FOLLETO
EVC No. 618
LA
TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
R.P.
PEDRO HERRASTI, S.M.
Introducción
¿Quién
de nosotros no se ha conmovido al contemplar en nuestras ciudades los cinturones
de miseria en los que viven multitudes en condiciones infrahumanas?, ¿quién
no ha sentido pena al ver deambular por las calles a indígenas desarraigados
tratando de sobrevivir vendiendo lo que sea y llevando tras de sí, invariablemente,
dos o tres chiquillos famélicos...?
En
nuestra patria, tan rica en posibilidades viven millones en extrema pobreza,
en caseríos diseminados a lo largo y ancho de nuestro territorio sin la menor
esperanza de un futuro mejor. Cuántos deben abandonar sus lugares de origen
para tratar de ir "al otro lado" en ese vergonzoso espectáculo de
los indocumentados expuestos a toda clase de peligros por parte de los "polleros"
y otros explotadores, porque en México no tienen oportunidades de progresar.
¿Por qué
tienen que organizar "marchas" extenuantes y plantarse sea en el
zócalo de la capital o ante Los Pinos para ser escuchados?, ¿Por
qué existe el triste espectáculo del ambulantaje que invade incontrolablemente
las ciudades dañando al comercio establecido, favoreciendo la piratería, la
venta de artículos robados en los asaltos a mano armada a los trailers, comerciantes
ambulantes, ellos mismos explotados por corruptos líderes y hasta por las
autoridades coludidas con un sistema podrido hasta sus raíces...?
Es entonces
que cualquier corazón bien puesto se rebela en contra de la injusticia integral,
de la corrupción total, de la explotación del hombre por el hombre, de sistemas
políticos y económicos factores de insultantes y terribles desigualdades.
¿Cómo remediar tanta injusticia?, ¿cómo proporcionar a los pobres las oportunidades
de sobrevivencia honesta?, ¿cómo corregir el rumbo social desviado desde hace
decenios o siglos?
Surge
la tentación de radicalizarse con las "izquierdas" y adoptar aquella
ideología que promete un cambio de estructuras sociales de una vez para siempre:
el marxismo. Obispos, teólogos, sacerdotes y laicos
católicos, han tratado de lograr el anhelado cambio en la llamada TEOLOGÍA
DE LA LIBERACIÓN, que analizaremos en el presente estudio.
Origen
de la Teología de la liberación.
Siendo
la TEOLOGIA la ciencia que estudia "las cosas de Dios" y
la palabra LIBERACIÓN significando lo más preciado para el hombre:
la libertad, parecería que las dos palabras juntas significarían algo
bello, sumamente bueno y deseable, pero veremos cómo la realidad de esta expresión
es muy diferente.
La Teología
de la Liberación tuvo su origen en Europa. Desde 1917 Walter Rauschembusch,
teólogo alemán con fuerte influencia marxista, lanzó las ideas iniciales en
su libro "Una Teología para el Evangelio Social". Después otros
teólogos principalmente protestantes, alemanes y holandeses, desarrollaron
la "Teología de la Esperanza".
Al final
de la II Guerra Mundial, la iglesia Católica Holandesa era tan conservadora
como cualquiera otra de Europa, pero empezó a hacer experimentos con la "democracia
eclesiástica" llegando al concilio Vaticano II con proposiciones reformistas
muchas de las cuales fueron inaceptables y rechazadas.
Después
del concilio apareció el controvertido "Catecismo Holandés" que
ponía como discutibles asuntos el celibato sacerdotal o la infalibilidad del
Papa, entre otras cosas. La ola del liberalismo en la década de los sesentas
trajo como consecuencia una dolorosa deserción de sacerdotes y religiosos
y una dramática reducción de vocaciones de la que apenas parece se están reponiendo
algunas Diócesis fuera de Europa.
En el
mes de mayo de 1985 S.S. Juan Pablo II visitó por 5 días a Holanda y pocos
viajes de su Santidad han provocado tantos problemas, poniendo de manifiesto
no solo la intolerancia protestante sino las dificultades internas de una
Iglesia Católica profundamente dividida en dos bandos: conservadores y
progresistas.
En
América Latina
Pero
es realmente en América Latina en donde la teología de la liberación adquirió
verdadera fuerza, debido principalmente a misioneros holandeses y españoles
y de una manera muy especial al sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez y a sus
seguidores Clodovis y Leonardo Boff, sacerdotes brasileños. Las principales
obras de los hermanos Boff son "Eclesionesis, las comunidades de base
reinventan la Iglesia" y "Teología de lo Político". Leonardo
fue condenado al silencio en mayo de 1985 por el Vaticano, prohibiéndole toda
enseñanza sea oral o escrita.
Otro
sacerdote radicalizado fue Hugo Assman, que no solamente abandonó el sacerdocio
sino que se hizo protestante y en la república de San Salvador el sacerdote
jesuita español Jon Sobrino.
Hija legítima
de la teología de la liberación, es la llamada "Iglesia Popular"
muy activa en Nicaragua y condenada extensamente por la conferencia episcopal
de América Central en el libro titulado "Juan Pablo II en América Central;
balance de una visita".
Es indudable
que las conclusiones a las que llegaron las conferencias episcopales de Medellín,
Colombia, en 1968 y de Puebla, México, en 1979, fueron fuertemente influenciadas
por los teólogos de la liberación acerca de la "opción por los pobres
y jóvenes", dando así un fuerte impulso a sus seguidores.
Algunos
califican a Medellín como la "matriz" de este movimiento (Vicente
Mariano en su libro "Continuidad y Evolución del Magisterio en torno
al comunismo, socialismo y marxismo).
Algunos
esperaban que la conferencia de Puebla fuera más allá de Medellín, pero Juan
Pablo II, bien conocedor y víctima del marxismo, se encargó de poner las cosas
en su sitio cuando en su discurso en la Basílica de Guadalupe dijo con muy
fuerte voz a obispos y sacerdotes que abarrotaban el Santuario: "sois
sacerdotes y religiosos, no sois dirigentes sociales, líderes políticos o
funcionarios del poder temporal", arrancando una impresionante ovación
entusiasta de los asistentes.
La opción
de la Iglesia por los pobres fue matizada con la palabra "preferencial",
cosa que decepcionó a los teólogos de la liberación ya que la "opción
preferencial" ya no es exclusiva ni excluyente. A los radicales, por
definición, no les gustan los matices.
El
lenguaje ambiguo
Al
estudiar la teología de la liberación, hay que tener mucho cuidado con el
significado que se quiere dar a las palabras, ya que usando términos cristianos,
se expresan conceptos enteramente distintos y hasta contradictorios. Es toda
una estrategia que hay que discernir para no verse envuelto cándidamente en
ideologías equivocadas.
Ejemplo
de esto es precisamente la palabra "liberación" que usan como sinónimo
de "salvación" al mismo tiempo que distorsionan el concepto. La
salvación del hombre ya no es como la Iglesia nos ha enseñado, el triunfo
final del hombre al entrar al cielo, sino la liberación de la clase oprimida
al vencer a los opresores, o sea, los ricos.
Al hablar
de "Cristo Liberador" ya no están hablando de nada trascendente,
sino de Jesús como un caudillo temporal, algo así como un Simón Bolívar con
pelo largo. Consecuentemente la palabra tan importante "Redención",
pierde su significado espiritual para ser un hecho sociopolítico; un proceso
político al que la filosofía marxista proporciona las líneas esenciales. La
fe se transforma en "práxis" (práctica), acción "redentora"
en el proceso de la liberación.
Una
"re-lectura" de la Biblia
Aquel
dicho de que "Nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal
con que se mira", es una de las fallas de la teología de la liberación,
porque presionados emocionalmente por la pobreza y las injusticias y animados
por las teorías marxistas, se recurre a la Sagrada Escritura pero oyéndola
"desde los pobres".
Así
entresacan e interpretan todos los pasajes bíblicos relacionados con el binomio
"opresión-liberación" para darle a su ideología tintes cristianos.
Del Antiguo Testamento hacen mucho hincapié en la liberación del pueblo elegido
de la opresión faraónica en el libro del Exodo. Es cierto que Dios liberó
a Israel de una servidumbre política, pero no para un fin político, sino para
que libres y sin impedimento político alguno, se unieran más a Dios por una
alianza sellada en el Sinaí para servir a Yahvé y merecer la tierra prometida.
Cuando
más tarde, en castigo por sus pecados principalmente de idolatría fueron llevados
cautivos a Siria y Babilonia, Dios los liberó en tiempos de Ciro el Persa
con fines religiosos: reconstruir el templo y ser adorado en él.
La palabra
liberación aparece en muchos Salmos, pero ya se trate de enfermedades, de
males materiales, espirituales o de enemigos físicos, siempre el trasfondo
es espiritual.
Por
lo que se refiere a los profetas, es cierto que en muchos lugares de la Biblia,
los pobres claman justicia en contra de los ricos, los opresores y explotadores,
pero siempre en relación con Dios. La justicia humana es inseparable de la
justicia Divina. Dios, tanto en los Salmos como en los profetas, es quien
se muestra defensor y liberador de los pobres. "Ni de la izquierda,
ni de la derecha me vendrá la salvación, sino de lo alto".
Del Nuevo
Testamento traen como prueba para sus fines principalmente tres versículos
del Cántico de la Virgen María, el "Magnificat":
Tales
versículos son paralelos con otros lugares de los Salmos y de los Profetas
y expresan lo mismo que Jesucristo predicó varias veces en el Evangelio: que
humillaría a los soberbios y levantaría a los humildes, pero de ningún modo
se refiere a un enfrentamiento entre ricos y pobres.
Las Bienaventuranzas
no tienen ningún sabor político. No contraponen a pobres y ricos; por el contrario,
suponen un cambio, una renovación interior, una conversión del corazón. La
dicha es proclamada para los pobres con tal de que la pobreza brote del espíritu.
La liberación más profunda, más urgente, aquella del mal mayor que es el pecado,
no exige ningún cambio político.
El campo
del pecado no se limita a estrecheces económicas o a estructuras sociales.
Sus raíces están en el corazón del hombre que libremente debe cambiar no por
medios violentos sino por una transformación interior por medio de la gracia.
Con
esa "re-lectura" de la palabra de Dios, con un atrevimiento insólito,
se replantea una nueva religión: la "religión del pueblo",
profesada por otra nueva iglesia, la "Iglesia Popular". Aquí nada
más recordaremos dos puntos consecuencia de esa interpretación; otros más
radicales los mencionaremos cuando expliquemos y demostremos su conexión con
el marxismo.
1.
La Redención obrada por Jesucristo pierde su fin principal que es la salvación
de las almas y pasa a ser una salvación meramente terrenal: la liberación
de los pobres de las opresiones políticas y económicas.
2.
El Evangelio pierde su carácter espiritual y sobrenatural para convertirse
en algo puramente mundano. Con razón la Santa Sede en su documento "instrucción
sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación" concluye drásticamente
diciendo:
"La
teología de la liberación propone una interpretación nueva del contenido de
la fe y del verdadero cristianismo. Se aparta gravemente de la fe y de la
Iglesia; aún más, constituye la negación práctica de la misma".
Las
bases del marxismo
1.
En el materialismo histórico como un dogma, Carlos Marx decide que Dios no
existe, niega la inmortalidad del alma y en consecuencia todas las religiones
deben ser abolidas. La historia de la humanidad se desarrolla ciegamente por
causas económicas y estructuras opresivas.
2.
La propiedad privada de los medios de producción es un robo, por lo que se
impone el "comunismo" o sea la propiedad comunitaria de tierras
y fábricas.
3.
Lucha de Clases: la única manera de cambiar las estructuras injustas es la
lucha de clases: proletariado contra capitalistas.
El
rotundo fracaso del marxismo
Con
los eventos políticos de 1989 (derrumbe del muro de Berlín, desmembramiento
de la Unión Soviética), cambió igualmente el escenario teológico. Hasta entonces
el marxismo había sido considerado como una fórmula aparentemente válida para
la correcta configuración de la acción histórica. Presuntamente poseían el
método estrictamente científico que sustituía la fe con la ciencia y la praxis.
Todas las promesas de la religión podían llegar a ser una realidad con una
praxis política científica.
Pero la
aplicación de estos métodos no había conducido a la Unión Soviética y países
sino a una pérdida radical de libertad y al empobrecimiento dramático de aquellos
que se intentaba "redimir". Apareció ante el mundo el fracaso científico,
político, económico y social del marxismo.
Teología
de la liberación y marxismo
Evidentemente,
el ateísmo de Marx no es compatible con ninguna teología, pero habiendo aceptado
como un hecho científico el análisis histórico de Carlos Marx, los teólogos
de la liberación, adoptan la lucha de clases para obtener sus fines.
Para ellos
la doctrina social de la Iglesia es
tan solo "reformista y no revolucionaria" y por lo tanto la desprecian
por inadecuada e ineficaz. La única solución viable es la lucha de clases.
Ya dentro
del pensamiento marxista, la teología de la liberación se ve forzada a aceptar
posiciones y situaciones incompatibles con la visión cristiana del hombre,
porque el que admite una parte del sistema, tiene que admitir la base en que
este sistema se funda y el marxismo se apoya en los siguientes principios
o normas:
1.
Su doctrina es inseparable de la práctica, de la acción y de la historia,
que está unida a la práctica. La doctrina y la práctica son un instrumento
de combate revolucionario. Este combate es cabalmente la lucha del proletariado
contra los capitalistas. Sólo así cumplirán su misión histórica.
2.
Unicamente el que participa en esta lucha “toma partido por la liberación
del oprimido y cumple su misión histórica”. La lucha es una "necesidad
objetiva". Negarse a participar o permanecer neutral, es ser cómplice
de la opresión. En este punto su pensamiento es clarísimo: "Forjar una
sociedad justa, pasa necesariamente por la participación constante y activa
en la lucha de clases que se opera ante nuestros ojos" (Gustavo Gutiérrez,
"teología de la liberación" pág.355). "La neutralidad es imposible"
(pág.355). Clovis
Boff, por su parte en "Teología de lo político", pág.410, afirma:
"La teología es objetivamente parcial y clasista."
3.
Como la ley fundamental de la historia es la lucha de clases, es una ley universal
y aplicable a todos los campos: político, social, religioso, cultural, ético,
etc.
Consecuencias
Inadmisibles en la Sociedad y en la Iglesia
1.
La teología de la liberación pervierte, anula, el mensaje y la misión que
Dios ha confiado a la Iglesia: la salvación para la vida eterna de la humanidad.
2.
La Liturgia de la Misa se convierte en una celebración de un pueblo en lucha,
fomentando el odio y la desunión.
3.
Toma como base no el hecho de las diversas clases sociales, con sus desigualdades
e injusticias, sino la teoría de la lucha de clases como ley fundamental.
4.
Introduce en la Iglesia la lucha de clases: laicos contra sacerdotes; sacerdotes
contra superiores y obispos; confrontación y desobediencia contra el Papa.
5.
La historia de la salvación operada por Dios en la humanidad, se reduce a
la liberación de toda opresión, aún a costa de la supresión del opresor. De
ahí el apoyo a las guerrillas y al terrorismo.
6.
El Reino de Dios consistiría en la liberación humana que se realiza dentro
de la historia y produciría la redención del hombre por la lucha de clases;
Juan Pablo I nos advirtió que el Reino de Dios no puede ser confundido con
"el reino del hombre".
7.
Se llega a identificar a Dios con la historia.
8.
Las virtudes teologales toman otros significados: La fe sería "fidelidad
a la historia"; la esperanza vendría a ser "la confianza en el futuro"
y la caridad es la "opción por los pobres". De esta manera, se priva
a estas virtudes de su carácter teologal (su relación directa con Dios) y
se convierten en supuestas virtudes meramente humanas. Es la herejía del "horizontalismo".
9.
Si la caridad se identifica con una radical "opción por los pobres",
exige automáticamente la lucha de clases y por tanto ya no se puede amar a
todo hombre sin importar su clase social ni se puede uno acercar a un rico
por el camino del diálogo, de la persuasión en la paz. Los ricos son enemigos
de clase a los cuales hay que destruir. El precepto universal del amor, solo
existirá al fin en la "nueva humanidad", la que surgirá de la "revolución
triunfante".
10.
Consecuencia lógica de esta manera de pensar es la puesta en acción de la
lucha de clases por medio de guerrillas y terrorismo, azote de muchos países
latinoamericanos, que han costado tantas vidas inútilmente.
11.
A la Iglesia se le considera simplemente como una realidad histórica, resultado
de fuerzas socio-económicas, sin carácter sobrenatural.
12.
La verdadera iglesia, según ellos, es la "Iglesia de los Pobres",
en un sentido nota solo preferente sino excluyente. Es una Iglesia de clase,
en oposición con la institución que conocemos.
13.
La Eucaristía, por lo tanto, deja de tener sentido y de hecho la relegan a
un segundo plano y la pervierten ideologizándola. ¿Cómo pueden participar
en la Misa clases opuestas y enemigas? Ya no es la actualización del sacrificio
redentor de Cristo, presencia real y donación, sino la celebración de un pueblo
en lucha.
14.
La bella definición del concilio Vaticano II de la Iglesia como "pueblo
de Dios", se convierte en "Iglesia del pueblo" a secas, considerando
al pueblo, obviamente, como la clase oprimida a la cual hay que concientizar
e instruir para lanzarlos a la lucha libertadora.
15.
De acuerdo con esta concepción de "Iglesia del pueblo", se
critica y ataca a la verdadera Iglesia no para corregir posibles abusos,
sino atacando su misma estructura sacramentaly jerárquica, tal como la fundó
Nuestro Señor Jesucristo.
Tanto
la jerarquía como el magisterio son colocados con la clase opresora y dominante
a la que hay que combatir. Llegan a decir que es el pueblo la fuente de los
ministerios sagrados y que puede nombrar a sus ministros por elección popular,
según las necesidades de la misión revolucionaria. ¡Nada menos que un sindicato
más!
16.
Dan a la muerte de Jesucristo una interpretación exclusivamente política,
viéndola como el resultado de la lucha liberadora de Jesús contra la clase
opresora. Pierde así la redención, su valor salvífico sobrenatural.
17.
Los símbolos se interpretan de una manera diferente. Por ejemplo, mientras
San Pablo ve en el Exodo la figura del bautismo que libera del pecado, los
teólogos liberacionistas lo interpretan como un símbolo de la liberación política.
18.
Los Sacramentos son "celebraciones del pueblo que lucha por su liberación".
Se indoctrina al pueblo en este sentido por medio de homilías, cambios en
la liturgia, etc... para que tomen conciencia de clase y se les anima a
la lucha contra la "clase dominante". Curiosamente, así la Iglesia
viene a ser, según ellos, respecto a los pobres, lo que el partido comunista
pretendió ser para los proletarios.
19.
La escatología, el fin de los tiempos, es sustituida por el futuro de una
sociedad sin "clases" como meta de la liberación en la que se habrá
hecho verdad el amor cristiano, la fraternidad universal.
Síntesis
de los errores
Todo
este cúmulo de errores, puede sintetizarse de la siguiente manera:
a.
El error radical está en la interpretación de la Biblia "releyéndola
desde los pobres" para sacar de ahí una praxis inspirada en el materialismo
histórico debido a Marx, que niega la prioridad del ser sobre el hacer y por
tanto de la verdad y del bien de la acción humana. Este principio es totalmente
falso y no es demostrado ni demostrable.
b.
La lucha de clases no solo es un error porque es contraria a la caridad, sino
que está equivocada porque se le concibe como el motor ineludible y necesario
de la historia, negando la libertad de la persona y su capacidad para dirigir
dicha historia contando con la providencia Divina.
c.
Además de negar o distorsionar verdades fundamentales
como son Cristo, la Iglesia, los Sacramentos, etc. en la práctica conduce
a someter a la Iglesia a una dirección política determinada, no solo ajena
a su misión sobrenatural, sino comprometiéndola en una situación humana deplorable,
ya que en el socialismo la persona no cuenta ni se le reconoce su dignidad
de hijo de Dios y su destino eterno.
La
verdadera solución al problema social
La
Iglesia verdadera, la única, la fundada por Jesucristo, Madre y Maestra, nos
ha iluminado en este estudio. En un célebre documento del 6 de agosto de 1984,
"Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación",
se hace notar que llamar la atención sobre los errores contenidos en dicha
teología, no quiere decir que la Iglesia se mantenga insensible y mucho menos
apruebe la miseria y la injusticia de los pueblos. Muy al contrario, la Iglesia,
guiada por el Espíritu Santo, iluminada por el Evangelio y por amor al hombre,
oye el clamor de los pobres y acude en su ayuda con todas sus fuerzas.
La
Iglesia tiene presente el compromiso de Medellín y Puebla de trabajar preferentemente,
no exclusiva ni excluyentemente, por los pobres. Por eso, como tarea principal,
obispos, sacerdotes y laicos, acudirán al llamado a trabajar ardientemente
por la justicia. Los teólogos deberán colaborar con el magisterio al que reconocerán
como un don de Cristo a su Iglesia y acogerán sus enseñanzas con filial respeto
y obediencia.
La
verdadera liberación, como lo afirmó el Papa en su discurso inaugural de Puebla,
debe tener como fundamento una triple verdad: la verdad sobre Jesucristo,
sobre la Iglesia y sobre el hombre, imagen de Dios, elevado a la vida
Divina por la gracia Santificante, hijo de Dios y con un destino eterno.
El fundamento
de la justicia radica en reconocer las relaciones del hombre con Dios, las
que regulan las relaciones de los hombres entre sí. La lucha por la justicia
y los derechos humanos, tienen como base la dignidad de cada hombre como hijo
de Dios y por tanto los medios empleados deben respetar esa excelsa dignidad.
La iglesia
rechazará siempre la violencia ciega y sistemática, venga de donde viniere.
Es una ilusión creer (en contra de lo que la historia misma demuestra) que
de la violencia surgirá la paz y la justicia.
El
cambio anhelado de la sociedad no se ha producido ni se producirá por la violencia
exterior, sino por el cambio del corazón del hombre, por una conversión interior.
El cambio de estructuras, sin el cambio de los corazones, no producirá el
"hombre nuevo", como lo hemos experimentado en nuestra patria con
la independencia o con la revolución. Ninguna revolución violenta ha conducido
a la justicia y al bienestar.
Los hechos
contemporáneos (y contra los hechos no hay argumentos) nos muestran la verdad
de la inutilidad de la violencia para lograr la libertad y la justicia social.
En los Balcanes, en Africa negra, en Sudamérica, en nuestra propia patria,
la violencia ha generado un estado peor que el que se quería remediar.
La
lucha de clases como camino a la justicia es simplemente una tremenda falsedad,
un mito que de aplicarse lo que hace es impedir la verdadera solución al problema
de la miseria e injusticia.
¿Cuál
es entonces el verdadero camino hacia la justicia? El que se ha descuidado
o despreciado hasta ahora: la enseñanza social de la Iglesia. No solamente
los teólogos y los católicos, sino todo el mundo, todos los que tienen que
ver con asuntos laborales, económicos, políticos y sociales, deben estudiar
a fondo esta doctrina, que tiene sus fundamentos en el pensamiento ya antiguo
del pueblo de Israel, en las enseñanzas
de Jesucristo y del magisterio de la Iglesia desde los primeros siglos de
su existencia.
Se
sabe, por ejemplo que un año antes de que Marx publicara su famoso "manifiesto
del partido comunista" en 1847, el Papa Pío IX por medio de la encíclica
"Qui Pluribus" (1846), condenaba ya, entre otros errores al comunismo.
En 1891
León XIII expuso la doctrina social de la Iglesia en la Encíclica "Rerum
Novarum". En ella no encontramos solamente ciencia humana, conocimiento
de las realidades sociales sino también y sobre todo, la luz del Espíritu
Santo que conduce a la Iglesia y quiere iluminar por medio de ella a la humanidad
entera.
Juan Pablo
II rescata para los tiempos actuales esta Doctrina editando en 1981 la formidable
"Laborem exercens" y en el centésimo aniversario de la carta de
León XIII, la "Centésimus Annus" e invita al mundo entero a estudiar
y aplicar los principios sociales que Dios nos inspira. Abandonar, sin haberla
estudiado, esta enseñanza para inspirarse en ideologías falaces desde el principio,
es absurdo.
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LA
JUSTICIA SOCIAL.
-
La sociedad asegura la justicia social procurando las condiciones que permitan
a las asociaciones y a los individuos obtener lo que les es debido.
-
El respeto de la persona humana considera al prójimo como "otro
yo". Supone el respeto de los derechos fundamentales que se derivan de
la dignidad intrínseca
de la persona.
-
La igualdad entre los hombres se vincula con la dignidad de la persona
y a los derechos que de ésta se derivan.
-
Las diferencias entre las personas obedecen al plan de Dios que quiere que
nos necesitemos los unos a los otros. Esas diferencias deben alentar la caridad.
-
La igual dignidad de las personas humanas exige el esfuerzo para reducir
las excesivas desigualdades sociales y económicas. Impulsa a la desaparición
de las desigualdades inicuas.
-
La solidaridad es una virtud eminentemente cristiana. Es ejercicio
de comunicación de los bienes espirituales aún más que comunicación de bienes
materiales.
Catecismo
de la Iglesia Católica