Un accidente que cambio mi vida
Introducción
Es la Fe, la confianza plena en Dios, lo que de verdad te llena y te hace comprender cual es la verdadera trascendencia en tu vida y te da esa luz para comprender cuales son las metas que valen la pena, cuales son los ideales por los que debes vivir y no desviarte en el camino cómodo de una vida sin compromiso.
Con este testimonio específico me queda muy claro que la Fe y la oración son los ejes que mueven verdaderamente nuestras vidas, son éstas quienes se mantienen fielmente a tu lado y son quienes te reconfortan y te dan las fuerzas necesarias para salir adelante de la pesadilla que con ninguna otra “ayuda” podrías haber superado.
Sin embargo y para nuestra fortuna, tanto la fe y esa amistad íntima con Dios, que es la oración, no la venden en ninguna tienda, solo se consigue con la perseverancia diaria y con el convencimiento de que es Dios nuestro Señor, el verdadero camino para la felicidad plena en nuestras vidas. Es necesario dar el sí, un sí lleno de compromiso para poder descubrir el amor incondicional que Cristo nos da a todos pero que no todos vemos o no queremos ver por distintas circunstancias. Un sí que implica constancia y aceptación de su voluntad, un entregarnos en las manos de nuestro creador y que conlleva un “hágase en mi según tu palabra” y actuar en consecuencia, con la confianza que un hijo le tiene a su padre, sin más cuestionamientos.
Es esa mi conclusión después de haber vivido el presente testimonio directamente al ser un excelente amigo, un hermano, quien sufrió este accidente y a quien, junto con Carmen su esposa y demás familia lo ví luchar contra corriente por su vida y sacando fuerzas de su oración y confianza plena en los planes de Dios.
Es una lección difícil de olvidar una vez que lo has vivido, ojalá y lo pudiéramos entender sin que nos suceda ninguna tragedia, nuestras vidas y nuestro mundo serían muy distintos.
Introducción por Enrique Ibarrondo (amigo) el 24/1/05
A 2 de febrero del 2005.
El viernes 25 de agosto del 2000 quedé, como usualmente
hacia, con un amigo para andar en bici en el monte Zapotecas. Salí rápidamente
desde Tlaxcala, donde trabajo, para estar a las 6.30pm en el estacionamiento
del zócalo de Cholula de donde usualmente salimos para llegar al monte. Estuve
puntual, de inmediato baje mi bici, me cambié y llame por teléfono a mi amigo
para preguntarle dónde estaba, ya que teníamos que apurarnos porque se hacia
de noche un poco antes de las 8.30pm y debíamos aprovechar. Santiago me dice
– acabo de llegar a mi casa de Cholula (a un costado de la Universidad de las
Américas, Puebla), nada mas me cambio y voy para allá
-. Por propia iniciativa dije, no voy a esperar 20 minutos hasta que él llegue,
mejor aprovecho a alcanzarlo a su casa.
¡Menuda sorpresa
se llevaría, y no saldría del hospital sino mes y medio después!
Las gracias que tu das por un hecho que son tuyas,
que mereces y que bruscamente te das cuenta que no es así.
Dolor y la desesperanza como luz para encontrar el
verdadero camino a la felicidad.
La renuncia para
posteriormente encontrar algo mas pleno y trascendente,
ahondando en el caso especifico de Carmen, mi esposa.
La gente que te rodea como instrumento de apoyo, felicidad,
consuelo y compromiso mutuo así como la responsabilidad de compartir las gracias
recibidas
Estoy de acuerdo
que si me plantean el evento como si fuera una propuesta de trabajo, ni por
una en un millón la tomo, porque ¿a quién le gusta sufrir?, además no sé si
tengo la madera para soportar tal evento. Pero Dios te da todos los instrumentos
para que la misión que te encomienda la puedas cumplir satisfactoriamente.
El dolor de conceptualizar la realidad es un dolor
no tan descriptible e inmediato. Es un malestar gradual con pendiente a la alza que pone en juego conceptos como la desesperanza,
la frustración, la rebelión, el malhumor, la inquietud, la incomprensión. Este
dolor no se calma con drogas. Es un proceso que esta ahí, que sigue y si no
se controla te orilla irremediablemente a la incomprensión de tu realidad y
a acciones no siempre buenas.
La terapia física intensa durante incontables meses
fue una escuela de enseñanza. Generalmente la hacía rodeado de seres queridos
como mi padre o mi mujer pero evidentemente nunca como protagonistas. El dolor,
la incomodidad y el yugo solo lo llevas tu, tu realidad
no se compara con la de ningún otro, no se mide con la de nadie porque el dolor
es como el amor, exclusivo para cada persona, el dolor esta hecho a tu medida
y no hay manera de acallarlo. El dolor no merma enfrentándolo, no cesa llorándolo.
El dolor es una realidad tan evidente como el amor, tan plena y profunda como
el querer a alguien. Es la antitesis del cariño y la sombra de la alegría.
En mis largas mañanas
me rodeaba de gente con limitaciones y lesiones similares a las mías e irremediablemente
entras en el juego de la comparación. - ¿Cuánto tiempo llevas?, ¿Qué te paso?,
¿Te ha funcionado la terapia?, ¿Es bueno este doctor? -, y empiezas a echar
culpas a incompetencia medica y a agentes externos que no puedes controlar.
Pero la situación
común que tiene el dolor físico como el dolor racional es la desesperanza. En
el caso orgánico el mismo cuerpo genera químicos que duermen la reacción al
dolor al no ver como aliviar el malestar, pero en el caso racional tienes que
plantearte esperanza o en su defecto aceptación de la realidad sino caes en
la frustración la cual difícilmente te deja avanzar. Muchos amigos me han preguntado
¿qué se siente estar en el borde de la muerte?, ¿Cómo hiciste para poder recoger
tus propios huesos sin desmayarte?, ¿Cómo es posible haber vivido todo el evento
sin perder el conocimiento? y nada de esto tiene comparación con el hecho de
sobrellevar un dolor del alma, una angustia de no entender el futuro, una llaga
supurando al no tener esperanza. El dolor físico es algo puntual, el dolor del
alma es y no es al mismo tiempo. El dolor en el espíritu enajena, te deja completamente
desarmado porque no sabes contra que estas luchando. El dolor de tu esencia
es una derrota anticipada que comienza con el final.
Con estos agravantes
comenzó una experiencia rica y apasionante de nuevos conceptos claros y lacerantes
como agujas incandescentes que me enseñaron a entender la vida con otra perspectiva
más sabia. Con el dolor a cuestas realizas cuan débil y miserable eres, entiendes
la ficción del bienestar comprendiendo el malestar, viendo que el sentirse bien
es la ausencia de dolor y lo que realmente existe y evidencia tu realidad es
la proporción de dolor en tu vida, cuanto más dolor existe, mas claro sientes
que eres y le das una nueva ponderación al bienestar no como fin ni meta, sino
como dolores aceptados y bien llevados. Al dolor no se le puede vencer. Al dolor
se le lleva a cuestas y lo entiendes solo cuando lo puedes elevar, ofrecer como
regalo a Dios, porque es tan claro y tan real, que sabes que estas dando algo
de valor al Todopoderoso.
Cuando empecé a
entender vivencialmente esta realidad comprendí mas
extensamente ejemplos de auto castigo practicado por personas entregadas a Dios
en muchas religiones, cosa que en la dinámica de nuestros días es completamente
incomprensible y hasta censurable. Me
encontré con un misterio encerrado en el dolor que por mis limitantes de redacción
y por mi falta de profundidad en los temas fundamentales de la vida no puedo
desarrollar mas ampliamente, sin embargo me queda claro que Dios se manifiesta
de forma clara y concreta en ese estado de ánimo tan repudiado por los hombres.
Lejos de entender el dolor como algo que te hace menos
y del cual no puedes sacar conclusiones sabias en tu vida. Lejos de hacerlo
a un lado y evitarlo a como de lugar, descubrí que en el dolor hay respuestas
muy profundas a todos los acertijos de la vida y, aunque va en contra de la
naturaleza del hombre, deberíamos buscar un poco de dolor en nuestra vida para
compensar la balanza tan gravemente decantada por el bienestar y el placer instantáneo.
Así lograríamos decisiones mas ecuánimes con nosotros
y la misma sociedad.
Hoy superponemos el ‘gran bien’ (es decir lo que sea
mejor para la gran mayoría) sin practicar valores universales, como si el ser
feliz fuera una cuestión de democracia,
como si al ponernos de acuerdo en ciertas conductas al margen de lo realmente
BUENO pudiéramos estar más contentos. Al hacer a un lado los valores universales
del amor, el sacrificio, la solidaridad, la compasión..., valores no siempre
cómodos ni agradables, negamos nuestra esencia, queremos entrar a la plenitud
por un atajo inexistente y ahí es donde se engendra la sorda e inmutable mole
de los conflictos de nuestra sociedad.
La felicidad cuesta, esta compuesta de entrega y dolor
y no podemos descomponer el binomio porque el resultado no seria el mismo. Estamos
nerviosos buscando la erradicación del dolor, de saltarnos ese aderezo y aun
así disfrutar la ensalada.
Sabemos que no es posible, atendemos a nuestras apetencias
cuando nuestro desarrollo integral no se compone únicamente de sentidos sino
de razón y voluntad.
Me llama la atención como en nuestros días la sensibilidad
de la humanidad se ha adormecido y descansa en la cómoda y conveniente falacia
del consenso. Hoy se desprecian valores buenos, universales, valores que hacen
grande al hombre por el absorbente pragmatismo, por la enferma búsqueda de lo
conveniente ignorando en conciencia las acciones que sabemos en nuestro interior
son las adecuadas aunque no las más sencillas, ni mucho menos las mas cómodas.
Hoy vemos los asesinatos más crueles de la historia de la humanidad bajo la
justificación del derecho a decidir de las mujeres. Hoy enjuagamos conciencias
a una falta de respeto y atención a los mermados de salud con frases como ‘ofrecer
una muerte digna al hermano’, ¡ cómo si nosotros tuviéramos dicha atribución
!. Hoy abalamos guerras so pretexto del bienestar de
muchos otros, como si un hombre valiera mas que otro.
El dolor es un componente innato en el hombre y, al
saber que no podemos deshacernos de él, la justificación del mismo, es para
tener una presea de vida, un regalo de verdadero valor para trascenderlo y sublimarlo
de una forma ridícula a la magnanimidad
de la vida. El dolor es un bálsamo para los que hemos realizado la dicha y el
desborde de amor que resulta vivir. El dolor tiene su razón de existir solo
si lo ofrecemos, si lo proyectamos al Cielo en compensación de tanta felicidad
recibida. El dolor es el lenguaje de Dios.
Seguramente sonara ambiguo y hasta sinsentido muchas
de las posturas aquí descritas sin embargo, ver el dolor de esta manera enriqueció
mi vida y dio un sentido a mis sufrimientos.
Muchas veces creemos
que el protagonista es el que sufre mas, el que se lleva las lecciones de vida
y absorbe unilateralmente las gracias, sin embargo, en eventos como estos hay
múltiples enseñanzas que se derraman incluso en sujetos anónimos que nunca tendré
el gusto de conocer. Recuerdo uno en especial, un doctor en su etapa de residente
que entró al quirófano en una de las operaciones. Al salir mandó un fax a la
escuela de mi suegra describiendo de forma cautivadora los milagros que observó
en la sala de operación. Respondiendo a su agnosticismo y su casi nula practica
de Fe en su vida nos regaló en el fax una detallada descripción de lo sucedido
adentro. Se tenia una ruta trazada para abordar las
fracturas y lo que se hizo fue algo completamente diferente, no por falta de
profesionalismo sino mas bien por algo sobrenatural. Cuenta como sentía que
las manos eran dirigidas por Alguien más, que las instrucciones brotaban en
el momento firmes y claras, no preconcebidas no obstante adecuadas
y exitosas. A un hombre deslumbrado por el conocimiento y entregado al
oficio más reconocido de la humanidad percibió un mensaje de Fe que seguramente
marcó un parte aguas en su vida.
Sabemos que Dios
no habla, no se sienta contigo a tomar un café y charlar de forma interactiva
como lo haría cualquier amigo. Dios escogió un lenguaje infinitamente más rico
y pleno, un idioma que abarca los cinco sentidos a la vez e incorpora un sexto
que integra y armoniza el mensaje. El alma es el recipiente donde bebes el agua
que de otra forma se te cuela por los dedos, es el olor de las flores que imprime
la exclusiva belleza de cada una, es el viento que se cuela por los árboles
en lo alto de la montaña y que le da cuerpo a la imponente belleza del paisaje.
Los mensajes de Dios son tan claros como tu propia existencia. Dios grita en
susurros, constantes y repetitivos todos los instantes de la vida.
Recuerdo en mi rebelde
adolescencia encontré a Dios en un movimiento católico. Al empezar a conocerlo
y entregarme a sus obras y doctrina se detonaron graves problemas con mis amigos.
Me separe radicalmente de muchos y los otros no comprendían lo que me pasaba.
En la coyuntura tuve grandes errores, herí sin querer a seres queridos y por
supuesto tome malas decisiones que afectaron las relaciones. Mi rutina diaria
en la diversión y en mis tiempos libres cambió, lo que acostumbraba hacer o
decir se matizó fuertemente o incluso desapareció. En pocas palabras hubo un
cambio fuerte en mi identidad y lo resintieron mis compañeros. Sin embargo,
por el otro lado, imperceptible y suave como la mano de mama crecía en mi la
Fe y la fortaleza que necesitaría años después. Dios me estaba preparando. Es
evidente que de ninguna manera hubiera podido enfrentar el accidente con la
base de valores que tenia en mi temprana juventud, me hubiera vencido antes
de tiempo. Aunque estoy convencido se me habrían entregado los medios para salir
adelante la aceptación de una merma permanente, la incapacidad física y el ser
en pocas palabras diferente me hubiera sumido en una profunda depresión y auto
contemplación que me tendría hoy preso y aniquilado.
Con los ejemplos
descritos trato de resumir la crudeza y
dificultad del claudicar a un bien, lo difícil que se presenta el renunciar
a gracias recibidas y practicadas que después ya no puedes hacer uso de ellas.
Eventualmente crees que con estas perdidas desaparece también tu identidad,
sin embargo no es así, con el transcurrir de los días y con la intensa reflexión
y ofrecimiento empiezas a descubrirte, a forjar tu esencia y templar tu carácter.
Empiezas a encontrarte sorprendiéndote de lo grande que eres cuando eres generoso,
cuando das lo que más cuesta, cuando renuncias a ti mismo y te abandonas en
Él. Llegas a capitalizar la importancia única e intransferible de tu misión
en la vida y de reconocer que lo que tu no hagas absolutamente nadie mas lo
va a hacer, al menos no del modo que tú lo harías.
Señor, ¿dónde está la paz que Tú das? Busco la paz
día y noche pero no la encuentro.
Hijo, tendrás la paz que tú buscas. La Paz que yo te doy. Quizás el problema
es que estás un poco confundido. Piensas que la paz es que todo esté tranquilo.
Piensas que la paz es un mar en completa calma, sin una ola que lo mueva. Todo
me sale bien, no me he enfadado con nadie, no tengo ninguna clase de tensiones,
me siento bien conmigo.
Verás, es una idea muy bonita de la paz pero no demasiado realista. Tú piensas
que la paz es no sufrir. Que, cuando sufres, no hay paz. Te voy a enseñar el
secreto de mi Paz. Has visto el mar embravecido, furioso, en plena tormenta.
Cuánto ruido, aquello no hay quien lo controle. Así eres tú cuando estás tenso,
cuando sufres, cuando tienes problemas. Estás en plena lucha.
Pero mira el mar. En plena tormenta, bajas unos metros, al fondo. Ahí: qué silencio,
qué belleza, qué calma. Dentro hay paz. Es la Paz que yo te doy: la puedes encontrar
dentro de tu corazón: más allá de lo que sufres, en medio de lo que sufres.
Más allá de lo que sientes y cuando no sientas nada o sientas todo en contra
de ti. En el fondo de tu ser, dentro de ti, están tus convicciones profundas,
la roca de tu fe, de todo lo que no pasa.
Tú lo sabes: yo te amo y nunca te abandonaré. Estoy contigo en el sufrimiento
porque he sufrido por ti y para ti. Sufrir te hace grande y muy valioso a mis
ojos. Te hace fuerte y generoso para entender a los demás. Te une a mi Corazón.
Sufrir te gana el cielo. Sufrir vale la pena porque da mucho fruto. Hasta si
sufres porque no te soportas, porque te gustaría ser de otra manera: ten paz
en tu corazón. Lo que importa en esta vida no es ser perfecto sino amar desde
tu pequeñez, con todo lo que tú eres. Ésa la Paz que te dejo, la Paz que te
doy.
Al principio de
este cuadernillo propongo terminar el desarrollo de esta experiencia contestando
el porqué del evento, qué luces y razones se desprenden de tan traumático accidente.
Es sumamente difícil aterrizarlo y por la gravedad del evento pareciera que,
lo que estoy predestinado hacer, tiene que ser algo de la misma dimensión.
¡ HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA !
Fue el 25 de agosto...
Fue el 25 de agosto,
estaba como todos los viernes en casa de mi mama. Héctor se había ido a andar
en bici y regresaría por ahí de las 7:30
u 8.00 de la noche, cuando iba saliendo de casa de mi madre entro una llamada
a mi teléfono celular , era mi cuñada me dijo que Héctor
se había roto la pierna en la bicicleta y que estaba en el hospital.
Cambie el rumbo con camino al hospital, algo no me
latía, pensé ¿si se rompió la pierna porque no me llamó él?, entró una segunda
llamada, Quique un amigo de él, me dijo Carmen ¿Qué le paso a Héctor? y se acabo
la pila de mi teléfono en ese momento empecé a temblar y le dije a la Virgen,
Madre lo que sea esto te digo que yo no puedo si tu no lo vives desde ahora
por mí y en mi yo me derrumbo.
Lo estaban operando, cuando el doctor salió a media
operación le pregunte que como estaba, él me explicó la parte clínica de la
que poco entendí en ese momento lo único que se me quedó grabado fue “no creo
que dure ni veinticuatro horas “, en ese momento muchas cosas pasaron por mi
cabeza, porque a nosotros que somos felices, solo llevamos ocho meses de casados,
que cosa tan mala hicimos para merecer esto etc...
En ese momento providencialmente
llegó mi director espiritual y me dijo que lo acompañara ala capilla, cuando
llegamos ahí, me pidió que le entregara a Héctor a Dios, no quiero y no puedo
le dije al sacerdote, ha sido el momento
más difícil de mi vida, hicimos oración juntos y después de dejar a Héctor en
manos de Dios no puedo explicar el estado de paz que entro en mi alma. Ahora
si una vez entregado a su voluntad pide un milagro me dijo el padre. En ese
momento le dije a la virgen yo no tengo la fe para pedirlo pero si tu se lo
pides madre que te puede negar a ti tu hijo... me acorde de las bodas de Caná.