejecución á
toda aquello que le pedía el amor.
Pasaba de ahí, viéndose que fue tan poderosa
al errar, y tan flaca al merecer, con que el deseo de penar,
y perseguirse no penando todo lo que deseaba, era también
dolorosisima cruz. De esta suerte caminó largas jornadas,
llorando, penando, amando, y deseando amar mas, y llorar
mas, y penar mas, siendo quien le atormentaba el amor, y
sus deseos: aquel con darle sentimientos, y motivos á
las penas, y estos con arrojarla a buscar con ella la posesión.
Caminando, pues, un dia por una senda estrechísima,
vio sobre un peñasco duro una corona de espinas,
toda ella tejida de puntas fuertes, y agudas, y con el ansia
mortal que tenia de padecer por su amor, y amar para padecer,
acordándose de la que ciñeron al Señor
en su pasión dolorosa, y de que le había dicho
que se animase Que estaba cerca la Corona; juzgando ella
que esta era la anunciada, y prometida, y mas propia de
sus culpas, la tomo con gran fervor, y valor, y como si
su cabeza fuera de un pedazo de peñasco, de donde
la, levanto, se la fijo en sus delicadas sienes, y entrando
por ellas penetrando las espinas, brotó la sangre
por todas partes, baño su rostro, sus hombros, y
sus cabellos; y al tomarla, y al ponerla, dijo con admirable
fervor, y notable sentimiento:
Esta es, Señor, la corona de espinas que merecen
mis pecados y no merezco traer, porque la trajisteis vos:
esta es la que me habéis anunciado, esta es la que
me habéis prometido, esta es, Jesús mío,
la corona que mas amo, porque es de tormento, y pena. Pues
la del Cielo, y la Gloria, como es posible, que yo llena,
de tantas maldades pueda esperarla, si no la da muy dada
vuestra piedad? Asi, Dios mío, castigo mis devaneos,
pensamientos, y locuras, justo es que padezca la cabeza
lo que pecó la cabeza. En ella revolví locas
imaginaciones: atormenten las espinas á la que produjo
para atormentaros, y ofenderos, bien mío, tantas
espinas. Cuantas veces, Jesús mío, os formé
yo la dolorosa corona? Cuantas veces herí vuestras
sienes, y cabeza con lo mismo que revolvía en la
mía? Padezca pena, dolor, y tormento la que tantos
gustos revolvía contra vos. Pague en penas lo que
pecó en vanidades, Pague en penas lo que merecen
sus culpas. Pague en espinas tan locas, y necias rosas.
Esta sangre que ofrecen estas heridas, ofrezco, Jesús
mío, á vuestra sangre, estas penas a esas
penas.
De esta suerte, descalza, y con una pobre túnica,
con la cruz sobre los hombros, y su corona de espinas, proseguía
su camino Philotéa.
Vuelve el Señor a Visitar a Philotéa, y tienen una interlocución muy dulce y enamorada.
Así consuela el Señor en las tribulaciones
del cuerpo á los que siguen su Cruz, como los alivia,
y recrea en las del alma, y mucho mas cuando el amor gobierna
la voluntad, y esta abraza, y ejecuta acciones heroicas
en su servicio. Asi sucedió a la valerosa enamorada,
y constante Philotea, á la cual, después de
haber corrido por la aspereza de aquel monte muy dilatadas
jornadas, siempre amando, y padeciendo fervorosa, y humilde,
en esperanza, en caridad, y en silencio, se le manifestó
su Maestro soberano, y la dijo:
Qué corona es esa, Philotéa, que está
ciñendo tus sienes? Qué espinas esas, que
atormentan tu cabeza? Quien te ha puesto la corona antes
de haber acabado de vencer en la pelea? La corona se da
después de haber peleado, y vencido, no cuando se
esta peleando. Y cómo, Philotéa, puedes tolerar
esos dolores? Cómo sufrir tu cabeza delicada tan
penetrantes heridas? No eres tu la que apetecías
las rosas para el cabello, las lazadas, las flores, y los
claveles? Cómo ya son las flores penas, clavos duros
los claveles, y las rosas son espinas? Quién del
gozar te ha trasladado al penar? Quién fue aquel
que te corono de espinas, cuando tanto apeteciste ser coronada
de flores!
Viendo presente a su amado, y Soberano Maestro Philotéa,
le dijo: Ay Señor, y cómo sabéis bien
quien ha sido el agresor de este exceso, si puede haberlo,
en que padezca quien os adora por Vos! Quien, Jesús
mío, sino vuestro ardiente amor podía atormentar
mi cabeza? Quién atormentar las sienes, sino quien
atormenta como á ellas el corazón? En mi corazón
traía las espinas que hieren á mi cabeza,
y el dolor de haberos ofendido, lo trasladé del corazón
á las sienes. Hicieronse los sentimientos espinas,
y los que eran tormento en el corazón, formaron corona
de la cabeza.
No me he coronado, Jesús mío, y bien de mi
alma, como fuerte, y victoriosa, sino que me he castigado,
por haber sido tantas veces flaca, cobarde, y vencida. No
es corona la que veis, dulce Jesús de mi vida, sino
castigo de mis maldades. Pago en espinas lo que mi vanidad,
y locura pecó en rosas. Aquellas castigan a estas,
si ya no son padeciéndose por vos, mas rosas que
las rosas, mis espinas. Si es gloria el penar por vos, Jesús
mío, esta es corona de rosas, y no de espinas; y
aquellas rosas, que tan neciamente amaba, eran las verdaderas
espinas, y no rosas. Eso mas os debo yo, ó Amor eterno!
Haber hecho una corona de rosas, cuando la elegí
de espinas, porque la que era espinas al elegirla, es de
rosas al traerla, porque la traigo por vos.
O Jesús mío, quién trajera sobre si
toda vuestra sacratísima. Pasión, para dar
satisfacción á mi amor, y fomento, y mas campo
á mi dolor, y a mis penas! Quién pudiera á
las espinas, que coronan mas que hieren mi cabeza, añadir
los duros clavos que clavaron vuestros pies, y á
estas heridas, cuantas llagas padecisteis vos por mí!
Por ventura esto es algo, Jesús mío, padeciéndolo
por vos? Nada es esto padecido por tal amante, y amado y
cuando lo pesa, y califica la obligación, y el amor.
La merced que vos me hacéis y Jesús mío,
de querer, y permitir, que os adore, puede pagarse con tan
moderadas penas? Faltan penas, Jesús mío,
para atormentar al cuerpo, si ha de ser al paso, y al peso,
que os debe, y os ama el alma?
No son grandes, dulce Bien, y consuelo de mi vida, las heridas
de las sienes: las grandes, y las penetrantes están
en el corazón. Ay Jesus mío! qué de
espinas, qué de clavos, que de flechas, qué
de lanzas me están hiriendo de amor! Muero herida
con el ansia de serviros, muero herida con la pena de ofenderos,
muero herida, dulce Bien, con deseo de gozaros. Poco siento,
Jesús mío, las heridas de acá fuera,
con el fuego que me esta abrasando adentro, siempre el mayor
despide al menor dolor. Padece tanto mi corazón,
vaso corto, y congojoso, con el ardor que hay en el, que
si no lo dilatáis, dulce Bien, dulce Señor,
dulce Amor, ha de quebrarse de amor, mucho mas que de dolor.
Qué fuego es este, ó eterno Bien de las almas,
que introducís en las almas? Por una parte quema,
abrasa, mata, como si fuera muchísimo; y por otra
siempre parece poquísimo. Páreseme, Bien de
mi alma, que me abraso en vuestro amor, y siendo así,
estoy llorando las tibiezas de mi amor. Qué cierro
es que os ama poco quien mucho os ama, Señor, pues
no le ama como debe, quien ama mucho a su Dios: solo le
ama como de aquel que todo, y del todo le ama. Amar mucho
es amar con limitaciones. No quiero yo amaros mucho, Jesús
mío, quiero amaros todo, y del todo y en todo y sin
que tenga termino alguno mi amor.
Pregunta el Señor a Philotea quien le dio valor para ponerse la corona de espinas, y de dónde le ha crecido aquel amor? le responde, y pide muerte de Cruz.
Estaba oyendo, y mirando la eterna Sabiduría aquel
trofeo de su bondad infinita, viendo tales finezas en Philotéa,
tal sentir, tal adorar, tal amar, y así la dijo:
De dónde han venido, Philotea, esos dulces sentimientos?
De dónde ese ardiente amor? Por donde entro el fuego
á abrasarte? Y quién venció, y encendió,
y rindió á tu duro corazón? Quién
echó de ti lo humano, y puso en tí lo divino?
Quién te ha enseñado ese lenguaje dulce, y
suave de amor? En dónde hallaste el valor, para ceñirte,
y coronarte de espinas? Quién en tí ha solicitado
anhelar, y desear en todo mi imitación? De donde
te ha venido hacer amistad can estrecha con las penas, y
preferirlas a todos los gustos, y deleytes de la vida? De
dónde tener por vida, la muerte, y a la muerte amarla
mas que á la vida?
En dónde pude hallar, respondió Philotea,
Jesús mío, tanto bien, tanto consuele tanto
gozo, tanta gloria? Dónde estas rosas, que ya no
las llamo espinas, y estás espinas ya rosas, sino
en el jardín florido, y suave de la cruz? Vuestra
cruz es, Jesús mío, quien las cría,
las produce, las conserva, las riega, las comunica. Vuestra
cruz es el origen de mis bienes. Vuestra cruz es el remedio,
y reparo de mis males. Vuestra cruz es mi guía, mi
luz y mi gozo, mi consuelo, y alegría.
O amable Leño! manantial de todo bien. Leño
dulce, verdadero Árbol de vida! O Árbol, que
tu solo bastas a hacer a este mundo Paraíso! O Árbol
santo, que no produces como los otros, solo un genero de
fruta; sino aquella, que comida da vida, y eterna vida!
En tí, Árbol frondoso, santo, y hermoso, de
tí, y en tus dulcísimas ramas se cría
la caridad, la fe, la esperanza, la obediencia, y humildad,
la castidad, la penitencia, constancia, y perseverancia.
De tí, como si tu lo fueras, no el árbol del
Paraíso, sino todo el Paraíso, salen cuatro
ríos caudalosos de todo genero de virtudes, que riegan
toda la tierra. Justamente honran tus extremos las cuatro
partes del mundo con cuatro rayos de luz, que despides de
sí misma, al Septentrión, y Mediodía
los dos, y los otros al Oriente, y al Poniente, porque alumbren
tus luces a todo el mundo.
Leño santo, nunca tu faltes de mí; Leño
santo, nunca yo falte de tí, contigo viva, y en ti;
contigo muera, y en tí. Dulce Jesús de mi
vida, que tanto amasteis la cruz, y en ella manifestasteis
mas vuestro amor, que en otra parte: crucificado bien mío,
cuyo contacto sagrado dio su virtud á la cruz; si
algo he padecido por vos, os suplico; (mas no por eso, Señor,
que es nada lo padecido) sino por lo infinito que padecisteis
por mi. Por aquella Cruz sagrada original, que fue Ara,
y Altar de nuestro remedio, en la cual os desposasteis,
Jesús mío, con vuestra Esposa la Iglesia,
rindiendo, y dando á vuestro Padre, la vida por nuestra
vida, y el alma por nuestras almas; y por aquella cruz penosísima
que padeció vuestra Madre al pie de la misma cruz,
y por la cruz que han padecido los Santos, penando, adorando,
y siguiendo, y muriendo en vuestra cruz, os suplico, Jesús
mío, que muera yo en este dichoso Leño, que
muera en cruz, que muera crucificada por vos. No me falte,
Jesús mío, al morir este adorado madero, a
quien debo todo mi bien al vivir. A él debo, ó
Bien eterno, el seguiros, á él le deba, ó
eterno Bien, el gozaros: La cruz me ha sido compañía,
socorro, y remedio en esta vida, sea mí gozo, y mi
corona en la muerte. Al mundo dejé, Jesús
mío, por la cruz para seguiros, salga del mundo también
por la cruz para adoraros. A la cruz debo los bienes de
gracia, deba a la cruz, Dios mío, los de la gloria.
Concede el Señor a Philotea su petición, y la previene para morir en cruz y ella alegre está cantando sus alabanzas.
No pudo aquel amor infinito y ni quiso negarse á
esta amante petición de Philotéa, y disponiendo
su providencia inefable dejar, entre otros muchos, este
trofeo en el monte santísimo de la cruz, le respondió:
Justo es, Philotéa, concederte lo que pides, pues
á nadie negué mi cruz, si dignamente la pide,
y con encendido amor la solicita de mí. Yo te concedo
este bien. En cruz viviste, quiero que mueras en cruz. Tu
amor, y tu constancia por mi gracia te han conseguido esta
gracia. Ya ha llegado, Philotéa, el fin de tu peregrinación,
ya, es tiempo de coronarte, y hacer flores de eterno olor
tus espinas: mañana en lo alto de este monte has
de ser crucificada. En la Cruz que viviste has de morir.
Quiero que me des el alma en cruz, pues en cruz me amaste,
me seguiste, y me serviste Mañana convocare los fuertes
seguidores, dichosos pobladores de este monte, y verán
como eres crucificada, y muerta, y coronada á las
manos de mi amor. Procura para entonces tener prevenido
el animo á padecer lo que eliges, que yo entretanto
daré las ordenes convenientes, para disponer el teatro
de tus glorias. y el trofeo de mi Cruz.
Con profunda reverencia, y amor ardiente adoró Philotéa
al Señor por tan gran bien, y entretanto que se llegaba
el dichoso día, al cual conspiraban las líneas
de sus deseos, toda se ocupaba en dar gracias al Señor
por esta singular gracia, y habiéndose ido el Señor,
cantando sus alabanzas, decía:
O gloria; ó bien eterno! llegue el dia, llegue el
fin a que aspira mí esperanza. Venturosa fue la hora,
Jesús mío, en que comencé el camino
de la cruz, dichosos los pasos que he dado, Gloria eterna,
por seguiros, adoraros, y serviros.
Qué útiles tribulaciones, y qué dichosos
trabajos! Es posible, Jesús mío, que me he
de ver crucificada por vos! Es posible, dulce Bien, que
he de verme como vos crucificada? Quién merece, Jesús
mío, gloria mía, amor mío, tal favor?
O Ángeles santos, que ministráis, y servís
al bien de mi alma, dadme para ornamento, y vestidura nupcial
en mis bodas este día, toda vuestra prontitud al
servir, y obedecer, y agradar a mi Señor. O Querubines!
dadme vuestra inteligencia. O Serafines! dadme vuestro ardiente
amor. Patriarcas, y Profetas soberanos, dadme aquella constante
fe con que creísteis lo prometido de Dios. Apóstoles
santos, dadme la esperanza, y caridad con que encendisteis
el mundo, y lo alumbrasteis con el fuego, que os dio vuestro
Maestro, y Redentor. Santos Mártires, dadme vuestra
fortaleza. Santísimos Confesores, dadme de vuestra
esperanza. Vírgenes puras, y santas, vestidme vuestra
pureza. O Virgen Santísima, y Beatísima María,
Madre de Dios, Madre de gracia, Madre de consolación,
vestida esta vuestra esclava dignamente, para parecer en
la presencia de vuestro Hijo santo, y darle mañana
el alma.
No rengo. Jesús mío, cosa mía que llevar,
y así todo lo quiero pedir. Qué puedo yo llevar
que sea mío, mi Jesús? Que puede parecer mío
en vuestra santa presencia? Qué tengo que no sea
vuestro, Jesús mío? Sí miro á
los pasos que he dado por este monte, todos son vuestros,
pues los debo a vuestra gracia. Si a las virtudes que he
deseado ejercitar, son vuestras, pues las debo a vuestros
santos socorros. Esta corona de espinas vos me la disteis;
Señor, y el esfuerzo para ponerla en las sienes.
Esta pobre túnica, prevenida me la tuvo vuestra amorosa
providencia; ni tengo, ni quiero, ni deseo cosa alguna en
esta vida. Pobre, y del todo desasida de lo criado me hallo,
para hallar a mi Señor: quiero pobre criatura desnuda,
y pobre buscar á mi Criador.
Solo tengo para ofreceros mi rendido corazón, ó
Jesús mío: este es mío para darlo,
y vuestro para tenerlo pero tampoco es posible, Jesús
mío, que pueda daros mi corazón, pues desde
que los rayos de vuestro amor lo abrasaron, es mas vuestro
que no mío. Solo os puedo dar, gloria mía,
los deseos de serviros, de adoraros, y gozaros, y aun esos
mismos Vos me los disteis, Señor, que si así
no fuera, nunca los tuviera yo. Asimismo puedo, daros, y
ofreceros, dulce Bien, la ansia grande que tengo de morir
por Vos en cruz, y de que corra con velocidad el tiempo,
y me lleve con toda prisa a la muerte, porque esta vida
es mi muerte, y aquella muerte es mi vida. Acábese
el día de hoy, que es de esperanza, y llegue ya el
de mañana, que es de eterna posesión. Dad
nuevas alas al tiempo, Jesús mío, porque se
acabe mi tiempo, y se comience vuestro tiempo. Acábese
el tiempo de poderos ofender, comience el tiempo de haberos
para siempre de gozar. O tiempo peligroso en que os podemos
perder! O dichoso dia aquel que hace termino á las
noches, y los días, y es principio de eterno día
sin noche!
Descríbase el teatro en que Philotéa padeció, y gozo dichosa muerte de Cruz, y entra en él.
Tuvo prevenida la providencia divina un Teatro capaz, y
maravilloso, para que el Cielo, y la tierra viesen el triunfo
soberano de su cruz en la amante Philotéa. Convocaron
las santas inspiraciones infinitos seguidores de la cruz,
que estaban repartidos por aquel dichoso monte. Todos traían
sus cruces en las manos, o en los hombros, ó en los
pechos, y lo que es más estimable, en medio del corazón.
Entraron en una plaza capacísima, alfombrada y matizada
de flores, y se fueron asentando con grande orden en las
gradas que estaban ya prevenidas con alta disposición.
No fue necesario que al entrar, ni asistir a este venerable
acto, se solicitase con clarines el silencio, ó la
atención; porque todo ese cuidado sobraba en la modestia
rarísima con que se vive en el monte santísimo
de la Cruz. Hallábase asentado el Amor Divino en
un Trono de diamantes y rubíes finísimos de
caridad encendida, y perseverante, dando envidia su hermosura
a la de los Serafines con una Cruz en la mano, que le servia
de Cetro, y una Corona en la otra, acompañado de
innumerables ministros, que habían de serlo de la
pasión deseada de la amante Philotéa, que
se llamaban deseos, y ejecuciones. Muy cerca del Trono del
Amor Divino, y en medio de aquel hermosísimo teatro,
se levantaba con moderada eminencia otro trono, cubierto
muy ricamente con un género de alfombras preciosísimas,
que llamaban del consuelo. En lo más alto de aquella
breve eminencia, á la cual hacían gradas hermosas
diversidad de virtudes, había un espacio bastantemente
capaz, para rodear otras cuatro gradas superiores a las
otras que llaman humildad,
resignación, obediencia, y caridad. En medio de lo
más alto de este trono estaba abierto el asiento
de la Cruz que allí había de fijarse, para
que pudiese ser tálamo dulce, y dichoso de la tierna
seguidora de la Cruz.
Llego la hora de comenzarse las glorias de Philotéa,
cuando á mayor expectación estuvo atento el
numeroso concurso del Teatro, por reconocer, que si la Corte
militante quería asistir á él, no quiso
dejar de honrar este triunfo del amor, y de la Cruz la triunfante
porque sobre aquella plaza hermosa parecieron nubes claras,
y llenas de resplandores, que despedían de sí
luces de gracia, y bondad sobre todos los presentes. Vieronse
en ellas infinitos Ángeles, Arcángeles, Querubines,
Serafines y otras supremas inteligencias, las cuales con
innumerables Santos y en Trono más superior, la Reina
y Señora de los Ángeles, y Santos, tomaron
con grande orden sus lugares.
Estando esto prevenido, entró por una puerta que
llaman de la Victoria, Philotéa , y fuese derechamente
por la calle del Triunfo á adorar en su Trono al
Amor Divino, que alegre, y gustoso la aguardaba.
No traía en sí esta verdadera discípula
de la Cruz , hija legitima de la pobreza evangélica,
otras galas que su Cruz, su pobre túnica, y la corona
de espinas, descalza, y en los hombros aquel sagrado madero,
hiriendo las puntas de la corona á sus delicadas
sienes: el cabello sin aliño, tendido por las espaldas:
el rostro alegre, y hermoso, encendido con el divino calor
como usado Serafín: fue cosa sin duda alguna notable
, que apenas puso los pies en la plaza: cuando clavó
los ojos en el Amor Divino; y sin mirar á otra parte,
ni parar un instante con acelerados pasos, y como de enamorada,
abrasada de sus rayos, se fue caminando á él,
y llegando á aquellos Pies benditisimos, besándolos,
y regándolos con lagrimas de encendida caridad, ofreció
á ellos su alma, y su corazón.
Crucifican los Ministros del Amor Divino a Philotéa, clavándola las manos, y los pies.
Bien pudo decirse en esta ilustre pasión de Philotéa,
teniendo los Ciudadanos del Cielo, y de la tierra puestos
los ojos en ella en aquel gloriosísimo teatro, lo
que dijo el Apóstol de las gentes, que somos espectáculo
al mundo, a los Ángeles, y hombres; y así
con suma expectación estaban entrambas Cortes y la
Militante, y la Triunfante, guardando lo que el
Amor Divino hacia de Philotéa, cuando con voz dulce
y agradable, la dijo: Tu Philotea, me has pedido que quieres
morir en cruz, y que deseas sea tu cálamo la misma
que ha sido tu guía, y tu compañía,
y la que has traído en tus hombros por mi amor. Yo
te la tengo ofrecido pero porque estás a vista de
lo criado, y es bien que antes que ejecute este decreto,
ratifiques tu propósito vuelvo á preguntarte,
y te ordeno, que me digas, Philotéa, si estás
en el mismo intento, y que es la causa por qué has
escogido morir penando en la Cruz;
Entonces Philotéa con grandísima humildad,
y reverencia respondió: Señor, estoy en el
mismo intento, y propósito de morir por vos en Cruz,
y antes me falte la vida, que este deseo me falte. La causa
por que he elegido morir por vos en la Cruz, ó Amor
eterno de mi alma, sois vos. Muero de amor, y quiero morir
de amor en donde yo hallé mi amor. A la Cruz debo
mi amor, y en la Cruz quiero morir de amor por mi amor,
pues en ella dio la vida por mi amor, el amor que anima
a mi alma, y amor.
Mira Philotéa, dijo el Amor Divino, que has de padecer
en la Cruz sobre tus fuerzas, y que es posible que sean
mayores tus penas que tu valor. Señor respondió
Philotéa, mis fuerzas ha de dármelas la Cruz,
y ella, y vos sois el esfuerzo de mis fuerzas. Quien dio
el amor, y el deseo de penar, dará, las fuerzas en
el penar. Todo lo tengo, y lo consigo y Señor, si
yo muero en Cruz, y os tengo con ella a vos. Oído
esto, mandó el Amor Divino á los santos deseos,
y ejecuciones, ministros eficaces de aquel martirio de amor,
llevasen á Philotéa, no al lugar de su suplicio,
sino al Trono de su gloria, y tálamo de su amor.
Caminaba con pasos alegres, y acelerados derramando tiernas
lagrimas de gozo: llegó , y subió animosa
las primeras escaleras, Antes de comenzar a subir las otras
cuatro, que guarnecían el lugar donde había
de fijarse la Cruz, al entregarla, y dejar 1a dulce carga
en las manos de aquellos Ministros Santos de su martirio,
dijo con rara, y admirable devoción : No te dejo,
Leño santo, aunque te doy: te entrego para entregarme,
te doy, para darme á tí, y darme de tal manera,
que ya no pueda negarme ni apartarme eternamente de tí.
Fijaron los prontísimos Ministros la Cruz con grande
seguridad, como los que innumerables veces habían
ejercitado este oficio. Dieron al santo Madero cuatro taladros,
para que entrasen los clavos, con un barreno, y no de hierro
(que anda ausente de aquel monte) sino de un metal fortísimo
que llaman perfecta disposición. Para que pudiese
subir á aquel dichoso lugar, pusieron debajo del
taladro de los pies una tabla proporcionada al intento,
que se llamaba eficacia de la gracia, sin la cual aseguran
que es imposible que esté pendiente en la cruz el
mas robusto aunque se halle asido con mas escarpias, y clavos,
que hay estrellas en el Cielo.
Antes de dar Philotea las espaldas; y el corazón
la Cruz, arrodillándose dijo en voz clara animada
de muy tierno sentimiento oyéndolo entrambas Cortes.
¡O dulce Leño! señal gloriosa donde
padeció mi Redentor, y Maestro Soberano. Dios te
salve Cruz preciosa, Árbol santo, Madero de vida
eterna, Cedro superior á las estrellas Laurel quede
tí mismo haces corona los mismos que te adoran, te
siguen, y te sirven. Dios te salve Cruz preciosa. Recibe
en tus brazos a esta esclava humilde de aquel Divino Maestro,
que murió por mí en tus brazos. Tu recibiste
la hermosura de los miembros de aquel celestial Señor,
que en ti padeció por mi comunícame tu á
mi, para que muera por él, ó cruz santa, esa
gracia, y hermosura. Yo consagro mí vida en tí,
por aquel que su vida consagró en tí por darme
la eterna, a mí, corta paga á tan gran deuda.
O quien pudiera dar en tí, Cruz santa, igual satisfacción!
O Cruz admirable! O Cruz inefable! O Cruz verdaderamente
amable, y amada tan tiernamente de mi! En tí, señal
santa, fue redimida el alma. En tí quiso dar por
mí á su Padre Eterno el alma el Redentor de
las almas. En ti, teatro de glorias; se contrajo esta deuda
que confieso. En ti es justo que se pague, En ti murió
de amor mi Señor por mi; justo es que por mí
Señor muera yo de amor en ti. Aunque te doy las espaldas
al ser crucificada, santo Leño en tí, por
aquel Señor Divino , que á ti te dio las espaldas
al ser crucificado por mi; no te doy sino el pecho, el alma,
y el corazón: los brazos te doy, o Cruz santa, y
en ti quiero me claven los pies, y manos, para tenerte gloriosa
señal, a tí mas estrechamente unida, mas fuertemente
abrazada, y que mis manos, y pies, y mi alma nunca se aparten
de ti.
Dicho esto se levantó Philotéa, y adorando
el santo Leño, antes de darle los brazos, y las espaldas
con aquel ósculo santo, le ofreció el alma,
y el corazón Finalmente, puestos los pies en la tabla,
subió con singular fortaleza. Dio sus brazos á
los brazos de la Cruz, y pendiente en ella; y apenas estuvo
así, cuando de las manos, y los pies del Amor Divino
salieron cuatro rayos, sí ya no eran cuatro luceros
clarísimos, que penetraron los pies, y manos de Philotéa.
Dióle con ellos vivísimos sentimientos de
su Pasión dolorosa, y de las penas que atormentaron
aquellas manos, y pies benditísimos, y aquel Cuerpo
sacrosanto pero estas penas, con ser tan terribles, y sensibles,
las mezcló con tan grande suavidad, y dulzura de
amor al padecer, que mas peligro tenia la vida de Philotéa
de morir a las manos del amor, que del dolor, Al penetrarle
los rayos, se estremeció aquel cuerpo venturoso,
y el alma entre infinitos dolores, y consuelos, sin poderse
contener en lo interior, se explicaba por los labios, respirando
de tan sensible dolor, y como el cisne al morir, comenzó
á cantar Philotéa, mezcladas con tiernas quejas,
dulces, y suaves alabanzas al Señor.
O eterno amor de las almas, decía, ya que habéis
clavado con vuestra. Cruz mis pies y manos, clavad también
con ellos mi corazón. No puede ser mayor el dolor
que mi alma siente, no puede ser tan poco más vehemente
mi amor. Crezca el amor, para que muera á sus manos,
ó acábeme este amoroso dolor. No sé
qué es, Jesús mío, lo que me atormenta
mas, no sé lo que mas me alegra, el amor a y gozo
de padecer, el consuelo, y la gloria en el gozar. Todavía,
Jesús mío pesa más el amor, que no
el dolor, pues os suplico, que acabe con esta vida, que
os adora, el dolor por el amor. O amor doloroso, que así
matas O dolor dulcísimo que así; alegras!
Venga, Señor, más amor. Venga, Señor,
más dolor, hasta que el dolor me mate por el amor,
ó el amor me acabe con el dolor.
Rinde su alma Philotea a su Maestro Soberano, en la Cruz, con las siete palabras que dijo en ella por ella.
Con sumo gozo, y universal alegría , y aplauso,
oían entrambas Cortes los amorosos deliquios de la
amante Philotéa , cuando la memoria de la muerte
de su amado, su cruz, sus penas, su amor, le ofrecieron
especies devotas, y espirituales de aquellas siete palabras
tiernísimas, é inefables que dijo poco antes
de morir, con que al Cielo le causaron tanta gloria, y tanto
bien á la tierra: y así , prosiguiendo Philotéa
sus quejas, y sentimientos dolorosos, y amorosos, le decía:
dulce Jesús de mi vida, ya la fuerza de el dolor,
y de el amor va acabando con mi vida: reciba Señor,
a mi alma vuestra alma, y á mi vida vuestra vida.
Vos dijisteis, Gloria eterna, á vuestro Padre, al
padecer en la Cruz, rogando por los mismos que a vos causaban
la muerte: Perdonarlos, que no saben lo que se no saben
lo que se hacen. Yo os suplico Jesús mío,
que pues perdonasteis á quien os quito la vida, perdonéis
Misericordia infinita, quien la ofrece tan tiernamente por
vos. Perdonad, Señor, los delitos, culpas, errores,
devaneos, y locuras de mi vida, por las penas que á
vos causaron la muerte. Yo, Señor ofrezco mi vida,
y muerte al dolor de haber vivido una vida tan pérdida,
sea la remisión de las culpas de mi vida vuestra
dolorosa muerte, que es la vida de mi vida. Vos dijisteis
al buen Ladrón: Que aquel día se leería
en el Paraíso con vos, Jesús mío, vos
sois mi gloria, mi vida, y mi Paraíso. Si culpas
le perdonasteis, culpas tengo, perdonadme, mí Jesús:
si os confeso, yo os confieso; y adoro, si os adoró.
Vos, dulce Jesús de mi vida, dijisteis á vuestra
Madre gloriosa. Que allí estaba su hijo Juan, como
quien encomendaba en el a la iglesia Santa; y a él
le dijisteis: Que estaba allí su Madre, como quien
encomendó á la Iglesia su amparo, y su devoción.
Recíbame, Jesús mío, vuestra Madre
muera yo adorando á la que toda la vida deseé
vivir amando.
Vos dijisteis, Bien de mi alma, y preguntasteis con la fuerza
del amor, y del dolor: Que por qué os desamparó
vuestro Santísimo Padre? manifestando vuestro sumo
desamparo al padecer, para darnos a nosotros lo que os quitabais
a vos, y vestirnos de aquello que os desnudabais, dándonos
en gracia, y gloria, cuanto recibíais en dolores,
y tormentos. Ay, Señor, no me falte en esta hora
aquello que padecisteis por mí, sea mi amparo lo
que en vos fue desamparo.
Vos dijisteis, Señor mío: Que teníais
sed, y bien cierto es, que os atormentó la sed en
el cuerpo, y en el alma. En este exhausto de sangre, y en
aquella por la sed de padecer más, y más por
mí remedio. También tengo sed, Señor,
de lágrimas, por haberos ofendido, sed de haberos
agradado, sed de amaros, sed de adoraros, sed de penas,
y dolores al morir de amor por vos.
Vos dijisteis, ó gloria, y amor de las criaturas:
que se había consumado vuestra Santa, y dolorosa
Pasión, y los Misterios inefables que vinisteis á
cumplir. Acabe, Señor, mi vida, ofreciendo ya mi
vida a vuestra Santa Pasión. Muera yo, seáis
adorado vos. Sea mi vida cautiva triunfada de vuestra vida.
Sea mi muerte trofeo rendido de vuestra muerte.
Vos, Jesús mío, gloria, amor, y alma de las
criaturas, encomendasteis la vuestra a vuestro Divino Padre:
yo, Jesús mío de mi alma, encomiendo la mía
en las vuestras, y en las de vuestra Madre Beatísima
María, vuestra Madre, y nuestra Madre.
Jesús mío, ya ha llegado el punto dichoso
de dar el alma por vos. Jesús mío, recibid
mi alma, y espíritu. Jesús mío, no
haya cosa alguna en mí, que no vaya de mí
á vos. Jesús mío, seáis mi esfuerzo,
mi amparo, mí consuelo, mi gloria, mi alegría,
mi bien, y mi compañía. Mí Jesús,
de amor muero en Cruz por vos, Mi Jesús en vuestras
manos hago entrega de mi alma. Mi Jesús, recibid
mi alma. Mi Jesús, seáis siempre mi Jesús.
Apenas acabo de pronunciar esta ultima palabra de Jesus
y cuando de la llaga del costado del Amor Divino fue derecho
un rayo de amor, y luz al de Philotéa, y abriéndolo
por medio, le penetró el corazón, y por la
herida salió su alma victoriosa causando en aquel
dilatado, y gran Teatro una clarísima luz. Con esto
se oyeron, y resonaron en el innumerables aplausos, y aclamaciones
de todos los circunstantes, dando alabanzas al Autor de
tantos bienes. Despidieron las Cruces que traían
en las manos de sí luces admirables, que alegraban,
y consolaban las almas, celebrando ellas mismas su mismo,
triunfo, y victoria. Oíanse músicas suaves,
que con voces regaladas daban Dios gloria en el Cielo, y
alabanzas en la tierra. La corona que tenia el Amor Divino
en sus manos, se trasladó en un instante á
coronar las sienes de Philotéa, y la de espinas produjo
flores de suavísimo olor. Quedó su rosero
hermosísimo, despidiendo de sí, y de aquella
pobre túnica, que se volvió mucho más
resplandeciente que el Sol, una fragancia admirable.
A esto sucedió el dividirse entre estas dos grandes
Cortes las dos ilustres porciones de esta valerosa discípula
de la cruz; porque la soberana, y Triunfante recibió,
y llevó consigo su alma bienaventurada; la Militante,
rica con su santo cuerpo entregó este precioso tesoro
a una caja de hermosísimo cristal, guarnecida con
el oro de su ardiente caridad, y lo depositó en el
suntuoso, y maravilloso Templo de la Cruz, que corona la
eminencia de aquel misterioso Monte , en donde (ó
Almas enamoradas de Dios) esta aguardando la perfecta Philotéa
otra vida mas dichosa , que no conoce la muerte.
ADVERTENCIA.
SOBRE EL CREDITO QUE SE DE DAR A LA RELACIÓN DE LA
VIDA, Y MUERTE DE PHILOTEA.
La relación de este caso hay quien dice, que se halla
en los Anales de Tarsis, de donde por grandísimos
rodeos vino a Flandes, de allí a España. No
faltan graves autores que lo niegan, afirmando, no sin grande
fundamente, que esto no fue sucedido, sino solo imaginado;
pero en ello, almas devotas, no hay que fatigar con exceso
los discursos, ni revolver Librerías, sino lograr
el fruto de la doctrina, y cobrar muy tierno amor a las
penas, y dulce anhelo a la Cruz, y padecer constante, y
humildemente por quien dio en ella la vida a nuestro bien,
redención, y salvación, pues cuanto a la verdad,
y puntualidad del caso, y sus circunstancias, si no pasa
por suceso, podrá pasar utilísimo sueño,
o por devota, y dulce meditación.