Carta de María

Queridísimo/a hijo/a:

Aunque cada día te estoy escribiendo dentro de tu corazón, me gusta imaginar de escribirte una carta solo para ti...
Sé que mi Hijo Jesús ha entrado en tu vida como un día entró en la mía. Y, como es natural, esto ha provocado en ti una gran revolución...¿o no?
Andas inquieto porque bullen en tu mente montones de ideas frente a la vida... No sabes a qué decir Sí y a qué decir NO...
Miles de voces, de llamadas diferentes te proponen miles de proyectos: de un lado las voces deslumbrantes de la sociedad del bienestar y del consumo, y de otro la voz de Dios que resuena desde el fondo de tu corazón... ¿SÍ o NO?... Por si te sirve de algo, te contaré mi experiencia, las exigencias y las consecuencias de mi SÍ, porque estoy segura que tú, como yo, tienes unas ganas rabiosas de decir SÍ a lo que Dios quiere..., pero claro sientes cierto miedo, es natural, ¿sabes?...suele pasarnos que contamos solo con nuestras fuerzas y por eso temblamos antes los fuertes llamados.


Yo vivía tranquila en mi casita de Nazareth, sin grandes problemas. Por mi imaginación nunca pasó la idea de que era necesario mi SÍ en la historia de la salvación. Es verdad que tenía claro que ese momento histórico abundaban muchos "NO" a la Alianza con Dios, en el pueblo de Israel... Y era imprescindible un SÍ urgente, radical, generoso, pronunciado desde una actitud de responsabilidad y disponibilidad, con completa libertad, y sobre todo lleno de amor.
Trataré d explicarte algunos SÍ de mi vida y las consecuencias que me produjeron.
Mi primer SÍ lo sabes de memoria, fue en esa madrugada de mi juventud.. tenía yo 16 años y tantas ilusiones!
En un rincón de mi recámara se me iluminó la tierra y fui arrebatada en una experiencia que no puedo describir... Como un fuerte temblor todo mi ser se estremeció! ¡Cómo me vería el Ángel, que hasta tuvo que decirme "No temas, María"!
Escuché lo que me decía con trepidación; ¿Qué tenía yo de especial para recibir esa visita de Dios? ¿Y qué significaba todo eso? En verdad no entendía casi nada de lo que me dijo! Entendí, eso sí, que lo que estaba pasando era muy importante, que estaba Dios pidiéndome algo que hubiera cambiado toda mi vida, mis planes con el bueno de José, mi novio, mis proyectos de hacerme una familia... y me quedaba yo flotando como en el aire. Por unos momentos, que me parecieron eternos, no supe que hacer, que decir.
Pero en mis oídos resonó con mucha fuerza "lo que en ti se va a engendrar es por obra del Espíritu Santo". Comprendí con claridad, como la luz del mediodía, que todo era posible, que cualquier cosa que pasaría en mí, siendo obra del Espíritu de Dios, El lo iba a hacer todo, no había que temer para nada; yo debía solo decir "SÍ", a mi me tocaba solo abrir mi corazón aceptar esa fuerza del Espíritu, con todas sus consecuencias.
Qué feliz me sentí después que pronuncié el "Hágase en mí lo que Dios quiere"! Te confieso que yo misma me admiré y me estremecí al escuchar mi respuesta.
Pero verás lo que sucedió. Desde el momento que pronuncié ese primer SÍ se me complicó la vida, los problemas se sucedieron y, ¿Sabes por qué? pues, porque me convertí en el LUGAR DE ENCUENTRO de Dios y el hombre; y aceptar ser lugar de encuentro es aceptar ser lugar de conflictos!

Puedes imaginarte mi angustia y mi gran dolor al sentirme juzgada, rechazada por el bueno de mi José.
Ahí empezó mi calvario, mi cruz oculta. No le dije nada a José, porque ¿cómo explicarle lo que había pasado?
Decidí que si Dios me había puesto en ese "lío", El habría encontrado la manera para hacerme salir! Y mi silencio fue premiado: José se me acercó un día, con la cabeza baja, como él sabía ponerse cuando tenía que decir algo grande, y me dice: "María, esta noche Dios me ha hecho entender que en tu vientre hay un misterio más grande de nosotros. Si
quieres, estoy listo a ser tu esposo, y custodiar juntos ese milagro que te llevas."
...¿Que si yo quería?...¡Imagínate! No esperaba otra cosa! Dios me había mandado al hombre que yo amaba para ayudarme a llevar juntos esa gran Misión!
Claro que ahora tuvimos que decidir juntos que nuestra relación ya no podía ser como la habíamos planeado...
El misterio que yo llevaba en mí exigía mi virginidad y mi pureza íntegra! Y el bueno de José dijo también su SÍ !
Desde ese momento nuestra vida fue un continuo SÍ a la voluntad de Dios, y no podía ser de otra manera, pues decidimos dejar de existir nosotros, para hacer que mi Hijo existiera en mí. (No te extrañes que use el plural: yo y José hicimos una buenísima pareja, y las decisiones las tomamos siempre juntos, hasta que él me acompañó en esta vida!)
Y los SÍ se sucedían uno tras otro. Yo misma me asombraba de la fuerza y alegría que sentía cada vez que tenía que decir SÍ ... Recuerdo la noche en que José con timidez y gran dolor me susurró: "¿sabes? Tenemos que salir rápidamente, que Herodes quiere matar al niño". Sin necesidad de razonar el por qué, me puse a recoger los pañales del niño y nos pusimos en camino, nos dimos a la huída, como si fuéramos ladrones. Tengo grabada la mirada de Jesús interrogándome, pues El tampoco entendía nada... ¡Era tan tiernito!... Aquí fue cuando entendí que decir SÍ era abandonarte en los brazos del Padre, y caminar en plena confianza, aunque sin entender nada.
Lo que yo hacía era conservar celosamente todas esas cosas en mi corazón.
Recuerdo otro día en que íbamos felices, José, yo y el niño, para presentarlo al Templo, como la ley mandaba. ¡Qué lindo iba Jesús! Le puse la ropita mejor que tenía. Al entrar en el Templo nos salió al encuentro un anciano con una larga barba blanca, con cara de bueno, y parecía muy listo. Sin pedirme permiso, tomó a mi niño en sus brazos y pronunció un rosario de palabras bellas, con la cara iluminada, que me hicieron sentir una Reina Madre! Yo a medida que lo oía, no salía de mi asombro. Él sabía más cosas que yo acerca de mi Hijo! Dijo que era la salvación y la gloria de todo el pueblo.
Pero fue horrible lo que me dijo al entregarme a Jesús...que una espada me iba a atravesar el alma.
Te digo con sinceridad que no faltó ni la punta de un alfiler para que yo dijera.."NO!"..Ya lo iba a decir, cuando se me ocurrió mirar a Jesús y me encontré con su mirada (qué mirada, Dios mío!). Con sus ojitos Él repetía: SÍ...SÍ! Sin darme cuenta mi voz se unió a la suya y con una maravillosa sinfonía, los dos cantábamos SÍ...SÍ...SÍ! Hágase Su
voluntad! Si por eso hay que pasar, para algo importante a de ser!
Y cada SÍ iba dejando en mí una profunda enseñanza y una fuerza inmensa, para seguir pronunciando otro SÍ!
Más tarde fue el mismo Jesús el que arrancó de mí otro doloroso SÍ. ¡Cuánto duele en algunos momentos tener que decir SÍ! Fue cuando lo perdimos de aquella manera tan tonta y tan incomprensible en una romería a Jerusalén, y lo encontramos ante los doctores en el templo. La alegría del hallazgo se nubló rápidamente ante la respuesta tan desconcertante y tan impropia de un niño de 12 años. "¿Por qué me estaban buscando? ¿No sabían que yo debo estar en las cosas de mi padre?"... De momento no entendí nada, su lenguaje era chino para mí y para José. Lo que hice fue continuar a conservar todos estos detalles en mi corazón. Más tarde entendí que aceptar la voluntad del Padre no era fácil, porque en muchas ocasiones Dios piensa diversamente que una...y su voluntad no iba a coincidir con la mía! A partir de ese SÍ en el templo, durante una larga temporada, mi vida transcurrió como un lago sereno, todo era normal. Jesús iba creciendo y ayudando en la carpintería a su padre. Todos los días, a la puesta del sol, nos reuníamos los tres para rezar los salmos, cantar... ¡Qué bien que cantaba Jesús! Era una gozada oírle... Éramos tan felices comunicándonos las vivencias y experiencias de cada día!
Una tarde fue distinta de las demás. Jesús hizo una oración espontánea al Padre, pronunció montones de palabras, que nos agarraron de sorpresa a José y a mí. "La mies es mucha, los obreros son pocos... Tengo otras ovejas que nos son de este redil... El Espíritu de Dios está sobre mí...El me ha ungido para anunciar a los pobres el Reino de
Dios..." Esta oración me hizo pensar que algo nuevo iba a suceder, y sentí en mí la fuerza del Espíritu que me preparaba para pronunciar otro Sí más doloroso de mi vida.
Al poco tiempo, unos meses, Mi bueno de José se apagó, como una velita que había dado mucha luz; se fue al Padre Dios con mucha paz, rodeado del cariño mío y de Jesús...
Fue entonces cuando Jesús empezó a hacerme entender que había llegado el tiempo de separarnos. Jesús tomó mis manos entre las suyas, me miró y en su mirada me lo dijo todo. Había llegado la hora...Por mi ser cruzó aquella frase del viejo Simeón: "Una espada te atravesará el alma"... y la de Jesús en el templo: "Tengo que ocuparme de las cosas de Mi Padre" y lo entendí todo.
Los ojos de Jesús y los míos se llenaron de lágrimas y se fundieron en un fuerte abrazo, en el que intenté transmitirle mis sentimientos. Se fundieron en una sola voz su voluntad y la mía: "Hágase en mí Tu voluntad!".
Desde el día en que Jesús se encarnó en mí, yo tenía bien claro una cosa, que Jesús me lo daba el Padre no para mí sola, sino para que yo se lo diera a los demás. Esto me consoló mucho al momento de separarnos. En medio del dolor, ¡qué alegría saber que había llegado el momento! ...Los encarcelados, los ciegos, los pobres, los cojos, los enfermos, los muertos, todos le necesitaban, y El estaba dispuesto para cumplir SU MISIÓN: SERVIR...anunciar la Buena noticia con todas sus consecuencias. Me sentía contenta de tener un Hijo así, y di gracias al Padre porque me tomaba como colaboradora de su Reino.
El final más duro de todos mis SÍ... fue al pie de la cruz: aquí fue donde sentí el deseo de reclamarle al Padre: ¿Por qué? ¿Por qué de esa manera? No me fue fácil entregar una vez más todo, incluso a mi Hijo, en los brazos de Su Padre Dios. Pero lo hice, abandonándome al misterio de la vida de Jesús... Y una abundante paz me inundó cuando alcancé comprender que así era bueno... que estaba yo en lo más alto de la montaña de mi vida, entregando al fruto de mis entrañas al mundo...
Y quiero comunicarte algo que deseaba decirte. Cuando Jesús me dijo
:"Mujer, ahí tienes a tu hijo", refiriéndose a Juan, yo le miré, y...¿Sabes que pasó? Que fue a ti a quien vi. ¿Entiendes lo que eso significa? Pues que en ese momento a ti y a mí Jesús nos estaba dando una misión, la suya... la de seguir anunciando a los hombres lo que Él anunció: que Dios es nuestro Padre, que creamos y aceptemos Su amor, y que tanto nos ama que le envió a Él al mundo para dar la vida a nosotros.
Quisiera que hoy sintieras la mirada de Jesús y entendieras lo que te pide.
Es un momento importante para ti... Decídete.
El espera tu SÍ...no tengas miedo, haz silencio en tu corazón y siente la fuerza del Espíritu que te comunica para aceptar y responder.

Tu misión, como la de Él, y la mía es : HACER LA VOLUNTAD DEL PADRE.
Y la voluntad del Padre es : "QUE TENGAN VIDA Y LA TENGAN EN ABUNDANCIA"!...
Y para que esto se realice es necesario tu SÍ!