Yo vivía tranquila en mi casita de Nazareth, sin grandes problemas.
Por mi imaginación nunca pasó la idea de que era necesario
mi SÍ en la historia de la salvación. Es verdad que tenía
claro que ese momento histórico abundaban muchos "NO"
a la Alianza con Dios, en el pueblo de Israel... Y era imprescindible
un SÍ urgente, radical, generoso, pronunciado desde una actitud
de responsabilidad y disponibilidad, con completa libertad, y sobre todo
lleno de amor.
Trataré d explicarte algunos SÍ de mi vida y las consecuencias
que me produjeron.
Mi primer SÍ lo sabes de memoria, fue en esa madrugada de mi juventud..
tenía yo 16 años y tantas ilusiones!
En un rincón de mi recámara se me iluminó la tierra
y fui arrebatada en una experiencia que no puedo describir... Como un
fuerte temblor todo mi ser se estremeció! ¡Cómo me
vería el Ángel, que hasta tuvo que decirme "No temas,
María"!
Escuché lo que me decía con trepidación; ¿Qué
tenía yo de especial para recibir esa visita de Dios? ¿Y
qué significaba todo eso? En verdad no entendía casi nada
de lo que me dijo! Entendí, eso sí, que lo que estaba pasando
era muy importante, que estaba Dios pidiéndome algo que hubiera
cambiado toda mi vida, mis planes con el bueno de José, mi novio,
mis proyectos de hacerme una familia... y me quedaba yo flotando como
en el aire. Por unos momentos, que me parecieron eternos, no supe que
hacer, que decir.
Pero en mis oídos resonó con mucha fuerza "lo que en
ti se va a engendrar es por obra del Espíritu Santo". Comprendí
con claridad, como la luz del mediodía, que todo era posible, que
cualquier cosa que pasaría en mí, siendo obra del Espíritu
de Dios, El lo iba a hacer todo, no había que temer para nada;
yo debía solo decir "SÍ", a mi me tocaba solo
abrir mi corazón aceptar esa fuerza del Espíritu, con todas
sus consecuencias.
Qué feliz me sentí después que pronuncié el
"Hágase en mí lo que Dios quiere"! Te confieso
que yo misma me admiré y me estremecí al escuchar mi respuesta.
Pero verás lo que sucedió. Desde el momento que pronuncié
ese primer SÍ se me complicó la vida, los problemas se sucedieron
y, ¿Sabes por qué? pues, porque me convertí en el
LUGAR DE ENCUENTRO de Dios y el hombre; y aceptar ser lugar de encuentro
es aceptar ser lugar de conflictos!
Puedes imaginarte
mi angustia y mi gran dolor al sentirme juzgada, rechazada por el bueno
de mi José.
Ahí empezó mi calvario, mi cruz oculta. No le dije nada
a José, porque ¿cómo explicarle lo que había
pasado?
Decidí que si Dios me había puesto en ese "lío",
El habría encontrado la manera para hacerme salir! Y mi silencio
fue premiado: José se me acercó un día, con la cabeza
baja, como él sabía ponerse cuando tenía que decir
algo grande, y me dice: "María, esta noche Dios me ha hecho
entender que en tu vientre hay un misterio más grande de nosotros.
Si
quieres, estoy listo a ser tu esposo, y custodiar juntos ese milagro que
te llevas."
...¿Que si yo quería?...¡Imagínate! No esperaba
otra cosa! Dios me había mandado al hombre que yo amaba para ayudarme
a llevar juntos esa gran Misión!
Claro que ahora tuvimos que decidir juntos que nuestra relación
ya no podía ser como la habíamos planeado...
El misterio que yo llevaba en mí exigía mi virginidad y
mi pureza íntegra! Y el bueno de José dijo también
su SÍ !
Desde ese momento nuestra vida fue un continuo SÍ a la voluntad
de Dios, y no podía ser de otra manera, pues decidimos dejar de
existir nosotros, para hacer que mi Hijo existiera en mí. (No te
extrañes que use el plural: yo y José hicimos una buenísima
pareja, y las decisiones las tomamos siempre juntos, hasta que él
me acompañó en esta vida!)
Y los SÍ se sucedían uno tras otro. Yo misma me asombraba
de la fuerza y alegría que sentía cada vez que tenía
que decir SÍ ... Recuerdo la noche en que José con timidez
y gran dolor me susurró: "¿sabes? Tenemos que salir
rápidamente, que Herodes quiere matar al niño". Sin
necesidad de razonar el por qué, me puse a recoger los pañales
del niño y nos pusimos en camino, nos dimos a la huída,
como si fuéramos ladrones. Tengo grabada la mirada de Jesús
interrogándome, pues El tampoco entendía nada... ¡Era
tan tiernito!... Aquí fue cuando entendí que decir SÍ
era abandonarte en los brazos del Padre, y caminar en plena confianza,
aunque sin entender nada.
Lo que yo hacía era conservar celosamente todas esas cosas en mi
corazón.
Recuerdo otro día en que íbamos felices, José, yo
y el niño, para presentarlo al Templo, como la ley mandaba. ¡Qué
lindo iba Jesús! Le puse la ropita mejor que tenía. Al entrar
en el Templo nos salió al encuentro un anciano con una larga barba
blanca, con cara de bueno, y parecía muy listo. Sin pedirme permiso,
tomó a mi niño en sus brazos y pronunció un rosario
de palabras bellas, con la cara iluminada, que me hicieron sentir una
Reina Madre! Yo a medida que lo oía, no salía de mi asombro.
Él sabía más cosas que yo acerca de mi Hijo! Dijo
que era la salvación y la gloria de todo el pueblo.
Pero fue horrible lo que me dijo al entregarme a Jesús...que una
espada me iba a atravesar el alma.
Te digo con sinceridad que no faltó ni la punta de un alfiler para
que yo dijera.."NO!"..Ya lo iba a decir, cuando se me ocurrió
mirar a Jesús y me encontré con su mirada (qué mirada,
Dios mío!). Con sus ojitos Él repetía: SÍ...SÍ!
Sin darme cuenta mi voz se unió a la suya y con una maravillosa
sinfonía, los dos cantábamos SÍ...SÍ...SÍ!
Hágase Su
voluntad! Si por eso hay que pasar, para algo importante a de ser!
Y cada SÍ iba dejando en mí una profunda enseñanza
y una fuerza inmensa, para seguir pronunciando otro SÍ!
Más tarde fue el mismo Jesús el que arrancó de mí
otro doloroso SÍ. ¡Cuánto duele en algunos momentos
tener que decir SÍ! Fue cuando lo perdimos de aquella manera tan
tonta y tan incomprensible en una romería a Jerusalén, y
lo encontramos ante los doctores en el templo. La alegría del hallazgo
se nubló rápidamente ante la respuesta tan desconcertante
y tan impropia de un niño de 12 años. "¿Por
qué me estaban buscando? ¿No sabían que yo debo estar
en las cosas de mi padre?"... De momento no entendí nada,
su lenguaje era chino para mí y para José. Lo que hice fue
continuar a conservar todos estos detalles en mi corazón. Más
tarde entendí que aceptar la voluntad del Padre no era fácil,
porque en muchas ocasiones Dios piensa diversamente que una...y su voluntad
no iba a coincidir con la mía! A partir de ese SÍ en el
templo, durante una larga temporada, mi vida transcurrió como un
lago sereno, todo era normal. Jesús iba creciendo y ayudando en
la carpintería a su padre. Todos los días, a la puesta del
sol, nos reuníamos los tres para rezar los salmos, cantar... ¡Qué
bien que cantaba Jesús! Era una gozada oírle... Éramos
tan felices comunicándonos las vivencias y experiencias de cada
día!
Una tarde fue distinta de las demás. Jesús hizo una oración
espontánea al Padre, pronunció montones de palabras, que
nos agarraron de sorpresa a José y a mí. "La mies es
mucha, los obreros son pocos... Tengo otras ovejas que nos son de este
redil... El Espíritu de Dios está sobre mí...El me
ha ungido para anunciar a los pobres el Reino de
Dios..." Esta oración me hizo pensar que algo nuevo iba a
suceder, y sentí en mí la fuerza del Espíritu que
me preparaba para pronunciar otro Sí más doloroso de mi
vida.
Al poco tiempo, unos meses, Mi bueno de José se apagó, como
una velita que había dado mucha luz; se fue al Padre Dios con mucha
paz, rodeado del cariño mío y de Jesús...
Fue entonces cuando Jesús empezó a hacerme entender que
había llegado el tiempo de separarnos. Jesús tomó
mis manos entre las suyas, me miró y en su mirada me lo dijo todo.
Había llegado la hora...Por mi ser cruzó aquella frase del
viejo Simeón: "Una espada te atravesará el alma"...
y la de Jesús en el templo: "Tengo que ocuparme de las cosas
de Mi Padre" y lo entendí todo.
Los ojos de Jesús y los míos se llenaron de lágrimas
y se fundieron en un fuerte abrazo, en el que intenté transmitirle
mis sentimientos. Se fundieron en una sola voz su voluntad y la mía:
"Hágase en mí Tu voluntad!".
Desde el día en que Jesús se encarnó en mí,
yo tenía bien claro una cosa, que Jesús me lo daba el Padre
no para mí sola, sino para que yo se lo diera a los demás.
Esto me consoló mucho al momento de separarnos. En medio del dolor,
¡qué alegría saber que había llegado el momento!
...Los encarcelados, los ciegos, los pobres, los cojos, los enfermos,
los muertos, todos le necesitaban, y El estaba dispuesto para cumplir
SU MISIÓN: SERVIR...anunciar la Buena noticia con todas sus consecuencias.
Me sentía contenta de tener un Hijo así, y di gracias al
Padre porque me tomaba como colaboradora de su Reino.
El final más duro de todos mis SÍ... fue al pie de la cruz:
aquí fue donde sentí el deseo de reclamarle al Padre: ¿Por
qué? ¿Por qué de esa manera? No me fue fácil
entregar una vez más todo, incluso a mi Hijo, en los brazos de
Su Padre Dios. Pero lo hice, abandonándome al misterio de la vida
de Jesús... Y una abundante paz me inundó cuando alcancé
comprender que así era bueno... que estaba yo en lo más
alto de la montaña de mi vida, entregando al fruto de mis entrañas
al mundo...
Y quiero comunicarte algo que deseaba decirte. Cuando Jesús me
dijo
:"Mujer, ahí tienes a tu hijo", refiriéndose a
Juan, yo le miré, y...¿Sabes que pasó? Que fue a
ti a quien vi. ¿Entiendes lo que eso significa? Pues que en ese
momento a ti y a mí Jesús nos estaba dando una misión,
la suya... la de seguir anunciando a los hombres lo que Él anunció:
que Dios es nuestro Padre, que creamos y aceptemos Su amor, y que tanto
nos ama que le envió a Él al mundo para dar la vida a nosotros.
Quisiera que hoy sintieras la mirada de Jesús y entendieras lo
que te pide.
Es un momento importante para ti... Decídete.
El espera tu SÍ...no tengas miedo, haz silencio en tu corazón
y siente la fuerza del Espíritu que te comunica para aceptar y
responder.
Tu misión,
como la de Él, y la mía es : HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE.
Y la voluntad del Padre es : "QUE TENGAN VIDA Y LA TENGAN EN ABUNDANCIA"!...
Y para que esto se realice es necesario tu SÍ! |